26 diciembre 2011

Política/ Opinión/ El eterno regreso de la juventud/ Por Jorge Giles



El eterno regreso de la juventud

La sanción de la Ley de medios y la más reciente Ley que declara de interés público la producción y distribución del papel prensa para diarios, eleva varios pisos la calidad de la democracia y la agenda de la gobernabilidad y de la razón política ahora está mejor repartida entre la democracia real y los poderes fácticos.

Por Jorge Giles*

(para La Tecl@ Eñe)

Ilustración: León Ferrari

La Argentina vive una etapa de profunda conmoción política, institucional e ideológica.

Calma: esta vez la conmoción desata sus vientos para el lado de la justicia y la inclusión social.

El viejo poder económico mediático ve desmoronarse la sustancia más sólida que ostentaba desde el 24 de marzo de 1976 y lo que es peor, sin poder reaccionar ni reagrupar fuerzas que eviten tal derrumbe.

Esa sustancia de la que hablamos, es la argamasa compuesta por una cuota importante de credibilidad social y poderío comunicacional que, indudablemente, supo ensamblar con alta eficacia el monopolio dominante.

Ese cimiento se está derrumbando.

Como mínimo, tendrán que admitir que la agenda de la gobernabilidad y de la razón política ahora está mejor repartida entre la democracia real y los poderes fácticos que la dominaron durante décadas.

Ya no hay ni habrá “dueños de la verdad” ni de “la agenda diaria”, presentada en exclusividad por Clarín y La Nación todos los días de nuestras vidas ciudadanas.

La sanción de la Ley de medios y la más reciente Ley que declara de interés público la producción y distribución del papel prensa para diarios, eleva varios pisos la calidad de la democracia.

Una democracia que, sin dudas, es mejor ahora que antes de Cristina y Néstor Kirchner. No solamente porque este gobierno y el proyecto de país que expresa, repara derechos conculcados, sino porque conquista nuevos derechos que le fueron negados a las instituciones de la democracia en nombre del “mercado” y el “sentido común” dominante.

No se trata exclusivamente de una cuestión de la economía, que lo es, sino de una modificación estructural en las relaciones de fuerza existentes en el propio seno de la sociedad. A nivel político, cultural, económico e ideológico.

Estos cambios, que se acelerarán y profundizarán con la recuperación de la mayoría parlamentaria para el oficialismo, precisan contar con un sujeto social que los interprete, que los encarne generacionalmente y que los protagonice.

No es ninguna novedad que la juventud ha cumplido con ese rol a lo largo de la historia nacional.

Fueron jóvenes los próceres de Mayo, los cabecitas negras que ganaron la Plaza el 17 de Octubre del 45, los estudiantes y trabajadores del Cordobazo, la juventud maravillosa del “Luche y Vuelve”, los 30 mil desaparecidos, los pibes despertados héroes en Malvinas, los que creyeron en la vuelta de la democracia en el 83, los que nacieron políticamente mientras lloraban la muerte de Néstor Kirchner.

Fueron jóvenes los que defendieron a Cristina en esos días y noches de marchas y contramarchas y de plazas sitiadas del 2008. Entendían que defendiendo a este gobierno nacional, popular y democrático, se estaban defendiendo a ellos mismos como generación.

Ahora bien, la participación tempestuosa y rebelde de esta juventud, no está asentada sobre el piso firme y estable de una democracia de cien años vista. Nacen al compromiso político y social a los ponchazos, siguiendo el mismo itinerario que siguió el kirchnerismo en su devenir. Reconstruyen el valor de la política mientras se construyen ellos como generación. Fueron capaces de componer su propia sinfonía mientras conquistaban colectivamente un derecho tras otro para el pueblo.

La rebeldía acostumbra a nacer y formarse en la intemperie.

Estos pibes de hoy, por el contrario, hicieron el curso acelerado de la historia que sólo les esta permitido a los que la construyen. Así, se identificaron kirchneristas cuando entendieron que esa rebeldía, que les es natural, residía en un gobierno que se enfrenta al poder económico mediático tradicional, no por veleidades personales ni partidarias, sino por estar comprometido a democratizar la democracia con más inclusión y soberanía.

Quizá aquí está la razón primera para saber apreciar y valorar el protagonismo juvenil de este tiempo histórico. Se podría agregar que un proceso de cambio, para ser auténtico, precisa de esa participación como si fuese el aire para respirar y seguir viviendo y multiplicando los panes y los dones de la vida en democracia. Y también estaríamos en lo cierto, desde este modestísimo punto de vista.

Por todo ello, lastima profundamente el ataque desalmado de sectores del poder y sus altavoces permanentes u ocasionales contra esta juventud que vuelve a cometer un pecado original: ser hija de esta época.

No vienen de un laboratorio social ni de un observatorio metafísico. Vienen de la tragedia de una generación diezmada y de otra ninguneada por el neoliberalismo. Los militantes de La Cámpora, que de ellos estamos hablando en gran medida, son hijos de padres desaparecidos, de ex presos políticos de la dictadura, de trabajadores desocupados en los noventa y devueltos a la vida después de Kirchner. O de pequeños y medianos productores fundidos y quebrados en el 2001, desterrados y exiliados.

Iván Heyn era uno de esos hijos.

Vienen de esa costilla herida de este pueblo.

Sin embargo no la copiaron, sino que se reinventaron con su propio lenguaje y su propia mirada. Allí está su impronta histórica, su novedad, su coraje.

En la impronta de asumir concientemente el proceso de construcción de su propia identidad y al mismo tiempo, protagonizar, en la práctica concreta, responsabilidades políticas de gobierno.

Si el kirchnerismo perdura, se transforma y rejuvenece es precisamente porque no les prestó las alas, sino que los invitó a volar.

Y vuelan.

Asumieron la tempestad de todo cambio de época y se pusieron a gobernar militando y a militar gobernando. Abundan los ejemplos. No pidieron “tiempo” al referí de la historia para ingresar más tarde. Se hicieron cargo cuantas veces fue prudente y necesario hacerlo, así en el llano como en un tablero de comando.

Los que no siempre están a la altura de las circunstancias de la historia son aquellos que, desde una verdad falsamente revelada, los siguen juzgando impiadosamente, quizá por no asumir sus propias frustraciones.

Calma. El eterno regreso de la vida llegó para quedarse.


*Periodista. Trabaja en el Semanario Miradas al Sur.



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