30 agosto 2012

Política, Economía y Sociedad/Hace falta un Plan B/Por Mario Rabey


HACE FALTA UN PLAN B

Lo que se está jugando en el presente, y hacia el futuro próximo,  es mucho más importante que si el proyecto kirchnerista puede lograr o no un mecanismo para continuar ejerciendo el gobierno. Y lógicamente es también muchísimo más importante que si la “oposición”  encuentra un mecanismo para reemplazar al kirchnerismo. En términos politológicos clásicos, esta es una cuestión política de Estado, no de gobierno. Hace falta un plan B, para cuando empiecen a mostrarse las dificultades del Plan A, que no son intrínsecas al Modelo K sino impuestas por la crisis mundial.

Por Mario Rabey*
(para La Tecl@ Eñe)



Miro muy poca televisión. Una excepción la hice el 2 de agosto pasado, para ver y escuchar el discurso de la Presidenta en la Bolsa de Comercio de Buenos Aires. Allí explicó, con una excelente apoyatura gráfica, la trayectoria de la economía argentina durante el período kirchnerista. Los datos que presentó, más allá de alguna cuestión puntual, no presentan aspectos sobre los cuales se pueda dudar seriamente. La economía, en términos generales, mejoró muchísimo desde el 2003. El producto es mucho mayor, la cantidad de desocupados disminuyó sensiblemente, el porcentaje de pobres también es mucho menor. Pero hay cosas de las que Cristina esa noche no habló.
Por ejemplo, no mencionó la enorme brecha que sigue separando a los ingresos de los más pobres con respecto a los más ricos. Claro que este tema fundamental, tan poco atendido por el oficialismo –excepto en forma genérica, como consigna, “hay que redistribuir”-, tampoco recibe ninguna atención por parte de la oposición –si es que existe oposición-. Es cierto también que a esta brecha ahora la medimos sofisticadamente mediante el “coeficiente de Gini”, pero cuando la Presidenta y yo éramos cuarenta años más jóvenes la llamábamos sencillamente (inexistencia de) “justicia social”. Y es cierto también que esta brecha, medida sencillamente como la diferencia entre lo que gana el diez por ciento más pobre con respecto al diez por ciento más rico ha crecido muchísimo en estos cuarenta años. Entonces, el integrante del decil más rico ganaba en promedio unas siete veces más que el más pobre; hoy gana  unas treinta o cuarenta veces más.
Pero no solamente en Argentina: sucedió en todo el mundo. También sucedió y sigue sucediendo –en todo el mundo, incluida Argentina- que los más ricos entre los más ricos (el 1 %) se van apoderando de una porción cada vez mayor del producto y –aunque el producto total aumenta- la parte del 99% restante no lo hace. Tal vez este problema -el de una distribución de los bienes injusta y cada vez más injusta- pueda ser resuelto en Argentina profundizando “el modelo”, “redistribuyendo”. Lo dudo seriamente. Pero dejo esta cuestión para ocuparme de ella más adelante, tal vez en otro artículo.
Otra cuestión que no mencionó Cristina en su discurso en la Bolsa de Valores es si existen serias posibilidades de continuar con las actuales tendencias de crecimiento. Sabemos perfectamente que el mundo en su totalidad no puede seguir con las tendencias globales, sencillamente porque la biosfera no las puede sostener, algo que ya es evidente con el cambio climático global y la arrasadora pérdida de biodiversidad de especies y ecosistemas que se está produciendo por la expansión de la frontera agropecuaria a costa de los ecosistemas boscosos –como la Amazonia y la Región Chaqueña-. Pero tal vez algunos países –como la Argentina- podríamos hacerlo, mientras los países más ricos se van hundiendo en sus crisis. También es dudoso, pero admito que es un tema que requiere un análisis más profundo, que tampoco puedo hacer aquí.
Por su parte, la porción neoconservadora de la oposición sí opina acerca de esta cuestión, aunque no lo hace en forma política orgánica, sino a través de sus escribas “expertos” (expertos en vaticinios equivocados, como muy acertadamente explicó Cristina en su discurso), en los medios de comunicación que construyen discurso opositor. La (bastante obvia) predicción neoconservadora es que el modelo K (aclaro que en este caso –aunque los “expertos” no lo mencionen- “K” es de Kirchner y de Keynes) tiene un límite, al cual ya se ha llegado o se estaría por llegar. Sin embargo, no mencionan ningún argumento para sostener la inevitabilidad de ese límite, más allá de alguna de las remanidas explicaciones pseudo-científicas características de la escuela de Chicago, como si nada grave hubiera pasado en los últimos veinte años en el mundo ni nada estuviera pasando en el mundo ahora, como consecuencia del predominio de sus ideas y la aplicación de sus recetas. No tienen ningún argumento para sostener la inevitabilidad de un punto máximo para el crecimiento productivo a través del “modelo”.
Excepto, claro está, de los hechos. Pero los hechos nos tienen tan confundidos a los partidarios de este gobierno como a nuestra oposición. Por eso, conviene darles una somera mirada. Ya hemos hablado de hechos ecológicos. Miremos entonces un poco los hechos económicos. Todos sabemos –y Cristina lo explica admirablemente bien- que en Argentina los indicadores principales relacionados con la economía vinieron creciendo en la última década. Pero también sabemos que ese crecimiento tuvo un tropezón –que no fue caída- hace tres años y que este año se está produciendo otro pequeño traspié. Y todos sabemos que este traspié no se debe a la aplicación del modelo K. Indudablemente, estos hasta ahora pequeños dos parates son consecuencia de la crisis económica mundial. Al menos tres países europeos (Grecia, España y Portugal) están en plena recesión y es posible que la entera zona del euro entre en este tembladeral en unos dos años más.  USofNA (the United States of North America) está aplicando recortes aquí y allá, especialmente algunos Estados con deuda insostenible, como Wisconsin. Y se prevé que entre el año que viene y el siguiente habrá recesión en el país más rico del mundo, en el núcleo del actual Imperio de Occidente.
¿Y en el nuevo Imperio de Oriente? ¿Le sucederá a nuestra Civilización algo parecido a lo que pasó con nuestra antepasada, Roma, donde la crisis civilizatoria se saldó a través de una esquismogénesis y continuidad con el Imperio Romano de Oriente? No parece. Por empezar, China ya ha dejado de crecer a tasas chinas y la India también. Y con una economía en recesión en gran parte del mundo que le compra a Asia y especialmente a sus dos gigantes, el pronóstico es sencillo y evidente: no retomarán el ritmo de crecimiento que tuvieron durante las últimas dos décadas.
Entonces, debemos empezar a pensar que el “modelo K”, muy bueno en el escenario de un Sistema Mundo con oscilaciones moderadas, deja de ser tan bueno en un escenario donde las oscilaciones aumentan de amplitud; es decir, en un escenario de crisis sistémica civilizatoria. Esto implica que, en el corto plazo keynesiano, está muy bien que sigamos profundizando el modelo –en lo que se pueda-: produciendo más, recaudando mejor los impuestos y distribuyendo en forma más igualitaria. Está muy bien que continuemos con el Plan A.
¿Y en el largo plazo?  Cuando Keynes dijo que “en el largo plazo estaremos todos muertos”, nos legó una cita jugosa pero no una guía para afrontar una crisis de mucho mayor envergadura y complejidad que una simple recesión (como la de los años’30) en metrópolis relativamente autosuficientes dentro de los sistemas que integraban con sus respectivas periferias coloniales y neocoloniales. Por eso, además de la imprescindible concentración de recursos administrativos, de gestión, cognoscitivos, económico-financieros  y de construcción política, se hace imprescindible comenzar a pensar ya en los escenarios alternativos que pueden irse estableciendo a medida que se vaya agudizando la crisis civilizatoria mundial, que es ecológica y económica. Esa dimensión temporal –la del largo plazo- tiene incluida en su interior al próximo recambio institucional, que nuestro cronograma establece para el 2015.
Sí. Sé muy bien que todas las energías que existen en el Estado (incluyendo a la Sociedad Política y a la Sociedad Civil), además de la imprescindible gestión del desarrollo en el corto plazo están dedicadas a esta cuestión electoral-institucional. Pero –hay que decirlo- lo que se está jugando es mucho, muchísimo más importante que si el proyecto kirchnerista (al cual adscribo) puede lograr o no un mecanismo para continuar ejerciendo el gobierno. Y lógicamente es también muchísimo más importante que si la “oposición”  encuentra un mecanismo para reemplazar al kirchnerismo.
Para decirlo en términos politológicos clásicos, esta es una cuestión política de Estado, no de gobierno. Hace falta un plan B, para cuando empiecen a mostrarse las dificultades del Plan A, que no son intrínsecas al Modelo K –como dice la oposición- sino impuestas por la crisis mundial.


*Presidente-Director Académico del Instituto de Políticas Públicas. Antropólogo

2 comentarios:

  1. Mario; creo .... coincidiendo con agoreros repetitivos (lamentablemente) ... que el modelo "K" de coyuntura para llamarlo de algún modo .... muestra limites claros (desde la propensión de la población a "retener pesos" hasta la restricción energética latente). Respecto del más rico debate sobre el largo plazo .... vale una reflexión seria sobre el famoso "hacer mas con menos" .... (que no es otra cosa que buscar soluciones inteligentes e ir de una mtriz economica basada en "recursos" a otra basada en "inteligencia para usar ls recursos"

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  2. Fabio, gracias por el comentario.
    En cuanto a la cuestión de la coyuntura, tal como lo menciono en el artículo, hay detalles para corregir en el corto plazo.
    En cuanto al largo plazo, prefiero hablar del mediano plazo, digamos el horizonte de dos a cinco años. En esta escala temporal, no puedo menos que festejar que la Presidenta de la Nación, por primera vez en su intensa, extensa y compleja trama discursiva, ha planteado que la crisis mundial no es meramente económica: es política.
    Ese fue el núcleo de su conferencia en Harvard -luego bastardeada mediáticamente y reducida a un intercambio sobre las preguntas de un grupete de estudiantes en un programa de posgrado muy reaccionario, como es el de la School of Government-, donde desarrolló la idea según la cual estamos en una Crisis Civilizatoria.
    Festejo porque esto es lo que argumento en este breve artículo, donde insisto en un planteo que hice hace un año en la revista "Reseñas y Debates", del Instituto Juan Perón (del PJ).
    Hace falta un Plan B para el mediano plazo. Y es una cuestión de Estado. No de Gobierno y Oposición.
    Y el estado es el Gobierno, sus "oposiciones" parlamentarias y la Sociedad Civil.
    Un abrazo y vamos por la construcción de políticas públicas para el mediano plazo.

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