01 septiembre 2011

Medios-Cultura y Sociedad/Qué leés cuando me vés/Damián Huergo

Qué leés cuando me ves
Augurios sobre #elfindelperiodismo.

¿Es viable la prensa gráfica ante el avance de la web y de las redes móviles? ¿Existe un sujeto social al que se pueda seguir interpelando desde la prensa gráfica? Ante este panorama, ¿qué motivó el hecho insólito de que aparezcan el mismo día dos diarios nuevos? ¿Estos diarios tienen asidero por la brecha digital que deja a sectores populares afuera de los usos y las prácticas de las nuevas tecnologías? ¿Las tesis sobre el #fin del periodismo no contemplan los diarios que consumen estos segmentos? En fin, las preguntas son muchas. Por lo tanto plantearemos algunas coordenadas a modo de estado de situación más que de respuestas.

Por Damián Huergo*
(para La Tecl@ Eñe)

Intro.

En marzo del 2003, previó al lanzamiento del diario Crítica de la Argentina, su Director Jorge Lanata lo promocionaba como “el último diario en papel”. El vaticinio fue refutado de inmediato. Desde entonces, sucesivamente fueron apareciendo Miradas al Sur (semanario), El Argentino, Tiempo Argentino, Muy y Libre, a la par que el último diario en papel pasaba a ser -sólo- el último diario de Lanata. Para justificar la extinción de Crítica, por un lado se alegó boicot del Estado mediante la distribución de la pauta oficial. Por el otro y a pesar de las brillantes plumas que había en la redacción, escasa publicidad y pocas ventas: consecuencia de que el sujeto social de clase media profesional y metropolitano que consumía el diario, optó por leerlo en la web más que en papel. La conjunción de estos tres factores dejó el funesto resultado de varios trabajadores en la calle y, en términos generales, al periodismo gráfico en estado de agonía, al punto de generar tesis que empezaron a augurar el #elfindelperiodismo.
Sin embargo, a la vez que la experiencia de Crítica pasaba a ser otra marca en la historia del periodismo gráfico en la Argentina, los diarios que apuntan al segmento de trabajadores fueron aumentando sus ventas. Según el blog Diario sobre Diarios, Diario Popular y Crónica son los únicos matutinos que vienen creciendo interrumpidamente en el último quinquenio, marcando una clara ventaja a favor del primero, con números que alcanzan los 90.000 ejemplares promedio por diario. El crecimiento sostenido llama aún más la atención si se lo contrapone con los dos diarios de mayor tirada en la Argentina, Clarín y La Nación. Si bien sus cifras de venta triplican y duplican respectivamente las de Diario Popular, es significativo señalar que en los últimos cinco años las ventas de ambos pasquines disminuyeron sostenidamente, al igual las del bisemanario Perfil, según datos promovidos por el Instituto Verificador de Circulaciones (IVC). Ante este panorama, desde el Grupo Clarín y desde la Editorial Perfil lanzaron en mayo del 2011 sus productos periodísticos de índole popular, Muy y Libre.
Ambas propuestas tienen una estética copiada de los tabloides europeos, como el Liberation, Daily Mirror o The Sun. Los puntos en común (que señalaremos más adelante) entre los dos periódicos son evidentes. La diferencia, quizás, está en el particular modo que tienen para relacionarse con otros soportes tecnológicos de comunicación, ya sea del siglo pasado como la TV o con la web y las redes móviles que respiramos a diario.
La efímera experiencia de Crítica y, sobre todo, la proliferación de diarios populares en lo que va del siglo XXI, nos sirve para plantearnos algunas preguntas acerca del futuro de la prensa gráfica en nuestro país:
¿Es viable la prensa gráfica ante el avance de la web y de las redes móviles? ¿Existe un sujeto social al que se pueda seguir interpelando desde la prensa gráfica? Ante este panorama, ¿qué motivó el hecho insólito de que aparezcan el mismo día dos diarios nuevos? ¿A qué consumidores culturales apuntan? ¿Estos diarios tienen asidero por la brecha digital que deja a sectores populares afuera de los usos y las prácticas de las nuevas tecnologías? ¿Su aparición se debe al incremento en el poder adquisitivo de la clase trabajadora y a la incorporación de trabajadores al mercado de trabajo durante los gobiernos kirchneristas? ¿Las tesis sobre el #fin del periodismo no contemplan los diarios que consumen estos segmentos? ¿Sus usos y hábitos culturales son modificados por los nuevos soportes tecnológicos? En fin, las preguntas son muchas. Por lo tanto plantearemos algunas coordenadas a modo de estado de situación más que de respuestas.

¿#elfindelperiodismo?

Hay una tendencia en el pensamiento occidental a anticipar la muerte o la extinción de los objetos (o sujetos) donde los intelectuales enfocan la mirada. En una breve recorrida por el museo de los grandes conceptos occidentales, podemos ver a absolutos tales como Dios, el Autor y la Historia. Todos ellos, en diferentes épocas, fueron enterrados aún con el pulso todavía activo. El siglo XXI parece no ser ajeno a esta tendencia. Y pasada sólo una década ya tuvo su primera victima: el periodismo.
Las tesis sobre el #findelperiodismo hacen referencia a la perdida de autonomía del discurso periodístico, envuelto en un cimbronazo tecnológico que todos los días nos despierta con una novedad. La debacle surge como consecuencia del avatar de Internet que logró transformar -entre otras cosas- “la web por papel. Bloggers por periodistas. Redes sociales por agencias de noticias”. A la vez que sirvió para modificar los hábitos de consumo, ya sea por su uso informático en la web que se representa -entre otras formas- en la intervención de la noticia de los comentadores online.
Estas lecturas son fundamentales para analizar el estado actual y futuro de los medios gráficos. Sin dudas, el estado descripto por las tesis de #elfindelperiodismo abarcan gran parte de la prensa escrita contemporánea y a los consumidores de información; en especial a los sectores urbanos que adquirieron los hábitos y los usos de las nuevas tecnologías. Sin embargo, ¿cómo se explica en este contexto de cuasi agonía del periodismo en papel el alza en las ventas de dos de los diarios populares de Argentina y el lanzamiento de tres diarios del estilo en menos de tres años?

Nuevas y viejas tecnologías

A simple vista las similitudes entre Muy y Libre son mayores que las diferencias. Sus contenidos constan de notas cortas, fotos gigantes, montaje narrativo de las fotografías, infografías, tipografías variadas, repetición de las noticias y el uso de colores estridentes. La temática también es compartida: noticias del espectáculo, deportivas, policiales y la política tratada como si ocurriese sobre las tablas de la avenida Corrientes; de ese modo -por igual- pueden revelarse infidelidades de funcionarios del gobierno como si fuesen una cuestión de Estado o calificar el valor de la vestimenta de un Ministro.
Respecto a la sinergia con otros medios de comunicación, ambos diarios parecen una continuación de los soportes del siglo XX más que de los elementos de la última modernidad. Por igual priorizan el impacto visual al texto escrito: sus páginas son herederas directas de la cultura televisiva. Por un lado, a nivel contenido comparten la agenda informativa, y desde la estética resalta la inmensidad de las fotografías que predominan en las páginas. Por el otro, los columnistas de cada diario son rostros familiares para el lector por su asidua participación televisiva (a diferencia de El Argentino que le brinda al trabajador, por ejemplo, un artículo de Ricardo Forster para que lo descifre como un sudoku durante su viaje en tren o en bondi). En las páginas de Muy tienen un lugar de privilegio figuras como Beto Casella o Carlos María Domínguez, y en las páginas de Libre, mediáticos como Jorge Lanata, Facundo Pastore y Jorge Rial.
Sin embargo, el diario Libre se diferencia de Muy al realizar un tándem entre las nuevas y las viejas tecnologías. Por ejemplo, las notas son acompañadas por tuits de los protagonistas que dan su testimonio sin la mediación del periodista; no así, de la edición. Por el momento la inclusión de estos soportes es ínfima en comparación a los elementos visuales que toma de las tecnologías del siglo XX, en especial de la televisión. De todos modos, sirve como muestra de cómo el periodismo escrito puede -como si fuese una técnica de yudo- tomar los soportes que “nacieron para destruirlo” y adecuarlos a su formato. Así, las redes móviles y/o sociales más que anular la autonomía del discurso periodístico, podrían enriquecerlo por la proliferación de datos inmediatos que pone a su disposición.

¿Hay alguien ahí?

El surgimiento de un diario debe ser leído como la expresión social de un sector que reclama -en silencio o a los gritos- ser representado por los medios de comunicación. Basta nombrar el paso de Crítica para fundamentar que un diario sin lectores, sin sujeto social que vea (mejor dicho lea) sus ideas materializadas, desaparece al poco tiempo. Entonces, ¿a qué sujeto social interpelan los diarios populares? ¿Por qué ampliaron sus ventas en el último tiempo? ¿Por qué se multiplicó la oferta de estos productos informativos?
Una hipótesis posible para responder estas preguntas, salta al tabular las estadísticas sobre las tasas de ocupación laboral y las ventas de diarios populares en los últimos ocho años en la Argentina. A la par que cuatro millones de trabajadores ingresaron al mercado de trabajo en el periodo 2003-2011 (según datos de un estudio de Cifra-CTA), tanto Diario Popular como Crónica aumentaron la venta de ejemplares interrumpidamente. Por lo tanto, se puede fundamentar el crecimiento de la demanda de los -denominados- diarios populares como una consecuencia de la recuperación de los puestos de trabajo, del aumento en el número de empleos registrados (según el informe, ”el empleo en negro pasó de casi el 50 por ciento al 35, valor todavía alto”), de la reapertura de las paritarias como herramienta de negociación y, como corolario, del poder adquisitivo de los asalariados formales en la Argentina durante los gobiernos de Néstor Kirchner y de Cristina Fernández. En la misma línea, a modo de ejemplo, es un indicador que el número cero de Libre haya sido presentado y distribuido gratuitamente en el acto del Día del Trabajador, organizado por la CGT (Confederación General del Trabajo) liderada por Hugo Moyano, emblema de la recuperación de los -llamados- derechos de primera generación de la clase trabajadora.
Estos sectores de trabajadores formales de la clase popular volvieron a arrimarse -en los últimos ochos años- al batallón de ciudadanos consumidores del que habían sido expulsados por la eclosión de las políticas neoliberales en el 2001. Diarios como Popular y Crónica (habrá que evaluar los alcances de Muy y Libre en los próximos meses, sobre todo teniendo en cuenta su marcado perfil opositor al gobierno nacional) son una plataforma mediática que representan sus gustos y prácticas, más ligados a los de espectadores pasivos de TV que a los de internautas activos que incorporaron saberes privilegiados de un sector social y metropolitano y, en menor medida, de una generación. Por lo tanto, se puede arriesgar a modo de hipótesis, que son los sectores de la clase popular con trabajos formales, ajenos a los saberes y prácticas de las tecnologías del siglo XXI, la base del creciente mercado de diarios populares en Argentina.
El futuro a mediano o largo plazo de estos productos al igual que el del periodismo gráfico seguirá siendo una incógnita. Lo cierto es que apagando un rato la computadora y acercándose a cualquier Terminal o zona de tránsito de asalariados, uno percibe que el periodismo gráfico popular sigue respirando. Y, aunque nos guste o nos horrorice como a algunos medios los Intendentes del conurbano, continua reproduciéndose. En papel, aunque moleste que ensucie y ocupe demasiado lugar.

*Sociólogo y periodista

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