30 agosto 2012

Política/Realidad y racionalidad en el movimiento nacional/ Por Rubén Dri


Realidad y racionalidad en el movimiento nacional

Llegado el presente momento político del proceso de construcción del movimiento nacional, el acceso de Daniel Scioli a la presidencia significaría un daño tal vez irreparable, pues él no dejaría de ceder frente a las presiones de los poderes que atacan al actual proceso político. El movimiento comenzaría a dejar de ser “real” y, en consecuencia, “racional”. ¿Cómo seguir, pues? La perspectiva que se avizora como necesaria y posible es la re-reelección de Cristina Fernández de Kirchner. La necesidad de la re-reelección tiene que ver con la posibilidad de avanzar en las transformaciones que se truncaron en 1955 con la derrota que los sectores oligárquicos y sus aliados le infligieron al movimiento popular con la utilización de las fuerzas Armadas. Eso no debe volver a suceder porque significaría un retroceso catastrófico para el pueblo.


Por Rubén Dri
(para La Tecl@ Eñe)


                
               La célebre frase de Perón “la única verdad es la realidad” ha sido interpretada de tantas maneras cuantas necesidades de justificar la propia práctica se presentaban, porque apenas se pronuncia tal afirmación inmediatamente surgen las interrogaciones sobre el significado tanto de “verdad” como de “realidad”. Para hablar del Movimiento nacional deberemos primeramente esclarecer el significado de la palabra “realidad”.

                A menudo la interpretamos como lo fáctico, cualquiera ello sea, una piedra, la lluvia, el frío, un choque de autos, una manifestación, un gremio, un partido político. Si prestamos un poco de atención a esa manera de considerar la realidad, inmediatamente surge que una piedra y un gremio son realidades de tipos muy diferentes. La piedra simplemente es, está, mientras que el gremio nunca está sino que siempre está siendo, se esta construyendo.

                Apuntamos, de esa manera, a dos tipos diferentes de realidades. Aquellas que simplemente están  como la piedra o suceden como la lluvia, y aquellas que no existen sin el esfuerzo de ellas para ser. Estas últimas son las realidades subjetuales. Son los sujetos, sean ellos individuales o colectivos. Ésta es la verdadera realidad, la realidad en su sentido fuerte.

                La realidad de la piedra es inmutable en cuanto a su ser, no admite grados. No es más piedra o menos piedra. Simplemente es piedra. De forma diferente se comporta la realidad subjetual. Efectivamente el sujeto puede estar más o menos realizado y, en ese sentido, es más o menos sujeto. Esto pertenece al sentido común en cuanto se admite que alguien es un verdadero hombre o una verdadera mujer, lo que significa que otros pueden no ser verdaderos hombres o verdaderas mujeres.

                La realización del sujeto se expresa en una determinada racionalidad, la cual puede ser más racional o menos racional en la medida en que el sujeto esté más o menos realizado-. Ahora bien, en el proceso de realización del sujeto, éste va absorbiendo una serie de contradicciones que lo van enriqueciendo. Pero aquí se puede presentar un problema que puede hacer fracasar la construcción del sujeto. Ello sucede cuando el sujeto se encuentra con una contradicción para la superación de la cual no tiene todavía la fuerza suficiente.

                En la realización del sujeto individual esto constituye una verdad completamente clara, tanto es así que las personas mayores concientes de sus responsabilidades no exponen sus problemas ante los menores, y en la TV se advierte sobre la finalización del horario en que ciertos problemas quedan abiertos para ser tratados ante los menores. 

                Teniendo en cuenta estos presupuestos, pasaremos a analizar al movimiento nacional-popular que es el kirchnerismo como sujeto en su actual etapa de construcción. Ésta comienza en el 2003. Tal vez podríamos mejor decir que comienza a mostrarse en el 2003, pero sus raíces soterradas se encuentran más atrás. Siempre sucede. Los inicios son muy pobres, casi invisibles, y sólo con una mirada retrospectiva pueden vislumbrarse. Así sucede con los inicios de la humanidad, de los pueblos originarios del continente, con el cristianismo.

                Incluso podemos poner sus inicios en el 2003 sólo si lo vemos en retrospectiva, porque en ese momento tampoco se veía. Si en cambio ponemos nuestra mirada en el 2008, tal vez allí sí ya se veía al movimiento pugnando por construirse. En realidad se trata de una re-construcción. Para no ir demasiado atrás, remontémonos a la década del 40 del siglo pasado. Es el momento de la re-fundación del movimiento popular –la etapa anterior se conoce como ‘yrigoyenismo’ - cuya tarea es la transformación profunda que se expresa en una “nación socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana”.

                El movimiento, como todo sujeto, es débil en sus comienzos, campo propicio para las enfermedades, los contagios, las desviaciones. No por nada en época de invierno riguroso o de calores agobiantes son los infantes quienes se encuentran expuestos a la enfermedad e incluso a la muerte. A ello no es de ninguna manera ajeno el movimiento popular que se encuentra en los inicios de las transformaciones profundas que necesita el país, luego de la devastación producida desde 1976 y culminada en la década del 90 del siglo pasado.

                Ahora bien, un movimiento nacional necesita un liderazgo y como se sabe, el líder no se elige sino que surge en el proceso de formación del movimiento. No puede ser reemplazado a voluntad. Claridad del objetivo, voluntad política de realizarlo, carisma  que impacta en el pueblo, al cual llega con facilidad, coraje para enfrentar a los poderes que se oponen a las transformaciones que el país necesita, éstas y otras característica son propias del liderazgo que se encuentran presente en Cristina Kirchner.

                Por otra parte, en el proceso de formación del movimiento y de las transformaciones requeridas, muchos de los que forman parte están allí por conveniencia, por pragmatismo, por inercia,  con intereses propios, con una concepción que les permite adaptarse al sistema establecido.

                Además, el tema del liderazgo se cruza con el presidencialismo que caracteriza al sistema político argentino. Teóricamente puede pensarse en una bifurcación consistente en que el liderazgo del movimiento nacional y la función presidencial del país sean ejercidos por dos personas diferentes. No habría problemas si ambos conformasen un verdadero binomio con fue el caso de Néstor y Cristina. Pero debido al poder político que tiene el presidente, si la función presidencial es ejercida por alguien que no participa estratégicamente del proyecto del movimiento,  las chances de que todo el proceso se paralice y retroceda son muchas.

                Aquí radica el nudo de la cuestión que se le presenta el movimiento nacional con la posible candidatura de Daniel Scioli a la presidencia. Scioli no es un traidor. Todo lo contrario, ha acompañado el proyecto político transformador del movimiento nacional, pero lo ha hecho con la apuesta a que finalmente el fruto del árbol político caería en sus manos. A esta altura del proceso de construcción del movimiento, de transformación del sistema neoliberal, el acceso de Scioli a la presidencia significaría un daño tal vez irreparable, pues él no dejaría de ceder frente a las presiones de los poderes que con uñas y dientes atacan al actual proceso político.

                El movimiento comenzaría a dejar de ser “real” y, en consecuencia, “racional”. ¿Cómo seguir, pues? Es sabido que, en el ámbito del proyecto común en líneas generales de países como Venezuela, Ecuador, Bolivia, Brasil, cada uno tiene características propias. En Brasil la transición de Lula a Dilma fue un verdadero hallazgo. Por el momento no vemos que en nuestro país pueda suceder algo parecido, aunque no debe ser descartado a priori.

                La perspectiva que vemos como necesaria y posible es la re-reelección de Cristina. El reclamo de los representantes de los poderes dominantes de la alternancia en el ejercicio del poder político se basa en que una elección no cambia nada en cuanto al reparto del poder que se hace al margen de quien tenga la representación política. El cambio de Bush por Obama es la más clara demostración.

                Nuestra exigencia de la re-reelección tiene que ver con la posibilidad de avanzar en las transformaciones que se truncaron en 1955 con la derrota que los sectores oligárquicos y sus aliados le infligieron al movimiento popular con la utilización de las fuerzas Armadas. Eso no debe volver a suceder porque significaría un retroceso catastrófico para el pueblo.

                ¿Hacia qué sociedad vamos? Hacia el “socialismo del siglo XXI” dice Chávez; hacia una “democracia con inclusión” dice Cristina. En los procesos revolucionarios del siglo pasado se definían de antemano los rasgos no sólo del proceso revolucionario, sino también de la sociedad a la que se arribaría, definida como socialista, cuyas características fundamentales ya se conocían. Era el “socialismo científico”. La caída del muro de Berlín es el símbolo que sepulta dicha concepción.

                Actualmente los procesos de transformación o revolucionarios que se están desarrollando en el continente latinoamericano no parten de definiciones previas, pero tampoco lo hacen de cero. De hecho se da en ellos una adecuación mayor a la dialéctica de práctica y conciencia, práctica y teoría, realidad y racionalidad. El proceso de construcción, es al mismo tiempo transformación real, práctica, o sea, “realidad”, y conciencia, teoría, “racionalidad”.

                ¿Pretende Cristina quedar anclada en un capitalismo keynesiano, o sea, sólo en una Estado benefactor? Eso no lo sabemos, pertenece a la subjetividad de la presidenta, pero no se puede negar que una “democracia con inclusión” es un proceso que tiende a hacer saltar las barreras del capitalismo. Las medidas que se han tomado, sobre todo desde el 2008, han significado un avance hacia las fronteras del capitalismo. De aquí en adelante todo dependerá de la consolidación del movimiento nacional y popular.  

              
*Filósofo y teólogo. Docente en la Universidad Nacional de Bueno Aires.


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