25 diciembre 2010

Poema/Inédito/Angel del espanto/por Vicente Zito Lema

ANGEL DEL ESPANTO

Por Vicente Zito Lema / Buenos Aires 24 de diciembre de 2010

(inédito, para La Tecl@ Eñe)
Ilustración: Luis Felipe Noé




Oh, alma de niño / cuerpo de la pobreza /
Sombra mía / que te arrojas como el
Ángel del Espanto desde la bóveda que tiembla
Sonora igual que el fuego
Hasta el pálido principio de los días…

Oh, alma de niño
Ángel del Espanto / sombra mía
Que en el silencio nos señalas y vigilas
Cada instante de la fugaz eternidad
En vísperas de la agonía…

Oh, alma de niño…
Ángel del Espanto / sombra mía
Desde antes de nacer / ya peligro y fugitivo
Te han convertido en pesadilla…
Tu soledad es áspera y marchita…

Oh, alma de niño…
Ángel del Espanto / sombra mía
Caes del cielo igual que puro / eterno…
La lluvia sobre la tierra hace de vos / lluvia sucia
Isla sin ternura / grieta maldita

Oh, alma de niño…
Ángel del Espanto / sombra mía
Eres oscuridad sin gracia
Frente a la luz divina…
Luz que no te alumbra / divinidad que no
Te divina…
Ni te arropa en su confín sagrado
Entre las nubes quietas / mal dormidas…


Oh, alma de niño
Ángel de Espanto /sombra mía
¿Nada del humano / quedó de ti en mí?
¿Más que impiadoso / todo es ajeno…?
Dinos: ¿qué nos espera, si siendo padecido
Padeces, cuando ya ni los dioses pueden padecer…?

Oh, alma de niño
Ángel del Espanto / sombra mía
Que te alzas pobre de las pobrezas
En las noches y en los días
¿O no es de espanto
El hueco de tus ojos
El tajo de tu boca
El vacío de tu lengua
La espuma de tu fiebre
Ese agrio sudor de tu cuerpo
Que en los umbrales del infierno
Todavía nos mira y sonríe…?

Oh, alma de niño…
Ángel del Espanto / sombra mía
Cuerpo de niño / maravilla
Ciega de la pobreza
En la cruenta espera sin esperas
Ni alivios
Tan y tan / al fin
Y de una vez
El amor de tu mano
Se transformó en cuchillo…
Tu cuchillo que te hirió
Tu sangre que al sangrar al otro
Te heló…

Oh, Ángel del Espanto
¿La muerte que besó tus labios
también te arrancó del paraíso…?

23 diciembre 2010

Política y Universidad/Política en acción: La Universidad y la silla/ Por Horacio González



La Universidad y la silla

Por Horacio González

(para La Tecl@ Eñe)

Son famosos los ladrillos, las puertas, los fogones, también los rastrillos y regaderas. Cada uno de estos objetos y elementos puede ser punto de partida para el habitar, el desmalezar, el construir. De un instrumento o una situación originaria, que puede ser mínima o molecular, surge un mundo. Se produce una fundación. De ahí la vieja idea de poner un poste, clavar una pica. Pensamientos antiquísimos guardan la noción de que fundar es colocar una partícula material ínfima en un espacio infinito o vacío. De allí saldrá algo. De la piedra fundacional, el edificio; del esqueleto, el barco; de tres palos que convergen en su centro, la carpa. Las sillas cumplen en este caso un cometido esencial, pues se pueden fundar una Universidad a través de ella. Una silla puede ser la madera fundacional de una casa de estudios. Ya hay algo, están las paredes y los profesores. También están las escaleras, los alumnos y los libros. Y, desde luego, se puede decir que el saber surge de situaciones repentinas antes que de largos cursos y materias sometidas a exámenes. Esa situación podrá ser la obtención especial o singular de una silla.
Es cierto que están los edificios. Pero la noción de que un edificio es necesario choca contra el lenguaje mismo, que sabe operar en cualquier lugar y circunstancia. Pero, por suerte, al saber lo ubicamos en general como un resultado de metodologías, acumulación de experiencias y desafíos que hay que superar. Y para ello, aunque no siempre, la civilización destinó instituciones, edificios y utensilios diversos. Los estudiantes de ciencias sociales pelean por su edificio único, por supuesto más adecuado que los desfallecientes hospitales y fábricas abandonadas en que se instalaron los cursos de esa especialidad hace varias décadas. Pero hay otra posibilidad para pensar al saber universitario al vincularlo con un utensilio habitual de nuestros mobiliarios. En este caso me refiero a una experiencia en la que he participado en la Universidad de los Trabajadores, establecida en la fábrica recuperada IMPA, experiencia universitaria dirigida por Vicente Zito Lema, alrededor de una silla fundante.
No es que allí no haya implementos y espacios destinados a los alumnos. Está la vieja fábrica, además, con su iluminación tímida, su olor a alquitrán y los raros aceites que hacen funcionar viejas máquinas. Pero los estudiantes han sido invitados a armar sus propias sillas, y en este caso se trata de un modelo de silla famosa. Es la silla ideada por el diseñador holandés Gerrit Rietveld, una sutil obra del diseño que conjuga solidez, practicidad y la extraña belleza de un artefacto casi lunar. Se sabe que el diseño de muebles puede ser el punto de partida de una revolución en la vivienda, en el arte y en la filosofía misma del acto doméstico de sentarse, comer, dormir. Y el diseño mismo puede ser la filosofía de la forma de nuevas adquisiciones culturales, o al contrario, de las mercancías que al ser consumidas, consumen también a quienes creen que son sus usuarios o compradores.
En este caso, una silla con un diseño heredero de las vanguardias europeas del diseño (que reúne comodidad, operatividad e intranquilidad crítica sobre todo el medio ambiente) puede ser el germen de una manera diferente de encarar la relación entre el conocimiento y las artes manuales. No es de ahora que se intenta la experiencia de hacer paralela la vida intelectual y el arte de transformar la naturaleza en objetos útiles. Pero esa utilidad quizás pueda ser revolucionaria, a veces más que las ideas, si en ella hay ideas (que parecen otras ideas pero son versiones vivaces de las anteriores) relativas al dibujo, al trato con el cuerpo humano y al mismo desasosiego sobre la historia. Entonces, sobre un modelo de silla Rietveld, cuyas características explicó la diseñadora Aimée Zito Lema, hija de Vicente, los alumnos, destornillador en mano, se pusieron a armar las maderas que vinieron de Holanda, como acto fundador del conocimiento y a la vez de la habitabilidad renovada que exigen los cuerpos para señalar su autoconciencia ante la física, la materia y los objetos del mundo. Hacer una silla es pensar la capacidad de acción y la vida del conocimiento.
Muchas veces comprobamos en nuestras Universidades cierta indiferencia por el habitar, tan vecino al pensar, resolviéndose apenas la cuestión en un mayor pedido de confort que se atiende de una manera exterior al saber. Aquí no. El saber y los utensilios que permiten materialmente la reunión de los alumnos en la clásica sala de clases, van juntos. Son los alumnos quienes encaran su construcción a la vez que enlazan esa experiencia con un sector innovador del diseño artístico, que cuestiona aquellos diseños para el mero consumo capitalista, ligándolos con el pensamiento de los trabajadores. ¿Y porque una universidad de los trabajadores? Porque antes que nada, la noción de trabajador se ha ampliado al conjunto de la vida, así como puede ampliarse la idea de silla al conjunto de los objetos del mundo. Se puede así fundar una universidad de otra manera, partiendo de generar un conocimiento sobre la silla en la que sientan los alumnos, conocimiento que surge de la práctica de construirla, de meditar sobre ella y de percibir, que al sentarse a tomar apuntes, ya se ha fundado un saber. Alumnos que son trabajadores en simultaneidad a su acto de aprendizaje, es el núcleo de una universidad así concebida, y no tanto alumnos que sean trabajadores además de ser alumnos, aunque lo sean.
Entonces, lo que se hace o se escribe con el apoyo de la silla, es en parte el conocimiento que la silla había proporcionado en su propio fabricarse. Adueñarse de la experiencia propia podría ser una consigna de la universidad de los trabajadores, pero siempre nos confrontamos con el hecho de que las experiencias vienen ya consumadas, en legados que no dejan de ser interesantes aun si, como sucede, padecen demasiado de cierto prestigio que les da su amenidad o lejanía con las experiencias vivas del presente. Aquí, sin despreciar lo que viene de lejos con sus rituales ya elaborados, debemos decir que el conocimiento consiste en abrir objetos que ya parecían sellados, obstruidos. O sino, en construir objetos que surgen del mundo del trabajo al ser fabricados con herramientas características, como voz simultánea a la de usar esos objetos para forjar la convivencia que reclama el conocimiento.
Viejo profesor ya, me he sentado en toda clase de sillas, de plástico, tijera, plegables de metal, desvencijadas o en antiguos pupitres sarmientinos. He pasado sobre esas sillas momentos formidables, incluso en relación al digno peligro de caerse de ellas. Ahora bien, poner las asentaderas en una silla hecha con un diseño que concibe lo laboral, lo experiencial y el saber como un mismo gesto, es extraer del cuerpo un consentimiento inesperado para aprender y transmitir sobre la base de los rudos, sencillos o sagrados objetos del mundo.
*Sociólogo, ensayista, docente universitario y Director de La Biblioteca Nacional

La Columna Grande/El día de la cebita/Por Alfredo Grande

EL DIA DE LA CEBITA.

“lucharé para ganarle al kirchnerismo por izquierda; y lucharé para que no pierda por derecha” (aforismo implicado)

Escribe ALFREDO GRANDE*

(para La Tecl@ Eñe)


20 de diciembre. Las glorias del argentinazo cuando la utopia de que los piquetes y las cacerolas tenían una lucha sola, y que era posible de lograr “que se vayan todos”, han dejado paso a una preocupación, mas bien una terrible persecuta, que Duhalde, el Cabezón, más peligroso aún que la Mole Moli, haya sido el demiurgo de los enfrentamientos de pobres contra excluidos. Es evidente que el discurso kirchnerista no tiene empacho y por lo tanto se empacha frecuentemente, con lo que en psicología social llamamos “el chivo expiatorio”. Mas allá de las condiciones personales, políticas, psicológicas de algunas y algunos dirigentes y gerenciadores políticos, la tendencia a ultra chivatear es preocupante. Muerto el perro nunca se acaba la rabia y desconocer que, por ejemplo el vicepresidente, fue un invento de la transversalidad, es casi una descortesía histórica. El Cabezón fue el origen de esta narrativa llamada kirchnerismo. Por supuesto, el destino contrarió el origen y podemos decirle que al ya lejano intendente de Lomas de Zamora, le salió el candidato por la culata. Sin embargo, nunca muere cierta yerba, y menos cuando en los primeros años de gobierno K, ni siquiera se pretendió enfrentarla. Ahora renace, al calor de asesinatos, represiones al mejor estilo de la maldita policía, gatillos, trompadas, gases, hidrantes, todos fáciles. Demasiado fáciles. Las masacres de baja intensidad en Formosa, los ataques al movimiento estudiantil en Córdoba, cuna de la Reforma Universitaria de 1918, los embates contra la heroica resistencia de estudiantes ante la prepotencia academicista de Hallú, son mas que elocuentes analizadores de que el nunca más debería ser apenas una pregunta, pero nunca más una afirmación. Para el nivel convencional encubridor de la cultura represora
Todo empezó con el asesinato de Mariano Ferreyra. Incluso algunas de las teorías sobre las causas del fallecimiento de Néstor Kirchner, lo atribuyen al impacto emocional de esa noticia. Recuerdo cuando Carlos Auyero murió durante un programa televisivo cuando el ahora diputado Eduardo Amadeo le reprochó: “ahora el frepaso tiene su primer muerto”, en alusión al asesinato de Teresa Rodríguez. El dirigente democristiano, hombre de bien, no pudo tolerar la acusación del entonces, ahora y siempre menemista . Al menos Horacio Verbistky, también presente, logró que el programa se suspendiera, a pesar de la idea en contrario del redactor de comunicados castrenses, Mariano Grondona. Lo importante no es la certeza médica de la causa de muerte de Néstor Kirchner. Me interesa mas señalar que parte de ese impacto puede haber sido comprobar, con la certeza de una muerte irreparable, que los gorilas mas gorilas siempre han estado dentro del movimiento peronista. Ya lo cantaba la Tendencia: “que pasa general, que está lleno de gorilas el gobierno popular”. Y que la negación maníaca de la lucha de clases, uno de los fundantes del movimiento nacional y popular, implica, a veces mas temprano, a veces mas tarde, dormir con varios enemigos y despertar con amenazas renovadas. ¿Cómo entender que ante una ocupación de terrenos, que en una escala menor se realizan en los bajo autopistas, zaguanes, intemperie, plazas, veredas de toda la ciudad, la policía federal, al mando del tandem Alak-Fernández, haya reprimido con la pureza de los mejores tiempos de los derechos humanos avasallados? Pero lo más extraordinario, es que el kirchnerismo logra reducir el cambio necesario a una lógica meramente operativa. Relevo de autoridades, cambio de armamento. Nilda Garré es una garante confiable, salvo por la cuestión política de que viene a reemplazar a funcionarios que siguen en sus cargos. EL truco es digno de Tu Sam: nada por aquí, nada por allá, aparece el Ministerio de Seguridad. Pero recordemos al ilusionista: “Puede fallar”. La retórica anti cobos, anti carrió, anti solanas, anti, anti…puede no ser suficiente. La derecha existe, el fascismo existe, y no es el kirchnerismo el primero en descubrirlo. El tema siempre será como enfrentarlo. No es aconsejable combatir monopólicamente a los monopolios. Ni tampoco propiciar democracias obrera sin garantizar la persona jurídica a las centrales existentes. Y mucho menos hacer alianzas con intendentes, gobernadores, comunicadores que son reaccionarios de paladar negro. La advertencia de Adriana Calvo tiene actualidad: los derechos humanos como movimiento y el Estado deben estar separados. Una cosa es la ayuda mutua, y otra es la total captura de ambos discursos. En el marco del capitalismo, mas serio o menos serio, la tendencia al monopolio es inevitable. Y no solo en los medios de comunicación. No es una mera distracción que en el discurso oficial sobre las organizaciones de derechos humanos, solo se reconozcan dos. Y si bien esto puede ser parte de la corrección política, no deja de ser una de las mayores injusticias para la memoria histórica.
No podemos olvidar que el fascismo, que a veces se disfraza de derecha, y otras se trasviste de liberal, tiene tiempo, recursos y exceso de crueldad. En la ciudad de los buenos aires, un frente contra el macrifascismo es necesario. ¿Seguiremos atacando al fascismo con las balas de cebita de un movimiento popular fragmentado o híper oficialista? Si así fuera, no le echen toda la culpa al Cabezón. Siempre es mejor la autocrítica que la proyección culpógena. A lo mejor, los cabezones somos nosotros.
*Médico Psiquíatra, Psicoanalista y Cooperativista-Presidente honorario de Atico Cooperativa de Salud Mental

Política/Néstor, símbolo popular/Por Rubén Drí

Néstor, símbolo popular

Por Rubén Dri*

(para La Tecl@ Eñe)
Un fantasma circula entre los representantes del poder económico, Néstor Kirchner convertido en símbolo de identificación popular.

Los seres humanos somos esencialmente simbólicos. Etimológicamente la palabra “símbolo” viene del griego “sym-bállo”, poner juntamente, unir, juntar; reunirse, encontrarse; arrojar-con. El “symbolon” era un pedazo de cerámica o de concha con el cual un individuo reconocía al amigo del que se había separado al juntar ese pedazo con el pedazo del amigo.

El símbolo une lo separado, sutura la fractura. El ser humano es un ser profundamente fracturado en sí mismo, con los otros hombres, con la naturaleza, con la trascendencia, como sea que ésta se nombre. Fue Descartes en el siglo XVII quien creyó que el hombre se poseía plenamente a sí mismo, que se conocía con “claridad y distinción”.

Hegel lo corrigió relatando en la Fenomenología del espíritu la odisea que debe realizar el sujeto para lograr su identidad, lo que significa hacerse y conocerse así mismo. El sujeto, tanto individual como colectivo, pasa por momentos de duda, de desesperación, de angustia. No sabe quién es, qué es. La nada lo acecha. “El espíritu sólo conquista su verdad cuando es capaz de encontrarse a sí mismo en el absoluto desgarramiento”, por lo cual el camino del sujeto es “el camino de la duda o, más propiamente, el camino de la desesperación”.

El sujeto siempre es sujeto-objeto, sujeto que se encuentra situado, contenido, protegido por el momento objetual, expresado por la familia, la madre, el grupo, la escuela, el gremio, la universidad, la iglesia. Pero el momento objetual al mismo tiempo que lo contiene al sujeto, lo sujeta, tiende a encorcetarlo, a ahogarlo, a someterlo. Para conquistar “su verdad”, o sea, conquistarse a sí mismo, debe pasar por “el absoluto desgarramiento” que significa la desaparición del momento objetual.

El sujeto se va superando a sí mismo, va recuperándose de las fracturas en un proceso en el que los símbolos se suceden y son recogidos mediante un relato que se conoce como “mito”, relato que es fundamental en la conformación de la subjetualidad colectiva.

Sobre ello decía el militante revolucionario peruano José Mariátegui: “La civilización burguesa sufre de la falta de un mito, de una fe, de una esperanza. Falta que es la expresión de su quiebre material. La experiencia racionalista ha tenido esta paradójica eficacia de conducir a la humanidad a la desconsolada convicción de que la Razón no puede darle ningún camino. El racionalismo no ha servido sino para desacreditar a la razón […] Ni la razón ni la ciencia pueden ser un mito. Ni la Razón ni la Ciencia pueden satisfacer toda la necesidad de infinito que hay en el hombre. La propia Razón se ha encargado de demostrar a los hombres que ella no les basta. Que únicamente el Mito posee la preciosa virtud de llenar su yo profundo.

La narración mitológica o religiosa, porque el mito es religioso y viceversa, es esencialmente simbólica. Son los símbolos los encargados de expresar el sentido de la narración, religando, suturando, restaurando la totalidad del sujeto. En los símbolos narrados por el mito el sujeto se ve a sí mismo, se recompone, cobra fuerzas, se ve animado por una fe inquebrantable.

Menester es, pues, distinguir entre la racionalidad de la que nos habla Mariátegui, o sea, la racionalidad científica, en la que no hay símbolos sino sólo conceptos que se refieren siempre a hechos, a lo puramente fáctico, y la racionalidad propia del mito en la que los hechos se encuentran transfigurados por los símbolos.

La razón mediante la cual investigamos los hechos concretos, lo fáctico, se encarga de analizar la tarea realizada por Néstor Kirchner desde el 2003 hasta 2010. Allí entran la política de derechos humanos, la renovación de la corte, el descabezamiento del ejército, la construcción de Unasur y tantos otros hechos. Se trata de una verdadera tarea ciclópea, teniendo en cuenta la destrucción del país que los sectores populares graficaron en el ¡que se vayan todos! del 2001.

Sobre esa realidad, sobre el Kirchner real al que tanto le debemos, el pueblo construye el mito o, para ser más preciso la saga o las sagas en las que Néstor Kirchner aparece como el autor de maravillas y que tanto asusta a quienes vieron frustrados sus intereses por la acción política del mismo.

La construcción del símbolo Néstor Kirchner mediante el relato mitológico no es irracional. Pertenece a la racionalidad mitológica, mediante la cual el sujeto colectivo argentino se identifica a través de un símbolo como la bandera o el himno nacional; un militante marxista lo hace mediante la bandera roja o la “internacional”. La bandera nos une a todos los argentinos, nos da una identidad, sutura las fracturas de todo tipo que nos atraviesan.

El problema que tiene la derecha o, en general, las corporaciones, es que el símbolo Kirchner se expresa mediante un relato que divide los campos como en la práctica lo hizo la 125. Basta abrir los ojos para ver cómo los sectores populares, incluyendo ahí a sectores medios, hoy recobran las esperanzas, se reúnen, se organizan, reconstruyen su identidad como pueblo.

La “oposición”, por decirlo de alguna manera, expresada por “Noticias”, no puede entender el fenómeno, o mejor, lo entiende, pero tiene que malinterpretarlo: “El insólito proceso de convertir al ex presidente en alguien que no fue, corre el riesgo de caricaturizar hasta sus logros”. El símbolo no pretende transformar a alguien en algo que no fue, sino que despliega potencialidades que no fueron actualizadas por el personaje histórico.

Como, por otra parte, el símbolo es polisémico, se presta para que se desplieguen potencialidades que no corresponde a lo actuado por el personaje histórico. Es por ello que en torno al símbolo se produce la lucha hermenéutica que no es otra cosa que trasposición al símbolo de la lucha política. Sobre un mismo símbolo se construyen diversos y contrapuestos relatos.

Es evidente para cualquiera que mire la actuación de Kirchner desde el 2003 hasta su muerte que su política estuvo dirigida a favor de los sectores populares, enfrentando a las grandes corporaciones del poder. Limpieza de la corte, descabezamiento del ejército, política de derechos humanos, defensa del empleo, política exterior orientada a la conformación de la unidad latinoamericana, la Patria Grande, enfrentamiento al imperio

Lo que Kirchner aportó allí está. Lo que aportará al futuro está en el símbolo narrado por el pueblo y es eso lo que los aterra. Los sectores populares dicen ahora que Kirchner vive en ellos, en sus luchas y eso es real. El símbolo “Néstor Kirchner” une a sectores populares hasta hace poco distanciados. Los relatos mediante los cuales ese símbolo seguirá estando presente, dinamizando las luchas populares, serán una “caricatura” para la “oposición” enceguecida para entender o aceptar los fenómenos populares.

Buenos Aires, 10 de diciembre de 2010
*Filósofo y teólogo. Docente de la UBA

Política y Sociedad/ Los olvidados/ Por Marcos Cittadini

Los olvidados

Por Marcos Cittadini*

(para La Tecl@ Eñe)

Cuando el editor de esta revista me invitó a participar del presente número todavía no se habían producido los luctuosos hechos del Parque Indoamericano en el corazón de Villa Soldati. La idea era proponer algunas variaciones acerca de la actualidad de los medios de comunicación en la Argentina y la demanda sostenida de democratización por parte de sectores sociales cada vez más representativos. Ese tópico tan transitado en los últimos tiempos se resignificó luego de presenciar la cobertura mediática racista y sectaria que los medios concentrados realizaron.


Muchos recorridos pueden hacerse en relación con esta cobertura pero elegiremos comenzar por uno que es central, que requeriría ciertos preámbulos para ser más completo pero eso podría diluir cierta evidencia brutal: el hecho de que los nombres de las tres personas asesinadas casi no fueron mencionados más allá del dato de rigor. A Rosemarie Puja, Bernardino Salgueiro y Juan Castañeta Quispe no se los nombra como a Carlos Fuentealba, Mariano Ferreira, Maxi Kosteki o Darío Santillán. ¿Por qué esa diferencia si fueron asesinados por las fuerzas represivas del mismo sistema? Porque Rosemarie, Bernardino y Juan eran inmigrantes regionales. Eran “bolitas” y “paraguas”. Eran menos que nada.


El entramado mediático ha objetivizado a los ciudadanos bolivianos y paraguayos de tal modo que ya no es pensable que las características personales de cada individuo deban ser conocidas. Aquello que sobre todo a los productores de televisión les gusta tanto -la “historia de vida”- no los parece necesario cuando se trata de estas personas y de estos relatos. Incluso el clásico regodeo en la miseria que es tan caro a los intereses de tanto programa se vuelve más frío, con la cámara más distante. Insistimos: son “bolitas” o “paraguas”. Casi no tienen nombre, mucho menos rostro. Son menos que nada.


La construcción del inmigrante regional como presencia indeseada funciona entonces como reproductor del sistema que instaló las condiciones por las que esos sujetos deben irse de su tierra y llegar a este país. Y los medios van más allá. Son los principales agentes de la instalación del extranjero como fuera de la ley, como delincuente en suma. Varias son las cifras de este proceso. La división entre los “vecinos” y los “Okupas” tan marcada en todas las coberturas es la muestra más cabal. Otra es el hecho de que los cronistas de los principales medios pusieran el micrófono para que se escucharan desde Soldati y Lugano las expresiones públicas más xenófobas en muchos años y no se les ocurriera repreguntar o trazar un matiz frente a tanto dislate prejuicioso. Es llamativo que cuando desde C5N se titulaba “violencia piquetera” los únicos apaleados y muertos los aportaban esas organizaciones. Cuando hoy se habla de okupas, narcotraficantes y delincuentes también son ellos los que son asesinados por supuestos “vecinos”.


Lo que a principios del siglo pasado con las leyes de extranjería era la estigmatización y la consecuente expulsión de aquellos extranjeros indeseables (anarquistas, socialistas) hoy tiene ribetes más indirectos pero igual de evidentes. En este sentido, asistimos a dos nuevos eventos. El primero, la racialización de las relaciones de clase. Los indeseables antes eran los representantes de las demandas obreras. Hoy son personas que nacieron en países limítrofes. La otra situación es que en el centenario del país la deportación era real. Hoy es simbólica porque lo que se busca es generar las condiciones que aseguren la subalternidad de estos grupos dentro del sistema social y de producción. Cuando una presentadora de un canal de noticias dice: “hay que reconocer que la inmigración en la Argentina es de baja calidad” transforma en casi muestras de humanismo a la utopía sarmientina del gaucho alemán o a los arrestos antiextranjeros de Miguel Cané.


*Periodista, conductor de "Mañana nunca se sabe" por Nacional Rock y co-conductor de Carbono14, Radio Nacional. Colaborador en Miradas al Sur

Política/ Cuando la Justicia "falla"/Por Jorge Garaventa

Cuando la Justicia “falla”
El romance entre la impunidad y la “justicia popular”

Por Jorge Garaventa*
(para La Tecl@ Eñe)

La mal llamada Justicia Popular tiene sus raíces ideológicas y metodológicas en La Inquisición que la Iglesia Católica implementó para martirizar y asesinar a miles de “brujas y herejes”, en nombre de Dios. Los linchamientos existieron desde el comienzo mismo de la humanidad, y según escritos bíblicos u otros documentos históricos, fue suficiente que en el mundo fueran tres para que dos acordaran que el tercero molestaba…y actuar en consecuencia.
El actual estado de las cárceles nos excusa de explayarnos en las razones por las que sostenemos que las condenas siguen siendo una venganza social que apunta a la segregación del individuo en falta, lejos de los fundamentos básicos de la Justicia que debería apuntar a la reinserción de quien delinque en una sociedad que está muy lejos de poder presumirse ajena de los “monstruos” de los que que pretende inmunizarse.
La justicia popular, la del linchamiento, la inquisitoria, la del “algo habrán hecho”, la de “que se pudran en la cárcel”, la del “rifle sanitario”, versión graciosa y ostentosa del “gatillo fácil”, está presente en los grandes y pequeños actos donde un hombre es juzgado, pero ni tiene los ojos vendados ni porta ecuanimidad, sencillamente se incentiva por simpatías, antipatías e identificaciones.
La culpa, la proyección y el ejercicio de las más extremas pulsiones perversas son el motorcito de lo que “el pueblo” pide en los noticieros. La sistemática repetición de la escena con víctimas desoladas y vecinos atemorizados e indignados va poniendo presión al colectivo, que suele estallar en linchamientos “justo en el momento en que las cámaras pasaban por el lugar”.
Pero nunca habrá paz. El multimedio no tiene otros aliados que el rating, y el linchamiento, a veces simbólico, a veces real, desplaza rápidamente su interés hacia las consecuencias del acto. El justiciero sabrá entonces de deslealtades tan extremas como constantes. Ejemplifico: Las cámaras encendidas y en directo estaban allí, frente a la casilla donde vivía el presunto abusador de una niña, que había sido detenido. La presencia de las cámaras, obviamente, actúa como aglutinante. El barrio se va acercando. El movilero cumple su tarea: “¿es cierto que abusó de otras niñas?”, “¿irá preso o quedará libre como tantos delincuentes?”, “¿Qué va a hacer el barrio ante semejante peligro?”, “¿es verdad que la policía mira para otro lado?”. Ante la tragedia real y el incentivo extra no se necesitó mucho más. Apenas minutos después la casa ardía ante el asombro comprensivo del periodista. “La gente está desesperada, se siente desamparada y pretende hacer justicia por mano propia, pero nunca faltan los delincuentes que se aprovechan de la situación”. Las cámaras entonces se ocupan de los vecinos que han pasado de la justicia al pillaje, robando los bienes del acusado, lo que desmiente el simbolismo mitológico: “que el fuego convierta en cenizas al hereje y todo aquello que lo represente”.
El multimedio se retira satisfecho, ya logró sus escenas de justicia popular por el hartazgo de la gente, ya consiguió las necesarias secuencias de vandalismo, imprescindibles para apertura y cierre de un noticiero. Ahora vamos a los estudios. Allí los analistas y expertos dirán lo suyo. El show debe seguir y otra noticia acaparará las cámaras. En el medio una niña abusada que en el mejor de los casos comenzará un largísimo tránsito de revictimización por los “palacios de justicia”. Tal vez llegue la Justicia, tal vez no, pero ese resultado difícilmente interese los elegidos de ese minuto de protagonismo que los medios amarillos, ese tigre hambriento, salvaje e insaciable, se encargaron de disparar ante millones con la esperanza de que cunda el ejemplo y “estemos allí, en el lugar exacto y el momento justo en que se produce la noticia”.

Cuando empezó a implementarse en educación el sistema de los Consejos de Convivencia fue necesario hacer reformas inmediatas al método propuesto. Los alumnos tenían la tendencia a sancionar a sus compañeros de manera más severa y arbitraria que el sistema punitivo que se intentaba reemplazar. Felizmente esto no frenó el proceso participativo en educación pero fue un alerta interesante acerca del poder y su distribución.

La Justicia popular inquisitoria nace de los vacios que deja el sistema judicial. Allí donde la aplicación de las leyes se ausenta, se dice, nacen estos movimientos autónomos. Veremos que el tema es más complejo, y que no siempre es así.
Se suele banalizar para sinonimizarla con el concepto de injusticia o impunidad, la alusión referente a ¨los tiempos de la justicia¨. Y aquí es menester señalar una cuestión central. La Justicia puede ser lenta o rápida pero ello no necesariamente es signo de algo. Lo determinante es la dirección, efecto e intenciones de esos tiempos procesales.
También se dice que la Justicia lenta no es Justicia y se omite señalar que cuando es rápida o sumaria no es raro que esté viciada de arbitrariedad. Acordemos entonces que la arbitrariedad y la impunidad suelen ser vestidos del mismo personaje.
Es momento de aclarar que estamos lejos de hacer una apología de la lentitud, menos aún cuando se trata de las urgencias que surgen de la necesidad de una reparación simbólica a una afrenta. Sencillamente postulamos que los tiempos bien empleados no tienen medida y que los reclamos de procesos sumarios apuntan a saltear los pasos que garanticen una correcta aplicación de la justicia.
Y es aquí donde nace el abrazo entre la Inquisición y la Justicia Popular.
La inquisición establecía prima facie un culpable, no un sospechoso. Todo lo que se desencadenaba desde ese momento, era lo que finalmente culminaría en la muerte del hereje, tras los más terribles tormentos. No importaba demasiado si en el camino aparecían elementos que cuestionaban la culpabilidad. Las torturas lograrían el objetivo buscado, la inapelable confesión del reo.
La justicia popular descree de procesos judiciales, demoniza al acusado y quiere que la sangre llegue al rio. Por ende es irritable a cualquier alusión que aluda a garantías constitucionales o derechos humanos. Lejos está de interesarse en que cuanto más se respeten los escalones, más justo y tranquilizador será el resultado.
También veremos como este proceso, tan presente en la judicialización de la pobreza y sus efectos, está exagerado hasta la exasperación cuando a quien se juzga se lo acusa de abuso sexual infantil o cualquier tipo de violencias contra la mujer y la niñez.
Fácil y certeramente se concluirá que, al menos en esta concepción que venimos desarrollando no hay “La Justicia” sino “justicias” diseñadas para la cartera de la dama o el bolsillo del caballero según corresponda. El agregado, un tanto asombroso muestra que cuando la Justicia “falla” puede deberse a un proceso corrupto, pero la más de las veces se trata de una opción ideológica.
Los pobres se alzan contra los paupérrimos en Villa Soldati y sus réplicas desesperadas y desesperanzadas. Temen que las nuevas “hordas” les arrebaten sus privilegios de “usurpadores naturales”. Extrañamente ni los unos ni los otros se plantean estrategias contra los okupas de guante blanco, los “dueños” de los clubes lujosos que logran ostentosas concesiones a precios y en condiciones ventajosas para que pequeños grupos de “gente bien” disfrute privadamente del espacio público.
Vale aclarar, ya que no se está propiciando un conflicto entre pobres y no tan pobres, que no me estoy refiriendo a los agrupamientos que apuntan a la práctica y difusión de alguna actividad popular que solicitan un espacio de ejercicio y fomento y que establecen una cuota razonable a los fines de solventar los gastos, lejos de que se constituya en una barrera discriminatoria. Mas bien señalamos a los sectores que pretenden cercenar y cercar porciones del espacio público que los separen de aquellos a quienes desprecian por cuestiones de clase.
Este y otros ejemplos que fuimos deslizando a lo largo del escrito son un muestrario de las fallas y omisiones de la Justicia, que poco tiene para envidiarle a los fallos.
Tanto en las épocas en que hablaba únicamente a través de las sentencias, como ahora que algunos jueces son presencias constantes en el mundo del espectáculo, la intervención judicial establece una impronta de clase bastante lejana de la equidad. No en pocas ocasiones se constituye en el brazo letrado de la defensa de los privilegios. Y siempre hay un recurso válido. O debe ceñirse a la letra de la ley, o esta está para ser interpretada…siempre habrá un recurso.
Sabemos que hay Jueces y Juezas respetados y respetables; que como síntesis tenemos el privilegio de convivir con una de las Cortes Supremas más prestigiosas que el país nos ha dado…o que le hemos dado al país. Pero estos cuerpos de la estructura judicial son todavía la pequeña mancha blanca del mapa. Algunos juzgados pueden dictar fallos ejemplares, y la Corte intervenir con decisiones históricas, pero los fallos de aquellos son puntuales y apelables y los del cuerpo mayor, ceñidos a una decena de temas que si bien pueden hacer a la vida de todos, rara vez rozan lo particular porque, y duele decirlo, si correspondiera que intervinieran los Cortesanos, el dinero que hay que erogar lo convierte en una posibilidad para pocos.
La Justicia entonces sigue siendo una estructura patriarcal, clasista y al servicio de determinados intereses que no son precisamente los populares. A esto se le puede agregar que es caprichosa y desarticulada, antojadiza y variable.
Es uno de los lugares que con mas urgencia reclama aires democratizantes pero tal vez donde más tarde en llegar.
La ecuanimidad debiera arribar por intermedio de los organismos responsables de designaciones y enjuiciamientos. Pero esto exige desprendimientos sectoriales y partidarios…y allí seguimos en deuda.
Una Justicia que se enorgullezca de su propio accionar implica diversidad pero exige síntesis. Estamos lejos de pretender uniformidad cuando los seres humanos somos tan distintos. De lo que se trata es de la exigencia de una aplicación igualitaria de las leyes; si no no hay Justicia, y cuando no la hay, acecha la Justicia Popular, la inquisitoria, que dista tanto como aquella de ser Justicia. Y en el medio quedan pisoteados los derechos y deberes que nos hacen dignos.


*Psicólogo

Política/Encadenados/ Por Rubén. A. Liggera

¡ENCADENADOS!

Por Rubén Américo Liggera*
Especial para La Tecla Eñe

Quiero convocarlos a nuevas gestas. Tenemos que despojar nuestras cabezas de las cadenas culturales, que son más fuertes, más invisibles, más profundas, que los cañonazos de la flota extranjera”,
CFK, Vuelta de Obligado, 20/11/10.

“De todo modos los interventores habrán visto por este échantillon que los argentinos no son empanadas que se comen sin más trabajo que abrir la boca”,
José de San Martín.


Para quienes tenemos algunos años, volver a escuchar hablar sobre la “teoría de la dependencia” o cualquier aproximación a ella, nos vuelve a nuestra juventud y nos llena de vitalidad.
No sé si aquellos tiempos fueron mejores o peores que los actuales. Creo que tampoco interesa mucho. Lo importante es que todos estamos en condiciones de participar de estas discusiones en torno a temas fundamentales para el desarrollo de nuestro país. Es que la metáfora presidencial de las “cadenas culturales” toca nuestras fibras más íntimas.
No es una novedad, pero ciertos temas de nuestra historia reaparecen como inexorable resultado de ciertas decisiones gubernamentales. No sería más que un nuevo hito cultural en este religamento del pasado con el futuro en un presente pleno de tensiones.

Pesadas cadenas

A no dudarlo, estas cadenas, las culturales, las más oprimentes de todas, resultan una pesada carga de la que deberemos liberarnos. Son el lastre que nos han impedido tomar vuelo. Son el ancla que nos ha enterrado en el barro de la dependencia política y económica durante tantos años de nuestra vida independiente. Y aún de mucho antes.
Pero ningún Presidente en medio siglo nos había realizado semejante propuesta. Y de golpe rememoramos lecturas juveniles, apasionadas discusiones, intensa militancia.
Maestros de la talla de Hernández Arregui, Ramos o Jauretche daban letra a aquella fervorosa juventud.
Sobre todo don Arturo con su célebre “Manual” y con la descripción sociológica del “medio pelo”. Todo un entramado de supuestos y creencias que nos confinó, nos degradó y nos humilló durante décadas. Es que por mirar las lejanas luces europeas extraviamos el camino. Tuvimos algunos destellos, mínimos, pero con eso nos alcanza para saber que podemos recomponer el proyecto inconcluso. De la barbarie americana abrevaremos dignidad y autoestima, elementos necesarios para ser nosotros mismos.

Hay otra historia

Hay otra Historia. Por algo La Nación, heredera ideológica del gran falsificador, no publicó una línea, ni una, acerca del acto conmemorativo de la “gran epopeya” sobre las márgenes del Paraná. Todo un gesto, también.
Porque esta es la otra historia, la sepultada deliberadamente por quienes ostentaron los beneficios de la granja del mundo; la de las gestas heroicas de un pueblo que nunca estuvo dispuesto a la sujeción económica y política. ¡No somos empanadas!
Enhorabuena la tibia polémica en torno a la conmemoración de la batalla de la Vuelta de Obligado. Por un lado, desde el diario de los Mitre, y su putativa descendencia, Perfil, un inexpresivo y soberbio Luís Alberto Romero, depositario de cierta historia “científica” escrita por “historiadores profesionales”(él y otros plumíferos celosos guardianes del relato oficial); descalifica a revisonistas y neorevisonistas (“confieso que me cuesta llamarlos historiadores”, dice) Pero además, sangra por la herida: “...baten el parche y despiertan sentimientos e imaginarios de un nacionalismo hondamente arraigado en nuestra sociedad. A la vez, por qué no, realizan un buen negocio editorial”(¡Epa!) Lo peor de todo es considerar que alimentan al “´enano nacionalista´ que combina la soberbia con la paranoia…”Y más todavía:” Ese nacionalismo constituye un mito notablemente plástico, capaz de adaptarse a situaciones diversas. Así, nuestro actual gobierno puede hacer uso de él, resucitar muchos de sus tópicos -tarea en la que ayudan estos escritores neorrevisionistas- e incluir en su campaña general contra diversos enemigos -la lista es conocida- este revival de la Vuelta de Obligado que preanuncia una revitalización del mito en beneficio propio, tal como lo está haciendo con la causa de las Malvinas. En 1983, muchos creímos que habíamos logrado desterrar al ´enano nacionalista´. Hoy, yo al menos lo dudo” En fin, allá él.
Por otro lado “Pacho” O´Donnel, Francisco Pestanha, Norberto Galasso, José Pablo Feinnman o el, en buena hora, mediático Felipe Pigna celebran la decisión presidencial de decretar un nuevo feriado nacional el 20 de noviembre.
No quisiera cerrar este apartado sin citar a Jauretche y un libro esclarecedor aparecido por primera vez en el proteico año 1969, aunque hoy creo que injustamente olvidado: Política nacional y revisionismo histórico, Bs.As., 6ª ed., 1982.
Me permito citar un breve pasaje: ”De mi puedo decir que sólo he integrado mi pensamiento nacional a través del revisionismo, al que llegué tarde. Sólo el reconocimiento de la historia verdadera me ha permitido articular piezas que andaban dispersas y que no formaban un todo. De tal manera, pensar una política nacional (destacado por el autor. N de la R), sobre todo ejecutarla requiere conocimiento de la historia verdadera (…) Es muy frecuente oír impugnar al revisionismo, en razón de que discutir el pasado es abrir sin objeto viejas heridas. Podría contestarse a esta razón que nada hay más peligroso para la salud que el cierre en falso de las mismas, con el pus dentro (…)”…me propongo demostrar que lo de ´ahora´no se `puede resolver sin primero entender ´lo de antes´” (Pág.10) Y luego continúa con la falsificación como “política de la historia”. Es que la historia es la política del presente, dice Galasso, como discípulo dilecto de Don Arturo que es. El tema da para otra nota, pero por ahora, lo dejamos acá. Quien quiere oír, que oiga…
¡Cipayos!

Término creado y popularizado también por Arturo Jauretche en la década de los ´60 refiriéndose a los nativos que se alistaban en los ejércitos coloniales ingleses en la India. Nada más apropiado para caracterizar a quienes traicionan a los suyos. Una palabra olvidada en el descafeinado diccionario político argentino pero que hoy cobra actualidad.
¿Cómo no considerar “cipayos” a los políticos que se arrodillan frente al imperio; a los economistas librecambistas que destruyeron sistemáticamente la producción nacional o a los “periodistas cautivos” de la embajada norteamericana; serviles y alcahuetes del poder mundial al igual que aquellos interventores que se embarcaron en la flota anglofrancesa para invadir a su patria?
¿Qué pesadas cadenas culturales los habrá impulsado a despreciar lo propio, la historia de sus mayores, el decir y hacer de sus contemporáneos?
Tal vez la madre de todas las zonceras: los enceguecedores destellos de los espejitos de colores de la “civilización” entrevistos con un solo ojo desde el puerto de Buenos Aires. Una copia defectuosa de la cultura europea en tierras americanas transmitida por un sistema educativo necesario al modelo agroexportador. Y también una adulteración de la historia argentina para justificarla.
Ya en el siglo XIV el Dante en su Divina Comedia había condenado a los traidores a la patria en el Noveno Círculo del Infierno, segundo recinto, a padecer –curiosamente-suplicio por hielo:«Ahora ‑le dije yo‑ no quiero oírte, /oh malvado traidor: que en tu deshonra, /he de llevar de ti veraces nuevas.»
¿Habrá llegado la hora de desenmascarar a todos aquellos que de alguna u otra manera pretendieron convencernos de nuestra supuesta incapacidad para llegar a ser nosotros mismos?
¿Habrá llegado la hora de recuperar la dignidad y la autoestima para el pueblo argentino?
Los actos por el Bicentenario o de la batalla de Obligado hoy no son más que la resignificación popular de una épica.
A darle sentido y a continuarla estamos convocados los argentinos. Mal que le pese a Romero.
*Poeta

Pueblos Originarios/Retornar del exilio/Por Estela Calvo

Pueblos originarios: Retornar del exilio

Por Estela Calvo*
(para La Tecl@ Eñe)


Los defensores de los derechos de los pueblos originarios, han acuñado estos términos sustituyendo indio, indígena, aborigen, para destacar, justamente, el hecho de haber sido los primeros en habitar estas tierras; los que poblaron las pampas, los bosques y los desiertos hace miles de años, mucho antes de la llegada del español y por ende, mucho antes de que Argentina y los demás países de América existieran como tales.

Si la anterioridad de permanencia brinda algún derecho, se podría decir que los pueblos originarios los tienen todos.

El español empujó, explotó, enfermó, eliminó buena parte de esa población y a la vez impuso su cultura y su lengua y al mismo tiempo en alguna medida, ambas culturas, la del invasor y la del invadido, se fundieron produciendo nuevas realidades: sincretismo, mestizaje, fagocitación... palabras que fueron definiendo, a lo largo del tiempo, el nuevo orden de las cosas.
Pero no solo el invasor español consideró a los indios como meros objetos vivientes, aptos para cumplimentar las necesidades y deseos del hombre blanco (laborales, sexuales y de cualquier índole) especímenes propios de la exploración de un naturalista, animales…

Envié a una casa que es de la parte del río del Poniente, y trujeron siete cabezas de mujeres entre chicas e grandes y tres niños” …

escribe Colón en su diario del 12 de Noviembre 1492… inaugurando la equivalencia mujeres indias - ganado. . “Ganado” retirado de su casa para llevarlo a España como muestra de lo encontrado en las nuevas tierras, sin preguntar, obviamente, si tal “ganado” deseaba emprender ese viaje.

Naturalmente que el argentino descendiente de aquellos conquistadores, la clase blanca que gobernó el país posteriormente, la famosa generación del 80 con Sarmiento, Mitre y Roca entre sus máximos dignatarios, siguió considerando al indio de la misma manera y arrojarlo primero de sus tierras hacia regiones mas remotas y exterminarlo luego en donde diera lugar, fue todo una sola y misma campaña. Merced a este tratamiento, muchos de esos pueblos originarios desaparecieron por completo. Pero el exterminio no solo fue desaparición. Algunos lograron sobrevivir. Los que mejor lo hicieron fueron los que, más aislados, pudieron sostener sus tierras y sus costumbres, su lengua, sus formas de gobierno, las modalidades de alimentación, de educación, la transmisión de sus valores ancestrales, de sus relatos, de sus mitos, la administración de sus recursos, su religión y su cosmovisión. Pero aquellos que entraron en contacto con el blanco, perdieron sus referencias culturales, ya no pudieron sostener sus experiencias vitales y pronto se vieron enfermos, reducidos, invadidos no solo en sus territorios, en los que se iban cercenando partes, plantas, pájaros, que eran cercados incluyendo sus ríos en los que se les impedía ir a pescar, perdiendo así una fuente fundamental de alimentación; sino invadidos también por la introducción del alcohol, el dinero y el consumo, la incorporación de elementos que al no poder ser integrados a sus estructuras culturales ya heridas, irrumpieron avasallando y destruyendo toda capacidad de reacción. Así, no se adaptaron, no encontraron alguna manera de defenderse, se empobrecieron, se desnutrieron, fueron quedando sumidos en la pasividad, la privación y la tristeza.

Indolentes y perezosos, los llama el blanco, después de haberlos destrozado a través de siglos de tortura infinita.

Y contra lo que podría esperarse de los tiempos presentes, en que cabría contar con un pensamiento más civilizado, lo que implicaría decir más tolerante, dialógico y capaz de abarcar la complejidad, vamos viendo semana a semana en esta Argentina, como esos habitantes originarios siguen siendo acorralados, desplazados, desalojados de los lugares que históricamente les pertenecen, avasallados, reprimidos y muertos, con un afán que parece decidido a eliminarlos de la tierra.

La muerte que sobreviene por desnutrición o por las balas de los piratas de todo tipo (gobernantes, sojeros, terratenientes, punteros, vecinos con poder) que acechan sus despojadas pertenencias territoriales, es muerte que trasciende. Paradojalmente, esa muerte los hace visibles. Pero solo por un rato. Los supuestos blancos, -aún los que nos reconocemos mestizos porque somos siempre resultado de la mezcla de diferentes culturas y quisiéramos recorrer un destino común-, volvemos a nuestras actividades sin atinar a encontrar el grito que desgarre los muros del poder y abra para ellos un camino distinto. Y ellos, pasado el torbellino de las noticias que propagan la muerte y ponen a descubierto el aplastamiento del hombre por el hombre, retornan a su exilio.

Retornan a su exilio. Ellos que son los habitantes originarios, los dueños ancestrales de la tierra, los que inicialmente la poblaron, la cuidaron, tomaron sus frutos y la celebraron, hoy sobreviven exiliados en ella.

Paradoja mayor aún que la anterior: están exiliados en su propio país, en su paisaje. Si el exilio es una experiencia despojante, deshumanizante, desarraigante, dura, oscura y difícil, el des-tierro en la propia tierra inhabilita hasta la idea del retorno, el sueño del reencuentro, de refugio en el hogar perdido… anhelos que alimentan la esperanza de quienes se han visto obligados a escapar de los horrores del hambre, la guerra o la persecución política. Si el exiliado se ve obligado muchas veces a aprender otra lengua y a dejar la suya para el ámbito doméstico exclusivamente, esto es entendible en la medida en que se realizado un traslado a otro país, pero ¿cuál es el sentimiento de quién tiene que dejar de hablar su lengua, cuando no se ha movido de su lugar, pero las escuelas y las instituciones por donde transita no conocen ni respetan ni permiten esa lengua, cuando no está directamente prohibida?

El desterrado en su propia tierra ni siquiera puede decir, con Juan Gelman
“Estoy desterrado de vos. Mis pies pisan otras tierras, y la cosa es que viva yo en otras tierras sin mentirme, sin mentir”… El indio es un desterrado aunque pise su propia tierra y desterrado también de su lengua aunque no haya cambiado de país.

Quienes han hablado del exilio han señalado como una de las características más feroces del mismo la imposibilidad de soñar y de desear. Y si no hay deseo, lo que sobreviene, a la larga, es la cercanía de la muerte. Por lo menos, de esa que se llama muerte en vida.

Seguramente quienes más resisten a esta mortificación son aquellas comunidades que han sostenido sus banderas de lucha e intentan permanentemente defender su cultura y ser reconocidos en sus derechos: los comunes a todos y aquellos que provienen de sus particularidades culturales.

Seguramente también, eso que el blanco llama impunemente, “pereza”, “indolencia”, se corresponde a la pérdida del deseo y de los sueños. Nada que soñar, nada que desear, nada que vivir.

¿Podemos revertir semejante situación? Pregunta para dejar actuando. Para responder socialmente, comunitariamente. Desde las propias comunidades hasta las dirigencias políticas y sociales que ven el problema y son sensibles a él y todos los interesados en resolverlo. De hacer algo depende no solo la suerte de los pueblos originarios, sino la de todos, porque con ellos se va y
se pierde parte de lo que somos, raíces sin las cuales, tarde o temprano terminaremos secándonos.

Lo primero, claro está, prioritario y esencial, es detener los desalojos en todo el territorio argentino. Legalizar la posesión de las tierras de una vez y hacer cumplir la ley. Y garantizar los recursos económicos, educativos y sanitarios que permitan el real ejercicio de todos sus derechos. Cuestión de decisión política.

Pero no se cierra allí el tema. Hay algo más que necesitan estas comunidades. Es volver del exilio. Es retornar. Pero no el retorno imposible de volver a ser lo que eran allá cuando el español no había invadido, conquistado y cubierto a América, no un volver atrás a aquel suelo originario, al reencuentro con lo que fue su cultura en los tiempos míticos, sino un retorno hacia adelante, un acto de invención, algo nuevo que incluya parte de lo que fue y lo que se perdió y lo proyecte de algún modo. Un hacer con el exilio.

Claro que no se como se hace, pero se que hay que hacerlo. Pienso en principio, en el nombre de “reserva” con que se designa el permiso provisorio de ocupación de tierras otorgado por el Estado a grupos indígenas hasta tanto se practiquen los deslindes individuales correspondientes y que entre nosotros suena mas a discriminación que a protección y se me ocurre que hay un sentido oculto en ese nombre que conviene descubrir: el de reserva como aquella fuente de recursos y de valores a los cuales es posible recurrir en tiempos de escasez o de crisis. Hay algo de nuestra identidad, de lo que somos, que tenemos que ir a buscarlo allí.

Pueblos del Gran Chaco - Esta bendita tierra de los Qom (o Tobas)

DERECHO A SER

Derribarás un árbol, dos, tres, cuatro. Pero las raíces no.

Siempre hay unas raíces y unos árboles que se salvan de los cuales brotan otros.Encerrarán un ave, dos, tres, cuatro.

Pero su canto no.

Y hay dos como el aire: la esperanza y el amor.

La memoria de los ancianos es el más real de los escritos.

Se oía en el campo y en ciudades, como el trinar de los pájaros, y como el rayo del sol.

El tirano quería detenerlo, pero no pudo, no: en sus propios ojos, estaba, en sus oídos.

Si cerraba sus ojos, lo oía, si no quería oír, lo veía.

David Zacarías Maestro de idioma toba Pcia. R. Sáenz Peña: 1992
(tomado de Varela en red. Raíces, argentinas.)
*Psicóloga, dramaturga e integrante del grupo de Teatro Comunitario Res o no Res

Cartas desde el dolor: Correspondencia entre Sebastián Russo y Conrado Yasenza

Cartas desde el dolor

Terror en el Parque: Inquietudes y reflexiones sobre los acontecimientos del parque Indoamericano

Ilustración: Norberto Iera
Estas cartas no conforman un ejercicio periodístico. Tampoco una nota (aunque terminen siendo publicadas en una revista). La correspondencia vía correo electrónico entre Sebastián Russo y Conrado Yasenza constituye la necesidad de reflexionar sobre la pobreza, la xenofobia y la violencia desde la poca seguridad que nos ofrecen las inquietudes, las incertezas. Quizás un intento de interpretación que nos acerque a algún grado de comprensión y nos aleje del horror que producen los fantasmas más oscuros, los siempre latentes y atentos agenciadores de la fractura y el caos.

Querido Sebastián Russo:
Hay una inquietud que tengo desde hace tiempo y que con los sucesos del parque Indoamericano, y de discusiones que mantuve (estériles siempre), se reactiva. Es: cómo abordar la problemática de miles de seres humanos que no tienen dónde vivir, y que están excluidos de las condiciones y necesidades básicas, y que cuando se hacen visibles estalla nuevamente la caracterización de "negros de mierda", "villeros", "vagos que buscan que les den casa gratis"; Pero no termina allí: "además, tienen hijos a granel y los usan para legitimizar sus reclamos". Esto ligado a la infame caracterización de los medios que ya comienzan a establecer sus latiguillos burdos como Favelización, cartelización y otros que estarán por venir.
Personalmente me indigna esta ramplona y burda conceptualización y siempre termino en discusiones que no conducen a modificar ningún concepto en el otro, pero además siento que hay allí, en el sutrato de esas afirmaciones, una idea de familia, una idea de hijo, de prole, que choca fuertemente con la concepción de la clase media y alta de nuestra sociedad. Así que apelo a sus conocimientos para ver si me puede ayudar a echar algo de luz - si vale la metáfora - sobre estos conceptos que atraviesan nuestras capas sociales. Quizá pueda escribir una reflexión para la revista sobre este tema.
Espero su respuesta.

Abrazos.
Conrado Yasenza
Respuesta de Sebastián Russo*
Los negros

Noté en ese momento que toda la gente se reunía, se interpelaba y conversaba como en un club donde es agradable encontrarse entre personas del mismo mundo. Me expliqué también la extraña impresión que sentía de estar de más, de ser un poco intruso. Sin embargo, el periodista se dirigió a mí, sonriente. Me dijo que esperaba que todo saldría bien para mí. Le agradecí, y agregó: Usted sabe, hemos inflado un poco el asunto. El verano es la estación vacía para los periódicos. Y lo único que valía algo era su historia y la del parricida”. Albert Camus, “El extranjero”


Estimado Conrado,

Su inquietud es la mía. Incluso, su gesto, el de exhibir, socializar su inquietud, no puede ser menos que rescatado, como un acto del que pudiendo aposentarse sobre verdades esparcidas (sobretodo progresistas), dichas/no dichas, se interpela, en pos de un sincero, humilde “entender”, “saber”, o mejor, “interpretar” aquello que se (le/nos) presenta con una falsa transparencia.

Lejos de poder responder a su pregunta de “cómo abordar” las problemáticas que menciona, puedo apenas decirle que ese estado de inquietud, sostenerlo, interrogarlo, puede ser un primer, fundamental, motor interpretativo. Y es que, como dice, habría lógicas (de clase, aunque también étnicas, filosóficas, morales, como un todo entrelazado) que con-viven, pero que inevitablemente se enfrentan, generando, en el mejor de los casos, una convivencia de enfrentamiento; con la intentona aniquiladora del otro, siempre allí, apenas se raspa, apena se incentiva un poquito, caldo de cultivo xenófobo mediante.
Sostener la inquietud, además de impedir quedarse quieto, firme, en ideas pre-establecidas, es mantener el estado de reflexión sobre sucesos que arrasan nuestro entendimiento. Un entendimiento, basado en formas cotidianas de existencia (con/contra otros), tendiendo siempre a su cristalización, a través de un “sentido común” cocinado a fuego lento por los medios de comunicación masivos.
Casi no tengo que decirlo (pero sí): algunas de estas cristalizaciones tienen que ver con exigirle al otro, a cualquier otro, no solo al que se presenta como radicalmente otro, que actúe, piense, sienta como uno. Y un “uno”, tampoco tengo que decirlo (aunque sí, debemos seguir diciéndonoslo), que es una construcción, que basa su solidez en ocultar, sobretodo al mismo que enuncia “uno”, su carácter de constructo.
Esta distancia interpretativa, entre uno y otro, termina (empieza) por cristalizarse, en distinciones que no son intercambiables, producto del libre albedrío, sino hegemónicas. Cuando uno se convence a sí mismo, y al otro, que el propio actuar, pensar, sentir, en definitiva, que una de estas formas de existencia tiene más valor que la otra, he ahí el momento de la certeza, de la no inquietud, del arbitrio, de la fuerza.

Pero esa distancia, ante una muerte, arriba a un cisma. A una situación de no retorno; sobretodo por el retorno trágico, de otros muertos, fantasmáticos. De esos muertos a los que no podemos acostumbrarnos. Ya que la muerte de un oprimido, de un débil, de un “negro”, trasmuta ese no acostumbramiento en insoportable inquietud, en inadmisible quietud, en acción.

En la Facultad de Humanidades de La Plata, en uno de sus costados externos, una gigantesca sentencia y pregunta: “4 años sin López ¿A que estás dispuesto a acostumbrarte?” Bueno, estos cuerpos muertos, como espectros, no pueden dejar de acosarnos, inquietarnos: he allí un primer, fundamental movimiento, de incomodidad, de agobiante asedio.

Para terminar, dos apostillas a partir de un texto de Horacio González publicado en medio del conflicto.
Habla González de un “sin más”. De un deber de “estar con el oprimido”, sin más. Desechando la pregunta por la justificación, el beneficio/costo político. Sin más, estas muertes deben evitarse, deben repudiarse, deben combatirse. Luego, la relación de fuerzas de la política. Anteponiendo una decisión moral fundamental. Atiende González las posibles críticas desde el “realismo político”, que marcarían que no habría un antes de la política, un antes de la correlación de fuerzas, de la violencia. Entendiendo, González, que este “sin más”, sería efectivamente un (el) contundente acontecimiento político, en tanto umbral de lo innegociable.
También habla de un (nuevo) orden fundado en la incorporación (crítica) de aquello que aqueja, y la autorreflexión. Y me recuerda precisamente al modo en que las comunidades bolivianas deliberan y toman decisiones. Donde el fundamento y la posible/imposible resolución está en la palabra dicha, discutida, hasta el hartazgo de quien no confía en ella, de quien prefiere la instrumentalidad racional, de quien no quiere perder tiempo (porque, claro, es dinero) Este afanoso trabajo de argumentación, de (auto)reflexión, de respeto por la palabra (las propias, las del otro), y entendiendo que es allí, aunque “cueste” tiempo (pero porque cuesta tiempo), donde un modo de la política se desenvuelve. Modo complejo, lento, prolongado, siendo estas características lo que le dan densidad afectiva, emocional, y desde allí, densidad racional. Una forma política, un política de la forma, fundada en términos que en absoluto son a-conflictivos, muy por el contrario, no dejan de evidenciar las diferencias, pero tampoco dejan de mostrar la escucha, la espera, la importancia del otro (que, claro, soy yo)

Siempre fuimos y seremos unos negros de mierda. Y porque lo somos (nos lo han hecho saber, con su mirada, o así la sentimos, los primermundistas, o peor, los apólogos del “primermundismo”) nos apuramos en catalogar a otro de la misma forma, como despegando una etiqueta que no deja de seguir allí, cual tatuaje estigmático.
Qué distinto, estimado Conrado, sería poder pararnos sobre tal epíteto y resignificarlo, como gesto identitario del siempre oprimido.
El gesto de reconocerse oprimido, sojuzgado, y desde allí construir una identidad, no es un acto de constreñimiento, sino un comprender el estado de diferencia que funda las relaciones sociales, y su misma absurdidad. Es el lugar de “El extranjero”, propio de toda construcción identitaria: el sentimiento (vivencia) de extranjería ante todo aquello “otro” que nos rodea, y solo desde allí, la construcción de un “uno”, siempre dado a re-definirse, a con-vivir con su otro.

Con afecto,
Sebastián.


Respuesta a Sebastián Russo

El Corazón en las tinieblas ( escrito desde la urgencia y el dolor)

Estimado Sebastián
Sospecho que comienzo a comprender, por lo menos desde uno de los posibles enfoques de la dramática serie de episodios violentos que nos interpelan desde Soldati, en este caso, pero desde las profundidades de nuestro cuerpo social también, que la irracionalidad de las muertes sufridas en estos días tienen su origen, tal vez tangencial, tal vez no, en aquello parecido a la idea de la territorialización sostenida en algo que perder, digamos una propiedad, un espacio habitacional, que en algunas oportunidades, como la vivida en los sucesos del parque Indoamericano, se vinculan con el profundo daño que siguen causando las ramificaciones de un período neoliberal que nos acecha de modo persistente. Años de desangrado del tejido social; años de una pobreza aún dura. Aquellos que han obtenido su espacio temen la pérdida y allí entran en juego esas construcciones de sentido común, el peor de los sentidos a veces, que hacen de ese otro, de ese otro pobre, más pobre, una amenaza que justifica el tomar una vida. Dramático y angustiante para nuestro país que intenta la reconstrucción luego de su Guernica. Es como diría Conrad, a través del Capitán Kurtz, El Horror... sí, el horror del corazón en las tinieblas. El hombre lobo del hombre.
Ya no sólo se trata de una clásica cuestión de clases enfrentadas, sino de la degradación hacia dentro de una clase pauperizada y sometida por la pobreza, las prebendas y las traiciones históricas; clase sojuzgada, sometida, intracolonizada, diría, la de los residentes que se ven amenazados, en su pobreza envilecida, por los visitantes "okupas" en una experiencia de ampliación de la idea de invasión, no sólo espacial sino territorial, extraña, extranjera que horroriza por la demostración palmaria de la precariedad de una identidad sostenida por el miedo y el rechazo de lo que ese otro humano devela en su condición de oprimido trashumante. Y allí el terreno fértil para los "relatos" cristalizados desde los pantanos de la xenófoba matríz comunicacional pero con asentamiento en una, creo, precondición profunda en lo humano. Sin patrimonios exclusivos de las derechas, aunque con una responsabilidad inocultable en el racismo declarado de Macri, ni de la siempre ubicua progresía burguesa, sino de una precondición que desflora las construcciones culturales que nos alejan del sinsentido, del violento imperio de la fuerza.
No soy ingenuo: hay allí operadores políticos de todo fuste, cazadores a la espera para derrumbar las vallas de contención que liberan la animalidad, el horror; pero también espera en lo oscuro la profunda y atávica violencia del ser. Lo complejo y dramático es, para mi humilde y torpe visión, esta condición que ante la fragilidad de la civilización se manifiesta del peor modo: Cobrándose vidas. Y siempre vidas pobres; vidas de los condenados por los dueños de la tierra que los expulsa, que los contiene, que los martiriza, que los enfrenta; que nos enfrenta al profundo dolor de saber que la vida sigue siendo subsidiaria de los espacios, de los territorios, de los mecanismos y las herramientas que el poder, el real, el fáctico, siempre pone en manos de sus verdugos - asalariados, instituidos, y a veces, sólo voluntariosos enceguecidos por el odio y la mezquindad - para hacer caer el hacha de la historia sobre la cabeza de un cuerpo todavía perdido en las cloacas de la razón y la propiedad.
Es la profunda tristeza que se siente cada vez que irrumpe la cara oculta y dolorosa de la muerte agitando los fantasmas que creíamos haber conjurado.
Siguen siendo sólo inquietudes, incertezas, y hasta quizás, injustas apreciaciones querido Sebastián.
Soy ese otro yo mismo.
Con especial afecto.
Conrado Yasenza**

15 de diciembre
Respuesta de Sebastián Russo

Estimado Conrado,

Sus palabras (sentidas, reflexivas, agudas, de una poética desgarradora) creo abarcan gran parte de la complejidad de lo sucedido.
Hablan por un lado del problema del territorio, o sin eufemismo, del de la propiedad, y las mezquindades e irracionalidades (fundadas en una muy ajustada racionalidad instrumental) que propicia el temor a perder “lo que se tiene”. Y claro, dice propiedad (privada) y habla del fundamento de un sistema (económico, pero sobretodo de valores, creencias), llamado de muchas formas, pero que sigue siendo el capitalista, desde hace años en su radical y brutal versión neo-liberal. Como dice, las derechas, y sus coyunturales acólitos, tienen allí un dogma, una verdad irrefutable, su indiscutible fundamentalismo; pero hemos visto en estos días (y no solo en estos días) que la progresía bienpensante encuentra su propio límite, el de su defensa del otro, el límite que da “lo material”: dentro de “lo simbólico”, el lenguaje progresista puede aceptarlo e incluso serlo todo –“todos somos…”-, pero cuando lo que está en juego ya no son consignas humanistas, sino la materialidad misma, aquel bendito enano fascista florece exultante, demostrando los arraigados verdaderos triunfos del neo-liberalismo.
Hablan también de invasión. Interesante y dramática actualización de aquella vieja pero aun efectiva metáfora/excusa para una contra-invasión, desmedida, jubilosa. Del malón a la conquista del desierto. De la oleada inmigratoria a la Ley de Miguel Cané. Del aluvión zoológico al bombardeo de la plaza de mayo. De la lucha armada al exterminio genocida. Del piquete y cacerola a Darío y Maxi. La barbarie, invadiendo a una civilización que debe defenderse, propinando contragolpes aberrantes. Y no puedo dejar de atormentarme con una imagen que no vi, que leí, como es la del supuesto cuarto muerto, desaparecido por días, cuerpo -según cuenta la crónica- sacado de la ambulancia y fusilado, ahí a la vista de todos, y a la de un médico que no pudo resistir tamaña secuencia, desprendida de algún arcón hollywoodense clase b, pero no, allí, frente a sus ojos. ¿Acaso los espectros de las aberraciones de antaño no nos acosan lo suficiente para aletargar su retorno?¿Qué imposible terreno de la argucia política puede engendrar ese acto?
Y allí otro de los temas que ud toca: los operadores. Dice que no es ingenuo, y que sabe (se sabe) que éstas tomas de predios no pueden ser casuales: que más allá de una indiscutible “crisis habitacional”, estos espacios distantes el uno del otro, con sus singularidades, no por nada se expresan del mismo modo y simultáneamente. Y agrego, en diciembre, en vísperas de elecciones, y con una desvalida “oposición” que parecía ya no tener armas para combatir la coyuntural fortaleza del gobierno nacional. Dentro de esta trama compleja (en la que vuelve aparecer el “sin más” gonzaliano) rescato su “no soy ingenuo”, que evidencia un lector crítico de la realidad, que me recuerda a la mentada propuesta de guerrilla semiológica del no menos mentado de Umberto Eco. El que precisamente pugnaba por “receptores críticos” allí donde estén, no necesariamente organizados, pero sí (cuales focos guerrilleros) con un mismo gesto de desconfianza con lo que se enuncia, pudiendo deconstruir y resignificar los “mensajes” que se difunden. Que a su vez me recuerda a los muchos que entrevistados o consultados del por qué estaban en la plaza en el velorio de Nestor Kirchner, decían, rápidamente, justificándose, que si bien no coincidían plenamente con el gobierno, efectivamente éste había hecho cosas muy relevantes, cosas que ningun otro gobierno había hecho, y cosas que menos aún podrían hacer “los de la oposición”. Un gesto de reflexión que expresa un aptitud crítica, una capacidad reflexiva de aquel que intenta ponderar y elegir, por sobre la furibunda batería massmediática, siendo esta capacidad reflexiva uno de los importantes atributos del actual proceso. Atributo que me permite tener esperanzas dentro de momentos (como el de estos días) donde la calamidad opera para cegar nuestro entendimiento, imponer una tabula rasa, y que las aves de rapiñan se alimenten de la carroña que generan a su paso.
Por último, querría destacar su alusión a las vidas pobres, a las pobres vidas, que teminan expuestas (siempre ellas) a estas viles operaciones de política carroñera, aunque también, a una desvalía que emerge de estas formas nefastas, pero que no encuentran (ni se le otorgan) modos genuinos, no reproductivos, de escapar del círculo de la explotación y la pobreza. Cuerpos desgarrados de miserias varias, acorralados entre la verdad que su condición de oprimido le dicta, y la mentira de truculentos negociados político-económicos.
Profundamente consternado por los sucesos que nos ocupan, y que atraviesan nuestros cuerpos, mentes, sentires; le dejo estas palabras urgentes, que se expulsan de mí, urgidas por entramarse en algo -esta carta- que me otorgue un poco de claridad, calma.

Lo saludo afectuosamente,
Sebastián Russo.

*Sebastián Russo es sociólogo y coordinador de la revista Tierra En Trance
**Conrado Yasenza es periodista, aspirante a poeta y Director de la revista digital de Cultura y Política La Tecl@ Eñe

Literatura e Internet/Borges y el pesimismo 2.0/ Por Dante Palma

Borges y el pesimismo 2.0

Por Dante Augusto Palma*

Hace algunos meses llegó a mis manos un libro en el que se presenta a Borges como un anticipador de Internet. Este libro, escrito por Perla Sassón-Henry sería uno más de una creciente lista de publicaciones en la que se vinculará a Borges con las nuevas tecnologías. La autora afirma, entre otras cosas, que Borges, especialmente a partir de textos como “Funes, el memorioso”, “La Biblioteca de Babel” y “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius”, habría, al menos, intuido el novedoso vínculo actual entre la tecnología y la literatura el cual se manifiesta, entre otras formas, en la participación activa del lector a partir de los fenómenos de descentralización de la información promovido por Youtube, Wikipedia, blogs, o redes sociales. Asimismo, parecería inferirse que la fantasía borgiana de la biblioteca que contenga todos los libros del mundo empezaría a cumplirse, al menos asintóticamente, a partir de la posibilidad de “infinito” almacenamiento del que dispone la virtualidad y, en particular la “Mega Enciclopedia” Wikipedia. Se puede colegir de lo dicho hasta aquí una visión optimista y presumiblemente ingenua de internet que parece injustamente adosada a la literatura de Borges.

Por razones de espacio me centraré en los cuentos mencionados para mostrar, que aun suponiendo que fuera correcto presentar a Borges como un anticipador de las principales características de la web (algo que me resulta bastante forzado y hasta inútil), su visión distaría mucho del optimismo por las bondades de la virtualidad.
Lo que primero viene a mi mente son las palabras del heresiarca en “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius”. “(…) El visible universo era una ilusión o (más precisamente) un sofisma. Los espejos y la paternidad son abominables porque lo multiplican y lo divulgan”. Borges tenía horror por la multiplicación inútil algo que, por sobre muchas cosas, caracteriza a Internet. La impunidad, muchas veces ligada al anonimato o al seudónimo, con la que alguien puede “subir” un contenido a la red, puede ser visto como un triunfo de la democratización de la información, pero seguramente implica una lista infinita de multiplicaciones falsas y estériles. Por cierto, la red resulta un lugar propicio para operaciones de prensa, noticias curiosas e irrelevantes (véanse, por ejemplo, los principales portales), ex novios despechados que hacen circular los videos hot de sus novias devenidas famosas y para que adolescentes protoesquizos sumen nicks y personalidades alternativas y falsas en las que todos demuestran ser aquello que no son.

Si nos remitimos a “La biblioteca de Babel”, Borges afirma que en ella “Por una línea razonable o por una recta noticia hay leguas de insensatas cacofonías, de fárragos verbales e incoherencias”. Por otra parte, casi como una ironía del destino, en el mismo cuento Borges utiliza una palabra muy de moda en la web: “buscador”. Sin embargo, los buscadores no son aquellos sitios que nos permiten acceder rápida y libremente al contenido de la web sino, claramente, inquisidores. “Hay buscadores oficiales, inquisidores. Yo los he visto en el desempeño de su función (…), alguna vez toman el libro más cercano y lo hojean en busca de palabras infames. Visiblemente, nadie espera descubrir nada”.

Por último, la fantasía de internet como aquel “espacio” donde se encuentra “toda” la información, creo, sería visto por Borges con sumo espanto. Recuérdese la gran paradoja de Funes que por recordar absolutamente todo no podía pensar. No hay mejor metáfora que ésta para dar cuenta de cómo el exceso de información desjerarquizada y la compulsión por el detalle banal lejos de ofrecernos vías libres para nuevas y creativas interpretaciones nos quita la capacidad de abstracción y con ello la posibilidad del pensamiento. Finalizo ahora sí con un párrafo de “La biblioteca de Babel” que parece resumir, lo que Borges, con su infatigable ironía, podría decir de la web: “La escritura metódica me distrae de la presente condición de hombres. La certidumbre de que todo está escrito nos anula o nos afantasma. Yo conozco distritos en que los jóvenes se prosternan ante los libros y besan con barbarie las páginas, pero no saben descifrar una sola letra (…) Quizás me engañen la vejez y el temor, pero sospecho que la especie humana, la única, está por extinguirse y que la Biblioteca perdurará: iluminada, solitaria, infinita, perfectamente inmóvil, armada de volúmenes preciosos, inútil, incorruptible, secreta”.

*Filósofo, docente e investigador. Columnista de política en Miradas al Sur, Tiempo Argentino y Revista Veintitrés. Autor del libro Borges.com. La ficción de la filosofía, la política y los medios, Buenos Aires, Editorial Biblos, 2010.

Política y Humor/Del rock, la muerte y la política. Un Tributo/ Por Conrado Geiger

Del rock, la muerte y la política. Un Tributo.

Por Conrado Geiger*
(para La Tecl@ Eñe)

I. EL ROCK HA MUERTO

Muchas veces me preguntan por qué no vuelvo a hacer “Rock de Acá”, el programa de rock argentino que hice en Rock & Pop en la década del 90.
Puedo argumentar muchos motivos, pero uno sin duda, es que el rock ha muerto.
Hay muchos indicios de esto:
1) A Charly García, referente indiscutido del rock local lo salvó Palito Ortega. No lo salvó León que salva a todos. Lo salvó el referente indiscutido del Club del Clan.
2) El mejor recital que hubo en la década fue el de Paul McCartney. El tipo viene 40 años después de la separación de los Beatles y deja claro que no pasó nada mejor desde entonces. Hubo cosas buenas, pero el punto de partida fue el techo.
3) La proliferación de “Bandas Tributo” (género dentro del cual podemos incluir al recital del Beatle zurdo) con gran aceptación por parte del público.

II. LAS BANDAS TRIBUTO

El rock ha pasado a ser un género tributo como lo es la música clásica o el tango. Un género que se remite a recrear algo que ya fue. A emular un pasado feliz. Con la particularidad que la emulación se realiza no sólo por medio de la ejecución del repertorio, sino también usando los mismos instrumentos, los mismos amplificadores, la misma ropa, la misma cara.
Es algo más que música. Es una puesta en escena, donde se cuidan todos los detalles para que el espectador viva, aunque sea por un instante, la fantasía de que está viendo en vivo a la banda que adoró de adolescente. O de joven. No es, pero se parece. Podrá ver a los Beatles con sus flequillos, sus trajes de pana gris y sus botitas con taco. Algunos, hay que decirlo, se nota que han puesto más empeño en los pequeños detalles como el saco, el gestito con la boca, un determinado bigote, que –por decir algo- en afinar. (Tal vez deberían ser considerados, más que “Bandas Tributo” “Bandas Agravio”).
He visto Lennones con los mismos anteojos que John, Elvis con sus jopos y patillas, Sandros, Ceratis y Freddys Mercurys. (Me contaron de uno que hasta se tragó el bigote en escena ¡Patético!).
El Mundo Tributo también habilitó otra veta: parientes de las estrellas, que nada tuvieron que ver con la carrera artística, aparecen participando de los tributos. Julia, la hermana de Lennon – de otro padre, criada en otra casa y odiada por John, estuvo, por dar un ejemplo- en Buenos Aires en un evento Beatle.

III. MUNDO TRIBUTO

La cuestión es que vengo observando que el concepto “tributo” está desbordando los límites de las bandas musicales.
El epicentro de la movida “tributo” es en el “Cavern Club”, un bar temático que puede ser considerado abiertamente un “Bar Tributo”, ya que emula, en algunos gestos, al histórico “Cavern Club” de Liverpool donde solían tocar los fabulosos cuatro en sus inicios.
La Ciudad de Buenos Aires tiene barrios con nombres tributo, como Palermo, tributo al sur de Italia, que en los últimos años se ha fraccionado en “Palermo Hollywood” – tributo a San Francisco, “Palermo Soho” y “Queens”, en tributo a NY. Incluso el Jefe de Gobierno autorizó la instalación de unos 4 millones de Led´s que conformaron la famosa pantalla de 600 m2 en un intento de crear un tributo al Times Square.

Pero la cultura tributo sigue avanzando. Me puse a analizar y descubrí que la política siempre tuvo un fuerte ingrediente tributista.
En principio fue un patrimonio del peronismo. Desde la muerte del líder muchos intentaron ocupar ese lugar por la emulación. Recuerdo grandes afiches de Matera, allá por los 80, en los que aparecía peinado a la gomina, con una gran sonrisa y los brazos levantados haciendo el saludo del Pocho.
Todas las mujeres, por lo mujeres de, pretendían ser Evita. Recuerdo el caso de Palito Ortega y Evangelina Salazar, que ella intentó aplicar un apócope como al pasar haciéndose llamar “Eva”. Rodetes rubios por doquier. Los discursos de Isabelita, intentando sacar el tono. Cristina, sin ir más lejos hacía una versión aceptable de Evita en sus discursos que generaban el mismo nivel de irritación. Luego, muy bien asesorada, optó por hablar así, como es ella, y le fue mucho mejor.

En las elecciones del 2003 murió la UCR. Después de la gestión De La Rúa logró sacar inexplicablemente el 2,34% de los votos con la fórmula Moureau-Losada. En el 2009, con la muerte de Raúl Alfonsín y la consecuente congoja popular se produjo el efecto “UCR-Fénix”. Una militancia nostalgiosa quiso retrotraer los relojes a los mejores momentos de la Primavera Radical.
Allí surgió el primer político tributo de la Argentina: Ricardo “Ricardito” Alfonsín. El día del lanzamiento de su campaña como presidente Ángel Rozas lo contó así: “…es un día de fiesta porque hace unos años atrás muchos presagiaban la desaparición de la UCR, muchos nos adelantaron el certificado de defunción y hoy los que estamos acá le decimos al país “los muertos que vos matáis gozan de buena salud” argentinos, el radicalismo esta de pié, vuelve a tener fuerza, sigue vivo como hace 125 años”
La verdad es que, mal que nos pese, los muertos muertos están, pero como el viejo caudillo dejó un retoño, comenzó la carrera presidencial de esta experiencia de política-tributo.
Tiene las mismas características de las bandas tributo: Es una puesta en escena, donde se cuidan todos los detalles para que el espectador viva, aunque sea por un instante, la ilusión de que está viendo en vivo al candidato que adoró de adolescente. O de joven. No es, pero se parece.
Así como las bandas tributo se jactan de usar las mismas guitarras o los mismos amplificadores, Ricardito se jacta de usar los mismos trajes.
Un vocero off the record del partido me dijo que le quedan grandes. Pero eso no invalidó la idea:
“Si Raúl Alfonsín es ‘El Padre de la Democracia’, entonces Ricardo es el hermanito” que hace que este hombre de 59 años, tres más de los que tenía papi cuando asumió la presidencia de la Nación, se anime a imitarlo.
No sólo es el hijo. También se peina igual, se deja el mismo bigote e intenta parecer igual de llano. Ricardito intenta arrastrar a los fans de su padre. El discurso del lanzamiento fue esclarecedor:

Habló de “sentimiento”. Textualmente “…no alcanza la palabra gracias para expresar los sentimientos que nos dominan”. Esto dicho con el mismo tonito, la misma cadencia que su viejo. Pero no le bastó con eso. Agregó “Suelo decir con frecuencia que no siempre son los mismos, los desafíos a los que se ven sometidas las sociedades a lo largo de su historia, en 1983 el principal desafío tenía que ver con terminar de manera definitiva con las dictaduras militares en el país y lo hicimos, no era una tarea sencilla.”
¿Porqué esa referencia al ’83? ¿El 2001 no existió?
Y encima dice “LO HICIMOS” ¿Lo hiciste?
En esa época, Don Raúl andaba siempre con el Coti, apenas dos años mayor que Ricardito. Con Ricardito no iba a ninguna parte.

Así como uno va a ver una banda tributo con expectativas, esto le pasará pronto a Ricardito, si sigue haciendo este juego. Se generarán corrientes tributo.

Imagino correligionarios después de una marcha:
- Estuvo bueno el discurso, habla igual.
- Sí, pero no recitó el Preámbulo. Estuvo flojo. ¿No lo sabrá de memoria?
- Yo esperé toda la noche que hiciera un “Un médico por ahí”. Me defraudó. ¿Qué hacemos ahora?
- Hagamos como antes, después de Alfonsín al Rojas, está el Tributo a Batato Barea.
- No mejor a Cemento. Toca el tributo a Sumo, y el tipo que está en la puerta es igualito a Chabán.
- Estuvo bien Alfonsín, mucho peor es el nieto de Yrigoyen.
- A mí me gusta el hijo de Víctor Martínez. Hace el mismo silencio.
- ¿Alguien fue a ver a Antoñito?

*Periodista, conductor de radio y Humorista Stand Up