30 agosto 2012

Poesía y Sociedad/La poesía como creadora de mundos posibles: imagen y metáfora en la poesía hispano americana de vanguardia/Por Flavio Crescenzi



La poesía como creadora de mundos posibles: imagen y metáfora en la poesía hispano americana de vanguardia.


Es tan difícil definir lo poético como dar una idea precisa de lo que entendemos por poesía. No sólo porque poesía y poema se deforman con la definición, sino también porque cualquier descripción del hecho poético se enfrenta a la vaguedad del término mismo.


Por  Flavio Crescenzi*

(para La Tecl@ Eñe)




"Soñar, soñar la noche, la calle, la escalera
y el grito de la estatua desdoblando la esquina.
Correr hacia la estatua y encontrar sólo el grito,
querer tocar el grito y sólo hallar el eco,
querer asir el eco y encontrar sólo el muro
y correr hacia el muro y tocar un espejo."

Xavier Villaurrutia
"Y uno les ruega a las palabras
que no se porten mal, que no levanten
su reja ante nosotros. Uno les ruega
que nada digan si no pueden
más que decir, decir, ruido y miseria
queriendo hablar lo que no importa,
lo que ya se torció, lo que está frío,
y roto, y negramente terminado
tan sólo porque un día Adán habló.
¿Se puede? Uno quisiera entrar, quedarse
en el silencio de antes, para siempre.
Y sangrar sin adornos."

Raúl Gustavo Aguirre
"Pronunciada palabra,
tan sola,
tan desnuda:
regrésate a vestirte de indecible."

Ulalume González de León


I

Es tan difícil definir lo poético como dar una idea precisa de lo que entendemos por poesía. No sólo porque, hechos vivos, poesía y poema se deforman con la definición, sino también porque cualquier descripción del hecho poético se enfrenta a la vaguedad del término mismo. Aceptamos entonces, provisoriamente, que lo poético es poesía en estado amorfo y, por lo tanto, sólo pasible de adoptar forma concreta en el poema.

La poesía moderna elige un camino libre y personal que evita cualquier convencionalismo. Esta libertad implica que la poesía no vive en un orden cerrado de significaciones. Como expresión subjetiva, la lírica moderna tiende a la ambigüedad, ambigüedad que puede ser riqueza cuando el poema es interpretable de maneras distintas y en cierto modo recreado por el lector, constituido éste como colaborador del poeta. La poesía moderna, en definitiva, concibe al poema como obra abierta. Cada lector –y el crítico es otro lector- ve en los mundos del poema tanto el mundo que el poema ofrece como el mundo que cada quien tiene en el alma. El poema, uno y el mismo, es también diverso. De ahí que el poema enriquezca nuestra manera de ver la realidad, el paisaje o la naturaleza; de ahí también que cada lectura atenta quiera contribuir –añadiendo mundos al mundo- con un nuevo vislumbre del poema.

En todo poema, el poeta opera una desrealización de los datos entregados por la experiencia. Las cosas pierden la realidad sustancial, práctica y tangible que les confiere, al nombrarlas, el sentido común, para pasar a ser formas de la conciencia. Este proceso se da de distintas maneras. En algunos poetas la configuración de constelaciones poéticas sigue teniendo sustancia real; en otros, lo real desaparece debido a la completa autorreferencialidad del texto, a la proliferación metafórica y simbólica.

Muchas de las ideas que caracterizan a la poesía de vanguardia se engarzan en una tradición que nace con el romanticismo y son consecuencia y parte de la crisis de los valores universales –o llamados universales- que se inicia a partir de Fauerbach, Marx y Nietzsche. No en vano los surrealistas reclaman para sí a Rimbaud; no en vano, al igual que Mallarmé, tratan de que la poesía sea a la vez crítica y absoluta. Crítica de los antiguos libros del mundo para que el mundo nazca como un texto (entendiendo aquí texto también como discurso) paradójicamente subjetivo y  totalizador. Se alude así a la tantálica necesidad de aprehender la totalidad de lo real, objeto por objeto, tramo por tramo. Desde luego, esa necesidad esta condenada al fracaso. La supremacía ontológica del objeto natural por sobre la evanescencia del verbo es un hecho insoslayable. Afortunadamente, la palabra poética es, por definición, creación pura, pero creación que sufre la nostalgia del objeto, su imposibilidad de ser palabra y cosa.

II

Alguna vez alguien sentenció que esta sociedad centrada en la prosecución del placer se había olvidado del deleite, es decir, de saber qué hacer con el placer cuando éste fuera hallado. La idea de satisfacción, que es ya tópica, engloba sin embargo un sin fin de frustraciones. Parece ser evidente que el sistema de vida dominante, aquel que se autopropagandiza a través de los medios masivos de comunicación, no busca el bienestar, sino la ilusión de bienestar, arrastrándonos así a la realización de más de un simulacro. ¿Cómo aceptar, entonces, la peregrina  idea de que se puede pensar otro mundo y que, probablemente, no esté mal hacerlo desde la poesía, ese discurso subversivo en sí mismo? Es una sociedad utilitarista, todo aquello que aparece como gratuito es sospechoso; el goce estético, al no ser parte del andamiaje publicitario de esta supuesta cultura de la satisfacción, es un goce inservible y, por lo tanto, cuestionable. Entender la poesía como discurso es entenderla como lenguaje, y el concepto de lenguaje es ya parte de las redes de poder que intentamos vulnerar. El lenguaje es comunicación y no puede ser otra cosa porque comunicar o, si prefieren, "informar" es su función. Cuando el lenguaje no se ocupa de ése, su rol prístino por excelencia, algo raro ocurre. Es por eso que a la hora de hablar de poesía, esencia misma de toda buena literatura, tenemos que tener en cuenta dos factores: el factor goce y el factor discursivo (la poesía es un discurso no utilitario).

La poesía nos proporciona un goce estético y ése quizás sea su objetivo principal, toda otra función será extraliteraria y por lo tanto discutible. El discurso poético es, en sí mismo, un discurso que transmite de sujeto a sujeto, no meras informaciones, sino, en mayor medida, una visión de mundo supeditada a patrones estéticos: nos alejamos del dominio de las transacciones intelectuales para aproximarnos al de la evocación o invocación, en donde el lenguaje es ritual, arquetípico. El lenguaje poético es el signo devenido en forma y su expresión, la imagen y el ritmo.

Llegamos así a lo que llamaremos, según la nomenclatura formalista, principios constructivos del poema, es decir, la imagen y el ritmo. Pierre Reverdy decía: "la imagen es una creación pura del espíritu. No puede nacer de una comparación, sino de la proximidad de dos realidades más o menos alejadas." Y añade: "Cuanto más lejanas y justas sean las relaciones de las dos realidades aproximadas, la imagen será más fuerte y poseerá más potencia emotiva y más realidad poética."

Por otra parte, Roman Jakobson, quien supo agregar a las tres funciones del lenguaje presentadas por Buhler, tres más dentro de las que aparece la función poética, nos dice, precisamente a la hora de profundizar acerca de esta última, que existen dos principios reguladores en el momento en que en el lenguaje predomina la función poética. Estos son: el principio de equivalencia (de desarrollo metafórico) y el principio de contigüidad (de desarrollo metonímico). Vale decir que tanto en la metáfora como en la metonimia (tropos o figuras de sentido ambas) hay imagen. No hay duda alguna de que la imagen elegirá siempre la vía del tropismo.

¿Pero qué es una imagen? La preceptiva nos da la siguiente definición: figura del discurso que consiste en que una expresión provoque en el receptor una representación mental. Esa representación puede estar referida a sentimientos: en este caso se trataría de imágenes afectivas. En otras ocasiones se trata de representaciones de objetos, en cuyo caso se hablaría de imágenes sensoriales. La imagen tiene un referente preciso que suele ser un dato de los sentidos. Si imagino el mar, el acto imaginativo me remite a una experiencia sensible previa. Naturalmente, el mismo referente puede variar según los individuos al asociarse a la vida psíquica de quien lo haya percibido. Cuando Vicente Huidobro dice, por ejemplo: "Los pájaros beben del agua de los espejos" no hace sino resumir en una dos imágenes: "El cristal de los espejos es como agua", "Los pájaros sedientos picotean el cristal de los espejos semejante al agua". Dentro de esta lógica poética prima el principio de equivalencia ya mencionado.

¿Y qué es el ritmo? La palabra ritmo proviene del griego y significa movimiento regular y medido. Es el principio que permite diferenciar al verso de la prosa y se logra mediante la repetición de ciertos recursos a determinados intervalos.

La imagen y el ritmo son los elementos constitutivos del poema; pero también el poema, un particular tipo de discurso. Este discurso poético jamás alcanza su factura definitiva; se transmuta indefinidamente anclado al fenómeno de connotación, abundando así en ambigüedades y sugerencias innumerables, percibidas apenas en sus combinaciones fonéticas que esconden y diversifican su sentido. Esto último sí es importante: el lenguaje poético, por más oscuro que parezca, no carece de sentido, sólo que su sentido no está supeditado a las variables comunicativas del lenguaje referencial que espera univocidad y denotación en todo enunciado. El lenguaje poético, por sus características, posee, en todo caso, un excedente de sentido. Asimismo, es fundamental entender que el poema no es una arbitraria composición producto de la sensibilidad, sino un objeto estético y, como tal, de carácter aparencial o imaginario.

III

El término vanguardia surge en Francia durante los años anteriores a la Primera Guerra Mundial. Su origen está en el vocablo francés avant-garde, término de origen militar y político que refleja la posición de avanzada del nuevo arte del siglo frente al llamado arte decimonónico o académico y a todo aquello que se relacione con el concepto burgués de cultura. Su búsqueda formal plantea transformar tanto la conciencia que se tiene del arte como el lenguaje utilizado para plasmarlo. Para ello, se vale de una estética escasamente referencial, discontinua y fragmentaria que pone en crisis el poder significativo del hecho u objeto artístico.

La poética iberoamericana ha sabido fusionar, de manera decisiva, polaridades aparentes como folklore y vanguardia, tradición religiosa y libertad recreadora, rito y cotidianidad. Podríamos, además, destacar la existencia de un impulso barroco-romántico-vanguardista, impulso que, en cada momento de su derrotero histórico, logró asimilar los núcleos idiosincrásicos del vasto territorio de la Mancha. Un recorrido crítico por la obra de los más representativos poetas de habla hispana del siglo XX podrá ayudarnos a ejemplificar lo expresado y  a visualizar los fundamentos éticos y estéticos del imaginario iberoamericano.

A modo de conclusión, agregaría que la historia literaria es el producto indefinido de una serie de tergiversaciones provocadas por la lectura y que la crítica es, en consecuencia, a lo sumo, una metáfora del sencillo acto de leer. Los poetas tergiversan a otros poetas anteriores, lo mismo exactamente que los críticos tergiversan y glosan a poetas y otros críticos. Esa es, a mi modesto entender,  la maldición impuesta por la tradición canónica a través de su infinita red intertextual. Ahora bien, para que esto ocurra, de todos modos debe existir un lector emancipado (alguna vez escribí algo al respecto), consciente de sus facultades no sólo decodificadoras, sino también creadoras, y advertido del devenir ontológico de la cultura a la que sin dudas pertenece. Reencontrarse, entonces, con el placer del texto del que hablaba Roland Barthes, no ya desde el punto de vista hedonista, sino desde el punto de vista experiencial, donde el concepto de placer (goce estético) no esté disociado de la ética, es el ejercicio que tiene que realizar cualquier lector decente. Conjeturo que, si este modelo de lector no abunda, es por razones que nada tienen que ver con la poesía y sí, tal vez, con el pensamiento dominante. 


*Poeta y ensayista

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