05 marzo 2012

Política y Actualidad/ Volver a "los 17", desde Aryentina/Por Eduardo Grüner/





VOLVER A “LOS 17”, DESDE LA ARYENTINA
Por Eduardo Grüner*
(especial para La Tecl@ Eñe)
  1. Una nueva solicitada (y van…) ha movilizado en estos días la libido digna de mejores causas –o al menos de alguna causa- de un nutrido grupo de “intelectuales” (lo pongo entre comillas no porque no lo sean, sino porque esta parece ser una categoría social -¿cuánto faltará para que se nos hable de la “clase intelectual”, como se dice “clase política”?- con la que resignadamente tendremos que contar de aquí en más para las primeras planas de los medios de todas las “corpos”). Esta vez, por suerte, podemos tomarnos la cosa un tanto regocijantemente: en efecto, si no tuviera sus ribetes modestamente dramáticos (o, mejor, patéticos), la solicitada de marras es sencillamente desopilante: se trata de defender a rajatablas… ¡el derecho a la “autodeterminación” de los “kelpers” de Malvinas! Por fortuna no se nos citan los documentos de la III Internacional sobre la autodeterminación de las naciones y pueblos oprimidos –aunque sospechamos que, al menos en parte de los firmantes, esa omisión obedece a las peores razones: un cerril anticomunismo, por ejemplo-, sino que lo que se nos cita, implícitamente, es el argumento de… David Cameron (aunque, hay que reconocérselos, los firmantes tienen la elegancia de no llamar a las islas “Falklands”, si bien a alguno/a de ellos/as le hemos oído la expresión falklanders ). Como sea, que unos “intelectuales” cometan ese abuso –no seamos concesivos: esa perversión – del lenguaje es decididamente para preocuparse por el estado de la lengua castellana-rioplatense, de la que los escritores son supuestos y celosos guardianes. Política y jurídicamente –nos sonrojamos de tener que explicarle esto a esas sabias personalidades- el vocablo “autodeterminación”, y muy especialmente cuando se habla de ella como un derecho , se aplica a las comunidades ocupadas, no a las ocupantes . Hablar de esa manera sobre los “kelpers” es tan ridículo (o tan ideológicamente extraviado) como si, digamos, la revolución argelina se hubiera tenido que someter a la “autodeterminación” de los colonos pieds noirs franceses (no queremos ni imaginar las furibundas diatribas de Sartre que hubiéramos tenido en tal caso). Al general De Gaulle –por cierto un estadista burgués de considerable mayor estatura física y mental que Cameron- no se le ocurrió usar ese argumento: simplemente, cuando no pudo aguantar más tuvo que conceder a Argelia su independencia (claro que al estimable precio de un millón de argelinos asesinados, pero también a riesgo de su propia vida bajo los atentados de la OAS: eran altri tempi ). No sé si los firmantes del libelo habrán visto un estupendo film de David Lean de los años 60 (supongo que sí: entre ellos hay un par de “gentes de cine”) que se tituló La Hija de Ryan . En una escena para mí inolvidable, el oficial inglés ha logrado capturar a un jefe de la resistencia del IRA irlandés, que está gravemente herido en una camilla. El oficial inglés es por supuesto un caballero cultor del fair play, trata muy correctamente y con respeto al irlandés, le ofrece un cigarrillo, etcétera, y finalmente le pregunta: “¿Hay algo más que puedo hacer por usted?” El irlandés lo mira serio, y mientras da una pitada le responde: “Sí: ¡váyase ya de mi país!”. ¿Se entiende? No le dice con toda cortesía, “Consulte por favor a sus compatriotas, y si su autodeterminación es la de quedarse, yo lo acepto”. Él sabe que la soberanía del pueblo colonizado no puede subordinarse a la “autodeterminación” de un puñado de “colonos”, conscientes o no de serlo (y dicho sea entre paréntesis: es un error, o una intencional falsedad, que haya siquiera 3000 kelpers: al menos la mitad de ellos son militares o personal de la administración militar y civil de las islas, que por definición no podrían optar por otra nacionalidad que la británica, por lo tanto no pueden“autodeterminarse”; los auténticos “kelpers” son menos de 1500 y ya son ciudadanos británicos, por lo tanto no necesitan “autodeterminarse”). No se aplica la misma ley a los agresores que a los agredidos, no hay Teoría de los Dos Ángeles posible. Ya se van a cumplir 800 (¡ochocientos!) años que los irlandeses vienen no diciendo semejante cosa. Contra la imagen popular que de ellos se tiene, hay que decir que son un pueblo paciente. Y que esa larga historia ha hecho que la tengan “más clara” que muchos de nosotros (en YouTube puede encontrarse un videoclip de un grupo de rock irlandés cantando –bajo la efigie del almirante Brown- un tema titulado “Malvinas Agentinas” –pronúnciese “aryentinas”-).
  1. Por supuesto –nos adelantamos a una objeción obvia-: alrededor de Malvinas no se está gestando ninguna revolución como la argelina o la irlandesa. Pero precisamente por eso el argumento es doblemente ridículo. Si los susodichos “intelectuales” vieran que están las masas obreras y populares encolumnadas en las calles exigiendo la devolución de las Malvinas, y empujando a nuestro vacilante gobierno a romper en serio con el imperialismo británico, con el peligro de que si así no lo hiciere le pasaran por encima en un proceso desbordado de “revolución permanente”, si todo esto pasara, digo, uno podría entender que estos “intelectuales” se pegaran el susto del siglo –aunque sea un siglo todavía cortito- y trataran de salir a echar paños fríos para contener la anarquía y salvaguardar las instituciones republicanas (si bien es dudoso que a esas masas encolumnadas en las calles les importara un bledo la recomendación de una docena de opinadores de La Nación ). Pero nada de esto está pasando: las masas no están en las calles –no por esto, quiero decir- y en los cines argentinos se está exhibiendo una biopic más o menos edulcorada y embozadamente elogiosa de Margaret Thatcher sin que las salas se incendien ni tan siquiera se arrojen huevos podridos a la pantalla (algo impensable en las décadas del 60 o 70). Los “intelectuales” pueden pues seguir durmiendo tranquilos y dictando sus cátedras –en fin, creo: veremos cuando empiecen las clases en Filo y Sociales-, que el “pluralismo” y la corrección política están plenamente garantizados. Entonces, ¿a qué viene todo este (auto)bombo? Porque, seamos claros: nada han creído tener que decir estos “intelectuales” sobre acontecimientos como los de Grecia (esa “cuna de Occidente” que está siendo de hecho colonizada nada menos que… por Alemania: la historia tiene sus vueltas). O Egipto. O España. O los Occupy en los mismísimos USA. Y, ya que estamos, sobre las cosas que han sucedido en Londres. Todos lugares donde hay masas en las calles resistiendo –mediaciones que se quieran aparte- el mismo sistema de “mundialización de la ley del valor del Capital” (como dice Samir Amin) que ocupa las Malvinas, y que está lejos de ser puramente “simbólico” –dicho sea esto sin menosprecio alguno por el valor de los símbolos-: ¿y la pesca? ¿y el petróleo? ¿y los minerales? ¿y el agua?. Pero bueno, pongamos que no tenían tiempo de hablar de todo eso –son cosas que ocurren muy lejos, y claro, los “intelectuales” no pueden estar hablando de todo todo el tiempo ¿no?- y decidieron ocuparse de cuestiones más próximas. ¿La masacre de Once, tal vez? Mmmm… no, no llegaron a tiempo (aunque estaban ahicito nomás, tanto que tuvieron que levantar la conferencia de prensa para no superponerse). Pero, ¿y la megaminería? ¿la ley “antiterrorista”? ¿el proyecto “X”? Y más atrás: ¿los dos chicos Ferreyra, los qom , el Indoamericano, Ledesma, siguen las firmas? Quiero decir: hendijas por donde criticar al gobierno, no les faltaban. No, no y no: ¡Entiéndanlo, sean modernos, déjense de luchas de clases, antiimperialismos, semi-colonialidades y objetos paleontológicos varios, lean a Rawls, a Dworkin, sean verdaderamente republicanos-neokantianos-comunitaristas-neoinstitucionalistas-pluralistas, lo que realmente importa en todo esto son los deseos (un poco de lacanismo no está mal, tampoco) de los “kelpers” –políticamente incorrecta, esa denominación que los asocia metonímicamente a las algas: son ciudadanos británicos “trasplantados”-, que corren el peligro de ver afectado, ninguneado, reprimido o directamente anulado su… estilo de vida (lifestyle en inglés: dícese de uno de los principales nuevos “nichos” de las estrategias de segmentación de mercado por parte de las políticas de marketing de las grandes empresas: donde antes, en los tiempos pre-Cultural Studies sólo existían las variables “duras” del tipo sexo / edad / nivel socioeconómico, hoy hay que tomar en cuenta los gustos particulares de la clase media-media-tirando-a-aspiraciones-altas de entre 24 y 32 años y cinco meses salvo bisiestos, y ultra-hiper-multicultural descendiente de suecos, japoneses y oriundos de las Nuevas Hébridas)! ¡Hasta que ustedes no comprendan que los “autodeterminantes” kelpers son el grupo humano más oprimido del planeta Tierra (con los que no puede ni empezar a compararse, por ejemplo, el derecho a la autodeterminación de los palestinos, los vascos, los iraquíes, los afganos, los saharauis, los kurdos, y otras pavadas insignificantes sobre la que ni nos molestaremos en hablar), y que justamente por ser tan poquitos merecen –como lo indican las mejores reglas del relativismo pluriculturalista- mucha más atención que los 1200 millones de chinos a los que en su momento la UK les devolvió graciosamente Hong Kong, hasta que no entiendan todo eso, escuchen bien, seguirán ustedes siendo unos dinosaurios nacional-trosko-estalino-criptofascistas aplastados por la ideología “identitaria”! (Abro paréntesis exculpatorio: soy perfectamente consciente de la caricatura que estoy haciendo, y de que varios de los firmantes no tienen por qué reconocerse personalmente en ella, y sí han hablado, bien o mal, sobre los griegos y los palestinos, y yo tengo aprecio personal por algunos de ellos; el problema es que cuando uno pone su firma al pie de un manifiesto, en cierto modo pertenece a los efectos textuales de esos enunciados, más allá de las muchas otras cosas que pueda decir en otros espacios. Aquí me refiero, entonces, a este manifiesto, a estos efectos textuales, y a mi impaciencia con tales efectos; impaciencia anticipada, también, por la intuición de que se / los colocarán en el lugar de los que, en franca minoría, tienen el coraje de ser “diferentes” a la masa. Lo cual, en abstracto, no está ni mal ni bien, ni es un valor en sí mismo: depende de cuál sea el contenido de esa diferencia).
  1. Entonces, y siempre ateniéndome a la estricta textualidad de esta declaración, abandono por un momento la ironía facilonga y me pongo más brutal: el documento es, “objetivamente”, reaccionario, proimperialista, pro-colonial o como se quiera decir (a propósito no digo “pro-británico”, porque mi menguada corrección política aún me alcanza para no hacer “universales abstractos”: “británicas” son asimismo las masas populares que también resisten en las calles británicas los bestiales ajustes de Cameron y de las clases dominantes igualmente británicas, y si se quiere hablar de “intelectuales”, británicos son E. P. Thompson, Eric Hobsbawm, Raymond Williams, Terry Eagleton, Perry Anderson y via dicendo , para no mencionar a Shakespeare y los Rolling Stones). Pero ya oigo voces indignadas –perdón, ofuscadas , los “indignados” son otros-: “Pero ché, decir reaccionario, pro-colonialista, ¿no es demasiado? ¿no es unilateral, grueso, esquemático?” Sí, claro que lo es. La estricta textualidad de esta declaración no me deja salida, no me da elementos para no serlo. Porque, si los firmantes querían atenerse a discutir el tema Malvinas (están en su derecho, y no pretendo minimizar el tema: es de primera importancia), y mediante ese rodeo criticar al gobierno, también allí tenían anchas hendijas por donde hacerlo. Podían poner en cuestión, por ejemplo, las excelentes relaciones del gobierno con las multinacionales de origen (no solamente, claro) británico, incluyendo las implicadas en la megaminería, el petróleo o las finanzas, y que el “relato” (espantosa palabra) oficial desde luego no inscribe junto a las declamaciones patrióticas. Podían poner en cuestión que el mismo gobierno que clama por la soberanía nacional promueve una ley “antiterrorista” por imposición de un organismo internacional bajo comando del imperio norteño. Pero no: si lo único que se pone en cuestión es la defensa –unilateral, gruesa, esquemática, también, y para colmo insostenible desde un punto de vista jurídico y político- del derecho de “autodeterminación” de los “kelpers”, y ello sin creer necesario mencionar que los “kelpers”, “objetivamente”, representan a una potencia colonial ocupante (“colonialismo arcaico”, lo llamó Sean Penn, suponemos que no implicando que uno “moderno” sería más tolerable), y todo eso sin tomar en cuenta que la cuestión Malvinas no puede pensarse estrechamente en función exclusiva de la pelea con un gobierno burgués, sino que es una cuestión de Estado (que un gobierno socialista también tendría que abordar, y es más, posiblemente sería el único que lo podría hacer “hasta las últimas consecuencias”), entonces, si no se dice todo eso y se centra la crítica exclusivamente en la ramplonería de la “autodeterminación” de los kelpers, es una crítica (unilateral, gruesa, esquemática) de derecha . Es así: la retórica de los manifiestos políticos no da tantas opciones. Y los firmantes, hay que decirlo, eligieron la peor de las “retóricas” posibles. Nada casualmente, el documento empieza con una parrafada de condena a la canallesca aventura militar de 1982. Por supuesto, ¿quién podría estar a favor de esa manera de recuperar las Malvinas, con esas intenciones ocultas y todas las barbaridades que sucedieron allí? Pero, ¿la implicación es entonces que cualquier manera de recuperarlas –aún las más pacíficas, diplomáticas y legales emprendidas por un gobierno electo, nos guste o no, y con el dato adicional y novedoso de un decidido apoyo por parte de toda Latinoamérica- están mal? Aquí entramos en un cono de sombras bien complicado, sobre todo si recordamos que uno de los firmantes más conspicuos había publicado días antes, en La Nación , un artículo donde ponía en tela de juicio que las Malvinas fueran realmente argentinas. No estoy hablando –algunos lo han hecho- de “traición a la patria”. Pero sí, al menos, de un deslizamiento indefendible causado por la fascinación con los propios, llamémoslos, “argumentos”. Suena muy raro que intelectuales en muchos casos brillantes pierdan de pronto todo sentido de los matices, de las contradicciones, de las complejidades, de la “dialéctica”. Ni siquiera en 1982 las cosas eran tan simples, en particular si uno era de izquierda y antiimperialista y tenía cierta sensibilidad hacia las causas nacionales, anticoloniales, etcétera (sé que voy a parecer “chicanero”, pero no puedo dejar de recordar que alguno de los firmantes tuvieron en ese momento una posición “malvinera” tan exenta de aquéllos matices como la inversa que sostienen ahora). ¿Eran los mismossentimientos los de Galtieri que los de las masas populares que, se puede pensar que equivocadamente, salieron a la calle a apoyar la recuperación de las islas? ¿Se olvida que esasmismas masas habían protagonizado un par de días antes del 2 de abril una gigantesca manifestación contra la dictadura, y lo volvieron a hacer cuando nuestras fuerzas se rindieron? ¿Qué pasó, se volvieron idiotas de la noche a la mañana? ¿No será todo un poquitín más complejo? Todo eso fue un drama, un desgarramiento social feroz, no se lo puede tomar tan a la ligera sólo porque no responde a nuestros prístinos esquemas “republicanos”. Este fue el tremendo dilema –otra muestra del carácter trágico que puede adquirir la cuestión- que (para expresarlo en términos de experiencias personales) se nos presentó incluso desde nuestro lugar de “intelectuales”; en la revista Sitio , que yo hacía entonces con Ramón Alcalde, Jorge Jinkis, Luis Gusmán y Mario Levín, dedicamos un número al conflicto, y fue un debate complejísimo desde una perspectiva político-literaria, o político-intelectual: fuimos muy duros con Borges, por ejemplo, que por ese entonces publicó en Clarín un poema donde manifestaba una voluntad de equilibrio que, en los términos tajantes en que estaba planteado el contexto de ese conflicto, se resolvía inevitablemente en una suerte de pacifismo abstracto pero en definitiva “anglófilo”. Al mismo tiempo, puesto que de hecho ese poema se ponía en contra de la política irresponsable de una dictadura militar que había aniquilado por decenas de miles a sus propios compatriotas (y a la que Borges en un principio había apoyado) podía ser tomada como una intervención comparativamente “progresista”. ¿Qué hacer, entonces? Desde una posición de “izquierda nacional”, digamos, que era la nuestra entonces, ¿cómo no estar decididamente a favor de la lucha contra el colonialismo inglés ocupante de nuestro propio territorio? Por otro lado, ¿significaba eso suspender nuestra propia batalla “interna” contra la dictadura? Allí, nuevamente, había que diferenciar entre la recuperación del “bien común” y las intenciones de quienes estabanconduciendo esa “recuperación”, apostando tal vez a que las masas movilizadas en pos de esa causa continuaran su movilización también contra la dictadura. Pero era una apuesta difícil, sin garantías, desgarradora. Que ahora “los 17” nos vengan a decir no solamente que todo estuvo siempre claro, sino que hay una especie de redención de nuestros “pecados” en la aceptación de una “autodeterminación” de los isleños, es francamente un insulto a la inteligencia.
  1. “Los 17” han descubierto que los gobiernos burgueses usan las causas nacionales para alentar un “patrioterismo” sin contenido que “distraiga” al pueblo de los conflictos internos. Chocolate por la noticia. Lástima que lo dicen solamente respecto de nuestro gobierno, y no del de Gran Bretaña –y aún si lo hicieran, no se puede calificar con el mismo “equivalente general” conceptual al Estadoagresor que al agredido -. Es decir: pasando por alto que, sea como sea, a nuestro Estado –no hablemos del gobierno, para no confundir-, mientras exista, le asiste la razón histórica y jurídica(caramba, si no me equivoco entre los firmantes hay historiadores y constitucionalistas), más allá del uso que cualquier gobierno haga de esa razón, y por el cual si es necesario los ciudadanos le pediremos cuentas. Me importa que quede claro que –es mi convicción, al menos- el actual gobierno no va a ser plenamente consecuente con su declamada posición “antiimperialista”. Lo pienso así por las razones que ya dije, y porque se ve a las claras que mientras hace todos sus enunciados reivindicativos en los foros internacionales (lo cual está muy bien, desde ya), internamente no ha tocado un pelo de los intereses británicos en el país. Más aún, en su discurso inaugural de la Asamblea Legislativa la Presidente insistió en defender a la megaminería, donde hay empresas británicas hasta las manos. Eso y tantas otras cosas (entre las cuales el “episodio” del tren de Once no es la menor) están mostrando a mi juicio los férreos límites de lo que se puede “profundizar” dentro de la lógica del “modelo” (y lo que digo para el caso Malvinas lo digo para cualquier “causa nacional”: en el estado de mundialización capitalista en severa crisis que es el que tenemos hoy, sólo una transformación radical de las estructuras económicas, sociales y políticas podría hacerlo: no hay anticolonialismo en serio sin anticapitalismo en serio ). En lo que a mí respecta, tratándose de la actual política adopto la canónica divisa del divino Dante: Lasciati ogna speranza, voi chi entrate . Pero mi crítica, en todo caso, se sitúa en el polo opuesto de la de “los 17”. Ellos quisieran, en el fondo, liquidar el problema de la soberanía nacional sin resolver la cuestión del capitalismo. La conclusión sólo puede ser una: quedémonos felices en el capitalismo, y encima sin soberanía nacional, siquiera como “bandera” (valga la expresión) que, aunque pensemos que ningún gobierno “burgués” va a poder garantizar, forme parte de la lucha por una sociedad “justa, libre y soberana”. En fin, ellos sabrán lo que hacen. Y lo que piensan. Y lo que dicen, abusando de la hermosa lengua castellana. A decir verdad, no tendría mayor importancia –y hasta podría tomarse como un exabrupto jocoso- si no fuera porque es una muestra más de las a veces vertiginosas confusiones “discursivas” e ideológicas en las que hemos caído, incluyendo –y tal vez sobre todo- los “intelectuales”. Cuando se confunde estar a favor o en contra de un gobierno con estar a favor o en contra del colonialismo, y ello sin abordar el debate sobre qué tipode sociedad nacional e internacional queremos, entonces los “intelectuales” estamos, como se dice vulgarmente, en el horno.

*Sociólogo, ensayista y crítico cultural. Doctor en Ciencias Sociales de la UBA. Fue Vicedecano de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA y Profesor titular de Antropología del Arte en la Facultad de Filosofía y Letras, de Teoría Política en la Facultad de Ciencias Sociales, ambas de dicha Universidad.

1 comentario:

  1. Qué bueno que Grüner siga viendo cuál es el enemigo principal, la derecha cipaya y no el gobierno. Me gustaría mucho saber qué piensa de la expropiación de YPF y si comparte la posición del FIT de que se trata de una "re-privatización". La verdad, no me parece para nada bien que Grüner se convierta en el juguetito intelectual del FIT que se limita a hacer "entrevistas en espejo", en donde le responde a las preguntas prefabricadas de la gente del FIT lo que quieren escuchar, es decir lo que escribieron en la prensa del día anterior. Y me parece que lo de YPF podría marcar una diferencia. Espero que sea así. Capaz los del FIT se avivaron y decidieron no preguntarse.

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