17 enero 2007

Editorial


El Mar de los Sargazos o la bufonesca escena de un país en eterno montaje.


Es Enero, y hace calor en la ciudad. Es Enero, mes predilecto de descanso. El país se para rotundamente como ocurre todos los años; casi como una rotación más de la Tierra alrededor del Sol. La Costa Atlántica desborda de cuerpos trabajados o anoréxicos junto a los que desoyen el rumor de sirenas del físico adánico o esquelético. A pesar del conflicto pastero con el Uruguay, nuestro Jet Set atesta el verano Esteño.
Luego de esta breve descripción estival, ¿será excesivo plantear, casi como unidad temática de este número, el análisis de las posibles vinculaciones entre Sociedad Civil y Terrorismo de Estado?. ¿Será ingenuo creer que pueda existir gente que se convierta en lectores interesados, y más aún, que deseen o necesiten leer por Internet?.
Julio Jorge López sigue, tras cuatro meses, sin aparecer. El gobierno creyó terminar bien el año 2006 con la aparición del desaparecido – por el lapso de 48 horas - albañil militante de Pensar Escobar, Luis Geréz. Pero a esta altura, y luego de bochornosas conferencias de prensa, silencios conspirativos y desafortunadas invectivas del Ministro del Interior, Aníbal Fernández, hacia la justicia para que no dialogue con la prensa, el gobierno nacional comienza a desesperar en un año electoral todavía favorable.
Supongo que más allá del sol y la playa, los diarios siguen vendiéndose porque la gente los compra. Y supongo también que, colándose por entre algún intersticio de la divertida rutina playera, alguien debe conversar sobre lo que lee en los diarios o lo que escucha en la radio. Ahora, para poder pensar esto hay que suponer que los diarios informan sobre lo que sucede en la vida y el tiempo reales.
Suponiendo que esto sea así, es posible creer que los lectores de diarios – en papel o en soporte web – y los oyentes de radio se pregunten por qué demonios entran en escena Isabel Martínez de Perón y la reapertura de una causa olvidada hasta ahora como es la del accionar terrorista de la Alianza Anticomunista Argentina, liderada por “El Brujo” José López Rega, y según una información publicada en 1975 por el periódico de la Organización Montoneros, Noticias, que el diario PERFIL reprodujo el domingo 14 de Enero de 2007, consentida y anticipada por Juan Domingo Perón. Esto no quiere decir que no sea necesario rever el terror ejercido en esos años desde el Poder mismo y en un Estado de derecho, pero suena a montaje escénico – quizá, no lo sé, como pudo ser la escena dramática de Geréz surgiendo entre llantos desde el abismo interior de una ambulancia para abrazarse con su esposa – para no recordar que el hambre persiste en su desbocada necesidad de corazones; que la falta de trabajo sigue siendo la plataforma para el lanzamiento irreductible hacia los márgenes del océano de pobres que habitan en todo nuestro territorio; para no pensar en que la desnutrición infantil es una ofensa innegable e inocultable a la vida y el futuro de miles de seres humanos; que la ocupación no es, en una altísimo porcentaje, blanca como lo indican los oscuros registros estadísticos del INDEC; que los salarios se estancan y los precios reales de los productos necesarios para una digna canasta familiar no paran de subir más allá de períodos estacionales. En fin, que el país que habitamos no es todo lo rosa que nuestros organismos oficiales nos muestran. Mientras tanto, me sigo preguntando por la necesidad de tocar estos temas en este clima de fibrilaciones veraniegas.
Mientras tanto Tucumán no arde, se inunda.
Mientras tanto, los políticos salen de gira con sus equipos por la costa.
Mientras tanto, Julio Jorge López no aparece.
Mientras tanto lanzo, una vez más – y van... – otra botella al mar de los sargazos.

Conrado Yasenza, Enero de 2007

Entrevistas


Entrevista a Nicolás Casullo

“No hay una historia en la que se halle exenta la sociedad en la que tiene lugar”

La presente entrevista a Nicolás Casullo intenta analizar el sendero político y simbólico trazado en la relación Terrorismo de Estado - Sociedad Civil.

Por Conrado Yasenza

- ¿Cree Ud., en el caso de nuestro país y con relación a los sucesivos golpes de Estado hasta desembocar en la última dictadura, en la tesis que propone una corresponsabilidad de la sociedad civil como sustento consciente o inconsciente para la concreción del Golpe institucional?

- Habría que pensar el tema desde la lectura más hegemónica e instalada en relación al terrorismo de Estado y la violencia de los años setenta. Tal lectura desvincula claramente el comportamiento de la sociedad con respecto a toda esa época, lo que lleva a la trillada teoría de los dos demonios. Pienso que la sociedad por supuesto que formó parte de aquel drama y en amplias de sus mayorías se involucró de una y otra forma con las variables ideológicas y políticas que signaron aquellos años. La responsabilidad frente a algo luctuoso por supuesto tiene sus graduaciones y niveles, pero por cierto no hay una historia que abarque tantos años, podríamos decir desde el 55 en adelante, en la que se halle exenta la sociedad en la que tiene lugar, o la gente que la habita. Si tenemos en cuenta los bombardeo a la Plaza de Mayo de 1955 donde fueron exterminadas 350 personas en un par de horas, fusilamientos posteriores donde la dictadura mató decenas de personas, cárceles para miles de activistas, sindicalistas y adherentes al peronismo, proscripciones durante dos décadas, también estrategias políticas de resistencia popular donde se legitimó el acto armado, el acto terrorista, la respuesta violenta a la violencia, la reivindicación de las puebladas como el Cordobazo, el Rosariazo, el Mendocinazo, el reconocimiento a los comandos guerrilleros que luchaban contra el gobierno militar, la campaña política de las elecciones de 1973 donde triunfó el peronismo planteando que la sangre derramada no será negociada, planteando ni olvido ni perdón, planteando liberación o muerte, y tal programa y publicidad obtiene el 50% de los votos y triunfa ampliamente, si anudamos estos datos y muchos otros, encontramos que la sociedad fue partícipe de un proceso de violencia política, los convalidó, los aceptó, los integró, los normalizó, le pareció lógico como el bombardeo a la Plaza, los celebró, los votó. Habilitó una historia bajo esas variables.

- Le parece que ante acontecimientos como los que ha realizado el gobierno en cuanto a la recuperación simbólica de la memoria, por caso, Cuadros en la Esma o Discurso en el Colegio Militar, estos tienen como plafón una verdadera discusión en torno a la participación y roles de la militancia activa durante los procesos sociales previos a la ruptura institucional de 1976?

- Creo que en un principio hay un acontecimiento trascendente que parte la historia argentina en dos. A tal punto, que luego de acontecido la pregunta que subsiste y todavía no tiene una respuesta clara, es si después del Estado militar genocida y el aval, silencio o complicidad que tuvo socialmente, si luego de esto la comunidad argentina es históricamente posible todavía. Cuando el filósofo francés Jean Luc Nancy se pregunta hoy si después de los totalitarismos y sus muertos es posible pensar aun la comunidad europea, lo que se interroga es lo mismo que lo que nos atraviesa a nosotros como pregunta filosófica. Si en la profundidad de una comunidad no ha quedado cancelada la vida en comunión, la vida con, la vida con el otro. Esta es una pregunta que incomoda al político, sobresalta al científico, perturba al religioso y molesta al sentido común. ¿Cómo no va a ser posible una comunidad por más suceso terrible que le haya ocurrido si la comunidad no muere nunca? Sin embargo el interrogante busca preguntarse por el sentido, no por los “datos a la vista”, no por las instituciones y la gente viviendo diariamente. ¿Cómo recobrar el sentido? Muchos de los signos de la Argentina post dictadura parecieran confirmar lo atinado de esa pregunta. Todo esto viene al caso en cuanto a los actos simbólicos como cuadros de la Esma, pedido de perdón en nombre del Estado realizado por el presidente, y discursos en el colegio militar, donde creo que con acierto Kirchner realiza un acto desde el poder democrático civil sobre el poder de la muerte aterradora, donde en otro discurso pide perdón en nombre de un Estado que en lugar de amparar asesinó a miles, donde en otra intervención extiende la responsabilidad a un ministro de economía de la dictadura por ejemplo, armando adecuadamente la escena exterminadora completa de una historia argentina. Luego viene el otro tema, decisivo también, para el reencuentro con una posibilidad de comunidad, que es contar, relatar la historia tal cual fue, desde una perspectiva critica real, no dogmática, no escondedora, no fanatizada, no falaz, proceso de narraciones que rápido o lento desde hace por lo menos una década se comenzó a hacer a través de artículos, de revistas especializadas como Lucha Armada y de más de doscientos libros que con sus aciertos y fallas cuentan la historia de las guerrillas y la violencia en la Argentina de los 70. Esto compete más a la sociedad, su mundo cultural, político, periodístico, artístico, intelectual, sindical. La pregunta de cómo fueron las cosas realmente.


- ¿Qué le sugiere la idea de un Peronismo de Estado dentro de la actualidad política del país?

- Estamos en el final de un banquete liberal que pretendió regirse según reglas del Consenso de Washington con las leyes del puro mercado globalizado, que terminó asesinando los pilares culturales y sociales de un pueblo y de un país. El Estado, y la sociedad lo reclama a dicho Estado todos los días, des los más pequeños a los más grandes problemas, debe intervenir, participar, regular, fijar, controlar, equilibrar, impedir, dentro de marcos democráticos, la recuperación de inmensos sectores sociales y de la nación en sí. Este papel del Estado kirchnerista por lo general es hoy atacado de populismo por la derecha desplazada, la dominación económica y el progresismo neoliberal que opera como izquierda de la derecha


- ¿Cree Ud. que existe una suerte de "banalización de la memoria política" y de los discursos en torno al tema?

- No, creo que como en todas las cosas inmersas en una sociedad massmediática, hay mucho que se banaliza y mucho que se rescata y se inscribe adecuadamente en la memoria de las personas


- ¿Observa vestigios de autoritarismo o violencia, ya sea verbal o simbólica, en el acontecer político de nuestro país?

- Creo que es una sociedad defraudada por muchos años, estafada, desconsiderada, olvidada, y que ha perdido su relación de creencia con la política y los políticos. Esto plantea muchas variables violentas, algunas veces comprensibles, otras veces inadmisibles. Es una sociedad frecuentemente sacada de sí misma, cosa que en muchas ocasiones favorece a los sectores dominantes que pueden señalar el caos, la violencia, la criminalidad de las protestas y reacciones, y la necesidad de dureza, represión y nuevas leyes punitivas.



- La concentración de poder a cualquier costo, y en base a todo tipo de alianzas, ¿es signo de una sociedad que no tolera el disenso; es síntoma de cierto grado de violencia dentro y desde el poder institucional?

- Hoy nos encontramos a nivel de Occidente y sobre todos desde usinas intelectuales neoliberales que provienen de analistas de USA y de Europa, con el planteo de que ha quedado superada la sociedad del conflicto concreto, de la confrontación real, de la lucha social, que ha fenecido la lectura que hablaban de izquierdas y derechas, que los núcleos sociales son conglomerado a pensar en cuanto a su gobernabilidad y a partir de logros abstractos de consensos generales. Estos planteos dicen que se trata de administrar de una manera determinada y “sensata” la globalización y sus crisis - sea que sea el que gobierne - sin cambios manifiestos, a partir de una pretendida lectura de “calidades democráticas republicanas” que hagan base y faciliten el statu quo o aspiren solo a reformas mínimas que la época y el mercado permiten. Todo lo que atenta contra esta receta, en la voz de Touraine, Paramio, etc., es populismo, mesianismo, autoritarismo, caudillismo. América Latina sin embargo es una historia particular que gesta y gestó sus formas políticas, y busca hoy en algunas circunstancias reinventar formas políticas que modifiquen realmente la democracia inocua, la democracia inerte, el puro formalismo democrático. Creo que esto es un deseo de las amplias mayorías ciudadanas, y esto implica sin duda un Estado democrático más fuerte, una recuperación de poder real de parte del ejecutivo para hacer frente a históricos poderes dominantes que jamás son limitados ni lesionados, y la recuperación de una idea de transformación bajo el signo de la justicia social, que geste una verdadera democracia social y política plural.


- La violencia, o cierto clima de tensión social, es inherente a las sociedades políticas y democráticas?

- Si, la política es básicamente desciframiento, aparcición y posible resolución del conflicto, de lo que conflictúa, de lo que enfrenta miradas, lecturas, intereses contrapuestos. Y los lleva adelante el que triunfa democráticamente, respetando plenamente la opinión de las minorías.

- Como sociedad democrática, ¿somos políticamente inmaduros e irresponsables?

- Somos hijos de nuestra historia, donde hubo muchas décadas de liberalismo golpista, militarista, dictatorial, censor, represor, antidemocrático.

- ¿Seguimos pensando nuestra realidad desde las categorías del Poder? Y de qué Poder?

- La política es poder y su aplicación. Esto lo saben las derechas y también lo supieron las izquierdas. En una edad capitalista que no tiene visos de terminar pronto, en un tiempo de mercado salvaje y de injusticias sociales supremas, de guerras devastadoras y de ignominias cada vez más patentes, no hay otra posibilidad que discutir políticamente las cosas desde ecuaciones de poder a ganar. Y tratar, luego de esa obtención de poder, de ser cabalmente democráticos y generadores reales y no retóricos de justicia social y cultural.

- Por último, ¿cuál es su análisis sobre la desparición de Julio López?

- Considero que es un hecho de una gravedad que en un principio escapa al análisis inmediato, por cuanto queda envuelto en la resonancia de la historia más fatídica que signa a nuestro país. Por una parte indica que la lucha por la justicia en este campo, y como consecuencia la cura nacional con respecto a esa criminalidad estatal no está terminada, ni aquellos sectores del tiempo represivo han sido reconducidos a un mundo democrático. Por otra parte señala la escasa respuesta en términos políticos sociales que tiene el hecho, teniendo en cuenta la magnitud de su significado, por cuanto la respuesta debió ser de toda la ciudadanía y de toda la política democrática reunida (similar a la respuesta española frente a los atentados en Madrid) que citase un millón de personas en las calles, cosa que no sucedió.

Entrevista realizada por Conrado Yasenza

La Columna Grande


SENTIMIENTOS CRITICOS
escribe ALFREDO GRANDE
(especial para La Tecla Eñe)

Si no podemos hablar de política, sino de guerra
No hablemos de paz, sino de tregua.

Aforismo Implicado

La cultura represora ha sentenciado, con la contundencia habitual donde el espanto se hace cotidianeidad, que “ojos que no ven, corazón que no siente”. No ver, mirar para el lado equivocado (estrabismos ideológico políticos) o mirar varias cosas al mismo tiempo (zapping frentistas_partidarios). Pero el objetivo es no sentir, y cual burritos de diferentes tenientes, ser los que llevan carga y no lo sienten. Si el delirio del pensamiento único ha quedado en retirada, aunque como los sombreros de la abuela siempre puede regresar a estar de moda, percibo que sigue imponiéndose el mandato del sentimiento único. Las imágenes de Luis Gerez llegando en la ambulancia para ser recibido por su compañera y Paco Fernandez de Rosa, se han colocado en esa banda del espectro afectivo. Imposible no identificarse con el sufrimiento repetido, la insoportable pesadez de todas las impunidades posibles, el lacerante retorno del terror con y sin nombre. La indefensión y desvalimiento del compañero Gerez nos hizo volver al pasado porque también nos llevó para el futuro. Porque los ojos veían, aunque con el auxilio de la caja boba, el corazón volvía a sentir. El “efecto Lopez”, es decir, anestesia y analgesia por ausencia de percepción, no era posible porque allí estaba la “televisión pública” para decirnos, una y otra vez, que la única realidad es la mediática. La angustia de todos, mi angustia frente al compañero lacerado, aumentaba con cada repetición, con la reverberación del encuentro, con el relato entre monocorde y panegírico del locutor de turno. Si los 90 quedará como la década del pensamiento único, pienso que los tiempos actuales empiezan a marcar una tendencia a la construcción de sentimientos únicos. Algo así como lo sentimentalmente correcto. El comienzo de esta tendencia debe ser adjudicada a Juan Carlos Blumberg. Otro aporte de nuestro Clausewitz de consorcio para los tiempos de la memoria completa y las jubilaciones de privilegio mas completas todavía. Ante el asesinato de su hijo, Blumberg logró convocar a 150.000 sentimientos únicos, la mayoría dando cuenta de tal condición portando una vela. Que incluía el obligatorio disimulo ante el sebo goteando en los dedos. El “dolor de padre” fue el sentimiento excluyente. Ninguna duda cabía que al ingeniero solamente lo motivaba el dolor por el asesinato de su hijo. Y entonces estar en la plaza del Congreso era, simplemente, un sentimiento que no podía parar. Al día siguiente de la primer conovatoria de Blumberg, se publicó una pequeña nota mía en Página 12 y el periodista Oscar Raul Cardozo me hizo una nota en su programa matutino de Radio Nacional.[1] Sin poder hacer ninguna cita textual, recuerdo que a pesar del sentimiento único que dominaba esa escena, mencioné que otros sentimientos me habían invadido. Entre otros, la bronca e indignación ante cualquier maniobra de la derecha. Sin poder fundamentar demasiado en este trabajo, diré que la derecha organiza su pensamiento en cuatro formas diferentes, de menor a mayor distorsión de la realidad: 1)racionalización (le mataron a un hijo) 2) intelectualización (alguien tiene que hacer algo) 3) cosmovisión delirante (el problema de la seguridad) 4) delirio (disminuir la edad de imputabilidad). Blumberg, el único, logró que estas cuatro formas se unieran, de tal modo que hasta el centro izquierda comprendió y accedió a las demandas del “padre de la plaza”.[2] La causa del ingeniero por muchos meses convocó un solo sentimiento. El dolor por la muerte de un hijo. Inapelable. Y encubridor. Por eso creo que en ultima instancia el secuestro y liberación de Luis Gerez debería dar paso a multiplicidad de sentimientos, sensanciones, emociones, desgarros, desfallecimientos, enojos, alegrías, entusiasmos, escepticismos…Y que el empeño de ver todo color de rosa, y de ningún otro color, es funcional a todos los sistemas de dominación y mistificación que una cultura de la liberación debería atacar. Podríamos decretar un “minuto del odio”[3] contra Patti, y nada avanzaríamos en la demolición de la cultura fascista que se ha construído. ¿Juzgamos a todos los que detrás del slogan delirante de Isabel Conducción también legitimaron los crímenes de la triple A? Y el peronismo de estado, cualitativamente diferente de la militancia peronista de base, ha hecho culto del sentimiento único. Por eso me parece necesario que ante toda circunstancia, ante cualquier hecho de la vida político y social, nos demos permiso para el registro de variadas y contradictorias sensaciones. Que también los sentimientos tengan potencialidad crítica. Porque si bien es cierto que el corazón tiene razones que la razón no entiende, no conviene abusar de este desconocimiento. Porque el riesgo es que mientras avanzamos en superar el corsé mental del pensamiento único, permitamos la inoculación de sentimientos únicos. No hay una sola forma de pensar ni una sola forma de sentir. Todo nos mueve a todo. Y es tan bueno asociar libremente, incluso por fuera del diván del psicoanalista, como sentir libremente. El evangelio nos dice que la verdad nos hará libres. Y en los sentimientos encontramos también la verdad. Una racionalidad sentida, de la mano de una racionalidad sabida, como enseñara León Rozitchner. La alegría exagerada de varios funcionarios por la aparición de Luis Gerez me pareció mucho mas cercana a una negación maníaca de la desaparición de Julio Jorge Lopez. Porque, y hago nuevamente referencia a G. Orwell, parece una muestra del “doble pensar” , elogiar la fortaleza de un discurso para que (alguien) aparezca, y no aceptar la debilidad de ese discurso ya que (otro) sigue desaparecido. Un ejemplo no muy lejano de este culto del sentimiento único fue con el derrumbe de las Torres Gemelas. Todos tenían que sentir profundo rechazo y dolor por la pérdida de vidas humanas. La alegría era tabú, y no fueron pocos los que salieron a desmarcarse de la posición supuestamente asumida por Hebe de Bonafini. Horacio Verbistky en su columna “La alegría de la muerte” (algún domingo del 2002 en Página 12) fue quizá el mayor exponente. En esos tiempos, tan distintos a los de ahora, yo escribí “Los Enemigos del Pueblo” que todavía circula en Internet[4]. Las Madres no se hicieron eco de los “sentimientos únicos” y fue inútil todo intento de explicar que “la alegría” no tenía relación con las personas fallecidas en el atentado terrorista. Por eso reitero que ante la desaparición – aparición del militante y compañero Luis Gerez , es necesario tener la capacidad de sentir en todas las dimensiones posibles. Es una de las tantas razones por la que la lucha de tantos compañeros haya tenido y siga teniendo sentido. Especialmente para los que pensamos que estamos construyendo otros mundos posibles en un momento histórico del pasaje de la guerra a la tregua.


[1] Si algún lector solicita la referencia concreta del día de la publicación y de la nota, no tendré mas remedio que buscarlo. Pero fue el “día después”.
[2] Un artículo con este titulo fue publicado en el portal Terra.com
[3] Uno de los recursos totalitarios del Gran Hermano, como relata George Orwell en la imprescindible “1984”
[4] También en “Psicoanálisis Implicado 2: la marca social en la clínica actual”. Topía Editorial 2002.


Juan Carlos Volnovich analiza en el presente trabajo, las relaciones entre terrorismo de estado y sociedad civil, tomando como eje del análisis “El Otro”, ese “otro” donde reside la pista que anuda lo individual con lo social y que aporta las claves para entender las relaciones del sujeto con la política.

Ilustración: Kenti
Acerca de la colaboración con los verdugos
Por Juan Carlos Volnovich

Un abismo insalvable separa a un psicoanalista burgués de un psicoanalista marxista: cuando el psicoanalista burgués se muestra indiferente a los obreros que toman una fábrica - porque ese es un hecho que no le concierne - el psicoanalista marxista sabe que la relación del obrero con el trabajo es parte fundamental de sus intereses teóricos y clínicos. Cuando el psicoanalista burgués se pregunta por qué los “desadaptados” de la sociedad ejercen la violencia, el psicoanalista marxista se pregunta por qué no la ejercen. Mientras el psicoanalista burgués intenta explicar cuales son los recursos “resilientes” que les permiten a los ciudadanos convivir con la miseria que los condena, el psicoanalista marxista intenta explicar cuales son los mecanismos conscientes e inconscientes que garantizan la subordinación pasiva y el sometimiento a las injustas condiciones que el Poder impone.
Así es que para hablar de las relaciones entre el terrorismo de estado y la sociedad civil, desde una posición lo más próximo posible al marxismo, se me hace necesario hacer un rodeo y recurrir a Freud, revisitando Psicología de las Masas y Análisis del Yo. Allí Freud dice: “En la vida anímica individual aparece integrado siempre, efectivamente, ‘el otro’, como modelo, objeto, auxiliar o adversario, y de este modo, la psicología individual es al mismo tiempo y desde un principio, psicología social, en un sentido amplio pero plenamente justificado”
Entonces, es allí, en ese “otro”, dónde asienta la pista que une lo individual y lo social. Es ese “otro” el que aporta las claves para entender las relaciones del sujeto con la política. El “otro” está siempre presente en la vida psíquica individual y, cuando Freud incluye la determinación de la estructura social en el seno de lo propio, comienza por “las relaciones del individuo con sus padres y hermanos, con la persona objeto de amor y con su médico. Esto es, todas aquellas personas que hasta ahora han sido objeto de la investigación psicoanalítica pueden aspirar a ser consideradas fenómenos sociales...”
Porque el caso es que ese “otro” presente en el origen individual es inevitable resultado del “Otro” social, del sistema de producción y de la cultura en la que cada uno, cada una se inscribe. De manera tal que el “otro” no tiene por qué quedar clausurado en su presencia empírica de objeto; no tiene por qué soldarse con su existencia estrictamente material. Ese “otro” es el papá, la mamá, el hermano, la maestra y el médico pero es, también, un “Otro” que está siempre presente en la vida psíquica individual. Y muchas veces ese “Otro” omnipresente es un poder despótico y feroz. Entonces, como lo que me interesa es desmontar los fundamentos subjetivos del Poder – quiero decir: los procedimientos por los cuales el Poder logra capturar al sujeto apoyándose en una complicidad consciente e inconsciente y sostenerse por consenso -, intentaré señalar las trampas que desde dentro de nosotros mismos se oponen a que podamos rebelarnos y desobedecer a ese “Otro” mortífero y feroz.
Desde el inicio, desde el nacimiento y aún antes de nacer, la construcción de nuestra subjetividad lleva impresa las marcas del “Otro”. La construcción de nuestra subjetividad camina por la herida que dejó abierta el desamparo original y así, el intento de atenuar con la soldadura omnipotente al “Otro” la indefensión absoluta, se convierte en vana ilusión. De aquí en más, desde el nacimiento en adelante, la relación del sujeto con el discurso político transitará por las marcas que ha dejado en el inconsciente la relación con el “Otro”. La situación de extremo desamparo social, la experiencia de inermidad por la que atraviesa el cachorro humano bajo el Estado terrorista primero y el neoliberal, después, captura cualquier posibilidad de identificarse con algo más que con un deseo mortífero. Por ejemplo: en una sociedad dónde la exclusión social o la inclusión explotadora es norma, en una cultura que sólo desea la desaparición de los “marginales”, de los que sobran, el deseo de muerte se inscribe en el inconsciente de los sujetos como discurso del “Otro” y se expresa a través de pasajes al acto destructivos hacia los demás y hacia sí mismos. Violencia ejercida, violencia padecida, da lo mismo porque en esos sujetos se borra el límite entre víctimas y victimarios. Ese “Otro” funciona como base de la destructividad pero sobre todo de la autodestructividad que los habita.
Esa indefensión original nos predispone, decía, a quedar subordinados al Poder. Y el Poder exige sacrificios: sacrificios humanos. El Poder exige sacrificios pero, además, busca el consenso. No debemos olvidar que, en la Argentina, el sistema actual de miseria y exclusión de grandes mayorías que se impuso junto al enriquecimiento desmesurado de unos pocos se llevó a cabo con un alto grado de consenso. Consenso conseguido por la instalación y el soporte uno a uno de un poder terrorífico real que dejó lugar a un terror, no menos real, incorporado en el seno de lo propio. Triste es reconocerlo pero, capturado por el discurso del Poder, el sujeto colaboró en su construcción y, más aún, en su permanencia. Llevado al extremo: el colaboracionista. Complaciente y cómplice, el sujeto contribuye a reforzar la omnipotencia del Poder. Y el Poder consigue el consenso promoviendo la identificación que liga el deseo a las representaciones que el mismo Poder le ofrece. Representaciones mortíferas: destrúyete a ti mismo, extermina a los otros, a los minúsculos otros.
Si la dictadura militar ofició de trauma social, la democracia no impidió los efectos de la dictadura del discurso político y económico a la que contribuyó la despolitización y el desinterés de la sociedad civil frente a la violencia social explícita. Así, la masa quedó capturada y uniformada bajo los efectos de fascinación del Poder. Condenada a adorar a los verdugos. Y fue entonces cuando la adhesión o la indiferencia hacia el discurso del Poder convirtió a la sociedad civil masificada en sujetos borrados y tarados. Mascaras sin rostro. Eco, y no voz.
Pero ese Poder no es tan absoluto como parece ni son sus marcas tan implacables. Hay un plus de energía innovadora generada por las propias contradicciones del sistema que la represión no logró clausurar. Esta fuerza instituyente resiste indoblegable la intención de captura y alimenta un efecto de apertura. De modo tal que si la singularidad de los sectores “marginales” reside en el funcionamiento deseante, la multiplicidad –“rizomática”, apuntarían Deleuze y Guattari - permitiría entender aquello que llamamos “piqueteros” como un agenciamiento colectivo donde lo que cuenta es el funcionamiento deseante, los flujos en el campo social, las líneas de fuga que atraviesan el socius. En una sociedad donde todo fluye, las fugas marginales podrían ser concebidas, entonces, no como la evidencia del desorden sino como respuesta contestataria al orden instituido. Fugas deseantes que desbordan a los individuos, los arrastran, exceden sus identidades y sus representaciones. Esta multiplicidad “marginal” alude a la diversidad infinita de códigos y lugares. Por que el devenir y la errancia de los “marginales” construye territorios, tramas y plexos que, a veces, se anudan en las rutas, otras en baldíos, en barrios y plazas. Un mismo sujeto puede participar en diferentes redes: circula, transita, entra y sale de algunas, elude otras y hasta puede incluirse en espacios totalmente “normales” y convencionales. Aceptar el acontecimiento como fuerza productiva en su propia e irreductible singularidad, supone que “eso” que pasa en los márgenes no se agota, ni mucho menos, en lo que podría conceptualizarse como una mera respuesta a un centro de valores dominante. No se agota y - más aún - desborda la simple estrechez de lo que hasta ahora entendíamos como “crisis” de una sociedad que cambia vertiginosamente. Aceptar el acontecimiento como fuerza productiva abre a la posibilidad de crear, de esperar, de producir una transformación en la teoría y en la posición subjetiva. De modo tal que, en última instancia, todo puede reducirse al ineludible esfuerzo por preservar una distancia, abrir una brecha entre las ofertas de identificación mortíferas que el Poder propone, para que algo del deseo circule por ese espacio vacío. Si hay un “otro” que pueda escuchar y desear, si hay un “otro” que permita la palabra, algo de la violencia que nos aniquila, algo de la compulsión destructiva puede dejar lugar a una organización fantasmática que se inscriba en la trama social a la manera de acción transformadora.
Así, es necesario recordar que el Poder no es tan absoluto como parece ni son sus marcas tan implacables. La Revolución Cubana, los Zapatistas en México, los Sin Tierra del Brasil, el Chávez bolivariano, nuestros Piqueteros, las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, con su intervención discordante, interrumpen el mandato del silencio y hacen oír su voz inadecuada, que no es otra que la voz del deseo aplastado por tanto discurso del Poder omnipotente. Por encima del silencio y la ceguera, denuncian al mismo tiempo la tragedia y el cortejo de imposturas que la hace posible. El sólo hecho de dar testimonio de existencia abre un espacio para los gritos humanos que, cuando son escuchados, se vuelven palabras. Gritos-palabras que sólo reclaman eso: ser escuchados. Palabras que inscriben en la cultura a tanta niña, tantos niños y muchachas y muchachos que reclaman un lugar en el “Otro” no absolutizado. Allí donde el tejido social se hace soporte, trama de inscripción y red de circulación solidaria y subjetivamente. Allí donde renace la esperanza de un cambio social basada en la convicción que “una cultura que deja insatisfecho a un número tan importante de sus integrantes y los empuja a la revuelta, ni tiene posibilidades de permanecer eternamente, ni se lo merece”[1].


[1] Freud, Sigmund: El malestar en la Cultura; en Obras Completas; Madrid, Biblioteca Nueva, 1948.

El Damero


La institucionalización de los campos de concentración-exterminio en la Argentina*

Para reflexionar acerca de las Instituciones en la Argentina es necesario formularse la siguiente pregunta: ¿Cuáles son los efectos que la institucionalización, en nuestro pasado reciente, de los campos de concentración-exterminio ha causado sobre nuestra subjetividad?. Para arrojar luz sobre este interrogante, Enrique Carpintero analiza el campo de concentración-exterminio como la matriz oculta que aún produce efectos en el espacio social y político en que vivimos.

Ilustración: Aída Carballo


La memoria es un trabajo
Paul Ricour

Por Enrique Carpintero*

Perspectiva de análisis del campo de concentración-exterminio

Reflexionar acerca de las instituciones en la Argentina necesariamente requiere preguntarnos ¿Cuáles son los efectos en nuestra subjetividad de la institucionalización en nuestro pasado reciente de los campos de concentración-exterminio?
Los campos de concentración aparecen por primera vez a fines del siglo XIX cuando los españoles inventaron los llamados “campos de reconcentramiento” en la guerra colonial con Cuba. El general Weyler agrupó forzosamente a 400.000 campesinos en letales unidades carcelarias. Esta idea fue copiada por los americanos en la conquista de las Filipinas y luego por los ingleses en la guerra anglo-boer de Sudáfrica. Allí se establecieron los primeros concentratión camps con nombre y función ya conocidos: hacinamiento, desnutrición y muerte. En el siglo XX el paradigma fueron los campos de concentración nazis.
Cuando Giorgio Agamben se interroga acerca de ¿Qué es un campo? ¿Cuál fue la estructura jurídico-política que hizo posible que pudieran ocurrir tales acontecimientos? establece que “La pregunta correcta con respecto a los horrores cometidos en los campos no es, por consiguiente, aquella que inquiere hipócritamente cómo fue posible cometer delitos tan atroces en relación a seres humanos; sería más honesto, y sobre todo más útil, indagar atentamente acerca de los procedimientos jurídicos y los dispositivos políticos que hicieron posible llegar a privar tan completamente de sus derechos y de sus prerrogativas a unos seres humanos, hasta el extremo de que llevar a cabo cualquier acción contra ellos no se considerara ya como un delito.”[i]
Desde esta perspectiva vamos a considerar el campo de concentración-exterminio no como un simple hecho histórico, sino como la matriz oculta que aún produce efectos en el espacio social y político que vivimos.

La dictadura militar de 1976

El 24 de marzo de 1976, luego de un golpe militar, asumió el gobierno una Junta integrada por el teniente general Jorge Rafael Videla, el almirante Emilio Eduardo Massera y el brigadier Orlando Ramón Agosti.
Inmediatamente todos los mandatos políticos fueron anulados y se hicieron arrestos masivos de dirigentes políticos, sociales y gremiales. La dictadura militar contaba con el apoyo de un sector importante de la población -en especial de la clase media- que asumió como propio el discurso autoritario de la Junta Militar a partir de una poderosa propaganda en la que los medios de difusión sostenían la necesidad de imponer un “orden” ante la debilidad del gobierno de Isabel Martínez de Perón. De esta manera se aceptó la supresión de las garantías constitucionales y la instauración de un orden basado en el silencio.
También el nuevo régimen recibió apoyos significativos desde diferentes estructuras de poder. Desde Washington se consideró necesaria la dictadura militar para “poner orden y terminar con el colapso económico”. El Fondo Monetario Internacional (FMI) puso a disposición de la Junta Militar los créditos de la institución para que tuviera margen de maniobra durante los primeros meses del nuevo gobierno. Los partidos políticos tradicionales optaron por el silencio apoyando las nuevas medidas tomadas por los militares.[ii] Las grandes entidades empresarias como la Unión Industrial Argentina (UIA), La Sociedad Rural (SR), la Cámara Argentina de Comercio (CAC), entre otras apoyaron abiertamente al gobierno. La noche anterior al golpe los miembros de la Junta Militar se reunieron con la jerarquía eclesiástica en la sede de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA) para acordar en la necesidad de salvar “la Argentina occidental y cristiana”.
El objetivo del golpe militar fue institucionalizar el poder de la gran burguesía y el capital financiero para incorporar a la Argentina en el proceso de mundialización capitalista. Es decir su objetivo era político y no militar, ya que durante el gobierno de Isabel Martínez de Perón las Fuerzas Armadas, con el accionar de bandas paramilitares como la Alianza Anticomunista Argentina (AAA), habían logrado el control de la represión contra las organizaciones guerrilleras, las cuales se encontraban derrotadas políticamente y fuertemente debilitadas.[iii] Para llevar adelante esta política era necesario lograr el disciplinamiento del movimiento social a través del terror. Especialmente disciplinar económicamente a la clase obrera por el retroceso del empleo y el salario quitando la base de sustentación a las organizaciones sindicales. De allí que las víctimas de la dictadura fueron fundamentalmente los trabajadores. La represión fue padecida por intelectuales, artistas, sacerdotes, políticos e, incluso amas de casa, pero fueron los delegados de fábrica, dirigentes sindicales de base, estudiantiles y barriales los que constituyeron el porcentaje mayoritario de personas desaparecidas.[iv]
En esta perspectiva la condición de “subversivo” no se refería solamente a aquel que realizaba atentados sino a todo el que pensara social y políticamente de manera diferente a los militares. En un reportaje Videla lo expresaba claramente: “ Por el sólo hecho de pensar distinto dentro de nuestro estilo de vida es privado de su libertad, pero consideramos que es un delito grave atentar contra el estilo de vida occidental y cristiano queriéndolo cambiar por otro que nos es ajeno, y en este tipo de hechos no solamente es considerado como agresor el que agrede a través de bombas, del disparo o del secuestro sino también aquel que en el plano de las ideas quiere cambiar nuestro sistema de vida a través de ideas que son justamente subversivas; es decir subvierten valores.”[v] Por si había alguna duda el gobernador de Buenos Aires, general Ibérico Saint Jean, afirmaba: “Nuestros enemigos son los subversivos, los amigos de los subversivos, y los indiferentes.” La idea de “subversión” para los militares abarcaba desde acciones laborales, revistas de la cultura, protestas de los estudiantes hasta la oposición de los medianos y pequeños empresarios nucleados en la Confederación General Económica (CGE) que fue disuelta y se emitió una orden de captura internacional para sus líderes.[vi]
Durante los primeros meses del golpe centenares de sindicatos fueron intervenidos prohibiéndose la actividad sindical y el derecho de huelga. Los empleados públicos fueron sometidos a la jurisdicción de tribunales militares. Casi todas las grandes fábricas industriales fueron ocupadas militarmente con el acuerdo de los empresarios.
En el ámbito de la educación, miles de profesores, maestras, administradores y asistentes educacionales fueron despedidos. Más de noventa carreras fueron eliminadas.
Los medios de comunicación se encontraban censurados pero muchos de ellos colaboraban activamente con la dictadura.

La institucionalización de los campos de concentración-exterminio: por primera vez en la Argentina

Creemos necesario detenernos para analizar la metodología central en que se basó el Terrorismo de Estado: los campos de concentración- exterminio.
La historia del Siglo XX estuvo llena de “asesinos de la memoria” como los denomina el filosofo Yosef Yerushalmi.[vii] De esta manera nos encontramos con censuras, condenas, desapariciones, falsas declaraciones de culpabilidad, asesinatos y podríamos seguir en una larga lista. El objetivo del poder totalitario fue siempre el mismo: impedir la reconstrucción de los acontecimientos. Es decir, privar la posibilidad del recuerdo.
Simón Wiesenthal escribió que en los campos de concentración se les decía a los prisioneros: “No importa cómo termine esta guerra: la hemos emprendido contra ustedes y la hemos ganado; ninguno de ustedes quedará para dar testimonio, pero si alguno se salvara, el mundo no le creerá.” Sin embargo la persistencia de la memoria permitió que el silencio y el olvido no triunfaran y el mundo pudo conocer y creer los horrores cometidos por el nazismo.
Es interesante observar cómo en la Argentina se sostuvo un dialogo similar. El periodista Jacobo Timerman fue secuestrado por el general Camps quien lo interrogó y torturó durante varios meses. En uno de los largos interrogatorios Camps le decía:
“-Si exterminamos a todos, habrá miedo por varias generaciones.
-¿Qué quiere decir todos? Le pregunta Timerman.
–Todos…unos 20.000. Y además sus familiares. Hay que borrarlos a ellos y a quienes puedan llegar a acordarse de sus nombres.
- Es lo que intentó Hitler con su política de Noche y Niebla- contesta Timerman
Ante lo cual Camps responde: -Hitler perdió la guerra nosotros la ganaremos-.”[viii]
Estas palabras de Camps, que eran similares a las expresadas por otros militares, implican establecer que la dictadura militar llevó adelante un plan organizado y sistemático de represión basado en los campos de concentración-exterminio para hacer desaparecer a miles de personas.[ix]
Entre 1976 y 1982 funcionaron 340 campos de concentración en 11 de las 23 provincias argentinas, negados por las Fuerzas Armadas que los denominaba Lugar de Reunión de Detenidos (LRD).
Algunos campos estaban instalados en bases militares especialmente equipadas para darles cabida. Sin embargo, eran los sitios en que nada se relacionaba con el Ejército los que mostraban la impunidad con la que operaba el régimen militar. Había campos que se encontraban en viejas escuelas rurales (La escuelita de Famaillá), en hospitales (Hospital Posadas), viejos galpones de tranvías (Olimpo), oficinas del Estado (Hidráulica de Córdoba, Club Atlético, Escuela de formación Física de Tucumán), viejas estaciones de radio provinciales (La Cacha), moteles en construcción (El Motel de Tucumán).
Cinco grandes campos de concentración conformaban el centro del sistema represivo de los militares: El Vesubio y Campo de Mayo en las afueras de Buenos Aires, la ESMA y Club Atlético en la Ciudad de Buenos Aires y la Perla en Córdoba.
El Vesubio había sido creado durante el gobierno de Isabel Perón. El general Suárez Mason controlaba sus actividades. En sus paredes había esvásticas pintadas y las peores brutalidades se reservaban a los prisioneros judíos. El campo de concentración de Campo de Mayo funcionó en la base del ejército del mismo nombre; era la unidad militar más importante del país conducida por el general Omar Riveros, sucedido por los generales Reynaldo Bignone y Cristino Nicolaides. Más de 3.500 prisioneros pasaron por este campo donde muy pocos sobrevivieron. La ESMA funcionó en el casino de oficiales de la Escuela de Mecánica de la Armada donde fueron detenidas y desaparecidas más de 5.000 personas y sirvió a los intereses políticos del Almirante Massera. El Club Atlético funcionó en la Ciudad de Buenos Aires y formaba parte de la Superintendencia de la Policía Federal que dependía del primer cuerpo del ejército. El viejo depósito de suministros de la policía albergó más de 2000 prisioneros. En Córdoba estaba La Perla, que pertenecía al poderoso Tercer Cuerpo de Ejército que supervisaba tres provincias y más de la mitad del territorio de la Nación, bajo el mando del General Luciano Benjamín Menéndez.[x]
Podemos estimar que en los campos de concentración-exterminio pasaron entre 15.000 y 20.000 personas, de las cuales el 90% fueron asesinadas. La Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP) recibió 8960 denuncias. Como el número exacto todavía no se sabe las organizaciones de Derechos Humanos, como la Madres de Plaza de Mayo, suponen la cantidad de 30.000 desapariciones.
Como sostiene Pilar Calveiro, una sobreviviente: “Los campos de concentración fueron el dispositivo ideado para concretar la política de exterminio, producto de esta concepción binaria de lo político y lo social. La política concentracionaria como concepción pertenece a este universo binario que separa amigos de enemigos; el campo de concentración, como el cuartel o el psiquiátrico, son instituciones totales.”[xi]
En estas instituciones totales se encerraba a los detenidos para iniciar un proceso de destrucción de su condición humana en la lógica característica de los campos de concentración-exterminio. Es decir, se los transformaba en una cosa, un número para luego eliminarlos. Cuando entraban, como método, se los torturaba durante varios días, luego se los ataba, se los mantenían con una venda y se les asignaban un número. En estas condiciones podían estar semanas o meses sin hablar con nadie. Cualquier infracción era castigada con nuevas torturas. En algún momento -dependía de la arbitrariedad del poder- eran llevados a la enfermería donde se les inyectaba un calmante para ser “trasladados”. Este eufemismo se utilizaba para sacarlo del campo de concentración y trasladarlos a algún lugar donde eran fusilados o se los subía a un avión desde el cual eran tirados al mar. Los cadáveres eran enterrados en fosas comunes, incinerados o quedaban perdidos en el mar.
Si bien en otras épocas habían desaparecido personas, la dictadura militar definió una nueva arquitectura de la muerte al realizarla en forma sistemática como política de Estado. El término “desaparecido” implicaba la voluntad de encubrir el destino del secuestrado y la identidad de sus asesinos. Para la “historia oficial” estas personas estaban vivas y para las autoridades “prófugas” de la justicia. Esta práctica producía una situación torturante para los familiares y amigos ya que sin la muerte, sin una tumba, se construye un trauma imposible de ser elaborado. Como sostiene Giorgio Agamben: “la expresión ‘fabricación de cadáveres’ implica que aquí no se puede hablar propiamente de muerte, que la muerte de los campos no era tal muerte, sino algo infinitamente más escandaloso. En Auschwitz no se moría, se producían cadáveres. Cadáveres sin muerte, no-hombres cuyo fallecimiento es envilecido como producción en serie. Según una interpretación posible y muy difundida, es justamente esta degradación de la muerte lo que constituye el ultraje específico de Auschwitz, el nombre propio de su horror.”[xii]
Pero la desaparición no fue solamente de sus cuerpos sino también de sus ideas pues había que asesinar la memoria. En este sentido si los desaparecidos quedan despojados de sus diferentes identidades políticas previas a la dictadura militar se deja de lado los intereses materiales y políticos que desencadenaron el exterminio.

Los campos de concentración-exterminio como la matriz oculta que aún produce efectos en la subjetividad

Si una sociedad no plantea sus responsabilidades difícilmente podrá comprometerse con sus problemas éticos y relativizará los conflictos vinculados con la impunidad, la justicia, la corrupción y la muerte. La dictadura militar además del dolor por los desaparecidos ha dejado la sensación de que todo es un presente perpetuo. Nuestro pasado reciente es una historia lejana y no un problema sobre el cual es necesario una revisión ya que ha dejado profundas huellas en nuestra subjetividad.
Ahora bien. Si ponemos el eje en los campos de concentración-exterminio es porque creemos que esta fue y sigue siendo una historia negada por la sociedad. En este sentido llamarlos Centros de Detención Clandestinos resulta más aceptable que llamarlos campos de concentración-exterminio ya que nos lleva a preguntarnos ¿Cómo una sociedad generó semejante barbarie? Y, aún más ¿Cuales fueron sus efectos en la subjetividad?
Durante gran parte del siglo XX la sociedad Argentina vivió bajo gobiernos militares. De esta manera las Fuerzas Armadas asumieron el papel mismo del Estado representando a diferentes sectores de las clases dominantes. En esos años la sociedad civil fue incorporando en su subjetividad un discurso autoritario reclamando a los militares para que impusieran orden ante la incapacidad de los partidos tradicionales para resolver las contradicciones políticas. Estos, a su vez, participaron en algunos de estos golpes militares asociándose en diferentes circunstancias.
Sin embargo el golpe de 1976 tuvo otras características. Un amplio movimiento social con reivindicaciones sociales y políticas se había extendido durante la década del ´70. Era sobre este movimiento social que había que implantar el terror para alcanzar un poder disciplinario que lograra imponer un proyecto político y económico donde desapareciera el disenso. Es decir, anular toda manifestación de rebeldía contra el orden social establecido a través del terror instalado en nuestros cuerpos.
Esta situación determina que la institución militar organizada como un aparato represivo más que como un aparato de guerra -como lo demostró en la guerra de las Malvinas- encuentra en la creación de los campos de concentración-exterminio y la desaparición de personas un método para inscribir el terror en el conjunto de la sociedad. Recordemos que hasta mediados del siglo XX las Fuerzas Armadas tenían como paradigma en su formación al ejército prusiano. Luego incorporaron los modelos represivos que se enseñaban en la Escuela de las Américas creada por EEUU y, fundamentalmente el llevado adelante por el ejército colonial francés en Argelia.
Como sostiene Agamben los campos se crean del estado de excepción y de la ley marcial. Allí se suspende toda ley. En este sentido los campos de
concentración-exterminio mostraban la cara oculta de una sociedad sometida a la arbitrariedad del poder donde la subjetividad atravesada por ese estado de excepción sólo podía generar miedo. De lo oculto no se podía hablar. Para ello había que mantener una disociación entre lo que se sabía y lo que se decía. La propaganda oficial planteaba que “el silencio es salud”. Por el contrario las que hablaban eran las “locas de Plaza de Mayo”.
Como dice Pilar Calveiro: “ Los campos de concentración, ese secreto a voces que todos temen, muchos desconocen y unos cuantos niegan, sólo es posible cuando el intento totalizador del Estado encuentra su expresión molecular, se sumerge profundamente en la sociedad, permeándola y nutriéndose de ella. Por eso son una modalidad represiva específica, cuya particularidad no se debe desdeñar. No hay campos de concentración en todas las sociedades. Hay muchos poderes asesinos, casi se podría afirmar que todos lo son en alguna sentido. Pero no todos los poderes son concentracionarios. Explorar sus características, su modalidad específica de control y represión es una manera de hablar de la sociedad misma y de las características del poder que entonces se instauró y que se ramifica y reaparece, a veces idéntico y a veces mutado, en el poder que hoy circula y se reproduce.”[xiii]
En la actualidad el poder concentracionario aparece claramente en las llamadas instituciones totales. Según la Comisión por la Memoria en un informe sobre corrupción, torturas y otras prácticas aberrantes en el Servicio Penitenciario Bonaerense titulado “El sistema de crueldad” plantea: “La cantidad de muertes en las cárceles bonaerenses resulta alarmante y puede considerarse el resultado de una verdadera política de exterminio”. Luego sostiene que las cárceles en la provincia de Buenos Aires “semejan a los campos de concentración que describe Primo Levi en su libro Si esto es un hombre”[xiv]. Esta situación puede extenderse a todas las cárceles del país.
En los asilos psiquiátricos el hacinamiento y la mala alimentación se ven compensado por psicofármacos que son utilizados para imponer el poder disciplinario.
Sin embargo el poder autoritario atraviesa el conjunto de la sociedad mutado en un discurso donde al pobre se lo mira con desconfianza. Donde una manifestación que produce un embotellamiento de tránsito se la denomina “caos”. Donde una huelga en un hospital público se la llama “terrorismo sanitario”. Es decir, donde en un discurso supuestamente democrático se criminaliza la protesta. Nuevamente el silencio es preferible al ruido de los diferentes sectores que reclaman por sus derechos.
En este sentido debemos tener presente lo que dice Juan Gelman en el prólogo del libro de Pilar Calveiro: “(esta) Advierte: ´la represión consiste en actos arraigados en la cotidianidad de la sociedad, por eso es posible´. Se trata de ideas sobre las que conviene meditar: la Historia está llena de repeticiones y pocas pertenecen al orden de la comedia”.


*Este artículo está basado en un capítulo del libro Las Huellas de la Memoria II. Psicoanálisis y Salud Mental en la Argentina, Tomo II (1970-1983), Enrique Carpintero y Alejandro Vainer, Editorial Topía, Bs. As, 2005.

*Dr. Enrique Carpintero
Psicoanalista

enrique.carpintero@topia.com.ar

Notas

[i] Agamben, Giorgio Medios sin fin. Notas sobre la política, Editorial Pre-textos, España, 2001, pág. 40.
[ii] La participación civil en el gobierno militar se puede corroborar en los siguientes datos: “El 35,3%, o sea más de un tercio de los actuales intendentes con tendencias políticas definidas de todo el país, son radicales; el 19,3% de esos intendentes son peronistas y el 12,4% son demócratas progresistas. Tan sugestivos porcentajes surgen de uno de los trabajos más minuciosos de relevamiento político interno que se conozca en la actualidad. Ese trabajo, realizado palmo a palmo sobre la extensión total del territorio nacional por los servicios de inteligencia del Estado, demuestra sobre los 1697 municipios censados, que sólo 170 intendentes, o sea el 10%, pertenecen a las fuerzas armadas; 649 intendentes, o sea el 38% carecen de militancia política definida y 878 intendentes, esto es, 52%, están de un modo u otro adscriptos a una corriente política concreta.”
“El detalle de los intendentes con tendencia política definida en todo el país es el siguiente (hasta fines de 1978): Unión Cívica Radical: 310 intendentes, 53,3%; Justicialismo: 169 intendentes, 19,3% ; Demócrata Progresista: 109 intendentes, 12,4% ; Movimiento de Integración y Desarrollo, liderado por Frondizi, (MID): 94 intendentes, 10,7% ; Fuerza Federalista Popular, liderado por Manrique: 78 intendentes, 8,9% ; Partidos Conservadores ajenos a nucleamientos nacionales: 72 intendentes, 8,2% ; Neoperonistas: 23 intendentes, 2,7% ; Demócratas Cristianos: 16 intendentes, 1,8% ; Partido Intransigente, Alende: 4 intendentes, 0,4%.” Marín, Juan Carlos, Los Hechos Armados, Ediciones La Rosa Blindada, Bs. As., 2003, págs. 67-68.
[iii] “ De modo que la excusa que todavía hoy se esgrime para justificar el golpe de Estado y que dice que no era posible combatir la guerrilla insurgente con las restricciones que imponía el ordenamiento institucional y jurídico de la democracia entonces vigente es una evidente falsedad. No sólo lo pudieron hacer (aun violando extensamente los derechos, como se hizo en Tucumán, con la conformidad del peronismo gobernante y la resignada aceptación de la oposición) sino que ya la habían prácticamente derrotado. Las propias Fuerzas Armadas, reiteradamente desde 1976, insistían en la debilidad militar y la impotencia operativa de las organizaciones guerrilleras. Y lo siguieron haciendo mientras consideraron que no debían dar cuenta de a nadie de un plan represivo que, como se dijo, tenía objetivos mucho más extensos que las fuerzas de la insurgencia armada. Recién cuando la dictadura enfrentó una oposición más sostenida, sobre todo internacional, y advirtió que no podía evitar las consecuencias de la extensa masacre civil que había llevado a cabo, apareció la línea argumental defensiva que decidió olvidar todo lo que anteriormente había sobre ‘bandas’ de delincuentes que sólo podían practicar el terrorismo y se inventó, hacia atrás, un enemigo más poderoso, un ejército en armas que habría estado a punto de tomar el poder.”. Vezzetti, Hugo, Pasado y Presente. Guerra, dictadura y sociedad en la Argentina, Editorial Siglo XXI, Bs. As., 2002, pág. 77.
[iv] Distribución de desaparecidos según profesión u ocupación: obreros: 30,2%; estudiantes: 21%; empleados: 17,9%; profesionales: 10,7%; docentes: 5,7%; autónomos y varios: 5%; amas de casa: 3,8%; conscriptos y personal subalterno de FFAA y de Seguridad: 2,5%; periodistas: 1,6%; actores, artistas, etc.: 1,3%; religiosos: 0,3%. Fuente: Informe de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP), Nunca Más, Bs. As., 1984.
[v] Diario La Prensa, Bs. As., 18 de diciembre de 1977.
[vi] Esta perspectiva acerca de la “subversión” no fue un invento de la dictadura. La misma se venía estudiando desde la década del ‘60 en los colegios militares. En el manual de estudio, Estrategia Psicosocial, se realizaba un análisis sobre lo psicosocial en el contexto de la estrategia e inteligencia del Estado. Al final se organiza un vocabulario de estrategia psicosocial donde se dice: “Guerra revolucionaria o subversiva: Si bien estos términos, desde el punto de vista técnico no se los suele considerar estrictamente sinónimos, en la práctica y a los fines de la receptividad pública general se conceptúan como tales. Se trata de una de las expresiones típicas y concretas de la guerra de nuestros días, la que se suele diferenciar de las otras dos, que son: la guerra clásica o convencional y la guerra en ambiente nuclear”. Poli, Jorge Heriberto, Estrategia Psicosocial, Editado por el Círculo Militar, Bs., As., 1979, pág. 283.
[vii] En Rossi, Paolo, El pasado, la memoria, el olvido, Ediciones Nueva Visión, Bs. As. 2003.
[viii] Timerman, Jacobo, El caso Camps, punto inicial, El Cid Editor para la Democracia en Argentina, Bs., As., 1982, pág. 50.
[ix] “De la enorme documentación recogida por nosotros se infiere que los derechos humanos fueron violados en forma orgánica y estatal por la represión de las Fuerza Armadas. Y no violados de manera esporádica sino sistemática, de manera siempre la misma, con similares secuestros e idénticos tormentos en toda la extensión del territorio. ¿Cómo no atribuirlo a una metodología del terror planificada por los altos mandos?...”
“Si nuestras inferencias no bastaran, ahí están las palabras de despedida pronunciadas en la Junta Interamericana de Defensa por el jefe de la delegación argentina, General Santiago Omar Riveros, el 24 de enero de 1980: ‘Hicimos la guerra con la doctrina en la mano, con las órdenes escritas de los Comandos Superiores.’ Así, cuando el clamor universal por los horrores perpetrados, miembros de la Junta Militar deploraban los ‘excesos de la represión, inevitables en una guerra sucia’, revelaban una hipócrita tentativa de descargar sobre subalternos independientes los espantos planificados.” CONADEP, op. cit., pág. 8.
[x] Andersen, Martín, op.cit.
[xi] Calveiro, Pilar, Poder y desaparición. Los campos de concentración en Argentina, Editorial Colihue, Bs., As., 2004, pág. 92. Este libro es uno de los análisis más lucidos que se han realizado sobre los campos de concentración en la Argentina.
[xii] Agamben, Giorgio, Lo que queda de Auschwitz. El archivo y el testigo. Homo Sacer II, Editorial Pre-Textos, España, 2002, pág. 74.
[xiii] Calveiro, Pilar, op.cit., pág. 28.
[xiv] Verbitsky, Horacio, diario Página/12, 14 de agosto de 2005.

Zona de Clivaje/Sociedad


NORA Y SU CASA DE MUÑECAS

Por Marcelo Manuel Benítez*




Ilustración: Kenti


Cuando su autor, Henri Ibsen, estrenó su drama Casa de muñecas, algo de las relaciones humanas no volvió a ser igual. Es que su vibrante protagonista Nora puso en escena eso en lo que el público burgués que presenciaba la obra aún no había pensado: que la mujer, incluso con todos sus condicionamientos y obligaciones, es susceptible de ser libre en el mundo de los hombres.
En estos días, otra Nora (más sudamericana, más nuestra) también sacude algo en las relaciones entre hombres y mujeres, aunque haya sido asesinada.
Mucho se ha escrito y se ha dicho del caso Nora Dalmasso. Y lo más vergonzoso es que mucho, pero mucho, nos hemos reído de ella, de su marido y hasta de sus once amantes confirmados hasta ahora; pero, aunque sorprenda, más que de una situación de comedia macarrónica, nos estamos riendo (para no llorar) de nosotros mismos. Probablemente prefiramos reírnos porque el caso de esta mujer con una vida sexual envidiable nos pone ante los ojos la pobreza de nuestra vida amorosa (ese “Con los ojos bien cerrados” de Kubric). Y ocurre también que con cada nueva revelación de este episodio particular nos excitamos más.
Es que el de Nora Dalmasso no es sólo un caso más de infidelidad conyugal, pone de manifiesto prácticas sociales relacionadas con la sexualidad en las que se hallan comprometidos amplios sectores de la población. Ofrece, pues, una exteriorización del deseo.
El cuerpo de esta mujer era una verdadera máquina deseante (Deleuze, Guattari – Antiedipo), pero es preciso advertir que de ninguna manera se trata de un descontrol. Es probable que su vida sexual extramatrimonial incluyera muchos amantes, hasta varios al mismo tiempo, pero cuidando muy bien de no poner en peligro (como anhela siempre el deseo) la vida familiar burguesa de Nora Dalmasso. Hace pocos días una prostituta vinculada con la mujer asesinada declaró a los medios que la conducta de esta mujer era, en efecto, muy liberal pero hasta que sus amoríos se acercaban peligrosamente a su familia. Llegado a este punto, Nora bajaba la persiana.
La vida sexual de Nora Dalmasso, por más que las apariencias sugieran lo contrario, estaba muy lejos de ser un descontrol, ni tampoco resulta un caso aislado en el campo social. Ya hacia los años `60 cobran impulso en el Primer Mundo, y en particular en el seno de la clase media norteamericana, diversas formas de liberación de las costumbres que se cristalizarán en ciertas prácticas orgiásticas muy similares a las que era afecta Nora Dalmasso en la actualidad.
Si vamos a teorizar un poco para hacernos los sabihondos se podría afirmar que combinándose con la expansión deseante de mediados del siglo pasado y de la mano de la expansión económica de la post-guerra, se lleva a cabo cierto desentumecimiento de la práctica sexual de la sociedad que, aparentemente, amenazó con quebrar la quietud monógama del matrimonio burgués. Es lo que Robert Castel llamó la “Cultura californiana” (Robert Castel, y otros – La sociedad psiquiátrica avanzada): permisos mutuos para la infidelidad (incluyendo la bisexualidad), cenas de matrimonios en las que se daba el cambio de pareja, las “camas de tres” por las que un matrimonio tenía relaciones sexuales con un tercero, fuera éste hombre o mujer, son sólo una parte de las muchas modalidades en que va expresándose la nueva sexualidad. Y acompaña este proceso la aparición del negocio pornográfico que terminó legalizado y que incluyó revistas, videos pero también comercios de venta de aparatos eróticos de todo tipo, y la proliferación de baños sauna y casas de masaje, nuevos nombres para el viejo oficio de la prostitución y a los que concurría tranquilamente el marido con su esposa.
Naturalmente que en un primer momento se elevaron las voces airadas de los moralistas y la derecha conservadora que anunciaban todos los años la cercanía del fin del mundo con el derrumbe definitivo de la institución familiar. Sin embargo, esta vez sólo despertaron carcajadas, porque, paradójicamente, estas mismas prácticas orgiásticas, sobre las que se desarrollaron estrictas reglas que les dieron forma (como en los juegos infantiles), fueron las que salvaron a la institución familiar. Y aunque Ud. no lo crea, este corrimiento de la frontera entre lo prohibido y lo permitido fue lo que terminó de estructurar a la familia moderna. Naturalmente, un matrimonio y una familia con características y reglas diferentes. Lo que quedó definitivamente sepultado fueron las relaciones victorianas, de las cuales hoy día todos nos reímos, y este desentumecimiento de los códigos que regulaban la vida cotidiana de la pareja heterosexual terminó fortaleciendo la institución heterosexual misma.
En el cine o en la literatura, que en muchos casos ha fotografiado el devenir social en el siglo XX, hallamos muchos ejemplos. Casi todas las excelentes novelas policiales de Lorenz Sanders (Un caso patológico, El primer pecado mortal, etc.), o filmes como “Sammy y Rosy van a la cama”, “Ropa limpia, negocios sucios” (en el caso de una joven pareja homosexual) y “La decadencia del imperio americano” (de extraordinario éxito) dan un testimonio lúcido de estas nuevas formas de la sexualidad de clase media que, sí, pudieron haber comenzado como una explosión del deseo, pero que pronto quedaron atenazadas por códigos tanto poderosos como sutiles, que significaron la salvación de la pareja heterosexual (así como el congelamiento en una imagen social aceptable de la pareja homosexual). Claro que el surgimiento del SIDA significó un estruendo inesperado en medio de esta fiesta.
En Argentina, este proceso de liberalización sexual se da a destiempo, por imitación y no exento de conflictos, sentimientos de culpa y concesiones a los códigos de la decencia. Y sobre todo esta liberalización se desarrolló más o menos en la oscuridad social, en una cómoda doble vida, hasta que un crimen o un episodio cualquiera da publicidad e ilumina esos rincones silenciosos. Los casos del “bambino” Veira, Espartacus, los asesinatos de La Clota o Mitre, y aún más atrás en el tiempo, los escándalos de los cadetes del Liceo Militar en 1942 o el protagonizado por la compañía del cantante español Miguel de Molina un año después, son todos hechos por los cuales la sociedad puede iluminar la clandestinidad en la vida cotidiana y de ahí en más aguzar los controles. Por ejemplo, el caso de Héctor Veira y Sebastián Candelmo puso en evidencia cierta bisexualidad “bufarrona” de muchos hombres de vida aparentemente heterosexual pero que gustaban alejarse un momento de su vida monótona para tener sexo con jóvenes maricas complacientes. La publicidad que acarreó el confuso episodio de Veira hizo retroceder estas prácticas, fascistizando nuevamente la mentalidad y las costumbres de estos hombres tan afectos al fútbol como al sexo.
Por motivos similares, el caso de Nora Dalmasso también está actuando como una advertencia moralizadora dirigida en particular a la mujer moderna de clase media acomodada. Por otra parte, otros episodios como el salvaje asesinato del joven Ariel Malvino en Ferrugem también pone de manifiesto los desbordes a los que se entregan en la actualidad muchos jóvenes independizados de la vigilancia paterna.
Siempre debemos apoyar toda manifestación social que se acerque a nuevas formas de libertad, pero como escribió el mismísimo Marqués de Sade: hasta la más sofisticada perversión sexual exige un orden.
El deseo es un impulso inconsciente que busca la saciedad en las prácticas de la realidad, pero no se lo puede dejar en completa libertad porque termina en la muerte. Como sostuvo George Battaille: goce y muerte conviven uno al lado del otro (George Battaille – El erotismo): El celebrado filme “El imperio de los sentidos” ofrece un ejemplo artísticamente sublime de este hecho. Por el camino de la desterritorialización podemos hallar la demolición (Deleuze y Guattari – Antiedipo). Bien se pude sospechar que este haya sido el camino que siguió, si no la cuidadosa Nora Dalmasso, sí el amante que la mató. El goce seductor de la actividad sexual puede conducirnos, si nos desprendemos del control de la racionalidad, a un desborde incontrolable que sólo detiene la muerte. Aparentemente Nora Dalmasso guiaba su vida íntima con la razón que deriva de los vínculos familiares; pero, al parecer, uno de sus amantes sólo deseaba sucumbir.
Y esta realidad atroz es precisamente lo que calla Ibsen en Casa de muñecas. Nora, su protagonista, termina eligiendo la libertad para encontrar en la soledad el camino hacia una identidad de mujer que la satisfaga. Pero este camino muy bien puede conducir a la mujer actual de los penumbrosos intersticios de la postmodernidad a los brazos de un Jack el Destripador joven y atractivo que deshaga, con un zarpazo de su cuchillo, el encanto ingenuo y aparentemente inofensivo de la casa de muñecas de la sexualidad moderna.


*Escritor y Psicoanalista.

Zona de Clivaje


América Latina: un pueblo que espera sin exigir.
Por Mery Castillo Amigo*





Observar esta Europa que se inicia en el invierno, recorrer con la mirada y experimentar la cotidianeidad de sus gentes, provoca sentimientos encontrados. Por ejemplo, el tema de discusión en Francia, centrado en París por estos días, es el de los SDF (personas Sin Domicilio Fijo), eufemismo usado para hablar de los sin techo, y la protesta de la gente llegada de todo el país, que acampa en la ribera del Sena, en solidaridad con los antiguos clochards. Todo esto por supuesto ha producido sus efectos, y los candidatos presidenciales han empezada a alinearse en torno al tema.
Por esto, cuando uno piensa en América Latina y en la situación en que vive la mayoría de su gente, el problema francés puede hasta resultar anecdótico. Por estos lados la mayor parte de la gente vive con las manos extendidas; los pueblos han sido acostumbrados a recibir lo mínimo para sobrevivir, sin participar; la política ha terminado creando clientes en vez de ciudadanos, pueblos que esperan en vez de exigir.
Si alguna vez se dijo que éramos un mendigo, sentados en un banco de oro, ahora podríamos decir que América Latina cojea, incapaz de correr hacia delante. Por un lado están las barreras con las que se enfrentan los pobres, los innovadores, los que no pueden acceder al crédito. Existen demasiados muros creados contra la movilidad social y la equidad en la política y en la economía.
Si ahora se habla de un renacimiento de la democracia en América Latina, ésta resulta ser nominal. Es cierto, que la gente puede votar, pero no puede entrar a competir en un mundo globalizado. Hay algo preocupante, aparte de que los niveles de vida han bajado y los ingresos están estancados, y es que la gente ha perdido la fe; la fe en la posibilidad de un cambio real, y creo que cuando eso pasa, es posible aferrarse a cualquier cosa.
América Latina parece más democrática, pero también más desigual que hace 10 años. Si el voto une, la pobreza divide a los latinoamericanos. La economía de la región se mantiene organizada de modo que concentra la riqueza en unos pocos y con una serie de exenciones a los impuestos, que despoja a los gobiernos de recursos necesarios para invertir en capital humano. Son excepciones los gobiernos que han invertido en esto. La motivación detrás de la cantidad de obras públicas, de seguro necesarias para el desarrollo, es casi siempre, la necesidad de crear apoyo político a corto plazo.
Debido a la distorsión de las prioridades esta democracia no es capaz de derribar los vínculos clientelistas y sus conocidos acuerdos para cogobernar. Mientras tanto, los pobres siguen desprotegidos y engrosando las filas de mano de obra barata. Como sabemos, por falta de educación, y la falta de oportunidades a que esto conlleva, las personas no llegan a convertirse en ciudadanos con pleno ejercicio de sus derechos en sus países y en el resto del mundo.
Con una democracia que funciona aparentemente bien, en términos de elecciones. Hay algo que no funciona, y no tiene que ver necesariamente con determinados presidentes, de menos o más populismo en algunos casos, de conservadores o moderados, en otros. Detrás hay una realidad histórica, estructural.
Esta disfuncional democracia latinoamericana es el resultado de un tergiversado modelo de actitudes políticas y económicas, que lleva al estancamiento, al margen de quién sea el gobernante de turno. Se origina en una seguidilla de reformas estructurales postergadas o hechas a medias, seguida de una ola privaticionista que beneficia a los poderosos pero perjudica a los consumidores.
Sin basarse en la ciudadanía y apelando al clientelismo los gobiernos no tienen ante quien responder. De allí se producen democracias superfluas, donde se ejerce el voto pero no se participa en las decisiones.
Lo más trágico de esto es que dichos gobiernos, ya sea autoritarios o de denominación democrática, terminan convirtiendo a sus ciudadanos en receptores de obsequios, sin que sean participes de sus procesos y potencialmente reformadores. Gente que pide incapaz de exigir.
Pienso entonces en lo que han logrado los grupos de apoyo a los SDF: conseguir soluciones a quienes carecen de una vivienda digna. Gente que exige.
* Filósofa y analista social.

Los Torturadores y los barrios del país


En cada barrio de buenos aires, coexisten individuos que fueron partícipes de la última dictadura y de la más cruenta represión: ¿Usted los denunciaría?

Según el significado del diccionario del “gran diario argentino”, la palabra subversivo deriva del latín. Subvertir significa trastornar, revolver, destruir, especialmente en sentido moral.

Luego de la desaparición de Jorge Julio López y del breve secuestro de un miembro de Hijos, sumado a las amenazas que recibieron Jueces y testigos de la ciudad de La Plata, y del caso de Luis Geréz, quedó demostrado que aún resisten, junto a los últimos coletazos de la última dictadura militar, los pocos asesinos energúmenos que van quedando. Y digo “última dictadura” porque ya no creo que exista lugar para una próxima.
¡ Hay si supiéramos con exactitud que en cada barrio puede haber un vecino que durante la última dictadura fue un torturador..., o colaborador, buchón, etc.!. Por lo general suelen ser buenos vecinos, solidarios con los de al lado o los de enfrente, pero sin dejar de ser por ello unos asesinos que se ocultan en el pseudo anonimato. Tal vez, viejitos que hoy parecen inofensivos. “ Ése vecino que tengo ahí, tan amable, fue torturador y no encuentro la manera de comprobarlo”. Ése vecino que quizás aún no conozca de cerca el dolor de una madre o un padre, ése vecino está ahora preocupado porque sabe que cualquiera lo puede denunciar anónimamente o simplemente verlo como lo que es. Pero no creo que se sienta preocupado por haber matado y torturado, porque para poder matar y torturar es necesario ser un psicópata que logra cosificar a su víctima ( si pensara que es un semejante no podría matarlo). Claro que juntando varios de éstos formamos una pandilla de nostálgicos; yo los llamo subversivos porque destruyen moralmente el sentido de la justicia y la democracia. Sinceramente siento lástima por estos amantes de la dictadura. Sí creo que las dictaduras están reguladas por la hegemonía de la económica mundial: Hoy las dictaduras son impuestas desde un reducido grupo de grandes naciones y empresas privadas (multinacionales) hacia el resto de los países pobres del mundo. Son dictaduras económicas que cercenan la libertad del individuo, de la clase trabajadora y de los marginales. El capitalismo se devoró al comunismo pero ahora también es el mismo capitalismo el que se está destruyendo a sí mismo, o al menos queda demostrado que es una gran mentira neoliberal, que sólo les conviene a los grupos de poder, a las corporaciones, condenando al resto del mundo a la miseria y la pobreza extrema, especialmente África y Latinoamérica. El capitalismo es un capitalismo para pocos.
Hoy el sentimiento anti-norteamericano es cada vez mayor y proviene de las más diversas ideologías que existen desparramadas por el mundo, y creo que es el comienzo de un nuevo fin a largo plazo; el fin del eje dominante.

El pago que Argentina hizo al Fondo Monetario Internacional, supuestamente para quitárnoslo de encima, es una farsa. Un organismo que se creó supuestamente para ayudar a los países pobres, terminó destruyéndolos y ahora aparenta haberse corrido de escena tanto como para dejar de ser visto como un enemigo por los países endeudados. El enemigo muta y parece estar un paso adelante pero siempre tratando de que no se vea demasiado. Esa vieja idea inglesa de colonizar sin que se note es la vieja clave para mantener el dominio colonial. La otra nueva clave es directamente la guerra, ya sea por los recursos naturales (petróleo y agua) o para garantizar el orden mundial. Por supuesto que el asesinato y La Tortura, dentro de una aldea globalizada, sea con ejércitos internos o externos, es el coadyuvante necesario. Los valores están ahora subvertidos desde el poder mismo. ¿Y qué podemos esperar de aquellos que se dedican o dedicaron a matar por encargo refugiándose en una supuesta obediencia debida (obediencia de muerte) y en el anonimato?. Hoy pareciera que cambiasen los gobiernos y las personas que lo componen más o menos. Afortunadamente estamos otra vez en democracia. Vamos entendiendo, de a poco, que es el sistema de gobierno que expresa el verdadero sentido de la voluntad popular.
En ese barrio de Buenos Aires, o en aquel o el otro; en los 100 barrios porteños, en la Provincia de Bs. As, en el país todo pueden vivir torturadores, asesinos que en épocas pasadas y bajo la cobardía derramaron sangre hermana. En ese barrio cualquiera de buenos aires a ese torturador subversivo, que quizás haya sido policía o ex militar o simplemente personal contratado para tales fines, le deseo la cárcel de por vida. Ya es hora de que hagamos una lista con aquellos que fueron despiadados torturadores, quizás alejados de sus superiores, y que cumplieron con la obediencia de vida y el punto final. Es hora de la derogación de los indultos. Entonces, alcanzado ése momento, ¿Usted Los Denunciaría?.

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Por Amílcar Carlos García.
Periodista

Zona Literaria/Ensayo


Baudrillard; cultura, narcisismo y régimen de mortandad en el sistema de los objetos.

El American way of life y el entramado ideológico del sistema de los objetos.

¿Cuál es, en última instancia, el entramado ideológico del sistema de los objetos? ¿Qué ideario encarna este sistema cuyos principios son la caducidad y la obsolescencia –el imperativo de la novedad–, la ley del ciclo y otros automatismos semejantes?. Adolfo Vásquez Rocca, a través de Baudrillard, nos convoca a develar estos interrogantes.

Por el Dr. Adolfo Vásquez Rocca. (especial para La Tecl@ Eñe)









El American way of life y el entramado ideológico del sistema de los objetos.



¿Cuál es en última instancia el entramado ideológico del sistema de los objetos? ¿Qué ideario encarna este sistema cuyos principios son la caducidad y la obsolescencia –el imperativo de la novedad–, la ley del ciclo y otros automatismos semejantes? Baudrillard[1] dirá que son dos: el principio personalizador, que se articula como democratización del consumo de modelos por la vía de la serialidad y la ética novedosa del crédito y la acumulación no productiva.

Hoy el glamour de las mercancías aparece como nuestro paisaje natural, allí nos reconocemos y nos encontramos con nosotros mismos, con nuestros ensueños de poder y ubicuidad, con nuestras obsesiones y delirios, con los desperdicios psíquicos en el escaparate de la publicidad –verdadero espejo que nos devuelve nuestra imagen deformada– una verdadera summa espiritual de nuestra civilización, el repertorio ideológico de la desinhibición.

El carácter distintivo del American way of life, de la última sociedad primitiva contemporánea –se escenifica en las formas del distanciamiento, en el paisaje[2], en los grandes desiertos y carreteras de ese país que deja entrever una profunda soledad, las inclinaciones thanáticas que yacen bajo el optimismo americano; la decrepitud del capitalismo tardío en la tierra de las oportunidades, del american dream convertido en el insomnio incontenible de la banalidad y la indiferencia; los Estados Unidos han realizado la desterritorialización de la identidad, la diseminación del sujeto y la neutralización de todos los valores y, si se quiere, la muerte de la cultura bajo el régimen de la mortandad de los objetos.

En este sentido es una cultura ingenua y primitiva, no conoce la ironía, no se distancia de sí misma, no ironiza sobre el futuro ni sobre su destino; ella sólo actúa y materializa su política de Estado. Norteamerica realiza así sus sueños y sus pesadillas.

Los norteamericanos repudian la sofisticación. El antiintelectualismo subyace a la idea de América. En lugar del intelectual -del teórico- el ciudadano medio americano tiene en mayor estima al hombre de sentido común y de conocimientos prácticos[3]. Una figura al estilo de Edison. En cada americano hay un empresario. La disposición para el trabajo práctico impera junto al afán de logro, la disciplina y las observancias religiosas. Un colegio que pusiera su acento en la erudición y la sensibilidad artística más que en el fortalecimiento de la personalidad y el pragmatismo sería visto con reticencia.

Así, en los inicios de la historia norteamericana las humanidades, la literatura y el conocimiento teórico y especulativo en general, fueron estigmatizados como una prerrogativa de la aristocracia. La cultura pragmática a la americana induce a la supresión de las asignaturas de humanidades de los planes de estudio antes o durante la universidad. Los Máster son americanos o inspirados en Estados Unidos. Los jóvenes sueñan en culminar su preparación en USA mientras la universidad europea ha tomado una deriva empresarial a su semejanza.

Algo similar a lo que ocurre en los países latinoamericanos que han importado este modelo cosificador para la reforma de los planes y programas de educación cuyo énfasis esta ahora en los estudios técnico-profesionales por sobre las humanidades. El objetivo ha sido promover una sociedad centrada en las cosas, en su manipulación en función de las utilidades, en los saberes prácticos. Ahora mismo, la educación norteamericana en la high school se encuentra en manos de “educadores” que no ocultan su hostilidad al intelectualismo, declarándose más identificados con el modelo de pensamiento concreto propio de los niños. De hecho, Estados Unidos es un país tan antiintelectual como “infantil”, concebido y construido para grandes masas infantilizadas. En ningún otro país se acomodaría mejor una empresa como Disney o las obscenas cadenas de fast-food o unas superproducciones como las de Spielberg concebidas con alma y mente de matinée. Ahora bien, en defensa de la industria del entretenimiento cabe puntualizar que esta no le impone sus formas de banalidad a un público que no la desea.[4]

Disney World en principio es un juego de ilusiones y de fantasmas: los Piratas, la Frontera, el Mundo Futuro, etcétera. Se cree a menudo que este 'mundo imaginario' es la causa del éxito de Disney, pero lo que atrae a las multitudes es, sin duda y sobre todo, el microcosmos social, el goce religioso, en miniatura, de la América real, la perfecta escenificación de los propios placeres y contradicciones. La única fantasmagoría en este mundo imaginario proviene de la ternura y calor que las masas emanan y del excesivo número de dispositivos aptos para mantener el efecto multitudinario. El contraste con la soledad absoluta del parking —auténtico campo de concentración—, es total. O, mejor: dentro, todo un abanico de 'gadgets' magnetiza a la multitud canalizándola en flujos dirigidos; fuera, la soledad, dirigida hacia un solo dispositivo, el “verdadero”, el automóvil. Por una extraña coincidencia (aunque sin duda tiene que ver con el embrujo propio de semejante universo), este mundo infantil congelado resulta haber sido concebido y realizado por un hombre hoy también congelado: Walt Disney, quien espera su resurrección arropado por - 180 grados centígrados. De cualquier modo es aquí donde se dibuja el perfil objetivo de América, incluso en la morfología de los individuos y de la multitud. Todos los valores son allí exaltados por la miniatura y el dibujo animado. Embalsamados y pacificados. De ahí la posibilidad de un análisis ideológico de Disney: núcleo del american way of life, panegírico de los valores americanos, etc., trasposición idealizada, en fin, de una realidad contradictoria. Pero todo esto oculta una simulación de tercer orden: Disney existe para ocultar qué es el país “real”, toda la América “real”, una Disneylandia (al modo como las prisiones existen para ocultar la “lacra” que es todo lo social en su banal omnipresencia, reduciéndolo a lo estrictamente carcelario). Disneylandia es presentada como imaginaria con la finalidad de hacer creer que el resto es real, mientras que cuanto la rodea, Los Ángeles, América entera, no es ya real, sino perteneciente al orden de lo hiper-real y de la simulación. No se trata de una interpretación falsa de la realidad (como la ideología), sino de ocultar que la realidad ya no es la realidad y, por tanto, de salvar el principio de realidad.


Narcisismo y transformación de la vida pública.


Sería un error minimizar la relación entre estos fenómenos y el origen de la personalidad narcisista, que no conoce límites entre ella misma y el mundo que exige la gratificación inmediata de sus deseos, así como la erosión de la vida intima tenida lugar a través de la relaciones sociales que se tratan como pretextos para la expresión de la propia personalidad[5]. La transformación de la vida pública en un ámbito donde “la persona puede escapar a las cargas de la vida familiar idealizada... mediante un tipo especial de experiencia, entre extraños o, más importante aún, entre personas destinadas a permanecer siempre como extraños", y donde una silenciosa y pasiva masa de espectadores observa la extravagante expresión de la personalidad de unos pocos en la sociedad del espectáculo, donde los medios de comunicación nos escamotean y disuelven el presente[6] con las fanfarrias del último estelar televisivo.

La construcción del sentido social se desplaza del espacio de la política, hacia un mundo que no tiene historia, sólo pantalla. Son las nuevas formas de producción, las de un nuevo universo simbólico en donde se resignifican las viejas utopías mediante un proceso de descontextualización que las convierte en imágenes sin historia; en mercancías.

En esos mismos medios de comunicación se desplazan hoy los actores políticos jugando su rol hegemónico en la construcción de sentido en tanto perpetran el secuestro de nuestra moral. La fe pública violada ha creado las condiciones para el desprestigio de lo político y con ello el de nuestras instituciones, qué puede extrañar entonces del robo hormiga de las grandes transnacionales, la extorsión "irrepresentable", sólo cognoscible por medio de una compleja organización multinacional articulada según un modelo gansteril. Nuestra vida cotidiana esta así signada por las abusivas relaciones mercantiles que experimentan una creciente densidad así como una significativa disminución de las relaciones interpersonales sin fines de lucro.

Pese a todo, incluso la personalidad de las celebridades esta sujeta a los procesos de obsolescencia y caducidad, al fenómeno postmoderno de la sacralidad impersonal. La obsolescencia de los objetos se corresponde con la de los rock stars y gurus intelectuales; con la multiplicación y aceleración en la rotación de las “celebridades”, para que ninguna pueda erigirse en “ídolo personalizado y canónico”. El exceso de imágenes, el entusiasmo pasajero, determinan que cada vez haya más “estrellas” y menos inversión emocional en ellas, los revival son fenómenos de “nostalgia decretada” ideadas como estrategias de marketing por algún ejecutivo de una compañía multimedia.

Maś allá de la sociedad del espectáculo[7] y el imperio de lo efímero se instala la la "norma de consumo" en el plano de las necesidades sociales, también gobernadas por dos mercancías básicas: la vivienda estandarizada, lugar privilegiado de consumo, y el automóvil como medio de transporte compatible con la separación entre el hogar y el sitio de trabajo. Ambas mercancías —y en especial, desde luego, el automóvil— fueron sometidas a la producción masiva y la adquisición de ambas exige una "amplia socialización de las finanzas" bajo la forma de nuevas o ampliadas facilidades de crédito (compra a plazos, créditos, hipotecas, etc.). Más aún, "las dos mercancías básicas del proceso de consumo masivo crearon complementariedades (crédito hipotecario y automotriz) que producen una gigantesca expansión de las mercancías, apoyada por una diversificación sistemática de los valores de uso. El individuo se ve obligado a elegir permanentemente, a tomar la iniciativa, a informarse, a probarse, a permanecer joven, a deliberar acerca de los actos más sencillos: qué automóvil comprar, que película ver, qué libro leer, qué régimen o terapia seguir. El consumo obliga a hacerse cargo de sí mismo, nos hace responsables, se trata así de un sistema de participación ineludible[8].


El régimen de la mortandad de los objetos.


El dispositivo que activa este sistema de obsolescencia acelerada —que impera a consumir compulsivamente— consiste en convencer al consumidor que necesita un producto nuevo antes que el que ya tiene agote su vida útil y funcionalidades. Esta es una de las tareas de los diseñadores: acelerar la obsolescencia. A este respecto el automóvil ha sido un caso paradigmático de las obsolescencias decretadas del estilo, asociadas a las imágenes de prestigio y estatus que le rodean.

Así el propósito es hacer que el cliente este descontento con su actual automóvil, su cocina, sus pantalones, etc. , porque esta pasado de moda. Ya no debe esperarse que las cosas se acaben lentamente. Las sustituimos por otras que si bien no son, necesariamente, más efectivas, son más atractivas. Pese a todo es difícil discernir la frontera entre progreso técnico real y obsolescencia del diseño y -más aun- sustraerse al influjo de estos condicionamientos.

Siempre los objetos han llevado la huella de la presencia humana[9], pero ahora no son sus funciones primarias (el cuerpo, los gestos, su energía...) las que se imponen sino las superestructuras las que se dejan sentir. Así, el objeto automatizado representa a la conciencia humana en su autonomía, su voluntad de control y dominio. Ese poder va más allá de la prosaica funcionalidad —y de eso saben mucho los vendedores de automóviles—. El objeto es irracionalmente complicado, se llena de detalles superfluos y viaja en su juego de significaciones mucho más allá de sus determinaciones objetivas.

El automóvil es un signo de poder, de refugio, una proyección fálica y narcisista, que —según Baudrillard— reúne “la abstracción de todo fin práctico en la velocidad, el prestigio, la connotación formal, la connotación técnica, la diferenciación forzada, la inversión apasionada y la proyección fantasmagórica”.[10]

El ejemplo del automóvil es paradigmático. A este muy rápidamente se le sobrecargó de funciones parasitarias de prestigio, de confort, de proyección (fálica) inconsciente...que frenaron y después bloquearon su función de síntesis humana.”[11]

El consumo, como se ve, no es la base sobre la que descansa el progreso, sino más bien la barrera que lo estanca o, al menos, lo lanza en la dirección contraria a la de la mejora de las relaciones sociales. El espíritu que realmente funciona es el de la fragilidad de lo efímero, una compulsión que se debate de forma recurrente entre la satisfacción y la decepción y que permite ocultar los verdaderos conflictos que afectan a la sociedad y al individuo.


Aspectos “mitológicos” y nemotecnia del consumo; la acumulación y el derroche.


Baudrillard[12] habla de un gran happening colectivo dominado por el espectáculo de la mortalidad impuesta y organizada de los objetos, por su artificial obsolescencia, pero sabe que esa imposición no es sólo una consecuencia del orden de producción capitalista. Es difícil saber qué género de instinto de muerte del grupo, qué voluntad regresiva domina todo ese ceremonial que, bien pensado, recuerda a ciertas ceremonias salvajes como la del potlach. Potlach es una práctica antes que un concepto, parte de un lenguaje perdido en la Historia, pero aun vivo en ciertos ritos modernos: el sexo, el banquete y la embriaguez de la danza, "donde se ve que la dispersión no va hacia el sin sentido, sino que es una modalidad de encuentro con el sentido que pasa a través de la pérdida de centralidad del sujeto". Una economía ya no basada en la acumulación sino en el derroche, en el goce de lo producido. Nuestras sociedades viven de la acumulación de lo que producen, vigilan este excedente de forma celosa. En cambio, cuando se habla de Potlach nos referimos a los experimentos históricos basados en el gasto improductivo, al disfrute y la prodigalidad.

Finalmente nos resta por analizar el aspecto “mitológico” del capital y la sacralización de sus productos más emblemáticos: la Coca Cola, el Cadillac, los Mac Donald's. Los aspectos ideológicos del consumo rebasan los límites de la organización política para instalarse en el inconsciente colectivo y los usos rituales de una población. Se busca implantar sobre bases afectivas y nemotécnicas un nuevo y particular ethos, una forma de ir por el mundo, ya no como recolector o cazador, ni siquiera como consumidor, sino como el agente del desperdicio, carácter que surge sólo desde la conciencia de la prosperidad, la abundancia y el lujo.

Para estimular el flujo de la mercancía, a través del desperdicio y el derroche, entendida este como clave de la prosperidad futura del mercado, se opera en varias direcciones. Primeramente —en el plano ideológico— contra el pensamiento orientado al ahorro, mentalidad difícil de desarraigar ya que corresponde a una práctica ancestral de la humanidad, la de precaverse para el desconocido y con frecuencia temido día de la escasez[13].

Por otra parte esta la vertiente sentimental y poética del diseño, que se corresponde con una novedad metodológica importante, la apelación a la memoria emotiva. La vertiente sentimental de la mercadotecnia se refiere a la persistencia aún en los nuevos productos de un elemento visual implícito que marque una filiación con el pasado, asegurando la continuidad histórica en la espesa trabazón de los objetos. Casi sin excepción los nuevos diseños incluyen un ingrediente que los especialistas denominan “forma sobreviviente”. Deliberadamente se incorpora al producto un detalle evocador que recordará a los usuarios un artículo similar, de uso semejante, tenido en una buena tarde o un feliz verano. La gente aceptará más fácilmente algo nuevo, sostienen los expertos en innovación, si reconocen en ello algo que surge orgánicamente del pasado. Al incluir un patrón familiar en una forma nueva, sea o no radical, se podrá hacer aceptable aun lo más inusitado, productos y usos que de otro modo rechazarían.

Esta es una de las causas del amor disfuncional que le profesamos a los objetos, aquel que los abraza a la vez que los rechaza. La misma dualidad entre coleccionismo y desperdicio da cuenta de esta ambivalencia.

Por una parte esta el individuo que colecciona desde sellos de correos hasta alfombras persas, y se siente así impulsado a “realizarse” en el placer que supone la posesión de un conjunto de objetos, donde la idea misma de colección está directamente vinculada a la posesión —no funcional— por encima de la necesidad, es decir, a la riqueza y por otra las maneras de “usar” el excedente como desperdicio. Aquí es posible identificar otra forma de mitología, la de ciertas lógicas capitalistas, según la cual a épocas de prosperidad, cuando la economía se expande y el crecimiento del producto es sostenido, le debiera seguir o suceder tiempos donde el beneficio -en razón de los excedentes- alcance a toda la población, incluso a la más desfavorecida, esto de acuerdo a la conocida estrategia de crecimiento y chorreo que dominó el paraíso neoliberal del Chile de los 80'. Pero en realidad esto nunca sucedió, en su lugar advino la acumulación —incluso— del excedente; nuevas formas de codicia y de fraude fiscal terminaron por ahogar esta promesa escatológica del libre mercado.



Dr. Adolfo Vásquez Rocca



Doctor en Filosofía por la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso; Postgrado Universidad Complutense de Madrid, Departamento de Filosofía IV, Teoría del Conocimiento y Pensamiento Contemporáneo. Áreas de Especialización: Antropología y Estética. Profesor de Postgrado del Instituto de Filosofía de la PUCV, del Magíster en Etnopsicología -Escuela de Psicología PUCV, Profesor de Antropología y de Estética en el Departamento de Artes y Humanidades de la UNAB. Profesor asociado al Grupo Theoria Proyecto europeo de Investigaciones de Postgrado. Director de la Revista Observaciones Filosóficas http://www.observacionesfilosoficas.net/. Secretario de Ejecutivo de PHILOSOPHICA, Revista del Instituto de Filosofía de a PUCV http://www.philosophica.ucv.cl/editorial.htm , Editor Asociado de Psikeba -Revista de Psicoanálisis y Estudios Culturales, Buenos Aires- http://www.psikeba.com.ar/, miembro del Consejo Editorial de Escaner Cultural - Revista de arte contemporáneo y nuevas tendencias- http://www.escaner.cl/ Y Director del Consejo Consultivo Internacional de Konvergencias, Revista de Filosofía y Culturas en Diálogo.
adolfovrocca@gmail,com


Artículos relacionados:
Artículo “Baudrillard; alteridad, seducción y simulacro” En Psikeba Revista de Psicoanálisis y Estudios Culturales, Buenos Aires, 2006,
http://www.psikeba.com.ar/articulos/AVRbaudrillard.htm

Artículo –La moda en la postmodernidad. Deconstrucción del fenómeno "fashion";
http://www.ucm.es/info/nomadas/11/avrocca2.htm
En NÓMADAS. 11 Enero-Junio.2005
Revista Crítica de Ciencias Sociales y Jurídicas.
UNIVERSIDAD COMPLUTENSE DE MADRID.
http://www.ucm.es/info/nomadas/
- Reproducido por IADE Revista Realidad Económica Buenos Aires (Argentina)
http://www.iade.org.ar/iade/Recomendados/NP/Art/moda.html

Artículo “El revés de la utopía”
http://www.tendencias21.net/El-reves-de-la-utopia_a929.html
En Tendencias 21, Revista Asociada al Capítulo Español del Club de Roma, al Master en Bioinformática de la Universidad Complutense de Madrid y al Instituto de Ingeniería de España
Artículo “La Invención de Morel. Defensa para sobrevivientes” En Zona Moebius http://www.zonamoebius.com/00002006/nudos/avr_0906_morel_bioy.htm
[1] BAUDRILLARD, Jean, El sistema de los objetos, Siglo XXI Editores, 1999.
[2] VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo, Edward Hopper y el ocaso del sueño americano, En Heterogénesis Nº 50-51 [Swedish-Spanish] Revista de arte contemporáneo. Tidskrift för samtidskonst, http://www.heterogenesis.se/Ensayos/Vasquez/Vasquez2.htm

[3] VERDÚ, Vicente, El planeta americano, Ed., Anagrama, Barcelona, 1999, p. 105
[4] ZIZEK, Slavoj, La suspensión política de la ética, Ed. Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2005, p. 77
[5] VEBLEN, T. Teoría de la clase ociosa, Fondo de Cultura Económica, México, 1999.
[6] VASQUEZ ROCCA, Adolfo, Baudrillard; Alteridad, seducción y simulacro, En PSIKEBA Revista de Psicoanálisis y Estudios Culturales de Buenos Aires, 2006; http://www.psikeba.com.ar/articulos/AVRbaudrillard.htm
[7] Existen dos intentos recientes de utilizar el concepto de fetichismo de la mercancía para explicar la cultura capitalista del siglo XX. Uno de ellos es, desde luego, la crítica a la "industria de la cultura" elaborada por Horkheimer y Adorno en Dialéctica de la Ilustración, y el segundo es el análisis desarrollado por Guy Debord y otros miembros de movimiento situacionista en los años sesentas. Parodiando la frase con que se inicia El capital, Debord afirma que "toda la vida de las sociedades donde reinan las condiciones modernas de producción se anuncia como una acumulación inmensa de espectáculos," y agrega que el espectáculo, "en todas sus formas específicas, como información o propaganda, publicidad o consumo directo de entretenimiento", debe ser visto como "una relación social entre las personas mediada por imágenes". Como tal, la "sociedad del espectáculo" es "la realización absoluta" del "principio del fetichismo de la mercancía". Si bien Baudrillard admite la influencia de los situacionistas, rechaza sin tapujos sus ideas: "No vivimos ya la sociedad del espectáculo... como tampoco los tipos específicos de alienación y represión que ésta conlleva". Podemos presumir que ello se debe a que conceptos como los de alienación y represión presuponen la existencia de algo alienado o reprimido. Debord afirma decididamente que la sociedad del espectáculo implica un forma distorsionada de relación social, habla de "la praxis social global escindida entre realidad e imagen" y "dice que "dentro de un mundo puesto realmente de cabeza, lo verdadero es el movimiento de lo falso". Todo lo anterior es rechazado de plano por Baudrillard, para quien realidad e imagen, falso y verdadero, se confunden de manera endémica en el mundo hiperreal de la simulación.
[8] LIPOVETSKY, Gilles, L'Ere du vide, París, 1983, pp. 7, 14
[9] VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo, Coleccionismo y genealogía de la intimidad, en Almiar 'Margen Cero', Madrid, 2006, http://www.margencero.com/articulos/articulos2/coleccionismo.htm
[10] BAUDRILLARD, Jean, El sistema de los objetos, México, Siglo XXI,1985; p. 74.
[11] BAUDRILLARD, Jean, Amérique, París, 1986, pp. 21 y sgtes.
[12] BAUDRILLARD, Jean, La sociedad de consumo. Sus mitos, sus estructuras, Ed. Plaza y Janés, Barcelona, 1974.
[13] EWEN, Stuart, Todas las imágenes del consumismo; la política del estilo en la cultura contemporánea, Ed. Grijalbo, México, 1998, p, 284.