12 septiembre 2011

La Columna Grande/No hubiéramos podido/Alfredo Grande

A propósito de los diez años de La Tecl@ Eñe


NO HUBIÉRAMOS PODIDO.

“Durar no es lo mismo que trascender. Pero hay que durar para trascender” (aforismo implicado”


Por Alfredo Grande*

(para La Tecl@ Eñe)

Ilustración: Jorge De la Vega

No hubiéramos podido decir lo que pensábamos, porque en el 2001 nadie sabia que decir ni que pensar. La ansiedad confusional es la peor de todas, porque lleva a la parálisis y no siempre huir para adelante es lo mas aconsejable.
Tampoco hubiéramos podido darnos cuenta que en toda historia que merezca ser contada, el autor, el actor y el director son máscaras del mismo rostro: la belleza y la verdad. Y que en esa búsqueda incesante de lo verdadero, de lo justo y de lo digno, la belleza de la poesía implicada es mas que necesaria, es imprescindible.
No hubiéramos podido discutir ni siquiera con nosotros mismos, porque nos habría aplacado la tranquilidad plañidera de nuestras certezas, sin soportar conmoverlas para que se transformen en apenas transitorias y nómades convicciones.
Tampoco hubiéramos podido encontrarnos con extrañas y hasta siniestras convicciones, que de tan ajenas tentados estuvimos de calificarlas de delirios o extravíos. Ni abstenernos de romper el espejo que nos devolvía nuestro propio delirio y extravío proyectado despiadadamente en el otro.
No hubiéramos podido encontrarnos con tantos compañeros y amigos, y tener el tiempo de una charla con tiempo y con ternura. Disfrutando el buen vino de la lectura sosegada, donde podemos volver para atrás para entender mejor o para disfrutar nuevamente de una dulzura que nos sorprendió.
Tampoco hubiéramos podido encerrarnos en nuestras propias trincheras de pensamiento, para defender a capa, espada y palabra los ataques a nuestras ideas, a nuestras pasiones, a nuestros amores. Y no nuestra lucidez no hubiera sobrevivido en esas trincheras sin recibir en forma constante el agua cristalina de la inteligencia ajena.
No hubiéramos podido recordar lo que siempre se olvida, ni tampoco olvidar aquello que se empeña en atenazar nuestra marcha. Saber que el otro sabe, sentir como siente el otro, hacer aunque hagamos cosas diferentes, despeja la mirada y aclara el pensamiento. La soledad a veces es buena consejera, pero muchas otras en una pajarraca que anticipa los peores agueros.
Tampoco hubiéramos podido respirar el aire puro de la liberad de pensamiento, de la razón apasionada, de la racionalidad sentida, como Vicente Zito Lema, León Rozitchner y tantos otros permitieron lograr. Seguiríamos respirando las toxinas del pensamiento único, de los dogmas cientificistas, de las insoportables razones del Estado, de los privilegiados de la tierra y su rapiña permanente de la tierra de todos.
No hubiéramos podido encontrarnos todos los meses, y re-encontrarnos todos los días, a veces casualmente, otras buscando desesperadamente aquella palabra, aquella idea, aquella nota que nos conmovió, y que de pronto necesitamos con la misma urgencia de la insulina para el diabético. A veces cuando no podemos pensar, también corremos el riesgo de tener un “coma del intelecto”.
Tampoco hubiéramos podido atrevernos a romper todas las limitaciones, para entonces encontrar nuestros límites. Y solo entonces, desde ellos seguir construyendo y sembrando cultura no represora. Atravesando los mandatos para recuperar nuestro deseo. Y la dimensión colectiva de ese deseo, que alguna vez postulamos que nunca podría ser vencido.
No hubiéramos podido hacer nada de todo esto y tampoco hubiéramos tenido la fuerza de intentarlo.
Sin embargo, pudimos hacerlo. Porque hace 10 años apareció La Tecl@ Eñe.
Y todos pudimos.

*Cooperativista, Miembro Fundador de Atico Cooperativa en Salud mental. Médico Psiquiátra y Psicoanalista.

Política Filosofía y Sociedad/De los Síntomas del "Pensamiento Crítico"/Por Eduardo Grüner

DE LOS SÍNTOMAS DEL “PENSAMIENTO CRÍTICO”
(IN MEMORIAM L. R.)




La teología política que volvió a ponerse de moda a partir de los '80, arrastra desde sus orígenes una inevitable impronta “de derechas”, puesto que su “pope” intelectual fue el gran jurista y filósofo político alemán Carl Schmitt, manifiesto simpatizante del régimen nacional-socialista en los años '30. Es notable que el interés renovado por la teología política, a través del redescubrimiento de Schmitt en los '80, impactó especialmente sobre un pensamiento genéricamente de “izquierdas: autores contemporáneos como Alain Badiou, Slavoj Zizek, Ernesto Laclau, Giorgio Agamben, Massimo Cacciari, Jakob Taubes. Hay que tratar de entender esto “dialécticamente”. Si cabe la sospecha de una “huída” –es un tema discutible, y seguramente distinto para cada uno de ellos- lo fue, en todo caso, hacia un paradigma “duro” y plenamente político como el teológico-político de Schmitt.


Por Eduardo Grüner*

(para La Tecl@ Eñe)

Foto: Conrado Yasenza


Hace ya unas tres décadas que en la filosofía política europea (y no solamente) se verifica lo que los psicoanalistas llamarían un “retorno de lo reprimido”. Me refiero a la moda (no lo digo peyorativamente: las modas suelen ser interesantes síntomas sociales) de la denominada teología política. Posiblemente –si bien un tan complejo tema merecería un estudio largo y profundo- esa “moda” no casualmente haya reemergido –puesto que sus orígenes se sitúan en las primeras décadas del siglo XX- en los tiempos de la cacareada “crisis del marxismo” luego de la caída del Muro de Berlín, y de la transformación del “fundamentalismo islámico” en una fuerza político-militar global, así como del peso creciente de otro fundamentalismo, el protestante, sobre las decisiones políticas imperiales de Washington. Como sea, la teología política que volvió a ponerse de moda a partir de los 80s arrastraba desde sus orígenes una inevitable impronta “de derechas”, puesto que su “pope” (o cabría decir más bien “papa”) intelectual era el gran jurista y filósofo político alemán Carl Schmitt, manifiesto simpatizante del régimen nacional-socialista en los años 30 (lo cual no impidió que tuviera serios problemas con el mismo régimen, al igual que le ocurrió a otro gran filósofo simpatizante, Martin Heidegger: ambos combinaron “desigualmente” su perversión ideológica con un espíritu de radicalidad crítica sumamente molesto para la mediocridad cultural del régimen). Lo notable es que el interés renovado por la teología política a través del redescubrimiento de Schmitt en los 80 impactó especialmente sobre un pensamiento genéricamente de “izquierdas”: autores contemporáneos como Alain Badiou, Slavoj Zizek, Ernesto Laclau, Giorgio Agamben, Massimo Cacciari, Jakob Taubes, etcétera (en la Argentina el introductor de una “lectura de izquierda” de Schmitt fue José “Pancho” Aricó, aunque hoy la autoridad en la materia sea Jorge Dotti, con una impronta más “centrista”, por así decir), algo similar, nuevamente, a lo que había sucedido con el “para-nazi” Heidegger (piénsese en quiénes fueron los discípulos más connotados –a veces muy críticos, sí, pero discípulos al fin- de Heidegger: Marcuse, Sartre, Merleau-Ponty, Lacan, Foucault, Lévinas, Derrida, y otra vez Badiou y Cacciari, para no mencionar que la huella heideggeriana es fácilmente localizable en Althusser y, a través de la “cuestión de la técnica”, en la mismísima Escuela de Frankfurt). Hay que tratar de entender todo esto, como se dice, “dialécticamente”. Si por un lado uno podría sospechar que para algunos (no todos) de estos autores la teología política fue una “huída hacia adelante” que a su manera asumía como propia la “crisis del marxismo”, por el otro cabe señalar que no “huyeron” hacia las blanduras babosas del “postmodernismo”, el “pensamiento débil” o paparruchas similares que proliferaron en la época. Si hubo “huída” –es un tema discutible, y seguramente distinto para cada uno de ellos- lo fue, en todo caso, hacia un paradigma “duro” y plenamente político como el teológico-político de Schmitt, que mantenía la oposición amigo / enemigo y la soberanía “decisionista”, allí donde los aires de la época –en el mejor de los casos: hubo cosas mucho peores- hablaban de sujetos disueltos y conflictos “rizomáticos”, para no hablar de las sandeces (aunque en sí mismas también sintomáticas) del “fin de la Historia”. Es cierto, también, que la apelación a Schmitt suponía un forzamiento necesario conducente a la abstracción: recortando esas categorías –como evidentemente la izquierda tenía que hacerlo- de su contexto histórico-concreto (la adhesión de su autor al nazismo) se producía un vaciamiento que las dejaba en una suerte de ambigua nebulosa de sentido. Finalmente, si se trata de hacerse cargo de la moda-síntoma del retorno de la teología política, se podía (y se puede) también buscar por el lado de cierto “marxismo occidental” que exploró en profundidad las posibles relaciones entre el materialismo histórico y la teología política: allí están Ernst Bloch, Walter Benjamin, la extraña y fascinante Simone Weil o el último Max Horkheimer –y algo de eso se puede sospechar incluso en el primer Lukács, como se desprende del estupendo artículo que en estas mismas páginas publicó Horacio González-, por sólo nombrar los más obvios. Personalmente, me atrevería a agregar a un “grande entre los grandes”, Pier Paolo Pasolini, ese singular, incomparable, comunista católico (desde ya, y por lo tanto, un “hereje” para ambas iglesias) que se obsesionó con Pablo de Tarso, San Pablo, y escribió un maravilloso guión cinematográfico sobre él, que nunca llegó a filmar; obsesión precursora, por otra parte, de las más recientes obsesiones paulinas de Badiou, Zizek, Taubes, Agamben o Esposito, como otra vía –“comunista”, en un sentido amplio pero estricto- de entrarle a la teología política. Y entre nosotros el llorado (por mí, al menos, y a “moco tendido”, como se dice) León Rozitchner. No estoy seguro de que a él, mi amigo y maestro, le gustaría mucho que lo asociara a ese sintagma, teología política. Lo hago sólo para hablar rápido, sabiendo que él lo entendería. Y para indicar, justamente, que él fue el único pensador argentino que se hizo cargo de ese retorno sin asociarse a las “modas-síntomas” del momento, salvo para propinarle –a mi juicio justamente- sus truenos jupiterianos al bueno, demasiado bueno, de Lévinas. A veces tuvimos diferencias a ese respecto: ocasionalmente me pareció que cierta obsesión anti-cristiana (que iba de la mano con su obsesión anti-lacaniana: para él Lacan era un católico con todas las letras) podía ser a su vez un síntoma de la problematicidad de su relación con el judaísmo. Pero eso no viene ahora al caso. Por supuesto, cada vez que discutíamos el tema, la discusión la “ganaba” él –que no se proponía ganar, sino que al otro le quedara clara su posición-.
Como sea, hacía ya mucho que León venía agarrando ese rábano por las hojas para arrancarlo de raíz (que eso es lo que significa ser un pensador radical, como hubiera dicho Carlitos Marx): no para deshacerse de él –del rábano, digo- sino al contrario, para darle toda su dimensión, la que en su opinión (y en la mía, gracias a él) el pensamiento de izquierda después de Marx –con las excepciones apuntadas, que contra las apariencias incluían, para León, al propio Marx, especialmente el “joven”- no había sabido procesar, y así perdiéndose un apasionante debate “existencial” para el cual la izquierda en general –no digamos ya la argentina, al menos en su vertiente partidaria- no se armó suficientemente: el debate sobre una vaga, oscura, confusa, incluso culpable, necesidad de trascendencia. Entendámonos: no se trata de lo que habitualmente se llama la fe (mala o buena, para decirlo sartreanamente), o la creencia en alguna vida ulterior, o mucho menos de las instituciones eclesiásticas de cualquier monoteísmo organizado; se trata, más bien, de una necesidad de proyección de la inmediatez hacia algo que –sin “mediaciones” dialécticas, sino en el registro de ese universal-singular del que hablaba Kierkegaard- pudiera llamarse, aunque hoy suene algo torpe, la búsqueda de un absoluto (Aprovecho oportunísticamente la ocasión para insertar algo que en rigor textual debería ser un pie de página, pero que quisiera mantener en el cuerpo de mi propio texto, para lo cual recurro al truquito del paréntesis: en un asimismo excelente artículo también publicado aquí, mi buena amiga María Pia López me imputa –es una manera de decir- una suerte de obcecación con la totalidad. Me temo que se equivoca gravemente. Y ella debería saberlo, puesto que me consta, y se lo agradezco de corazón, que me ha leído bien; conoce, por lo tanto, mi pasión por, digamos, un Adorno –para quien “el Todo es lo no-verdadero”- o por un Sartre –quien no usaba esa palabreja, sino la de totalización -, para no mencionar a un Freud –para quien toda ilusión sin porvenir de una “totalidad” era una forma de renegar la castración, o algo así-. Es cierto que a veces he apelado a ese significante como actitud defensiva ante los embates “posmo-rizomáticos” que –y conste que no lo complico en esto a Deleuze- habitualmente apuntan a recusar al marxismo, precisa y paradójicamente como un todo; pero confundir ese coyuntural “esencialismo estratégico” –para decirlo con la Gayatri Spivak- con toda una filosofía, es un poquitín apresurado. Quizá la palabra absoluto, asimismo usada contra el cursorio “relativismo” á la page -del cual diré para indignada sorpresa de alguien que en cierto modo participa en ciertas zonas del kirchnerismo político-cultural, pero no tengo tiempo de demostrarlo acá-, la palabra absoluto, digo, quizá pueda aligerar malentendidos al convocar otras imágenes, menos cerradas: un horizonte apocalíptico más o menos “benjaminiano”, por ejemplo, de interrupción instantánea de la “prehistoria” de la humanidad de la que hablaba Marx, pero en tanto horizonte apuntando hacia el cual se pueden juzgar las inmediateces políticas, cada una de ellas defendibles o no por sí mismas, pero evaluables trascendentalmente y en su conjunto según el espectro inscripción / desinscripción en ese horizonte, no sé si me explico, cierro paréntesis).
Bien, como de costumbre me fui por las ramas, vuelvo a la raíz, es decir a León. Su manera de abordar el síntoma teológico-político, es lo menos que se puede decir, no se pareció a nada que yo conozca. Lo cual no quiere decir que haya salido de la nada –menos todavía de algún “todo”-, sino que su árbol se reprodujo desde otras raíces, de las que tiró a su manera incomparable, abrumadora. El horizonte del absoluto -si es que era eso: yo creo que sí- lo buscó saliéndose de la “falsa totalidad” encerrada en el corralito de la oposición inmanencia / trascendencia. O, para simplificar por falta de espacio-tiempo: para él (y para insistir con el universal-singular) no había posible “trascendencia” que no tuviera los pies bien hundidos en el barro de la inmanencia del “cuerpo sensible”, con su ya canónico eje “Mater - materia - materialismo histórico (porque, vamos a establecerlo de una vez por todas: León, entre otras cosas, fue marxista, pace los medios de la así dicha “Corpo” que en estos días se solazaron en calificarlo de “kirchnerista”, con qué beneficio simbólico para ellos se me escapa; sólo que fue un marxista difícilmente asimilable, o siquiera comprensible, para los izquierdistas que nunca se preguntaron qué había querido decir Marx realmente con eso del “opio de los pueblos”, o con eso de la “alienación respecto de la tierra”. León sí: por eso fue el más marxista de nuestros “marxistas”). Fue, como se ha señalado, en una rara intersección entre el “joven” Marx –pero también en grandes momentos del Marx “maduro” de los Grundrisse -, Merleau-Ponty, por supuesto Freud, más lateralmente Spinoza –pero también, se ha señalado menos, el Hegel de la Fenomenología del Espíritu , especialmente la Sección IV sobre la dialéctica Amo / Esclavo, que junto a Marx le aportaba la reflexión “trascendental-inmanente” sobre el poder y la dominación- que fue a buscar aquella corporalidad sensible cuya ausencia recusaba con a veces desbordada virulencia en Heidegger, en Althusser, en Lacan (no así, ya que citamos “estructuralismos” variados, en Lévi-Strauss, a quien apreciaba –lo hemos discutido muchísimo- por su escritura, por su costado discretamente anticolonialista, y sobre todo, aunque parezca extraño, por su voluntad tardía de una “disolución en la naturaleza” que probablemente asociaba con su propia preocupación por la materia). Y también –un hallazgo discutible, pero enormemente original- en la peligrosa e inquietante “falsa corporalidad” de Nietzsche (un síntoma en el que León nunca se enganchó fue el “neo-nietzscheísmo”, llamémosle “post-foucaultiano”: una vez me dijo, muy seriamente, con tono de hablar de algo un poco siniestro, que Nietzsche era alguien para examinar, pero agarrándolo con pinzas, manteniéndolo a la distancia y arrojándolo lo más lejos posible a la primera señal de alarma).
Fue también esa pasión absoluta que partía de la inmediatez concreta lo que hizo que un hombre doctorado en la Sorbona en la inmediata posguerra, que pudo compartir mesas de café con Sartre, Merleau-Ponty, Goldmann o Leiris, fuera tal vez uno de los marxistas más nacionales que tuvimos, munido de una densidad filosófica, “ontológico-histórica” que no era dable esperar –ni había por qué hacerlo- en el Colorado Ramos, en Hernández Arregui o en Puiggrós, todos parcialmente apreciables por distintas razones. No vale citar antecedentes como el del “primer” Astrada: en él su marxismo vino en cierto modo a montarse sobre su “nacionalismo” heideggeriano, sin que esas capas superpuestas se modificaran sustancialmente. Para León –que, como queda dicho, era furibundamente anti–heideggeriano- el marxismo, la lucha de clases, la corporalidad sensible, la “tierra expropiada” de la nación, todo eso era el mismo edificio en construcción al cual se entraba por diferentes y provisorias aberturas, el mismo work-in-progress infinito, la misma ecuación dilemática imposible que él no esperaba resolver, pero a la que abrazó con la pasión arrojada e irrenunciable con la que sabía –se atrevía a- hacerlo. Porque nadó en ese pantano sin querer soltar su mochila filosófica personal (esa constelación Marx / Freud / Merleau, etc.), es obvio que no podía “ser” peronista –obvio para él, quiero decir, como lo sería para mí: habrá quienes sí puedan arreglárselas con eso-. Pero no conozco otro intelectual no-peronista tan “anti-gorila”, ni que haya pensado el peronismo con la complejidad sensible de Entre la Sangre y el Tiempo (apenas salió ese libro en su spivacoviana edición originaria lo encontré a David Viñas en La Paz, literalmente sumergido en el primer tomo; levantó la vista, y entre los bigotes dijo: “Una obra considerable”, lo cual como sabemos era el máximo ditirambo viñesco). ¿Se dirá que haberle dedicado al tema su texto más voluminoso –el siguiente en volumen, hay que señalarlo y asociarlo a todo lo anterior, es el libro sobre San Agustín- no deja de ser también un “síntoma”? Es posible. Pero ¿qué peronismo “realmente existente” puede realmente soportar esa lectura hecha desde Marx-Freud-Clausewitz que no se priva de retorcer para todos los costados la dimensión “manos sucias” del propio Perón, y al mismo tiempo tratar de comprender -o sea, inteligir, interpretar y abarcar con todo el cuerpo- el centro mismo, desde 1945, de esa ontología político-existencial argentina? Por supuesto, la pulsión por mirar de otra manera, de una manera otra, ese fenómeno nacional le venía de Contorno (no digo que la heredó de allí, porque justamente él contribuyó a fundarla), y es paralela, lo acabo de insinuar, a la pulsión –mucho menos “contornista”, salvo tal vez por el ejemplo muy distinto de Ramón Alcalde- de también mirar de una manera otra la cuestión de lo teológico-político.
Alguna vez habría que pensar en qué infinitud -en que “trascendencia inmanente”- se juntan esas paralelas rozitchnerianas. No sé si yo voy a ser capaz de hacerlo. En todo caso puedo arriesgar, aquí, un compromiso público de intentarlo. O, por lo menos, de explicar por qué no pude. Mientras tanto, no puedo evitar evocar lo que ya nunca escucharé: las carcajadas estentóreas con las que hubiera atronado, con auténtica alegría, el café de Belgrano en el que solíamos juntarnos los sábados a la mañana para discurrir sobre estas cosas, las carcajadas “trascendentes” con las que hubiera ironizado, digo, en la última campaña electoral, la degradación farsesca del “síntoma” teológico-político en la apelación a milagros para algún candidato, o la invocación divina para la fotografía de algún otro. O las ironías que seguramente no me habría ahorrado sobre mis actuales “compañerismos de ruta críticos”. De eso me salvé. Para todo lo demás, su ausencia es una condena.




*Sociólogo, ensayista y crítico cultural. Doctor en Ciencias Sociales de la UBA. Fue Vicedecano de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA y Profesor titular de Antropología del Arte en la Facultad de Filosofía y Letras, de Teoría Política en la Facultad de Ciencias Sociales, ambas de dicha Universidad.

03 septiembre 2011

Política/Mensajes de una elección/Por Edgardo Mocca

Reflexiones en torno a las Primarias Abiertas y desafíos hacia Octubre


Mensajes de una elección

El resultado de las elecciones primarias abiertas y obligatorias insinúa un escenario político completamente nuevo en el país. Si la elección presidencial de octubre ratifica la escala del predominio electoral de Cristina Kirchner no estaremos ante una mera continuidad del proceso político abierto en mayo de 2003 sino ante un nuevo panorama, ante el cual los discursos y las prácticas de hoy habrán perdido radicalmente vigencia

Por Edgardo Mocca*


(para La Tecl@ Eñe)


El resultado de las elecciones primarias abiertas y obligatorias insinúa un escenario político completamente nuevo en el país. Si la elección presidencial de octubre ratifica la escala del predominio electoral de Cristina Kirchner no estaremos ante una mera continuidad del proceso político abierto en mayo de 2003 sino ante un nuevo panorama, ante el cual los discursos y las prácticas de hoy habrán perdido radicalmente vigencia.
Los guarismos y la geografía del voto dan cuenta de una hegemonía política extendida a lo largo y a lo ancho del territorio nacional, que abarca todas las clases y sectores sociales. La abrumadora diferencia respecto a la fórmula opositora que se ubicó segunda muestra la ausencia de una fuerza orgánica capaz de generar una alternativa en el corto plazo a la coalición política gobernante.
Ante el impacto político que supuso la elección, los medios de comunicación dominantes elaboraron con relativa celeridad una interpretación del voto popular simple y en apariencia concluyente: la votación tendría un sentido inequívoco y unidimensional, arraigado en la mayoritaria satisfacción con el estado de la economía y las mejoras en la calidad de vida popular. Sin embargo, aún antes de conocerse los resultados, algunos especialistas en el análisis de la opinión pública habían introducido variables que rompen con el monocausalismo economicista de las miradas periodísticas alentadas por los grandes medios. En una nota llamada “Fortalezas e ilusiones del gobierno”, publicada por el matutino La Nación, el día 3 de agosto último, Eduardo Fidanza aportaba interesantes elementos de juicio provenientes de los sondeos de opinión.
Fidanza, uno de los directores de la consultora Poliarquía, afirma en esa nota que “más del 60% de la población está hoy de acuerdo con un papel protagónico del Estado en la economía; con una participación importante de éste en la propiedad de las empresas privadas; con la continuación de los juicios a los militares, y con la no intervención de la fuerza pública en casos de protesta social que afecten a terceros. Un porcentaje ligeramente menor está de acuerdo también con mantener o incrementar las relaciones con Hugo Chávez”. El autor de esta nota no es justamente un admirador del kirchnerismo, tal como puede apreciarse en el propio desarrollo de la nota de referencia, y sus afirmaciones no provienen de la mera intuición sino que se desprenden de encuestas realizadas por la mencionada consultora de opinión. De manera que todos, con independencia del estado de ánimo que nos provoque el resultado electoral, estaríamos obligados a considerar esta perspectiva que fue plenariamente ignorada por la gran mayoría de los comentaristas políticos en el período previo a la elección.
Queda introducida así la cuestión del “componente cultural” del voto en la elección del 14 de agosto. Claro está que no se pretende aquí un reduccionismo simétrico al de la opinión predominante, que asigne al pronunciamiento popular los rasgos de una definición ideológica estable, consolidada y autónoma respecto de las condiciones económicas en las que hoy vivimos. En rigor, nunca pueden establecerse murallas que aíslen entre sí diferentes dimensiones de la vida social y que pudieran permitirnos discernir cuánto de conformidad y cuánto de identificación con la narrativa gubernamental tiene el voto mayoritario recientemente expresado. Al fin, la política no se deja encerrar en las rigurosas cuadrículas de las encuestas de opinión. Por el contrario, su materia son las acciones y las identificaciones colectivas, los miedos y las esperanzas, la historia y la perspectiva de futuro.
Los argentinos estamos tomando decisiones en un momento muy particular. Atravesamos una fascinante sincronía entre nuestras peripecias y los acontecimientos que recorren el mundo. Un poderoso hilo de sentido parece unir nuestra crisis de 2001 con las imágenes de la protesta social que hoy recorre el mundo. Vemos en la pantalla de televisión imágenes que nos son familiares. Las palabras que atraviesan esas escenas son también nuestras. Las atesoró la memoria colectiva en los inciertos días de finales de aquel año memorable. Ajuste, endeudamiento, recortes del gasto social, peligros de default, carencias de instrumentos de regulación en manos del Estado, recetas de los organismos internacionales, indignación, incertidumbre, desempleo masivo…todo conforma un repertorio conocido, un territorio ya recorrido cuya memoria nos estremece.
Los gurúes del establishment económico-financiero asisten atónitos a un verdadero cambio epocal cuyos signos son visibles pero cuya dinámica nadie puede atrapar en plenitud. Siguen repitiendo letanías como la de nuestro aislamiento del mundo y el enfoque de lo que ocurre en la economía como si se tratara de hechos de la naturaleza. Como si la crisis europea y norteamericana fueran acontecimientos del orden de un tsunami o un terremoto. Francamente, un mal momento para criticar el exceso de gasto público o la falta de disposición del gobierno para volver al mercado mundial del crédito. Mal momento para denostar la intervención del Estado y recomendar el ensanchamiento de la libertad de mercado. Mal momento para declararse indiferente ante las iniciativas integradoras de la Unasur y predicar la prioridad de nuestras relaciones con los “países serios” del mundo.
El argumento del “viento de cola” es el núcleo del discurso del establishment económico. En el corazón de este argumento está la antipolítica. La percepción de que la política es mero ruido que asusta a los mercados. Resume una operación de sustracción del debate político y de borramiento de las huellas que llevaron al país a la situación actual. Como si se estuviera ante un pueblo bobo que se limita a consumir y a festejar sin reflexión alguna sobre cómo se llegó hasta aquí. Es la imagen desaforada de Biolcatti que repudia a quienes piensan en la cuota del “plasma” o de Luis Juez repitiendo los lugares comunes vacíos del cualunquismo. Las huellas que se borran son la renegociación de la deuda en default en los primeros meses del gobierno de Néstor Kirchner, la recuperación para el Estado de los fondos del casino financiero que fueron las AFJP, las políticas activas de defensa y expansión del empleo que limitaron el efecto de la crisis en el mercado laboral del país. Se borra la huella de una concepción de la política que descree de las murallas de acero del neoliberalismo: que no cree que haya “políticas sociales” divorciadas de una política económica capaz de priorizar el empleo y la demanda interna; que sospecha de esa división que alguna vez formulara Duhalde: el mercado para los ricos, el Estado para los pobres. El “conformismo” que creen encontrar las plumas de los medios hegemónicos en el voto popular, bien podría ser interpretado como reconocimiento del mundo, como valoración de la política, como una mirada planetaria mucho más actualizada y compleja que el canon neoliberal estancado en el mundo feliz de los noventa.
No podemos ignorar que esas mayorías que hoy se pronuncian a favor de la intervención del Estado, de la política de derechos humanos, de la seguridad concebida democráticamente, viven cotidianamente el asedio de una maquinaria comunicativa centralizada orwelianamente en sus mensajes. Sometida a la repetición de las imágenes de crímenes horrendos como alimento de la demagogia punitiva y autoritaria. Expuesta al bombardeo que sitúa los recursos públicos en el lugar simbólico de una caja corrupta y arbitraria. Atravesada por el mensaje que identifica a Chávez y a Evo Morales como la quintaesencia del despotismo y la prepotencia. Nunca una encuesta hará otra cosa que revelar un clima circunstancial. Nunca será el termómetro infalible de ninguna batalla cultural. Pero si tratamos de construir un marco de nuestra situación no podemos ignorar la existencia de profundas tendencias que actúan en la dirección de la recuperación de la autoestima nacional, del sentido de solidaridad social y de la pertenencia al universo histórico-cultural sudamericano.
Por lo demás, el voto no solamente es el reflejo de una situación dada. El voto popular tiene atributos de creación. Compone un escenario político distinto. Genera nuevas posibilidades y establece nuevos límites para la política. Quienes creen que la batalla cultural se disputa solamente en los textos y debates especializados nunca podrá capturar la capacidad creadora de la política. Para decirlo simplemente, una cosa es predicar la necesidad de la ampliación de derechos sociales y otra es decidir desde el Estado políticas en esa dirección. Es la acción y no la palabra erudita la que libra las principales escaramuzas de la batalla cultural. Hay acciones del Estado y hay acciones del pueblo: el voto del 14 de agosto es una de estas últimas. Es una acción colectiva que ha modificado el tablero. Que obliga a todos a rever sus tácticas, sus estrategias y sus lenguajes. En este caso, puede intuirse el mensaje soberano como el mandato de una nueva unidad nacional. Una unidad en la diversidad, en la pluralidad y hasta en el conflicto legítimo. Una superación de esta lógica de dos países irreductiblemente confrontados que se instaló entre nosotros, particularmente desde el conflicto agrario de 2008. No hablamos de consensos pasivos ni de pactos de cúpulas, sino de un nuevo clima de época. Un clima necesario para afrontar días inevitablemente difíciles que la situación del mundo insinúa.
Da la impresión de que quien desde la política o desde sus vecindades corporativas y mediáticas no tome nota de este impulso puede quedar seriamente aislado en el futuro próximo. No alcanzará con invocar añejas identidades partidarias ni mucho menos con agitar el espantajo de los ataques a la “libertad de prensa” para eludir este nuevo tablero que empieza a ordenar nuestro pueblo. Con toda seguridad habrá en ese nuevo tablero lugar para derechas e izquierdas, para nacionalismos y liberalismos. Lo que parece irse angostando irreversiblemente es el espacio para la imposición prepotente de descripciones de la realidad que acaban de ser barridas como hojarasca por la tempestad.


*Politólogo

Política, Sociedad y Televisión/ El puntero: Apuntes para una genealogía de la impureza/Por Sebastián Russo

El puntero
Apuntes para una genealogía de la impureza

El discurso crítico sobre la negociación política se fundamenta en la indistinción entre negociación y corrupción. Negociar en política es, en la jerga popular, tranzar. Y siendo que el negociar es el insumo básico de la política, corrupción (tranzar) y política (negociar) se igualan. Paradigmas que se cruzan. Que conviven, pero con fundamentos distintos, umbrales distintos.

Por Sebastián Russo*
(para La Tecl@ Eñe)

Ilustración: Marcia Swartz

Escena final del capitulo. El Gitano y Clarita cenan. El ofuscamiento y cansancio de siempre. Un agotamiento que se sabe, se siente, insoportable, y a la vez necesario, inescapable. He allí la marca trágica de una realidad compleja, vivida densamente, experiencialmente. Donde lo personal y lo colectivo, lo económico y lo político, los amores y las rivalidades se entienden inescindibles al flujo vital de lo-cotidiano.

Ella pregunta, insidiosa, prepotente, si finalmente negoció con el intendente, el desalojo de un prostíbulo donde se explotaba a menores. “Quiero saber si negociaste prostitución”. Él la mira, y luego de una tibia negación, dice, atragantándose con la comida, entrecortándose su voz, “si, claro que negocié”. Se levanta, y turbado sigue diciendo “la puta que te parió, claro que negocie, como vos negociás todos los días, eligiendo con quién hablar y con quién no, que investigar y qué no… qué te pensás, trato con el intendente, las cosas son difíciles, dependemos de él… Es fácil para vos, que alegremente criticás, y mirás así, con cara de que las cosas pueden hacerse de otra manera… decime cómo, demostrame cómo se pueden hacer de otra manera… Claro que negocié, y gracias a que negocié esas pibas están afuera de ese prostíbulo del orto, y conseguí trabajo para la gente” Y también dice, agitado, aturdido, “no me trates así”, reprochando la degradación, la humillación, el gesto de superioridad de ella, acusándolo.

¿Qué emerge de esta conversación? Paradigmas que se cruzan. Que conviven, pero con fundamentos distintos, umbrales distintos. El discurso crítico sobre la negociación política, se fundamenta en la indistinción entre negociación y corrupción. Negociar en política es, en la jerga popular, tranzar. Y siendo que el negociar es el insumo básico de la política, corrupción –tranzar- y política –negociar- se igualan.

El Gitano, así todo evidencia que ambos negocian. Y que esa diferencia, esa partición cotidiana, es lo propio del trabajo político. “Donde emerge el Dos de la política”, diría el argelino Ranciere. Pero ésta misma raigambre negociadora, de ser asumida, abre una nueva distinción. Ya no en torno a los que negocian de los que no, sino entre los que negocian de modo limpio, y los que no. Y he ahí uno de los núcleos metafóricos del discurso anticorrupción: el concepto de limpieza, de pureza. Limpieza, entendida, eminentemente moral.

No es casual que uno de los iconos utilizados por la Coalición Cívica sea una gota de agua. Fuerza política, esta (aunque no solo ella, sino que es un paradigma dominante de los discursos contemporáneos en torno a la política), que ha hecho del discurso moral, un eslogan de campaña; de la lucha contra la corrupción, un programa político. Recordemos sino a la Alianza, que en 1999 vence en las elecciones con un discurso eminentemente moral: “la convertibilidad no se toca, solo la corrupción”
[1]. Gobierno que además de terminar en una debacle económico social sin precedentes, tuvo graves denuncias y procesamientos sobre escandalosos casos de, sí, corrupción: el llamado caso Banelco, en el que portafolios llenos de dinero se dispusieron para que se aprobara la ley de flexibilización laboral. Vaya estatura moral la de esta gente: además de “quedarse con un –flor de- vuelto”, haciéndolo para facilitar una de las leyes más aberrantes para los trabajadores.

Discursos, entonces, que se afincan en las dicotomías suciedad-limpieza, pureza-impureza (de reminiscencias cristianas, que exacerbadas fueron sustento ideológico-racial al fascismo nazi), y que se basan en un enunciar que “las cosas pueden hacerse de otro modo”, no corrupto, limpio.

La cuestión, el quid de dicha cuestión, es que dichas cosas no pueden menos que estar afincadas, surgir, emerger desde tramas complejas, enmarañadas, revueltas, impuras. Donde dichas cosas (y hablamos de obras, acciones públicas en general) no pueden realizarse (por su origen complejo, o directamente, social) sin perjudicar algunos de los intereses en pugna de la trama en la que se encuentran insertas. Suponer que se puede actuar en la esfera pública sin conmover interés alguno es suponer una realidad, relaciones sociales, sin antagonismos, sin conflictos.

He ahí que la metáfora de lo cristalino se asemeje, en su idealismo (y no decimos utopismo), al discurso cristiano que solo puede sostener su aspiración armónica, desconociendo, ocultando la raíz conflictiva de lo social, subsumiéndola al garante universal, Dios. La paz, dirá Walter Benjamin, solo puede pensarse, como momento en el que la fuerza hegemónica domina sin resistencias. Ya que lo que es inmanente a las relaciones humanas, y en cuanto a su vínculo político se refiere, es la lucha, el antagonismo, el desacuerdo (al decir del argelino)

Es así que la negociación, es decir la compleja relación de intercambio de intereses, es inescindible del proceso de acción sobre lo real. Solo no tiene que negociar aquel que, o no hace nada (por inacción o por pretensiones idealistas que hacen abortar toda acción por no ensuciarse), o aquel que ha extirpado a alguno de los interesados (en Auschwitz, en la ESMA, por ej, no había negociación) Igualar negociación a tranza, es decir, cargarla de una acepción negativa, despectiva, es menospreciar el insumo básico de la política, por tanto, es desprestigiar a la política misma.

Y podría pensarse como legados cercanos a esta política de despolitización de la política, tanto el neoliberalismo (de Martínez De Hoz a Menem), el fracaso y papelón de la Alianza (ultra-neoliberal), como de la revuelta popular de fines del 2001 y sus formas ulteriores. En todos estos casos la política fue entendida como entorpecimiento. Del desarrollo económico: que se tradujo en eliminar las trabas que una negociación con los sectores afectados hubiera generado (he allí la flexibilización laboral, como botín de guerra de este “desprecio” por la negociación –precisamente lo que se flexibilizaba era la relación empleado-empleador, coartando las capacidades negociadoras del primero. Y la literal desaparición del empleado con quien negociar durante la dictadura militar –no fue casual el ensañamiento con los líderes sindicales-) Entorpecimiento, –se creyó, en los épicos 19 y 20 de diciembre, y el proceso asambleario posterior- de una refundación político-social -, que se tradujo en un pretendido eliminar la negociación que suponía la idea de representación política, en pos de una supuesta democracia directa: he ahí el “que se vayan todos”, apotegma paradójico, luego del cual, a pocos días de su emergencia, Duhalde asume la presidencia.

La relación pureza-impureza, también es trabajada por Alain Badiou, en un texto sobre filosofía y cine, donde compara al trabajo del cineasta con el del filósofo. Dirá que ambos parten de la complejidad, de la impureza propia del mundo real, para intentar purificar un discurso, una obra. A diferencia de otras artes, el cine (y podríamos decir una serie televisiva, incluso, en grado sumo) no se inicia con un lienzo limpio, ni con una hoja en blanco, sino desde el caos de lo múltiple y abigarrado de los objetos, símbolos, imágenes, discursos cotidianos. “Se parte del desorden, de la acumulación, de lo impuro, y se va a intentar crear pureza… podemos incluso, y exagerando, comparar el cine con el tratamiento de la basura”
[2].

Esta concepción, nos recuerda al trabajo del bricoleur, que caracterizaba Levi Strauss en El pensamiento salvaje, de selección, y resignificación –incluso lúdica- de los elementos de los que dispone en determinado tiempo y espacio. A diferencia del ingeniero, que racionalmente se ceñía a un plan previamente elaborado, con elementos anteriormente especificados.

Se crea desde los restos, porque la realidad está hecha de restos, cúmulos. Ese es el sustrato desde donde el cineasta, el filósofo, ¿el político?, crea, construye, se desarrolla, y con él, su obra. “Dominar esta infinidad sensible resulta imposible y en esta imposibilidad reside lo real del cine. El cine es una lucha con lo infinito… en su esencia (el cine) es este cuerpo a cuerpo con lo infinito de lo sensible”, termina diciendo Badiou.

Es desde el fango, desde la viscosidad, y no desde un escenario límpido y sin dobleces ni espesuras, desde donde quien interviene fácticamente debe trabajar. Esos y no los elegidos y listados previamente son los elementos con los que debe contar, con los que incluso debe lidiar. Intentar encontrar pureza, dirá Badiou, desde la impureza misma en la que lo real se expresa.

“El puntero” es un producto televisivo complejo, hecho de restos, de desperdicios y, como la definición de cine de Badiou, parte de la impureza propia de lo real, no de la pureza –también real, pero en tanto anhelo- de la hoja en blanco, del mundo armonioso. Parte del caos, propio de todo conglomerado humano, en absoluto exclusividad de una villa miseria. Y tras su universo de espectacularizado realismo sucio (mezcla de Pizza Birra y Faso, Okupas y Policías en Acción), plagado de estereotipos, y prejuicios clasemedieros, donde apenas si quedan representados los modos comunitarios de la villa, su larga historia (y presente) de lucha, sospechado incluso de ingresar torpemente en la disputa simbólico-política coyuntural (el programa se emite en canal 13, del grupo Clarín, y en su presentación reiteradas veces se ve a Perón, Evita, nunca al Pro, por decir. O sea, operando con el imaginario mediático que entiende que todo puntero, es peronista) Así todo, y desde lo que se presume un estudiado y cuidado producto ideológico-comercial, cuales restos trágicos emergen huellas de paradigmas en pugna en los que la política se expresa. Sea como ámbito de negociación, fango donde las ideas deben devenir materialidad, siempre viscosa, fibra pulsional (“fuego, mantenlo prendido, no lo dejes apagar”, grita la cortina musical); sea como anhelo idealizado de espíritus pulcros, ascéticos y altruistas.

¿Qué particular dialéctica se da entre estas miradas-acción, entre la del Gitano y la de su mujer? ¿Será que esa relación tensional, sostenida, nos está diciendo algo sobre los modos, desde donde nuestra relación –claro, política- con lo real emerge? ¿Entre la discursividad igualitaria de Clarita, y la capacidad de intervención real, directa, física del Gitano? ¿Es acaso esta dialéctica acción-discurso (pasión-cálculo) la ineludible para pensar la política?

La igualdad, dice Ranciere, que solo se inscribe en la máquina social a través del disenso, no es un fin por alcanzar. Es un punto de partida, un presupuesto que se debe verificar a través de secuencias de actos específicos. (…) La igualdad es fundamental y ausente, actual e intempestiva, siempre remite a la iniciativa de los individuos y grupos que, a contracorriente del curso ordinario de las cosas, asumen el riesgo de verificarla, inventando formas individuales o colectivas para su verificación
[3].

Así, el imposible intento por dominar lo sensible, que expresa “lo real” en cine, tal como citábamos a Badiou. Se liga (lo hacemos ligar) con esta ausencia fundamental desde donde la igualdad se evidencia fin a alcanzar. Desde estas comarcas pantanosas, donde lo real se entrelaza con lo imaginario, donde los intereses personales, colectivos se funden de modos intempestivos, canónicos, donde “pensar un pueblo” se expresa axioma trágico tanto de la política como del arte (lo explicite o no), es desde donde el intercambio pulsional, afectivo, ideológico, material, moral se yergue sustrato fundamental del siempre conflictivo e irrenunciable afán por la pregunta: “cómo vivir juntos”.

Notas:
[1] Sobre el concepto de corrupción, y en relación a la discursividad moralista de la Alianza ante la corruptela menemista, previo a las elecciones del 1999, escribió Dardo Scavino “La era de la desolación. Ética y moral en la Argentina de fin de siglo” (Ed Manantial, 2000), en donde entendía que la moralina de la Alianza no cuestionaba de fondo la política menemista, propio entonces de todo cuestionamiento moral, en relación a la política (no casualmente trabaja con Spinoza, quien entendía que los asuntos de la política, y los de la moral, iban por carriles diferentes)
[2] Badiou, Alain. “El cine como experimentación filosófica”. En Pensar el cine 1. Imagen, ética y filosofía. Ed Manantial. 2004
[3] Ranciere, Jacques. “En los bordes lo político”. Ed La Cebra. 2007




*Sebastián Russo es sociólogo, coordinador de la revista Tierra En Trance y Director Editorial de la revista En Ciernes

02 septiembre 2011

Política, Cultura y Sociedad/ Cuerpos y almas/Por María Pía López

Cuerpos y almas




El kirchnerismo es algo que se puede nombrar alrededor de un conjunto de hechos de gobierno. Esos hechos pueden ser caracterizados de distintos modos: reparatorios, reformistas, capaces de ampliar el horizonte democrático e igualitario. No son medidas que provengan de una cartilla de las izquierdas puras porque no se inscriben en un horizonte anticapitalista ni se rodean del halo de la lucha de clases. Por eso el uso de palabras como reparación y reforma.



Por María Pía López*
(para La Tecl@ Eñe)

Ilustración: Daniel Santoro

No, no es que yo quiera lo sublime, ni las cosas que se han ido convirtiendo en las palabras que me hacen dormir tranquila, mezcla de perdón, de vaga caridad, nosotros que nos refugiamos en lo abstracto.
Lo que quiero es mucho más áspero y más difícil: quiero el terreno.
Clarice Lispector, “Mineirinho”




En estos días, María Moreno escribió un interesantísimo artículo sobre el juego, en un acto político, entre dos acepciones del verbo tocar: “La anécdota es módica pero rendidora. Los de La Cámpora comenzaron a cantar ‘Che gorila, che gorila, no te lo decimos más, si la tocan a Cristina, qué quilombo se va a armar’. Y ella contestó ‘No se va a armar ningún quilombo, nadie me va a tocar. Quédense tranquilos que el único que me tocaba ya no está más’.” Módica pero rendidora, escribe María, porque a partir de ese intercambio enuncia las diferencias entre la lógica caballeresca y mitológica, y la erotización materialista de la viuda. Extrememos el rendimiento: esa distancia entre un modo de la lengua que despliega la contundencia ideológica de las confrontaciones y otro modo en el que se asienta sobre el cuerpo, sus deseos, placeres y desdichas –y ahí se vuelve melancólico o picaresco-, está en el corazón del discurso del kirchnerismo y en el discurso crítico sobre el kirchnerismo. Dos almas, si se quiere. Una que enarbola símbolos, la otra que se asienta en cuerpos. Ligadas, a veces. Otras, como en la anécdota módica, disonantes.
El kirchnerismo es, entre otras cosas, algo que se puede nombrar alrededor de un conjunto de hechos de gobierno. Esos hechos pueden ser caracterizados de distintos modos: reparatorios, reformistas, capaces de ampliar el horizonte democrático e igualitario y de instaurar lógicas de justicia en la historia argentina. Así podríamos nombrar desde la Asignación universal por hijo hasta la ley de servicios de comunicación audiovisual; y desde la administración estatal de los fondos de jubilaciones hasta las medidas que propician cooperativas de trabajo; y desde la ley de matrimonio igualitario hasta los juicios a los agentes del terrorismo de Estado. No son medidas, para ir al centro de la cuestión, que provengan de una cartilla de las izquierdas puras porque no se inscriben en un horizonte anticapitalista ni se rodean del halo de la lucha de clases. Por eso, usamos las palabras de reparación y reforma.
Nombres que aluden a la materialidad misma de lo social y a la potencia reconstructiva de las instituciones públicas. Es decir, a ese cuerpo doliente y deseante, en el que se inscriben las necesidades y también las efectivas políticas. Es necesario describir eso con un nuevo laicismo, como dice mi amigo Diego Sztulwark. Lo laico sería la posibilidad de enunciación materialista y a la vez objetiva. Lo laico no es lo despojado de creencia sino lo que interroga el fondo de esa creencia; no es lo que desdeña los símbolos sino lo que exige en ellos una adecuación contemporánea. Es algo que va hacia ese punto en el que la lengua recuerda las otras acepciones del verbo tocar, las del roce y el placer. Cuando esos hechos de reparación, igualación y justicia, no se nombran adecuadamente, se los liga a palabras que provienen de las luchas insurgentes de los años anteriores y entonces lo que es reparación se trastoca como revolución, y un conjunto de militantes con disposición a gestionar el Estado y con vidas confortables se recortan imaginariamente sobre las juventudes del llano y la clandestinidad. En ese desajuste entre el modo en que son las cosas y el nombre que se les da o la mitología que las recubre, es que aparece la tesis de la impostura. Que si es una tesis signada por la falsía –de sus propios enunciadores- es porque pretende juzgar a los hechos en nombre de una intención y no por su objetividad misma. Es decir, porque repone la pregunta menos productiva de todas para pensar la política, que es la que interroga la intencionalidad subjetiva que está detrás de los hechos.
Pero si esa tesis encuentra lectores y escuchas es porque es visible un desajuste entre discursos y sucesos. El kirchnerismo, con la fuerza de los hechos realizados y de los que abre en su horizonte pos electoral, podría no decir más que lo que es y sin embargo en esa laica enunciación presentarse como el más cabal reformismo político de la Argentina. Más aún que el partido socialista pese a su nombre; más aún que las variopintas izquierdas que diluyen esta cuestión en la pregunta mayúscula por el sentido que organiza los acontecimientos. Pero a eso vamos en un párrafo más. No todavía.
Hay dos caminos ya transitados y discutibles: el de la apelación a una lengua mitologizada previa, la que remite a los años 70 y el del discurso que se asienta sobre la materialidad de los hechos de modo conservador, reduciéndolos al enlace con un sistema de creencias que produce sobre ellos una reinterpretación. Este mecanismo puede verse en la argamasa de la que surge la publicidad del gobernador de Buenos Aires, en el que el modo político del kirchnerismo es disuelto –porque finalmente es un modo controversial y polémico- en la apología cristiana y peronista. Ya sea con aires insurgentes, ya sea con conservadurismo cristiano, el caso es que en ambos movimientos se enlazan las políticas realizadas a un más allá que las justifica.
No estamos mejor desde la perspectiva de los críticos por izquierda del kirchnerismo, en los cuales los hechos no se valoran en su despliegue mismo sino que se juzgan por su enlace con una lógica que le es externa. La lógica, como dice Eduardo Grüner, de una totalidad que debe ser auscultada como tal y que es, finalmente, la que organiza el sentido de cada acontecimiento. Desaparece así la pregunta por los efectos materiales, por la constitución efectiva de relaciones, en nombre de la inscripción de algo que ya sabemos de antemano: que estamos al interior de un horizonte capitalista.
¿Por qué suponer que enunciar de ese modo las cosas produce mayor eficacia de las confrontaciones populares que la perspectiva del laicismo que enuncia la reparación? Quiero decir: porque este gobierno plantea un reformismo práctico y consistente es que abre el camino para reclamar su profundización –desde la afirmación del enunciado de que no pueden reprimirse las protestas sociales, enunciado en crisis si se ven las listas de muertos en el último año; hasta el reclamo de reparto de tierras y garantías en las ocupaciones populares- y si la caracterización última que merece es la de reproducción sin más del sistema capitalista, entonces no queda más que denunciar la continuidad de una lógica. La totalización redunda en radicalización discursiva antes que práctica.
Es más fácil cultivar el alma bella que el cuerpo bello, como bien saben las industrias de la estética. Quizás por eso hay tanta tendencia en la vida política a migrar hacia las almas: ya sea la del setentismo, ya sea la del cristianismo formateado por la industria del espectáculo, ya sea la de las izquierdas atemporales. ¿Qué significaría pensar desde el cuerpo?, ¿qué materialismo surge de ese camino? El cuerpo no es una conjunción biológica sino –como ha venido sosteniendo León Rozitchner- una materia ensoñada y deseante. Esa ensoñación se organiza en función de ciertas mitologías –entre ellas, las que acabamos de mencionar-, pero también es superficie para otras y muchas veces excede o desborda regímenes y formatos. Cuando decimos cuerpo, entonces, decimos afectividad. Sobre esos afectos –que a veces se hacen públicos y compartidos- es que se puede pensar una nueva idea política de lo común. Rozamos algo de eso en ciertos momentos de la Argentina: en la conflictividad callejera de hace una década y en la fiesta pública del 2010. También en el duelo compartido. Tocamos allí la cuerda de lo común, fuimos tocados allí por el descubrimiento multitudinario de un nuevo estado de cosas. Ser tocados, como bien sabemos en nuestras vidas cotidianas, no está nada mal.
Pero a la vez el roce descubre lo imperfecto, lo anómalo, lo que existe sin armonía. Vale recordar, una vez más, al ángel de Poe y sus desdichas:
“-¿Ha visto? Es pejor que se guede guieto. Y ahora sabrá guién soy. ¡Míreme! ¡Fea! Yo soy el Ángel de lo singular.
-¡Vaya si es singular! –me aventuré a replicar-. Pero siempre he vivido bajo la impresión de que un ángel tenía alas.
-¡Alas! –gritó, furibundo-. ¿Y bara qué quiero las alas? ¿Me doma usted por un bollo?”
Extraordinario relato de Poe, que invocamos para decir que quizás el ángel sea feo y ni siquiera tenga las alas menoscabadas del pollo. Precisamente porque es el ángel de lo singular: el que obliga a considerar la peculiaridad de los acontecimientos y la compleja imperfección de los cuerpos. ¿El ángel de la política, acaso, no debería ser así pensado: humorístico, abollado, gritón, y fundamentalmente singular? Y salvo que pensemos que los ángeles tienen alas, no podríamos tratar a esta época como desangelada.

*Socióloga y ensayista

Entrevista a Osvaldo Bayer: Etica y socialismo, puntales de una verdadera democracia/Por Conrado Yasenza

ENTREVISTA A OSVALDO BAYER

Osvaldo Bayer: Etica y socialismo, puntales de una verdadera democracia.

Recibo con gran alegría desde Alemania el siguiente correo:

Don Conrado: gracias, tal vez su paciencia se ha agotado. Mis 84 años me siguen traicionando en cuanto a capacidad de trabajo. Pero le propongo una solución. Regreso el 15 de agosto, es decir, de este mes, a Buenos Aires. Si usted me llama nos encontramos y usted me hace un reportaje en vivo Espero acepte. Un abrazo, Osvaldo

Don Yasenza Paciencia – rimado, me dice – es el apodo que me ha colocado Osvaldo Bayer ante mis solicitudes de una colaboración para la revista. Y a mí me da mucho pudor: El portador de una inmensurable paciencia y generosidad es él.

Volver a El Tugurio, la casa familiar de infancia de Osvaldo Bayer – la autoría del nombre es del inolvidable Osvaldo Soriano, y en la puerta de entrada, del lado que da a la calle, Bayer ha colocado hace años un cartel fileteado en homenaje a Soriano- es siempre una experiencia maravillosa que combina la gran hospitalidad humana de Bayer con la potente imagen sensorial de una casa tomada por los libros, las fotos, entre ellas varias de la “mujer más bella del mundo”, Marlene Dietrich – aquella de El ángel azul –, los retratos y cuadros hechos a Don Osvaldo (es impresionante el que ha pintado su nieta. Impresionante por sus dimensiones y por los detalles de observación sobre la figura de su abuelo, captados y plasmados en el cuadro), y los trofeos recibidos desde el Club de sus amores, Rosario Central, y la Asociación Canaya Latinoamericana – sí, Canaya, como lo escribió el gran Fontanarrosa, puntualiza Bayer.
Nos sentaremos en torno a la pequeña mesa circular de la habitación central, la que contiene los libros en alemán, y Bayer, como lo prometió cuando lo llamé para combinar la entrevista, servirá dos whiskys. Durante un largo rato, y antes de comenzar el reportaje formal, charlamos sobre Soriano y recordamos la famosa anécdota de la discusión en torno al militarismo o religiosidad de sus respectivos clubes: Bayer le dirá a Soriano que el suyo lleva por nombre a un Santo – No es por el Santo, se defiende Soriano; es por el Combate.

- Peor!! – le espeta Bayer – militarista -; y la réplica de Soriano, al otro día, imputará el adminículo con el que los fieles rezan, insignia del equipo de Bayer, a quien debería darle vergüenza, según Soriano.
Estarán presentes también Rodolfo Walsh, Paco Urondo y Haroldo Conti: “Rodolfo Walsh, la generosidad con anteojos, como le decía siempre. Paco Urondo, el poeta aristócrata más socialista que yo he conocido. Haroldo Conti, el poeta del Delta, ¡ Qué poeta! Cuando conversábamos él hablaba siempre del Delta y en sus ojos yo veía correr el río Paraná”
Se hace presente el Che y su hermosa respuesta ante la exposición, en una pregunta realizada por Bayer – que no se perdonará nunca-, acerca de las posibilidades de desarrollar en la Argentina una revolución teniendo en cuenta la organización de las fuerzas militares y policiales del país: "Son todos mercenarios", sostendrá el Che con su bella mirada.
Sentada y en silencio, feliz, está Yamila Pérsico, estudiante de Historia, quien me acompaña, y participa, en la entrevista. Yamila no compartirá con nosotros el whisky, que sirvo por segunda vez, y que humedece nuestra boca y garganta para dar inicio a la entrevista.

Por Conrado Yasenza
Participación de Yamila Pérsico

(para La Tecl@ Eñe)

Fotos tomadas durante la entrevista



- Conrado Yasenza: Aprovechando que recientemente Ud. volvió de Alemania quería preguntarle que análisis hace de lo que está pasando en Europa, en particular en España con los indignados, en Inglaterra con esa situación de rebeldía y manifestación popular que rememora lo vivido en el 2001 en la Argentina

- Osvaldo Bayer: Se ha desarrollado una situación donde realmente se justifican todos los argumentos de aquellos que señalan que el capitalismo jamás puede ordenar una economía mundial, que siempre va a haber estas sorpresas, que siempre va a haber esta tragedia que significa para la humanidad la gente sin trabajo. En España, por ejemplo, el 40% de los jóvenes no tiene trabajo, lo dicen las mismas estadísticas españolas, y es algo increíble en una nación con tanta experiencia económica, que ha vivido pasos hacia delante y hacia atrás producidos por el capitalismo. Pero no solamente en España, también Portugal y Grecia viven una situación dificilísima. Inglaterra, también, lo hemos visto en estos días. Que en Gran Bretaña, el país de los derechos y la democracia, se recomiende ahora el gatillo fácil, la represión, que caigan allí cuatro manifestantes muertos y se aplique el palo directamente a la cabeza, es un realidad terrible. Francia y Alemania son los países que están mejor, pero Alemania se niega directamente a sostener a otros países del Mercado Común Europeo. Dinamarca ya ha tomado un distanciamiento y ahora está todo en duda acerca de este gran paso que fue el Mercado Común Europeo. Y la duda, y la sospecha, sobre si la realidad económica del capitalismo, así como se desarrolló en estos tiempos, puede a seguir adelante. También el miedo de la gente a la inflación; esto es tan irónico que ahora la gente compra oro, parece la época de la conquista española. Todo esto nos ha llamado a la reflexión, principalmente a los partidos socialistas que realmente han colaborado con el capitalismo últimamente, que no ha hecho absolutamente nada con respecto al socialismo, bueno, digo que nos ha hecho pensar y entrar en el gran debate que tiene que ser la regulación de todo, la regulación por parte del Estado, o de las corporaciones que representan a los sectores sindicales, la industria y el comercio y otros sectores de la población. El socialismo es la regulación y no hay que tener temor a la regulación, no hay que tener temor al socialismo, es la única manera de conseguir realmente una regulación y una sociedad más justa.

- CY: ¿Con qué idea de socialismo está elaborando sus pensamientos?

- OB: Con un socialismo aceptado por todos los sectores, con un socialismo en libertad, donde las decisiones se tomen en asambleas, y con la gran paciencia que tienen que tener las poblaciones También con la enseñanza, la pedagogía para llegar a una solución. Primero sin desocupados; segundo, sin hambre. Y tercero, con la representación de todos los sectores de la población. Esa es la única manera racional, todo lo demás es irracional. Y por sobre todas las cosas, sin ninguna dictadura.

- CY: Alguien que venga de la izquierda dura, ortodoxa, le diría que es puro reformismo.

- OB: Si pero es un reformismo que va hacia delante, y ¿por qué no? Reformismo en el sentido de promover las cooperativas y eso es esencial. Si eso es reformismo también es democratización. Todos tienen derecho a hablar, todos tienen derecho a una opinión, y que sea la mayoría la que vaya imponiendo los experimentos que hay que hacer, con la paciencia que tiene que tener la humanidad de esperar que se resuelva problema esenciales, y no con la ansiedad para que mañana ya esté solucionado, como buscan las dictaduras y el capitalismo, para después caer en la realidad actual. Y otra cosa importante es la ecología, el cuidado de la naturaleza. Es otra de las cosas que tiene que tener en cuenta nuestra economía. No solamente el vivir bien, el vivir sin problemas, sino el cuidado de la naturaleza para las próximas generaciones.

-CY: Es complicado ese aspecto para sociedades de consumo, de productividad e industrialización.

- OB: Sí, es complicado. Pero lo más irracional es ver cada vez automóviles más veloces, más potentes, en lugar de regular un solo automóvil familiar que consuma la menor cantidad de combustible. Es importante también fomentar el transporte colectivo, el ferrocarril, volver al tranvía. Es decir aprender de lo que nos enseñaron los pueblos originarios, el estar y no el ser. Estamos, entonces tenemos que cuidar para conservar al planeta de todos los peligros. Hay que aumentar el gasto en ciencia para tratar de entender de dónde venimos, qué somos, y para tratar de resolver los dolorosos problemas de la humanidad, como el hambre y la pobreza.

- CY. He estado leyendo algunas declaraciones de economistas que han sido funcionarios del Banco Mundial, como Joseph Stiglitz, que sostienen que la situación económica mundial es una crisis del capitalismo bastante seria. ¿Cree Ud. que esta crisis mundial es un cambio de paradigma?

- OB: Mire, viendo la historia del mundo uno tendría que ser pesimista, pero también uno tiene que seguir realmente con las utopías adelante, porque si no estaría todo perdido, nos quedaría la resignación, ponernos de rodillas y orar al Señor para que tenga caridad con nosotros. Hay que seguir defendiendo teorías que lleven a la igualdad aceptada por todos, una gran cualidad de la ética. La ética tiene que ser nuestra verdadera religión, es lo que nos puede llevar adelante, el respeto a la vida, acabar con los ejércitos, acabar con el armamentismo, dedicar todo ese dinero a la ciencia. La ética y la ciencia son las que nos pueden salvar.

- CY: Observando el panorama internacional actual, donde hay desocupación, donde hay gente indignada en la calle, donde hay protestas sociales, saqueos, ¿cómo ve el panorama actual de nuestro país?

- OB: Veo que ante la opción que teníamos el pueblo supo elegir. Este gobierno está haciendo algunas cosas que los partidos que salieron en segundo lugar nunca han sido capaces de hacer. Es decir, ni el peronismo de derecha ni el radicalismo. Hay otro que está asomando y que es el socialismo santafecino liderado por Hermes Binner, muy amigo mío y proveniente como yo de las colonias alemanas del norte santafecino. Yo siempre le recomendé no hacer alianzas, sino seguir siempre con su línea socialista. No me ha llevado mucho el apunte pero de todas maneras está saliendo a la superficie como algo para el porvenir, para el futuro.

- CY: ¿Qué cosas positivas ve de este gobierno?

- OB: Bueno, la política de derechos humanos, el juzgamiento de los militares, por ejemplo. En eso el gobierno ha tenido un gran coraje porque los demás no han sido capaces de hacerlo. Y después lo que ha hecho con la recuparecaión de las cajas de jubilación que volvieron al Estado, y que no permitieron que siguiera adelante el negociado que se hacían con las AFJP. También lo que se hizo con la Ley de Medios, que tiene que ser más fundamental, más profunda, porque la comunicación tiene que ser de derecho público y no tiene que ser privada. Yo tuve la experiencia en Alemania: la televisión, cuando yo llegué, era de derecho público, es decir, que estaba integrada por representantes de organismos públicos, como por ejemplo la CGT alemana, como la organización de mujeres alemanas; también, la representación de todas las Iglesias, es decir gente que representa a sectores públicos en un 50%. Y el otro 50% integrado por los representantes de los partidos políticos que formaban el Parlamento. Ese cuerpo elegía un director del canal de televisión que estaba obligado a traer la opinión de todos los sectores públicos, y la verdad que yo vi la mejor televisión que he visto en mi vida. Eran dos canales nacionales y un canal por provincia, nada más. Luego, cuando subió la Democracia Cristiana, desgraciadamente democratizo esto, y además de los canales de derecho público permitió los canales privados, y de 10 canales ahora hay ciento y pico donde la pornografía se puede ver a cualquier hora y en cualquiera de los canales privados. Pero igual, los más vistos son aquellos de derecho público, porque, por ejemplo, el primer canal es casi todo de temas culturales y sociales.

- CY: En ese sentido ¿como ve la Televisión Pública en nuestro país?

- OB: Como un paso adelante también porque es bastante cultural. Antes, en otros tiempos y gobiernos, jamás me habían llamado, y ahora me invitaron de Canal Encuentro, me han hecho reportajes en Canal 7. Evidentemente están comprometidos en traer una información de otros sectores políticos o ideológicos que antes no teníamos ninguna cabida. Pero realmente hay que terminar con el dominio de los emporios privados, como Clarín, por eso me parece muy bien la Ley de Medios. Pero se tiene que llevar adelante, impulsarla, no dejar que quede paralizada como lo hizo y hace la llamada Justicia Argentina. Insisto, tiene que ser de derecho público y los canales y las radios deben ser de los representantes de los diversos sectores de la población y no de canales privados. Eso es la verdadera democracia. Por ejemplo, a mí me parece muy bien que el Sindicato de la Construcción tenga un canal con sus temas, que la Sociedad Argentina de Escritores tenga un canal para que difunda su cultura; que la Asociación de músicos tenga el suyo. Es decir, que sean representativos de los sectores que forman la sociedad argentina, y no del Sr. ó la Sra. tal.

- CY: ¿Así se profundizaría para Usted la Ley de Medios?

- OB: Sí, y no hay que negarse a eso.

- CY: ¿Y los puntos que le parecen negativos de este gobierno?

- OB: Primero, se ha hecho muy poco para la eliminación de las villas miserias, y siempre sostengo y lo he sostenido en todas las conferencias que he dado, aún invitado desde el gobierno, que mientras haya villas miserias verdaderamente no hay democracia en el país, porque la democracia no es sólo poner el papelito en la urna cada dos años; democracia es que todos tengan derecho al pan y al techo, principalmente las familias con hijos. Todavía las estadísticas oficiales muestran que aún hay niños que mueren de hambre, es una cifra muy reducida comparado con otros países Latinoamericanos, pero existen. Después falta resolver el problema de los pueblos originarios, hay que devolverle sus tierras comunitarias, y no como ha pasado que por ejemplo Benetton se compra dos millones de hectáreas sin conocer la Argentina echando a la familia mapuche Curiñanco-Nahuelquir de su lugar, donde tenían 800 hectáreas, porque también quería esas tierras. Eso no puede suceder como tampoco lo que se ha hecho con los quon en Formosa. Es decir, el derecho a la existencia y el derecho a lo que tenían ellos, por supuesto reducido a la cantidad de comunidades y gente que tienen ahora.
Hay que promover las cooperativas desde el Estado y entrar poco a poco en un socialismo que no tiene que ser mala palabra sino el significado de la verdadera democracia. A todos la misma oportunidad y el derecho a vivir una vida digna.

- CY: En relación a la ampliación de derechos que combatan la desigualdad social, el hambre y la miseria, ¿cuál es su valoración de la Asignación Universal por hijo?

- OB: Bueno, la Asignación Universal por Hijo me parece realmente muy bien, y tiene que defenderse.

- CY: Los medios hegemónicos y algunos de sus voceros han dicho que es una medida populista.

- OB: ¡Cómo va a ser populismo. El que ha sido padre sabe lo bien que le viene la asignación por hijo! Hay que defenderlo ya que impacta en la reducción del hambre y la miseria.

- CY: Han ido más allá y han manifestado también que es una medida que genera vagos ya que la gente al cobrarla no quiere trabajar.

- OB: Ese es el argumento de los conservadores. Yo me acuerdo que en la década del ’30, cuando yo era chico, mi padre nos llevo a Puerto Nuevo a ver las viviendas que se habían hecho los desocupados. En ese momento había una gran desocupación y en Puerto Nuevo la gente se había hecho chozas y se visitaban porque mientras no tenían trabajo hacían artesanías y las vendían, y mi padre, que era un gran socialista, fue a ver cómo vivía esa gente cuyas viviendas eran un lujo comparadas con las de las villas miserias de ahora. Eran casas de madera pero con dignidad. Y por supuesto los conservadores decían que ahí se juntaban los vagos.
Es el argumento de ellos frente a la asignación como así también ante las jubilaciones. Porque la jubilación fue una lucha de los sindicatos durante muchísimos años, y también se decía que servían para mantener vagos. Para ellos la gente tenía que trabajar hasta que se moría.
Lo mismo pasó con las ocho horas de trabajo; los conservadores decían: ¿qué van a hacer después? ¿Van a jugar a los naipes? Ese fue siempre el argumento de los conservadores ante cada conquista de los trabajadores. El racionalismo va a vencer frente a esas posturas.

- CY: A los gobiernos de la región como el de Bolivia, Paraguay, Venezuela, se los ha acusado de ser gobiernos populistas en un sentido despectivo. ¿Cómo definiría Usted el populismo?

- OB: La verdadera definición de populismo se expresa cuando hay gobernantes que hablan un lenguaje obrero, prometen cosas pero mantienen el capitalismo, como ha hecho el peronismo. Nadie puede negar que hubo mejoras, hubo leyes obreras. Para nosotros los periodistas, el estatuto del periodista fue una conquista lograda por el peronismo. Entonces, ese estatuto nos da cierta seguridad porque si nos echan nos tienen que dar un sueldo por año trabajado. Son pasos adelante pero manteniendo el sistema capitalista. Eso sería el populismo: Mantener el sistema pero ganar al pueblo con beneficios y medidas pequeñas o de importancia, y legales.

-CY: ¿Y esta etapa sería populista?

- OB: Es populista, claro

- CY: ¿Positiva o peyorativamente?

- OB: Peyorativa desde el punto de vista de los socialistas, que quieren un verdadero socialismo con una administración justa para todos. El populismo no es justo porque no ha eliminado jamás una villa miseria, no ha eliminado la desocupación de la gente ni ha tratado el tema de los pueblos originarios. Es un paso adelante pero no llega a conformar, no trae la paz eterna como querían esos socialistas talentosos que lo buscaban sin violencia, sin dictaduras del proletariado.

- CY: Usted habló, en otro tramo de la entrevista, de la distribución de las tierras, del acceso equitativo a las tierras. ¿Cómo observa o analiza los acontecimientos ocurridos en Libertador Gral. San Martín, en tierras del Ingenio Ledesma pertenecientes a los Blaquier? Allí se ocuparon esas tierras reclamando un espacio donde vivir, reclamando el derecho a la tierra y la vivienda, que en la zona está en manos de latifundistas.

- OB: Es absolutamente legítimo porque tanto los pueblos originarios como los que no lo son siempre han trabajado la tierra y tienen derecho a sentirse no propietarios pero sí sentirse dueños de la tierra en el sentido que lo producido allí va a ser para la sociedad y no para a un Señor que cada vez va a ser más rico y del cual van a depender. Yo tengo una anécdota: Estaba en la Estancia La Anita, y tuve un dialogo con Federico Brown el dueño de esa estancia en la Patagonia . Es un gran latifundio donde están las tumbas masivas de los peones rurales fusilados en el ‘21. Lo visité al Señor Federico Brown y le hice una pregunta: Usted, como dueño de la Estancia La Anita donde están esas tumbas de 620 peones fusilados, no estaría de acuerdo en dar una cuarta parte de su Estancia en cooperativa a los peones rurales, como gesto de reconocimiento de que esos fusilamientos fueron absolutamente injustos? El me miró muy extrañado, cómo si yo le hubiese hablado en un idioma desconocido y me dijo: ¿Cómo? ¿Una cooperativa de peones? Nooo, yo soy generador de fuentes de trabajo . Yo soy dueño de La Anónima, que es la cadena de supermercados de toda la Patagonia, yo tengo bajo mi orden 42.000 trabajadores. Nunca he pensado en cooperativas. Yo le di la mano, le dije muchas gracias y me despedí. Esto está grabado para un film que se pasó por la Televisión Pública y se llama “La vuelta de Osvaldo Bayer 30 años después” que realizó Eduardo Anguita.

CY: Yamila Pérsico está trabajando justamente sobre este tema y tiene preguntas para hacerle, Bayer

- Yamila Pérsico: Estoy haciendo un trabajo de investigación sobre la Semana trágica y quería preguntarle si los acontecimientos sucedidos durante la Semana Trágica dieron pie o motivaron a los obreros de la Patagonia para organizar el levantamiento que llevaron a cabo o si fue algo que se venía gestando con anterioridad a esos acontecimientos?

- OB: Sin ninguna duda ambos acontecimientos, y también los hechos de La Forestal, se debieron a un clima mundial que se vivía en la época. La Revolución rusa tuvo un eco en todos los países del mundo y muchos obreros creyeron que había llegado el momento de hacer la revolución. En un principio los anarquistas pero también los socialistas del Partido Internacional que se dividieron del Partido Socialista y tomaron una línea marxista. Fue ese el idioma que se hablaba en aquel tiempo, y fue la lucha también por las ocho horas de trabajo.
Por ejemplo, en la Semana Trágica es increíble que los metalúrgicos todavía trabajaran 10 horas cuando los panaderos hacía más de 20 años que habían conseguido las ocho horas de trabajo como también otros gremios. Entonces se dio todo realmente resuelto por asambleas, fue una cosa democrática. Y la Semana Trágica fue la gran tragedia que originó Irigoyen, y los radicales nunca hicieron ninguna autocrítica al respecto, porque Irigoyen no solamente ordena la represión por la policía sino también después por el ejercito. Fue una verdadera masacre lo de la Semana Trágica por no hablar de la Patagonia. Los trabajadores de la Patagonia no exigían tierras sino mejores condiciones de trabajo. Si uno ve lo que exigían y lo compara con lo que tienen hoy en el estatuto del peón, realmente no era nada lo que pedían democráticamente y reunidos en asamblea. En vez de discutir y dar y avanzar un poco se los reprimió salvajemente.
Es algo que nunca se debatió en el Congreso Nacional y que yo he exigido. El Partido Radical tiene que hacer un Congreso de historiadores y hacerse una autocrítica y decir por fin que fue una gran equivocación del presidente Irigoyen. Esto también lo digo para el partido Peronista que debe hacer una autocrítica con respecto a la Triple A, ya que es un acontecimiento histórico que no tiene ninguna justificación y que comenzó con el último gobierno de Perón y continuó con el de Isabel Martínez. Hay que analizar como pudo tener tanta influencia un hombre tan nefasto como López Rega.
Hay hechos históricos que hay que debatir, pero se eligió cubrir, tapar. Por eso yo estoy muy agradecido con los cineastas Fernando Olivera y Enrique Ayala que me propusieron hacer un film La Patagonia Rebelde. Este hecho histórico se difundió a través del cine porque la película pudo llegar a todos los sectores populares a los que a lo mejor un libro no llega. Mi libro fue leído por intelectuales, estudiantes y demás, pero la película llegó al pueblo. Y por eso fui prohibido por el gobierno de Isabel Martínez de Perón, y yo, como autor, tuve que irme del país porque salí en la lista de la Triple A como condenado a muerte, dándome 48 horas para salir del país. Todas estas cosas hacen a la historia pero finalmente la ética triunfa. Pueden pasar décadas o siglos pero finalmente triunfa. Hay que tener confianza. Y esos héroes populares, esos obreros que salieron a la calle a pedir 8 horas de trabajo o aquellos peones rurales que salieron a exigir mejores condiciones de trabajo, esos van a pasar a la historia. Yo hoy estoy contento porque ahora en Santa Cruz esos lideres gremiales, que fueron fusilados por el gobierno de Irigoyen, u otros que lograron salvar la vida, tienen sus monumentos. Las tumbas de los fusilados están todas marcadas; es hermoso llegar al camino que va a Puerto Deseado y ver allí de pronto el monumento a Facón Grande, el gaucho entrerriano, que no era peón, tenía una tropa de carros, pero que salió en defensa de los peones porque dijo: es justo lo que exigen , y fue fusilado por el ejército argentino. También Antonio Soto que tiene en Río Gallegos una calle con su nombre. o Ramón Urtideo, un gallego dirigente de Puerto Santa Cruz. O Albino Argüelles, el porteño que fue a Santa Cruz a defenderlos y fue fusilado también en Puerto San Julián donde hoy tiene un monumento. Así se ve como la ética triunfa finalmente en la historia. En cambio, de los represores no hay absolutamente nada. Del Teniente Coronel Varela, el gran fusilador, no hay ni siquiera un excusado en el baño de una escuela. Y debo decir, hasta hace poco en el Panteón Militar, en la tumba de Varela, había una sola placa que decía: La Comunidad Británica de Santa Cruz muy agradecida al Teniente coronel Varela que cumplió con su deber. Era la única placa, los estancieros le hicieron el homenaje. Ahora los militares la sacaron porque era muy peligroso y le pusieron Muerto por la Patria o algo por el estilo como hacen ellos.

-YP: ¿Y en el caso de los obreros cómo se organizaban y cómo reaccionaron?

- OB: Fue increíble la disciplina y la fe de esas peonadas rurales que nunca habían tenido asambleas ni habían sabido que era un sindicato pero que supieron que tenían derecho a tener una mejor vida, como por ejemplo, cuando pidieron permitir a las mujeres vivir en las estancias porque no se podía. Los estancieros ingleses sólo querían hombres solteros. Fue el espontaneísmo de las masas, que cuando ven que hay justicia y que en otros lados ya se han obtenido conquistas, reaccionan y se organizan. Y en esas enormes extensiones que tiene la Patagonia se realizaron las asambleas recorriendo a caballo centenares de kilómetros. Es heroico, es épico, y por eso en la provincia ese orgullo se enseña, es el capitulo histórico que más se enseña en las Universidades patagónicas.

- YP: ¿Y cómo se viven estos hechos en el resto de la sociedad?

- OB: Yo lo viví cuando se estrenó la película: la gente aplaudía, se paraba; hasta yo corrí peligro porque por falta de actores tuve que hacer de estanciero inglés y cuando yo lo felicito al actor Héctor Alterio que personifica a Varela, la gente del público se paraba, me gritaba y me insultaba. Lo mismo le ocurrió a Olivera que también actúo en el film; la gente nos veía y creía que todo era verdad y temimos que nos lincharan. Así que en el cine, cuando nos miraban e insultaban, en términos lunfardos, rajábamos. Fue un impacto ese film, y por eso fue prohibida un 12 de octubre durante el gobierno de Isabel Martínez

-YP: ¿Qué precedente histórico dejan los acontecimientos de la Patagonia rebelde para la historia del movimiento obrero?

- OB: Sienta las base para decir cuanto costó todas esas leyes obreras que luego se fueron consiguiendo y que sentido del sacrificio tuvieron esos primeros dirigentes obreros, que no cobraban un sueldo, iban a trabajar y después del trabajo iban al sindicato Las asambleas se hacían después de las horas de trabajo. Demostraron cuanto espíritu de sacrificio tuvieron los obreros para conseguir esas primeras leyes por ejemplo las ocho horas de trabajo que costó esa enorme represión de la Semana trágica, amén de otras represiones como las del 1° de mayo de 1909 del Coronel Falcón otro asesino. Demostraron que todo se puede conseguir con enorme sacrificio pero también con sentido democrático, el sentido democrático que deben tener los dirigentes obreros, como digo yo nunca más de cuatro años en el ejercicio. Yo fui Secretario General del Sindicato de Prensa, fui reelecto a los dos años y a los cuatro años renuncié y me fui a trabajar de nuevo a mi lugar de trabajo. Creo que hay que tener un sentido comunitario, la burocracia no premia y finalmente se ven los resultados . Y la historia desprecia a los burócratas .

- CY: Pasando nuevamente al plano nacional, me gustaría saber, porque Usted mencionó dos o tres veces al peronismo, ¿si el Kirchnerismo en sus dos etapas, primero con Néstor Kirchner y ahora con Cristina Fernández de Kirchner, es una instancia superadora del peronismo o sigue dentro de la órbita de lo que es la estructura partidaria del Partido Justicialista?

- OB: No, está dentro demostrando que supera al peronismo burocrático. Porque peronismo es todo, lo ha demostrado Menem, que también era peronista y fue el presidente más ultra-conservador, ”liberal”o capitalista de toda la historia argentina. Superó hasta las dictaduras militares en cuanto al plan económico, y esto lo hizo un peronista. Y ese peronismo menemista que ha seguido Duhalde, y que siguen otros también burócratas partidarios, está siendo superado.
El kirchnerismo parte del peronismo pero está marcando una nueva línea a la que ya se la puede llamar Kirchnerismo, que es una especie de populismo que marcha hacia el socialismo. Ojalá que se siga en ese rumbo, que sería una solución para este país que tiene tantas fuentes de trabajo y tanta riqueza, y para lo cual tiene que desprenderse todavía de mucho burocratismo que tiene el sindicalismo. También de algunas esferas de corrupción.
Hay que decirlo, yo sé que esto no gusta, pero es necesario. Ojalá vayamos avanzando, erradicando las villas miserias y el hambre para alcanzar una verdadera democracia. Que todos tengan trabajo, un techo, que no muera un niño por hambre y que se le devuelvan los derechos a los pueblos originarios, que siempre le han sido negados.

- CY: ¿Y cuáles serían esos nichos de corrupción?

- OB: El aceptar a gente como Hugo Moyano. Se necesitaría hacer una investigación sobre la forma de vida de los dirigentes sindicales. El dirigente sindical no tiene que tener más que el sueldo que le corresponde al trabajo que ha ejercido, y que mientras tenga licencia gremial se le pague, pero nada más que ese sueldo. No tener otra cosa para dar realmente confianza de que representa a los trabajadores siendo un trabajador más. Y también con respecto al capitalismo, cada vez más el Estado debe ayudar a las cooperativas. Las cooperativas argentinas han demostrado que son capaces de hacerlo. Zanon y sus trabajadores, es un ejemplo; no tiene patrón, todos trabajan y cobran igual, hacen el mismo producto que fabricaban cuando era una empresa y lo venden más barato. Esto nos demuestra que el futuro es la cooperativa, porque la cooperativa trae la paz y no el odio hacia esta sociedad.

- CY: Voy a tomar prestada una idea de Horacio González, quién propuso en un programa de televisión que teniendo en cuenta la muy buena elección de Hermes Binner, el dialogo natural que debía encarar el gobierno nacional es hacia ese lugar, hacia el socialismo.

- OB: A mí me parece magnifico. En mi provincia natal, mi querida Santa Fe, el primer gobernador socialista que ha tenido la Argentina fue Binner. Y en Rosario, que siempre ha sido peronista, fue el primer intendente socialista en una ciudad argentina. Ojalá se llegue a una coalición de Cristina Fernández con Hermes Binner.

- CY: En otro plano, Usted tuvo y tiene una relación histórica con las Madres de Plaza de Mayo, con Hebe de Bonafini. El café literario de la primigenia Universidad Popular de las Madres lleva el nombre de Café Literario Osvaldo Bayer. Teniendo en cuenta este vínculo estrecho y también que usted ha sido un defensor público de las Madres ¿Cómo vivió el caso Shocklender?

- OB: Fue muy doloroso porque yo conocí a las Madres en el tiempo de su lucha, cuando por ejemplo llegaron a Alemania, María Adela Gard de Antokoletz y Hebe de Bonafini. El viaje se lo había pagado la Iglesia Luterana Alemana y cuando llegaron a Berlín, la ciudad donde yo vivía, les querían pagar un hotel Cinco Estrellas y ellas dijeron no, vamos a pasar estos días donde vive Osvaldo Bayer. Y vinieron al barrio reo de Kreuzberg, y alli conversamos largamente. Para mí esas son las Madres de Plaza de Mayo. Y siempre voy a recordar ese hecho absolutamente heroico, que cuando desaparecieron las tres primeras madres encabezadas por Azucena Villaflor, que después se supo que fueron arrojadas vivas desde aviones al Río de La Plata desde la Esma, al jueves siguientes todas estaban en la Plaza de Mayo a pesar que esas tres madres habían sido secuestradas y corrían el mismo peligro. Pero allí estuvieron y no faltaron ningún jueves. En la historia del mundo hay pocos hechos de tanto coraje cívico y lo hicieron nuestras mujeres, y eso hay que resaltarlo. Ahora, lo que hizo después el señor Schoklender y toda esa propaganda en los diarios Clarín y La Nación, para mí no tiene ninguna importancia ni sentido. Para mí las Madres valen en esos años en que se logró la democracia. Fueron ellas y su espíritu que recorrió el mundo lo que hizo cambiar y lo que hizo caer también a la dictadura militar. Si hoy tenemos democracia en gran parte se lo debemos a la lucha de las madres de plaza de mayo. Y para mí eso es lo que va a valer siempre. Lo demás no cuenta.

- CY: Para finalizar esta inolvidable conversación, ¿Cuál es a sus jóvenes 84 años, su deseo personal y su deseo colectivo?

- OB: Mi deseo personal es un sueño que ya no puede realizarse: Volver a vivir a mi casa en Martínez. Volvería a Martínez con mis 4 hijos y mis 10 nietos, cosa que ya no será posible porque el exilió nunca nos dividió pero nos separó en el sentido del lugar donde vivimos.
Y con respecto a lo político, ver un horizonte del socialismo en libertad, que es demostrar generosidad. Querer un socialismo en libertad quiere decir ser generoso, convivir, dar la mano, ver sonreír a todos los niños y no que nos pongan la mano dobladita pidiendo algo.


Conrado Yasenza
Agosto de 2011-08-28
Con la colaboración de Yamila Pérsico.


Semblanza de Paco Urondo.
Por Osvaldo Bayer*

Yo trabajé con Paco dos años en la redacción del diario Clarín cuando estaba Noble. Compartía el mismo escritorio. Un día, después de trabajar, le digo: bueno terminemos vamos a comer algo al boliche de la esquina, pero Paco era un gentleman y me dijo: yo no como en boliches sino en restaurantes de primera categoría. Era un revolucionario pero a la hora de comer, comía como un señor.
Era un aristócrata de la revolución.
Era un poeta, un hombre que amaba la vida, que también amaba a las mujeres, y siempre estuvo con el pueblo y no dicho en forma demagógica, siempre se interesó por los problemas que veía a diario como periodista. Nosotros tuvimos ese período donde trabajábamos para el periodismo burgués, para denominarlo de alguna manera, en el diario Clarín, para ver las diferencias y después, por supuesto, tomamos el otro camino.
Era excelente, era un señor, era un aristócrata de las ideas; cuando podía tomaba el vino de mejor calidad pero sus libros, y los que leía, tenían siempre que ver con la revolución socialista. Es increíble. Un aristócrata de la vida, porque le gustaba vestir bien, muy pintón él, pero al mismo tiempo estaba con los de abajo, y dio la vida; y !que valentía, que coraje civil!




- CY: Lo que no se explica es como tipos tan brillantes como Rodolfo Walsh y Paco hayan aceptado la conducción de tipos tan mediocres como Firmenich.

- OB: Yo recuerdo que discutí tanto con Rodolfo, y la última vez que lo ví le dije: Yo no sé como vos que tuviste como yo la experiencia del primer peronismo en la Facultad de Filosofía, donde Perón entregó la Facultad a la iglesia católica de ultra derecha, y donde lo único que aprendíamos era a Santo Tomás de Aquino, te hiciste peronista, y el me contestó: No te equivoques yo no soy peronista, yo soy marxista, ¿pero donde está el pueblo?
Yo le contesté: sí, el pueblo es peronista, pero no es revolucionario y no los va a acompañar . Y él me dijo: Ya vamos a ver. ¡Que hermosa respuesta!

Entrevista realizada en El Tugurio, el 23 de Agosto de 2011 por Conrado Yasenza y con la participación de Yamila Pérsico.