05 enero 2012

Debates II/Los muertos que vos matáis…: polémica en torno al Instituto Dorrego/Por Rubén Liggera




La política, el poder y la historia en camiseta.

Por Rubén. A. Liggera


Querido Conrado: gracias por reenviarme el correo del Sr. Zacarías(o Sacarías) en el que se alude a mi última colaboración para La Tecl@ Eñe: “Los muertos que vos matáis…”

En realidad, nuestro buen amigo no cuestiona el fondo de la cuestión, sino que, por el contrario, aprovecha la oportunidad para descalificar y alardear acerca de su “formación académica”.

Si hubiera leído el artículo sin prejuicios hubiera advertido que todo lo que afirmo lo sostengo con “pruebas documentales”: 1) los dichos de Luis Alberto Romero,2) los de Beatriz Sarlo, ambos en La Nación, 3) la ideología explícita en el libro de texto de Delfino J.R. et alt. y 4) nuevamente Romero como coordinador de una investigación sobre los libros escolares: La Argentina en la escuela. La idea de nación en los textos escolares, Bs. As., 2004, que recomiendo leer con suma atención. De tal manera que, como puedo demostrar, no he hablado al cuete sino con pruebas incontrastables, con honestidad y la autoridad intelectual que supe conseguir.

Mi trabajo es apenas un suelto, una miscelánea, en fin, un artículo ligero o lo que les parezca mejor, al que no debería reclamársele pretensiones científicas o cualquier otra calificación semejante. No estuvo destinado a ninguna publicación universitaria. Sería un despropósito, una falta de respeto al lector de una página digital, si no adecuáramos el texto al medio y al destinatario. De lo contrario, no cumpliríamos con nuestra intención y propósito de comunicación. Pero suele suceder muy a menudo, sobre todo con aquellos que hablan en jerga, escriben con el codo y citan al pie, para su lucimiento, su egocentrismo y el desganado aplauso de tribunas acreditadas en congresos y seminarios.

Por las dudas, le diré al amigo Zacarías(o Sacarías) desde dónde emito mi discurso. Para ser breve, lo hago como provinciano que soy, como profesor en Historia y Letras ya casi jubilado, como poeta y periodista, como ex detenido desaparecido, como luchador de la causa popular desde los 18 años, precisamente cuando descubrí, decepcionado, que los Reyes Magos eran los padres.

No soy historiador, como podrá apreciarse. Tampoco me he arrogado méritos que no poseo. Soy lo que soy y supongo que siempre estuvo claro. Si alguien supuso otra cosa, lo lamento. Que se quede tranquilo el amigo Zacarías(o Sacarías), soy “un intelectual que no pertenece al campo científico de producción” y lo asumo sin complejos.

¿Por qué no podría hablar de mi experiencia personal? ¿Acaso no tiene valor testimonial? ¿Por qué sería improcedente? ¿Quién lo prohibiría? ¿Los custodios del saber? Ofende -aunque no haya sido la pretensión del amigo Zacarías(o Sacarías)- tal desautorización. Lo que cuento es verdad y creo, además, que el daño intelectual y emocional producido en esos años juveniles fue incalculable.

Este caso es de fines de los ´60. En ningún momento me he referido a la enseñanza actual de la historia (leyó mal el amigo Zacarías o Sacarías) La bibliografía que se utilizaba luego de 1955 continuó hasta mucho después de 1983, salvo los intentos del interregno democrático entre 1973-1976. Ni hablar durante el oscurantismo de la dictadura.

“…la historia desplegada en los manuales escolares a partir de los años cincuenta construyó una imagen de la Argentina sólida, consensuada y monolítica. Esto ocurrió más allá de algunas divergencias, solo menores, entre las posturas de aquellos autores más o menos cercanos a la Nueva Escuela o el Revisionismo. Esta imagen del pasado se correspondió con un tipo de libro de texto que también perduró por décadas sin mayores cambios. Más allá de cualquier reflexión sobre la recepción de estos libros - un tema que no se ha investigado en este trabajo -este notable consenso, sumado a la perduración de los textos, pueden ser interpretados como un indicador de la sólida implantación en la sociedad de esta imagen del pasado, que era reproducida cotidianamente en los rituales escolares. A partir de los años ochenta esta imagen monolítica comenzó a resquebrajarse, como consecuencia de un conjunto diverso de cambios, entre los que sobresale el establecimiento de un régimen político democrático”. Y no lo dice Liggera, lo afirma Romero en la página 78 del libro citado ut supra. Que, se supone, debe ser “una herramienta precisa”, elaborada por especialistas, como pretende nuestro amigo Zacarías(o Sacarías).

A propósito, ese sólido arraigo social de una imagen del pasado -o sea, del “sentido común” de Romero (cfr. op. cit., CapítuloLos textos escolares y el sentido común”, pp.117 a 37), no es otra cosa que la confirmación de que con variantes y algunas leves divergencias, en las escuelas argentinas se enseñó una historia que no es otra que la de viejo cuño mitrista.

Más todavía: “Hasta fines de los ochenta las novedades se limitaron al ingreso de algunos temas de historia económica y social, que no alcanzaron a quebrar la hegemonía del relato político tradicional. Los manuales del primer período democrático yuxtapusieron los temas socioeconómicos a los esquemas ya conocidos”, y recién en los ´90, con la reforma educativa del menemismo, se incorporaron “autores egresados de las universidades nacionales” con “resultado muy variado, desparejo y heterogéneo” (pp.172-173) [N de la R: los subrayados son nuestros]

De manera que, según Romero y expertos colaboradores, tampoco estos nuevos autores de prestigio académico resultaron garantía de algo.

El relato del pasado, su transmisión social y su enseñanza escolarizada tienen que ver con el poder y la política. Ese es el carozo de aquella nota escrita para La Tecl@ Eñe. Y la osadía de reproducir las enseñanzas de un libro escolar de la época fue solamente recurrir a un ejemplo concreto para advertir a Beatriz Sarlo de que sus temores eran infundados. Poco probable en esta etapa de nuestra democracia. Además, recordarle que la imposición del pensamiento único en la escuela ya había sido utilizada por los demócratas de la Libertadora y sus continuadores, entre otros actos represivos contra el pueblo. Entonces, como víctima y testigo privilegiado, acudí a las fuentes. No inventé nada.

Para terminar Conrado, creo que al amigo Zacarías(o Sacarías) le molestó mi texto más por su posición política que por mis probables errores metodológicos. Aunque afirme lo contrario y enmascare el buen razonamiento con cuestiones secundarias y devaneos impertinentes.

Agradeceré su reenvío al interesado.

Gracias y un fraternal abrazo

desde “Villa R”, Junín, Buenos Aires, Rubén Américo Liggera, en el verano del 2012.


Estimados:
Soy un lector esporádico de La Tecl@ Eñe. Siempre me pareció un espacio de construcción intelectual en donde había solvencia en el material publicado. Por ello me apena en parte el artículo "Los muertos que vos matais".
No me molesta por mi posición política, sino por los errores sistemáticos del escrito. Me limito a señalar solo algunos, para ahorrar espacio:
1) Los historiadores que criticaron la creación del I. de Revisionismo no son solamente los que practican la "historia social", si es que existe una cosa así -puesta tan rígidamente- en la Argentina (Línea de investigación que por otra parte ha comenzado a ser discutida desde dentro del mismo campo). Primero, porque la Historia Social tiene distintas variantes, y no deberíamos unificarla y homogeneizarla como una sola escuela de pensamiento. Segundo, porque el autor desconoce que las criticas surgieron también de quienes practican algunas dimensiones de la Nueva Historia Cultural, la Historia Intelectual, La Historia política, etc.
2) Hace ya muchos años que se ha dejado de usar Astolfi y manuelaes similares en las Escuelas, eso se lo puede decir cualquier docente del nivel medio, o cualquier estudiante.
3) Desde fines de los sesenta (aunque interrumpidos durante la dictadura), los historiadores abandonaron la idea de estudiar a los "próceres", para pasar a estudiar procesos históricos, problemas, entramados sociales, etc. Hace mucho por suerte que se dejó de pensar que a la Historia la hacen los grandes hombres, sean quienes sean.
4) No podemos hablar de una histriografía oficial como si existiera en el campo académico una sola práctica historiográfica. Ello es desconocer que la producción de conocimiento histórico se ve atravesada por un proceso que involucra un lugar, una práctica y una escritura, como dijera M. De Certeau. El cmpo académico historiográfico argentino es un verdadero campo de conflictos, los que imposibilitan hablar de UNA forma de hacer historia en contraposicion a la autoproclamada historia revisionista.
5) Creo que no es correcto realizara un análisi evaluativo de las formas de enseñanza a partir de recuerdos personales, sino de un análisis sistemático que problematice mediante datos concretos la situación de la enseñanza de la historio hoy, y para eso hay herramientas precisas elaboradas por sociólogos, antropólogos, especialistas en ciencias de la educacón, etc.
Ciertamente creo que la opinión del autor del escrito nos sirve de alguna manera para demostrar que es un peligro que "intelectuales" que no pertenecen al campo científico de produccion escriban sin ningún criterio de rigurosidad sobre la historia, lo que puede trasladarse a cualquier otra disciplina. Si el autor conociera algunos elementos básicos de las teorias del cambio social que subyacen a las diferentes formas de hacer historia en la Argentina, si reparara al menos en la definición de campo de Bourdieu, o de Vigilancia epistemológica, si pudiera sopesar mínimamente las luchas intelectuales de historiadores pasados y actuales, en fin, si pudiera mirar el problema con ojo realmente crítico, su ensayo seria muy diferente. Pero redunda en el simplismo, en la estereotipación infundada, en el arte de opinar sin detenerse en un principio elemental del trabajo del hstoriador, en la crítica rigurosa de las pruebas de que se vale para sostener sus argumentos.
Muchas gracias-
Espero que puedan reenviar mi comentario al autor-

Zacarías M.
sacarias130@hotmail.com

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