09 noviembre 2010

Política y Sociedas/ La memoria: un espacio de lucha del poder/Enrique Carpintero

Modelos socioculturales del poder IX

La memoria: un espacio de lucha del poder

Por Enrique Carpintero*

(para La Tecl@ Eñe)

Ilustración: Ernesto Pereyra http://ernesto-pereyra.blogspot.com/

A la memoria de Mariano Ferreyra. Juicio y castigo a sus asesinos.

La memoria de los pobres, de por sí está menos alimentada que la de los ricos
Albert Camus

Quisiera hacer un breve comentario sobre la memoria. Actualmente hay un cuestionamiento de la memoria en tanto esta se encuentra atrapada por la subjetividad de quien la emite. Como si la historia se pudiera hacer sin la memoria. O, lo que es peor aún, como si en la historia y en la memoria no se jugara una lucha de poder.

Para rescatar la importancia de la memoria Paolo Montesperelli señala que en uno de los relatos de Voltaire este imagina una controversia entre Descartes y Locke. Para el primero la memoria es insignificante en el plano metafísico, por que todas las ideas se encuentran en el alma desde el nacimiento. Para Locke, por el contrario la memoria es importante por que almacena las impresiones de los sentidos. Alrededor de estos dos protagonistas se dividen las opiniones hasta el presente.
Sin embargo para dirimir esta controversia intervienen las hijas de Mnemósine, diosa de la memoria. Estas deciden cancelar por unos días toda forma de memoria en los seres humanos. De esta manera arrojan a la humanidad a un caos donde la gente olvida las cosas más elementales y se pierde toda forma de inhibición. En definitiva la propia supervivencia de la sociedad se ve en peligro. Una vez hecha la demostración restauran la memoria y todos –excepto, quizás Descartes- reconocen la importancia de la memoria.
La historia se hace con hombres y mujeres de carne y hueso. Con sus pasiones, sus sueños, sus creencias y sus necesidades cotidianas. Por ello no hay historia sin memoria. Aunque la primera implica una toma de distancia para reflexionar objetivamente esta no se puede hacer sin la memoria.
Por ello la cuestión de la memoria y el olvido no pueden analizarse sin tener en cuenta las políticas de silenciamiento y desmentida impuestas desde el poder durante todos estos años. No podemos dejar de mencionar el terror impuesto por la dictadura militar de 1976 que todavía está en nuestros cuerpos a través de diferentes manifestaciones en nuestra subjetividad.
La historia es interpretación y toma de distancia crítica del pasado. La memoria, en cambio implica una participación pasional con ese pasado, es imaginaria y, en alguna medida no es objetiva. La memoria pone los datos dentro de esquemas conceptuales y configura el pasado sobre la base de las exigencias del presente.
Sin embargo la memoria como un modo propio de autenticación, ya sea individual o colectiva puede caer fácilmente en la melancolía o la conmemoración. Por lo tanto la necesidad de autenticación de la memoria debe permitir el compromiso con la más crítica subjetividad en cuyo nombre opera. Para ello la memoria debe atenerse a los mismos principios del razonamiento histórico que funda las bases de los modelos psicoanalíticos, es decir el reconocimiento y el análisis de la multiplicidad, la alteridad e historicidad del sujeto recordado y del sujeto recordante. De esta manera la autoridad de la memoria se encuentra en el reemplazo de la afirmación “yo se” por la afirmación “yo recuerdo”. Este es el reemplazo de una relación sujeto-objeto o de una relación de un sujeto con otro sujeto por una relación de un sujeto consigo mismo. Al posibilitar la autocrítica la memoria separa el agente recordante de la experiencia recordada. Su resultado va a ser que una memoria autocrítica puede ser capaz de erigirse como el mejor tipo de análisis histórico.
Esto nos lleva a la necesidad de recordar una de las tesis de Walter Benjamin:
“Articular históricamente el pasado no significa conocerlo ‘como verdaderamente ha sido’. Significa adueñarse de un recuerdo tal como éste relampaguea en un instante de peligro. Para el materialismo histórico se trata de fijar la imagen al pasado tal como ésta se presenta de improviso al sujeto histórico en el momento de peligro. El peligro amenaza tanto el patrimonio de la tradición como a aquellos que reciben tal patrimonio. Para ambos es uno y el mismo: el peligro de ser convertidos en instrumentos de la clase dominante. En cada época es preciso esforzarse por arrancar la tradición al conformismo que está a punto de avasallarla. El Mesías viene no sólo como Redentor, sino también como vencedor del Anticristo. Sólo tiene derecho a encender en el pasado la chispa de la esperanza aquel historiador traspasado por la idea de que ni siquiera los muertos estarán a salvo del enemigo, si este vence. Y este enemigo no ha dejado de vencer”.
En esta perspectiva planteada por Benjamin podemos decir que es necesario rescatar la memoria de aquello que quedó silenciado, negado, olvidado, en definitiva desaparecido.

Los asesinos de la memoria


En la filosofía, pero también en el sentido común la memoria hace referencia a una realidad en cierto modo intacta y continua, en cambio la rememoración remite a la capacidad de recuperar algo que en un tiempo se poseía y que se ha olvidado. La memoria es una capacidad del ser humano y de los animales. La rememoración es solamente del ser humano. En este sentido, la memoria como rememoración esta ligada a la identidad no solo individual sino colectiva y la posibilidad de futuro.
Si recordamos la famosa película “Blade Runner” podemos observar que los replicantes eran seres humanos artificiales construidos de tal manera que sólo podían durar algunos años. Se diferenciaban de los humanos por una menor capacidad emotiva y por estar privados de memoria. Cuando intentan liberarse de su esclavitud se encuentran con el problema de que no pueden construir una historia y, por lo tanto no pueden dar cuenta de un futuro.
La historia del Siglo XX estuvo llena de “asesinos de la memoria” como los denomina Yosef Yerushalmi. De esta manera nos encontramos con censuras, condenas, desapariciones, falsas declaraciones de culpabilidad, asesinatos y podríamos seguir en una larga lista. El objetivo del poder es siempre el mismo: impedir la reconstrucción de los acontecimientos. Es decir, privar la posibilidad del recuerdo de los sectores dominados. En la actualidad no son necesarias las dictaduras para asesinar la memoria ya que el postmodernismo vacía de sentido la subjetividad. El presente al no ser resignificado por el pasado determina una cultura de la resignación donde nada puede ser cambiado y el futuro es vivido como catastrófico.
Reconstruir el imaginario colectivo es un objetivo en la lucha contra el poder del silencio, ya que una sociedad sin historia es más fácil de controlar. Bien sabemos como psicoanalistas, que sin una elaboración de la propia historia, es imposible un futuro. Y la posibilidad de un futuro tiene sus raíces en el pasado que nos determina.
Esto nos lleva a mencionar lo que se preguntaba un personaje de la película “La otra mujer” de Woody Allen “¿Un recuerdo es algo que se tiene o se pierde?
En esta pregunta se resume la problemática de la memoria ya que nos plantea que un olvido es algo que se tuvo pero al recordarlo se lo tiene para asumir esa perdida. La forma de recuperarlo es llenarlo con el “tiempo actual” como dice Benjamin.
Llegados hasta aquí debemos preguntarnos ¿Qué memoria tienen los trabajadores? ¿Cuál es la memoria de aquellos que son marginados por la sociedad? La respuesta es obvia: la memoria del poder ya que las clases dominantes sí tienen memoria. Allí esta el diario La Nación para recordar la importancia de los Mitre y la generación del `80, de Roca y su genocidio de los aborígenes llamada la expedición al desierto, de los militares y su defensa de La Nación. Es decir, la memoria sigue los caminos de la lucha de clases. Es cierto que esta en la actualidad del capitalismo mundializado adquiere una complejidad que es necesaria dar cuenta en las cuestiones de género, generación y clase social. Pero -como venimos sosteniendo en otros artículos- es en esta complejidad donde la memoria es importante ya que la esperanza es una forma de la memoria, pues nos recuerda nuestros logros y fracasos, nuestros límites y posibilidades, nuestros sueños y realidades, nuestros deseos y fantasías. Es que cuando se acepta la posibilidad de olvidar deviene no sólo la repetición sino el acto de resignar valores que hace a nuestra condición humana. Recordar no es una actividad que nos lleve meramente al recuerdo fáctico, sino al recuerdo de las razones por la cuales esos valores no forman parte de nuestra cultura.

*Psicoanalista. Director de la revista y la editorial Topía. Autor junto a Alejandro Vainer de Las huellas de la Memoria. Psicoanálisis y Salud Mental en la argentina de los ’60 y ’70. Tomo I (1957-1969), Tomo II (1970-1983), Topía editorial, Buenos Aires, 2005.
enrique.carpintero@topia.com.ar

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