23 diciembre 2010

Poesía/Jacobo Fijman, poeta maldito/ por Flavio Crescenzi

Jacobo Fijman, poeta maldito

Tres gritos me elevaron sus puñales.
Paisaje de tres gritos
Largos de asombro.”

Jacobo Fijman

Por Flavio Crescenzi

(para La Tecl@ Eñe)


Si, como dice Francisco Umbral, las tres condiciones clave del creador maldito son: arraigo estético y humano en los poderes demoníacos, heterodoxia sexual y muerte trágica y prematura, entonces, Jacobo Fijman es también un maldito. La marginalidad de este poeta “raro”, según la expresión de Rubén Darío, sería el primer elemento a destacar antes de corroborar los tres mencionados más arriba. La marginalidad en Fijman está atravesada por la locura.

“Molino rojo”, su primer libro, es un libro que quiere tomar a la locura, no ya como un simple tópico, sino como un resumen experiencial y metafísico. De la locura se desprende lo demoníaco, fuerzas disolventes ambas, estados en permanente ebullición que combaten la pacífica sencillez de la cordura (la cordura entendida como sujeción a las normas y moral vigentes) y sus falaces armonías. En este poemario encontraremos el conocido “Canto del cisne” que nos desafía ya con los primeros versos:


“Demencia:
el camino más alto y más desierto.

Oficio de las máscaras absurdas; pero tan humanas.”

Fijman, evidentemente, se consideraba a sí mismo un elegido, un iluminado, cuya admirable profesión de fe (la demencia) lo hacía distinguirse del resto de los hombres, lo volvía más humano, demasiado humano.

Siendo judío de origen, Fijman se convierte al cristianismo en un arrebato místico decididamente insoslayable. La castidad, símbolo de pura entrega, tan propia de ciertos fundamentalismos religiosos, no deja de ser la práctica avalada de la asexualidad, heterodoxia sexual por excelencia, aunque sería mejor decir aberración. La muestra más cabal de esta tendencia puede verse en su tercer y último libro, “Estrella el mañana”. En el siguiente fragmento podremos apreciar un guiño, sutil conexión u homenaje, que lo vincula con San Juan de la Cruz y su “Noche oscura del alma”:

“Vuelvo mis ojos sobre mis ojos mansos;
vuelvo mis ojos contra la noche oscura.”

Su segundo libro, “Hecho de estampas”, es la transición, sin ir más lejos, de lo demoníaco demencial a lo místico asexuado. Como buen miembro de la Generación del 22, generación situada en medio de una sobredimensionada antinomia entre el grupo de Florida y el grupo de Boedo, supo manejar la imagen a la perfección, sin que sus textos cayeran en nulos artificios. Por sus amistades, pero también por su poética, estaba menos emparentado con la estética de Boedo que con la de Florida. El mismísimo Marechal lo incluye en su célebre “Adán Buenosayres”. Recordemos que la novela de Marechal es un alegato a favor de la revista “Martín Fierro” en tono de parodia.

Toda muerte es prematura, toda es muerte es trágica, me atrevería a comentarle a Umbral sin ofenderlo. Jacobo Fijman, muere en Buenos Aires, en 1970, en el Hospicio de las Mercedes, su hogar por casi treinta años. Daniel Camels declara:

“Fue preso de un triple destino de exclusión y olvido”

Tres, como intentamos demostrar, son las condiciones necesarias para ser maldito. Tres también los volúmenes que conforman la obra del poeta que evocamos.

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