17 enero 2007

Entrevistas


Entrevista a Nicolás Casullo

“No hay una historia en la que se halle exenta la sociedad en la que tiene lugar”

La presente entrevista a Nicolás Casullo intenta analizar el sendero político y simbólico trazado en la relación Terrorismo de Estado - Sociedad Civil.

Por Conrado Yasenza

- ¿Cree Ud., en el caso de nuestro país y con relación a los sucesivos golpes de Estado hasta desembocar en la última dictadura, en la tesis que propone una corresponsabilidad de la sociedad civil como sustento consciente o inconsciente para la concreción del Golpe institucional?

- Habría que pensar el tema desde la lectura más hegemónica e instalada en relación al terrorismo de Estado y la violencia de los años setenta. Tal lectura desvincula claramente el comportamiento de la sociedad con respecto a toda esa época, lo que lleva a la trillada teoría de los dos demonios. Pienso que la sociedad por supuesto que formó parte de aquel drama y en amplias de sus mayorías se involucró de una y otra forma con las variables ideológicas y políticas que signaron aquellos años. La responsabilidad frente a algo luctuoso por supuesto tiene sus graduaciones y niveles, pero por cierto no hay una historia que abarque tantos años, podríamos decir desde el 55 en adelante, en la que se halle exenta la sociedad en la que tiene lugar, o la gente que la habita. Si tenemos en cuenta los bombardeo a la Plaza de Mayo de 1955 donde fueron exterminadas 350 personas en un par de horas, fusilamientos posteriores donde la dictadura mató decenas de personas, cárceles para miles de activistas, sindicalistas y adherentes al peronismo, proscripciones durante dos décadas, también estrategias políticas de resistencia popular donde se legitimó el acto armado, el acto terrorista, la respuesta violenta a la violencia, la reivindicación de las puebladas como el Cordobazo, el Rosariazo, el Mendocinazo, el reconocimiento a los comandos guerrilleros que luchaban contra el gobierno militar, la campaña política de las elecciones de 1973 donde triunfó el peronismo planteando que la sangre derramada no será negociada, planteando ni olvido ni perdón, planteando liberación o muerte, y tal programa y publicidad obtiene el 50% de los votos y triunfa ampliamente, si anudamos estos datos y muchos otros, encontramos que la sociedad fue partícipe de un proceso de violencia política, los convalidó, los aceptó, los integró, los normalizó, le pareció lógico como el bombardeo a la Plaza, los celebró, los votó. Habilitó una historia bajo esas variables.

- Le parece que ante acontecimientos como los que ha realizado el gobierno en cuanto a la recuperación simbólica de la memoria, por caso, Cuadros en la Esma o Discurso en el Colegio Militar, estos tienen como plafón una verdadera discusión en torno a la participación y roles de la militancia activa durante los procesos sociales previos a la ruptura institucional de 1976?

- Creo que en un principio hay un acontecimiento trascendente que parte la historia argentina en dos. A tal punto, que luego de acontecido la pregunta que subsiste y todavía no tiene una respuesta clara, es si después del Estado militar genocida y el aval, silencio o complicidad que tuvo socialmente, si luego de esto la comunidad argentina es históricamente posible todavía. Cuando el filósofo francés Jean Luc Nancy se pregunta hoy si después de los totalitarismos y sus muertos es posible pensar aun la comunidad europea, lo que se interroga es lo mismo que lo que nos atraviesa a nosotros como pregunta filosófica. Si en la profundidad de una comunidad no ha quedado cancelada la vida en comunión, la vida con, la vida con el otro. Esta es una pregunta que incomoda al político, sobresalta al científico, perturba al religioso y molesta al sentido común. ¿Cómo no va a ser posible una comunidad por más suceso terrible que le haya ocurrido si la comunidad no muere nunca? Sin embargo el interrogante busca preguntarse por el sentido, no por los “datos a la vista”, no por las instituciones y la gente viviendo diariamente. ¿Cómo recobrar el sentido? Muchos de los signos de la Argentina post dictadura parecieran confirmar lo atinado de esa pregunta. Todo esto viene al caso en cuanto a los actos simbólicos como cuadros de la Esma, pedido de perdón en nombre del Estado realizado por el presidente, y discursos en el colegio militar, donde creo que con acierto Kirchner realiza un acto desde el poder democrático civil sobre el poder de la muerte aterradora, donde en otro discurso pide perdón en nombre de un Estado que en lugar de amparar asesinó a miles, donde en otra intervención extiende la responsabilidad a un ministro de economía de la dictadura por ejemplo, armando adecuadamente la escena exterminadora completa de una historia argentina. Luego viene el otro tema, decisivo también, para el reencuentro con una posibilidad de comunidad, que es contar, relatar la historia tal cual fue, desde una perspectiva critica real, no dogmática, no escondedora, no fanatizada, no falaz, proceso de narraciones que rápido o lento desde hace por lo menos una década se comenzó a hacer a través de artículos, de revistas especializadas como Lucha Armada y de más de doscientos libros que con sus aciertos y fallas cuentan la historia de las guerrillas y la violencia en la Argentina de los 70. Esto compete más a la sociedad, su mundo cultural, político, periodístico, artístico, intelectual, sindical. La pregunta de cómo fueron las cosas realmente.


- ¿Qué le sugiere la idea de un Peronismo de Estado dentro de la actualidad política del país?

- Estamos en el final de un banquete liberal que pretendió regirse según reglas del Consenso de Washington con las leyes del puro mercado globalizado, que terminó asesinando los pilares culturales y sociales de un pueblo y de un país. El Estado, y la sociedad lo reclama a dicho Estado todos los días, des los más pequeños a los más grandes problemas, debe intervenir, participar, regular, fijar, controlar, equilibrar, impedir, dentro de marcos democráticos, la recuperación de inmensos sectores sociales y de la nación en sí. Este papel del Estado kirchnerista por lo general es hoy atacado de populismo por la derecha desplazada, la dominación económica y el progresismo neoliberal que opera como izquierda de la derecha


- ¿Cree Ud. que existe una suerte de "banalización de la memoria política" y de los discursos en torno al tema?

- No, creo que como en todas las cosas inmersas en una sociedad massmediática, hay mucho que se banaliza y mucho que se rescata y se inscribe adecuadamente en la memoria de las personas


- ¿Observa vestigios de autoritarismo o violencia, ya sea verbal o simbólica, en el acontecer político de nuestro país?

- Creo que es una sociedad defraudada por muchos años, estafada, desconsiderada, olvidada, y que ha perdido su relación de creencia con la política y los políticos. Esto plantea muchas variables violentas, algunas veces comprensibles, otras veces inadmisibles. Es una sociedad frecuentemente sacada de sí misma, cosa que en muchas ocasiones favorece a los sectores dominantes que pueden señalar el caos, la violencia, la criminalidad de las protestas y reacciones, y la necesidad de dureza, represión y nuevas leyes punitivas.



- La concentración de poder a cualquier costo, y en base a todo tipo de alianzas, ¿es signo de una sociedad que no tolera el disenso; es síntoma de cierto grado de violencia dentro y desde el poder institucional?

- Hoy nos encontramos a nivel de Occidente y sobre todos desde usinas intelectuales neoliberales que provienen de analistas de USA y de Europa, con el planteo de que ha quedado superada la sociedad del conflicto concreto, de la confrontación real, de la lucha social, que ha fenecido la lectura que hablaban de izquierdas y derechas, que los núcleos sociales son conglomerado a pensar en cuanto a su gobernabilidad y a partir de logros abstractos de consensos generales. Estos planteos dicen que se trata de administrar de una manera determinada y “sensata” la globalización y sus crisis - sea que sea el que gobierne - sin cambios manifiestos, a partir de una pretendida lectura de “calidades democráticas republicanas” que hagan base y faciliten el statu quo o aspiren solo a reformas mínimas que la época y el mercado permiten. Todo lo que atenta contra esta receta, en la voz de Touraine, Paramio, etc., es populismo, mesianismo, autoritarismo, caudillismo. América Latina sin embargo es una historia particular que gesta y gestó sus formas políticas, y busca hoy en algunas circunstancias reinventar formas políticas que modifiquen realmente la democracia inocua, la democracia inerte, el puro formalismo democrático. Creo que esto es un deseo de las amplias mayorías ciudadanas, y esto implica sin duda un Estado democrático más fuerte, una recuperación de poder real de parte del ejecutivo para hacer frente a históricos poderes dominantes que jamás son limitados ni lesionados, y la recuperación de una idea de transformación bajo el signo de la justicia social, que geste una verdadera democracia social y política plural.


- La violencia, o cierto clima de tensión social, es inherente a las sociedades políticas y democráticas?

- Si, la política es básicamente desciframiento, aparcición y posible resolución del conflicto, de lo que conflictúa, de lo que enfrenta miradas, lecturas, intereses contrapuestos. Y los lleva adelante el que triunfa democráticamente, respetando plenamente la opinión de las minorías.

- Como sociedad democrática, ¿somos políticamente inmaduros e irresponsables?

- Somos hijos de nuestra historia, donde hubo muchas décadas de liberalismo golpista, militarista, dictatorial, censor, represor, antidemocrático.

- ¿Seguimos pensando nuestra realidad desde las categorías del Poder? Y de qué Poder?

- La política es poder y su aplicación. Esto lo saben las derechas y también lo supieron las izquierdas. En una edad capitalista que no tiene visos de terminar pronto, en un tiempo de mercado salvaje y de injusticias sociales supremas, de guerras devastadoras y de ignominias cada vez más patentes, no hay otra posibilidad que discutir políticamente las cosas desde ecuaciones de poder a ganar. Y tratar, luego de esa obtención de poder, de ser cabalmente democráticos y generadores reales y no retóricos de justicia social y cultural.

- Por último, ¿cuál es su análisis sobre la desparición de Julio López?

- Considero que es un hecho de una gravedad que en un principio escapa al análisis inmediato, por cuanto queda envuelto en la resonancia de la historia más fatídica que signa a nuestro país. Por una parte indica que la lucha por la justicia en este campo, y como consecuencia la cura nacional con respecto a esa criminalidad estatal no está terminada, ni aquellos sectores del tiempo represivo han sido reconducidos a un mundo democrático. Por otra parte señala la escasa respuesta en términos políticos sociales que tiene el hecho, teniendo en cuenta la magnitud de su significado, por cuanto la respuesta debió ser de toda la ciudadanía y de toda la política democrática reunida (similar a la respuesta española frente a los atentados en Madrid) que citase un millón de personas en las calles, cosa que no sucedió.

Entrevista realizada por Conrado Yasenza

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