28 junio 2012

Medios/Televisión y Política/Crean, por favor/Por Ángel Berlanga


Crean, por favor

El diario Crítica de la Argentina fue pensado por Jorge Lanata como el medio gráfico que cumpliría la función de confrontar con el gobierno de los Kirchner, tarea que, especulaba cuando lo fundó, no hacían Clarín ni Página12. La aparición de Crítica coincidió con lo que el diario llamó la guerra gaucha, el conflicto por la Resolución 125, que puso en evidencia las ya malas relaciones entre el grupo Clarín y el gobierno. Una fatalidad que hizo que Lanata fallara el cálculo: “justo se pusieron a hacer lo que veníamos a hacer nosotros”, explicó. La historia que continuó va desde el debut en el teatro Maipo hasta el estrellato en el universo del Multimedios Clarín.

Por Ángel Berlanga*
(para La Tecl@ Eñe)



“Más allá de Magnetto, la sensación que nos queda es que Clarín vive como ‘personal’ al país; en realidad, a todo lo que se cree con derecho de dominar, sean o no sus propietarios. Tal vez eso explique la actitud de Papel Prensa de impedir el ingreso a inspectores de Medio Ambiente, hecho sobre el que informamos ayer. O la constante de actuar como si silenciando ciertos hechos éstos no existieran. Lo que no salió en Clarín no sucede. Cree Clarín. Si Clarín llama hay que darle lo que pide, creen casi todos los demás. Si el río Baradero tiene diez veces menos oxígeno que los demás poco importa: no salió en Clarín. Tampoco en La Nación. ¿Y si Telenoche lo investiga?”
  Jorge Lanata escribió eso en el desaparecido Crítica, edición del 17 de abril de 2008. A esa altura el diario que fundó llevaba un mes y monedas de existencia. Venía publicando unas notas sobre la contaminación de Papel Prensa: “Peor que Botnia”, señalaba la tapa, y mostraba a un señor enardecido en el momento en que sacudía al fotógrafo Diego Levy. “José Antonio Aranda, director de Clarín, defendiendo la libertad de prensa”, explicaba el epígrafe de la portada. A este hombre lo pescaron junto a Héctor Magnetto a la salida de una reunión de directorio de la papelera. Se puso furibundo, porque no quería que los retrataran.
  A esa altura, para Lanata, Clarín y La Nación eran el mal. Este asunto de la concentración de medios, de la construcción férrea de agenda para garantizar los negocios. El establishment periodístico. Crítica se pensó para darle palos al gobierno de los Kirchner, tarea que, especulaba Lanata cuando lo craneó, no hacían Clarín ni Página: una grieta, creyó ver ahí. La aparición de Crítica coincidió con lo que el diario llamaba la guerra gaucha, el conflicto de la 125, que dejó a la vista que entre el grupo Clarín y el gobierno ya andaban a los tortazos. Una fatalidad que le hizo fallar el cálculo: justo se pusieron a hacer lo que veníamos a hacer nosotros, explicó Lanata a la distancia, cuando Crítica ya se había ido a pique. Eso y la falta de avisos, asunto que dependió de que ese establishment y los Kirchner ejercieran sus presiones sobre los anunciantes, decía. Por eso a mitad de mayo de ese año se lo fue a visitar al embajador norteamericano, a ver si conseguía un avisito por ahí: lo contó Santiago O’Donnell en Argenleaks. Al mes siguiente, Lanata debutó en el Maipo junto a Jimena Capristo y Miranda.
  Lanata tiene hoy su cartel en la marquesina de Canal 13, sobre la calle Lima –junto a los de Santo Biasatti y María Laura Santillán, Tinelli, Listorti, Iúdica-, pero hasta ahora no había andado por las pantallas o las páginas donde más brillan las estrellas. Más allá de acuerdos parciales y de subsistencia con algún sector, cuando estuvo al frente de Página/12, Día D o Veintitrés declamaba abiertamente su enfrentamiento con el poder político y económico. Un subordinado suyo en esos medios, Ernesto Tenembaum, le habilitó en una entrevista (muy difundida) el blanqueo público del paso hacia el grupo de el gran diario argentino: en el marco de una de esas ofensivas-contra-la-libertad-de-prensa que le endilgan a los Kirchner le preguntó a favor de quién se ponía en ese enfrentamiento entre Clarín y el gobierno. Está visto por quién optó. Porque es el más débil, dijo. “¿Debíamos postergar su difusión para no quedar en medio de la pelea del Gobierno y Clarín? –se preguntaba Lanata en el artículo citado al comienzo-. ¿Debíamos directamente censurarlo, ya que algunos suponen que se está en un lado o en el otro? ¿Por qué elegir entre dos opciones que no nos gustan? No creo que sea eso lo que ustedes esperan de nosotros”.
  No creo, tampoco, que el hipotético lector que imaginó para Crítica (un Frankenstein estético e ideológico, pobre) fuera, entonces, el espectador de Periodismo para todos, el show bizarro que protagoniza con suceso en el 13. Impresiona la candidez encantada del público que va a verlo en vivo al programa ante un gag que induce a la complicidad trasgresora. ¿Por qué eligió, Lanata, entre las dos opciones que no le gustaban? Bueno, porque la tirria histórica que decía tener contra Clarín se vio superada por la que le tiene a la Presidenta. No es su único resentimiento, como es sabido: en los últimos meses se puso a contar Martines Fierros para argumentar contra colegas que discutían algunas de sus posturas públicas. Menos elegante estuvo con los periodistas de Crítica que lo cuestionaron por haberle entregado el mando al empresario Antonio Mata para tomar distancia del hundimiento: Yo no soy el papá, les tiró.
  Unos poquitos días antes de que Crítica apareciera, Lanata reunió a toda la redacción para motivarla. O quizás fuera para dar un pico dramático al documental que venía filmando en simultáneo, con él como creador, trasgresor, un poco quijote, porque cómo largarse a fundar un diario de papel en tiempos digitales, etc. Así que se mandó con un discurso. Ténganme confianza, los medios que yo fundé siguen en pie, dijo; nombró a Página y a Veintitrés, obvió a Data54. Yo no los voy a cagar, dijo. Repitió eso en el comienzo de Periodismo para todos: ténganme confianza, no los voy a cagar. Candidez encantada, complicidad trasgresora. A propósito, qué fijación: el para todos de varias iniciativas del gobierno, la sigla PPT que coincide con la productora de Diego Wirtz, las fotos que mandan los espectadores (acá con el dedo mayor extendido como agresión, en 678 en tren de alegría o festejo), la versión en inglés de una cortina para un programa de Canal 7…
  A las dos opciones que no le gustaban a Lanata hay que sumarle una tercera: no ser una estrella. Así fue que la debilidad de Clarín le posibilitó dos cosas que sí le gustan: descargar tensiones contra CFK y el gobierno y volver a brillar (es un decir). Y le va bien, en sus términos: en la escuela de impacto de sus admirados Chiche Gelblung y Bernardo Neustadt consigue resultados más eficaces que Luis Majul o Facundo Pastor. En esa búsqueda Lanata puede manipular una foto del Coco Basile, usar a Médicos del Mundo para tirar información trucha y victimizarse como desaparecido de la historia de Página tras la celebración en la ESMA del 25º aniversario del diario que fundó allá por 1987. Al parecer a Lanata le molestó que CFK fuera al acto, hablara, reconociera el valor de Página. En todo caso aportó energía para el brillo de la estrella.
  “Esta no es una cuestión de celos profesionales ni de asuntos personales: crean, por favor, que no nos interesa salir en Clarín”, escribió Lanata en 2008.
  Ahora Clarín publica, todos los lunes, algún informe que Lanata presenta la noche anterior en su programa. Igual hace La Nación. Y hasta el mismísimo Telenoche, Santo y María Laura mediante, levanta su faena. Telenoche, ahora sí, investiga.
  Crean, por favor.

*Periodista

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