24 diciembre 2011

Política, Sociedad y Televisión/De la telenovela al reality show/Por Flavio Crescenzi

De la telenovela al reality show. Aportes para un estudio del realismo en televisión.

Por Flavio Crescenzi*

Ilustración: Jorge De la Vega


"En el año 2000, el Turner Prize, el Gran Premio de las Artes en Gan Bretaña, fue atribuido al artista Tracey Armin por su propia cama, maculada de orina, cubierta de condones usados, de pruebas de embarazo, de ropa interior sucia y de botellas de vodka, cama en la que habría pasado una semana en un estado de depresión consecutiva a una ruptura. La obra fue aplaudida por los responsables de la Tate Gallery por su valor realista"

Jean Claire

"Detesto la vulgaridad del realismo en la literatura. Al que es capaz de llamarle pala a una pala, deberían obligarle a usar una. Es lo único para lo que sirve."

Oscar Wilde


“Todo lo real es racional y todo lo racional es real."

F.G. Hegel

I

Es innegable que el arte occidental está cimentado en el concepto aristotélico de mímesis, concepto que no se reduce a expresar una imitación de lo real, sino más bien a llevar a cabo una representación poética del mundo. Desafortunadamente, la historia de la cultura ha preferido, a juzgar por el devenir de los acontecimientos, privilegiar el equívoco anteriormente mencionado: el arte imita a lo real, es decir, lo calca, lo trasunta. Para definir lo real se parte de un supuesto, de una convención que puede resumirse en la siguiente frase: lo real es todo fenómeno percibido por un colectivo cultural, en un mismo nivel de conciencia, articulado con sus potenciales fundamentos. Por lo tanto, lo real no tiene más sustento que su nombre.

La ficción, ya sea literaria, ya televisiva, está regida por el principio de verosimilitud, principio que nos permite disfrutar de una historia como si fuera verdadera, por más que sepamos que se trata de algo que no ha tenido lugar en el campo de lo real empírico. De este mismo principio se desprende el sentimiento de empatía con los personajes de la historia en cuestión, sentimiento que no es otra cosa que una catarsis en estado de latencia. La telenovela, heredera del radioteatro, como éste lo es del folletín, se basa en este principio y lo alienta al punto de extremar sus facultades logrando un efecto de sistematización y repetición de pautas y estructuras, lo convierte en fórmula cerrada.

Pero no sólo el producto televisivo (la ficción en este caso) está determinado. El gusto del televidente también lo está. Viviendo como vivimos hace tiempo en la era de la industria cultural, no cabe duda de que cualquier producto cultural logrará imponerse valiéndose de las mismas estrategias comerciales que son utilizadas para imponer cualquier otro producto del mercado. “El medio es el mensaje”, aseveraba el intrépido Mcluhan; cuando debió haber dicho: el medio es lo real.


II

No me parece casual que, ni bien las ficciones televisivas comenzaron a tomarse mayores libertades creativas saliendo de su formato estandarizado, éstas empezaron, a su vez, a gozar de un menor apoyo por parte del público. Al alejarse estas ficciones de la norma, al esquivar progresivamente la estratificación que se veían obligadas a aceptar, al tomar rumbos más artísticos, la gran audiencia optó por alejarse dándoles la espalda. La nueva ficción adquiere pretensiones, la nueva ficción se torna más compleja, confinándose a un terreno sólo apto para minorías, minorías que no garantizan el rating esperado. Ya Ortega y Gasset alcanzó a ver que el arte desrealiza el objeto representado al estilizarlo con su particular lenguaje de tropos y de símbolos, al trasladarlo a otra instancia fenoménica. A modo de conclusión, podemos decir entonces que lo artístico invalida lo real al volverlo más real que su uso práctico, al lograr la consustanciación de forma y contenido, al fundir en un acto único el objeto y la mirada que lo aviva.

El televidente medio tiene una concepción instrumental de lo real, una suerte de relación mimética basada menos en la aprehensión del objeto como fuente de conocimiento que en los estímulos que su captación puede deparar. Aparecen así los sentimientos de empatía negativos como el morbo y la sed de escándalo que fueron, precisamente, el sustrato de los talk shows, programas de chimentos y realitys que llenaron la pantalla desde hace unos años a esta parte. La apuesta al realismo se hace evidente una vez más, pero esta vez de una manera pornográfica, obligando a la ficción a competir con productos cada vez más elementales. Las dos formas conocidas del realismo en su faceta televisiva se unifican concretando un bloque discursivo a tono con las exigencias programadas, allanan la capacidad imaginativa del atónito y humillado receptor.

III

En la actualidad, en la Argentina, los realitys, talk shows y programas de chimentos ocupan buena parte del aire. La ficción se ha replegado y, tímidamente, intenta volver a posicionarse como una alternativa. Esta situación, como se ha querido demostrar con lo expresado más arriba, no obedece a un abrupto cambio de intereses o de gustos, es más bien la culminación de una tendencia. Jean Baudrillard supo ver el punto máximo de esta perversa inclinación en su libro “La guerra del Golfo no ha tenido lugar”, donde denuncia la manera en que un conflicto bélico es transmitido por televisión como un producto más pasible de medición, como otro formato generador de rating. La realidad envasada es el nuevo producto que hay que consumir, la nueva fatal ficción que determina nuestros actos.

La ficción televisiva, dadas las citadas circunstancias, tendrá que adoptar una actitud más combativa, retomar los cánones artísticos que antaño poseía y que, por presiones de distintas procedencias, abandonó para conservar una parcela de poder. Deberá buscar nuevos soportes, nuevos canales (ya que no gozamos todavía de una televisión abierta genuinamente democrática que apueste a experiencias de calidad y contenido) sin traicionar su carácter épico y catártico, pero tampoco entregándose al realismo estereotipado que contribuyó a su decadencia.

En este sentido, es más que importante el abanico de posibilidades que abrió la Ley de Medios a través del Sistema Argentino de Televisión Digital Terrestre y programas como Polos Audiovisuales Tecnológicos. Sus preocupaciones, expuestas continuamente en foros de debate públicos, giran entorno a temas como: “La producción audiovisual de calidad y la convergencia entre el cine y la televisión en la producción audiovisual”; “La TV pública local y la construcción de una identidad comunitaria”; “Experiencias de trabajo en red y modelos de co-producción en América Latina”; “Las universidades como dinamizadores y formadores en el desarrollo federal audiovisual”; entre otros. El desafío consiste en exigir una televisión de calidad e inclusiva que piense su ficción comohecho cultural, lo que implica pensarla también como expresión esencial de los pueblos que la producen, es decir, como relato simbólico y fundante. En resumidas cuentas, si el público realista pide a grito vivo "pan y circo", habrá que ofrecerle, al fin y al cabo, líricas tragedias y ambrosía.

*Poeta y autor de ensayos sobre literatura, arte y sociedad.


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