28 febrero 2011

Sociedad Medios y Política/ Fuenteovejuna/Marcos Cittadini

Fuenteovejuna

Por Marcos Cittadini*
(para La Tecl@ Eñe)

Los acontecimientos mediáticos ligados a la causa de los medicamentos merecen ciertas reflexiones urgentes en relación con los criterios de noticiabilidad (vaya neologismo), y algunas más reposadas -sobre todo- acerca del modo en el que se construyen las narraciones que consumimos diariamente en periódicos, canales de TV, radios y portales de Internet.

Una primera y fácil observación de la cobertura de los medios más poderosos puede predisponernos a entender que nos encontramos frente a un nuevo capítulo de la utilización de la distinta vara con la que éstos miden los hechos, de acuerdo a si perjudican o no al Gobierno. No sería reprochable una mención a esto, sobre todo si tenemos en cuenta que, claramente, sucedió. No se reflejaron del mismo modo los procesamientos de ex funcionarios del kirchnerismo que la detención de Gerónimo Venegas. En el primer caso, el juez Norberto Oyarbide, estaba actuando de acuerdo a derecho. En el último, se sugirió todo el tiempo que lo hacía presionado por el Ejecutivo nacional.

Pero hay otros elementos, incluso contradictorios con esa creación de Venegas como perseguido político, que quizás se deban apuntar para tomar una real dimensión de lo perjudicial que puede ser cierto discurso mediático en su afán de construir un tipo de pensamiento que pretende apoyarse en el sentido común cuando en realidad apela a los peores prejuicios clasemedieros argentinos. Decíamos que en este armado complejo, a la vez que se transformaba a Venegas en el payador perseguido, los distintos conductores de noticiero y redactores hilvanaron un discurso claramente antisindical.

Si un televidente ingenuo se hubiera expuesto desde hace años durante horas a la repetitiva y efectista programación de TN no podría menos que odiar a todos los dirigentes gremiales por lo malos que son para la sociedad al liberar molinetes y barreras de peaje, dejar a los chicos sin clases, agarrarse a piñas o tiros cada vez que pueden, y un largo etcétera. Como ya casi no quedan televidentes ingenuos, el efecto no es tan profundo pero la prédica rinde algunos frutos. Porque cada vez que un cronista de esos canales de cable dice “y los pasajeros son rehenes de esta situación” o “los chicos en el medio”, lo que están haciendo es abonar a ese sentimiento tan útil para las patronales que surgió en la década del 90, construido encima de los asesinatos y las desapariciones de la dictadura: la sensación de que es mejor no tener representación gremial para ser más dinámico y triunfar en la vida. El sálvese quien pueda menemista como dogma favorito de los empresarios que esperan con bombones a los intrépidos oficinistas rompehuelgas.

Un ejemplo al margen. En la disputa entre Hugo Yaski y Pablo Micheli por el control de la CTA éste último tiene en el grupo Clarín a un gran aliado. Sin embargo, eso no ha evitado que sus distintos medios hayan avanzado –conforme crecían las disputas- en una narración que transformaba en un escándalo de poder lo que comenzó siendo una confrontación electoral sin precedentes en el sindicalismo argentino. La segura ruptura de la CTA seguramente no ha sido provocada por Clarín pero si muy bien patrocinada.

En la causa de los medicamentos los presuntos ilícitos tampoco los cometieron los editores del establishment mediático. Lo hicieron posiblemente dirigentes gremiales corruptos amparados por el Estado, con empresarios privados que ganaban mucho dinero estafando a los afiliados de las distintas obras sociales. Seguramente se impone un saneamiento de la dirigencia gremial que debe surgir de las bases y que debe tender a democratizar los sindicatos y transparentar sus instituciones. Pero esto le interesa poco a Clarín y La Nación. Por eso pueden defender a Venegas, quien no necesita ser encontrado culpable en esta causa para merecer escarnio público. La sola verificación de las condiciones en las que trabajan la mayoría de sus representados y sus negocios con las patronales alcanzan. Porque lo que más les interesa a esos medios es avanzar en un mundo en el que los motivos de los reclamos no existen, sólo las consecuencias molestas de los mismos. Un mundo en el que los sindicatos deben ser eliminados –como en sus empresas- o defenestrados como en sus pantallas y diarios. Es por ese motivo que no difunden las protestas dentro de otros medios, ni siquiera los oficialistas. Lo que hace falta, siguiendo esta lógica, es un mundo de patrones y empleados sin intermediación ni protección. Un paraíso en el que se le pueda decir a un redactor “si no lo querés hacer hay cuatrocientos como vos que pueden tomar tu trabajo” o regalarle a un productor de noticiero un I pad porque no se afilió a un gremio. Un mundo de ovejas o -mejor- de carneros. Y si eso no se puede lograr, más valen los Venegas que los Moyano.


*Periodista

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