17 diciembre 2009

Volver al núcleo duro de la teoría del imperialismo/ Alberto J. Franzoia

Volver al núcleo duro de la teoría del imperialismo

Por Alberto J. Franzoia
(para La Tecl@ Eñe)
Ilustración: Aimée Zito Lema, Collage Variaciones , y León Ferrari

Introducción


Durante el breve recorrido de este nuevo siglo, a partir de un trabajo de Toni Negri y su discípulo Michael Hardt, se popularizó la utilización del concepto “imperio”. Según Negri él sigue siendo comunista, sin embargo su obra, que lleva por título el citado concepto, lo que en realidad intentó fue negar la vigencia de la teoría del imperialismo formulada por Lenin en 1916.

Que dicha teoría debía ser examinada a la luz de nuevos fenómenos del capitalismo mundial que no podían ser previstos por el intelectual ruso hace casi 100 años, es una verdad incontrastable y negarlo es ajeno a un abordaje dialéctico de la realidad; pero de allí a negar la existencia del imperialismo media una distancia abismal. Una cuestión es abordar con rigor cuáles son las nuevas características del comportamiento mundial del capital financiero con cede en las naciones dominantes del sistema capitalista; otra muy distinta tiene que ver con la supuesta desaparición de la contradicción país opresor-país oprimido, relación que a su vez lleva al oprimido por las naciones capitalistas constituidas hace un largo tiempo, a la imposibilidad de desarrollarse también ellas como naciones.

Sin embargo, más allá del significado atribuido al “imperio” en el discurso de Negri y Hardt, discurso funcional a los intereses de las clases dominantes independientemente de cuál haya sido el objetivo buscado por los autores, hay una nueva utilización del concepto a partir de la apropiación llevada adelante por representantes de los sectores populares (Hugo Chávez, Evo Morales) que no se puede desconocer y es necesario reivindicar. Sobre algunas de estas curiosas vicisitudes, vinculadas al destino del imperio-imperialismo en el devenir de los escasos años transcurridos desde el inicio del siglo XXI, tratan las siguientes reflexiones.


El concepto imperio en su acepción actual

“Imperio” es un texto ampliamente difundido durante los primeros años del siglo XXI en el mundo intelectual. Dijo de este libro Néstor Kohan (1):
“Ecologistas y marxistas, feministas y economistas neoliberales, posmodernos y
postestructuralistas, nacionalistas tercermundistas y populistas de variado pelaje, todos
al unísono, se sienten desafiados e interpelados por Imperio. Este texto genera
odio o adhesión inmediata. Rechaza las medias tintas y los matices. Es un libro apasionante y apasionado. Sus lectores no pueden permanecer pasivos luego de transitarlo. Su prosa es taxativa y terminante. Fuerza los argumentos de tal manera que los hace rendir frutos hasta el límite. Siguiendo el estilo de su maestro Louis Althusser,
los planteos de Negri se proponen invariablemente como tesis, afirman posiciones,
dictaminan sentencias. Quizás por eso su texto sea tan provocador y haya generado
instantáneamente tanto aleteo en el mundo filosófico y en la política, en las ciencias
sociales y en la cultura de nuestros días”.


En el terreno personal ese trabajo me condujo al siguiente juicio:
“...el título del libro analizado no es antojadizo ni anecdótico, ya que simboliza un claro cambio de orientación en los estudios de estos pensadores, afirmando una tendencia que también hemos constatado en nuestra América Latina. “Imperio” no es otra cosa que el concepto utilizado para dar cuenta del fin del imperialismo. La concepción leninista, si bien debe ser actualizada, y hay estudios propios del materialismo histórico que van en esa dirección, establece algunas de las características esenciales del fenómeno. Independientemente del tiempo transcurrido desde que “El imperialismo fase superior del capitalismo” fue producido en 1916, hay una cuestión central ha considerar, el imperialismo es producto de la expansión fundamentalmente económica de los países centrales que buscan maximizar sus ganancias aprovechando las ventajas que se obtienen en las economías periféricas. Esto genera dos realidades bien distintas dentro de un mismo sistema capitalista, a saber: la presencia de países opresores y países oprimidos.
¿Por qué Imperio no es lo mismo que imperialismo? Porque, como nos informan Hardt y Negri, el imperio es una nueva estructura mundial en la que los estados nacionales tienden a desaparecer, absorbidas por un poder omnipresente que carece de un territorio específico. A la hora de analizar la relación que a lo largo de la historia han tenido el estado y el capital nos dicen:
“Hoy ha madurado plenamente una tercera fase de esta relación, en la cual las grandes compañías transnacionales han superado efectivamente la jurisdicción y la autoridad de los estados-nación... ¡el estado ha sido derrotado y las grandes empresas hoy gobiernan la Tierra!”
Y en una entrevista concedida posteriormente por Negri agrega:
“Pensamos que no hay un lugar de centralización del imperio, que es preciso hablar de un no lugar” (2)

A cuatro años de aquel juicio sigo pensando que si lo característico de esta nueva etapa es que el poder económico reside en un no lugar, las luchas de liberación nacional carecen de sentido porque la polaridad nación opresora--nación oprimida habría desaparecido. El concepto “imperio” tal como ha sido definido en la posmodernidad por los intelectuales referidos va asociado a la noción de finitud tan difundida en los años noventa, cuando el neoliberalismo hacía estragos entre nuestros intelectuales. Representa el supuesto fin del imperialismo, así como la sociedad posmoderna estaba marcando el “fin de la historia” (entendida como conflicto) tal como sostenía el filósofo de las apariencias Francis Fukuyama, o la ciencia también concluía su historia como espacio generador de nuevas y revolucionarias teorías (como la de la Relatividad) según el periodista científico John Horton.

Claro que esta omnipresencia de la finitud nada tiene que ver con la conceptualización objetiva de la realidad actual, sino con el predominio de una visión de mundo, la neoliberal, que logró acaparar casi todos los espacios prestigiados por la intelectualidad hasta no hace mucho tiempo. Pero como a su vez muchos de esos intelectuales son la expresión simbólica de los intereses materiales de la burguesía de los países opresores y sus satélites sociales ubicados en la periferia (oligarquías nativas), nos encontramos con una proliferación de cientificistas (científicos al servicio del gran capital), tecnócratas (expertos en el manejo de técnicas muy “empiristas” y por lo tanto desvinculadas de la reflexión teórica, que acceden al poder en calidad de modernizadores) y doxósofos (filósofos de las apariencias que no logran captar el funcionamiento concreto de las cosas)

El caso de un veterano como Negri, responsable central de la producción y difusión de la teoría sobre el fin o superación del imperialismo, ha sido grave. No sólo porque la falsedad de su teoría resulta fácilmente comprobable con sólo recoger y analizar sin anteojeras los datos que diariamente produce la globalización del capital, sino porque es un intelectual de mucha experiencia, que vinculado históricamente con la izquierda más radical de Italia, terminó coptado por la ideología dominante. No es el único ni será último caso, en Argentina tenemos no pocos ejemplos para considerar, pero sus efectos son quizás de los más contundentes por el “impacto” mundial que su teoría generó entre los intelectuales. ¡Si lo sabrán muchos de nuestros académicos tan propensos a ser deslumbrados por las teorías de moda importadas desde los países hegemónicos del capitalismo! Vale la pena subrayar que “Imperio” trascendió mucho más por la función que cumplió a favor del imperialismo que por sus demostrables méritos como producción teórica. Que pensadores y científicos ubicados habitualmente en la izquierda terminen aceptando las tesis centrales de la burguesía imperialista (el fin del imperialismo), es un favor que se retribuye con buenas campañas publicitarias, acceso rápido a espacios que prestigian al intelectual, facilidades multiplicadas para la reedición del texto y nuevas publicaciones, cuando no con cargos políticos. La integración de intelectuales críticos por parte de la superestructura del gran capital, transformándolos en dóciles servidores o en el mejor de los casos en una oposición blanda, representa un triunfo que opera con un gran efecto multiplicador, de allí que algunos de los integrados durante la globalización, terminan recibiendo recompensas muchas veces superiores a las recibidas por quienes han actuado siempre como intelectuales orgánicos de las clases dominantes. Otro caso paradigmático al respecto es Pío Moa, un ex integrante de la secta GRAPO (Grupo de Resistencia Antifascista Primero de Octubre) de España, hoy convertido en periodista-historiador mimado por la derecha ultramontana gracias a que se ha convertido en un duro crítico de las fuerzas republicanas (sobre todo de su izquierda) que operaron durante la guerra civil española.

Concepto no pertinente para la teoría revolucionaria

Si el concepto “imperio”, tal como se lo ha aplica a partir de Hardt y Negri, está indicando el fin del imperialismo, cualquier planteo teórico revolucionario en América Latina, es decir cualquier planteo que apele a la necesidad de un cambio estructural para romper los vínculos de dependencia que nos han condenado a un subdesarrollo crónico, con todas sus implicancias sociales, culturales y políticas, debería prescindir de su utilización o recurrir a una redefinición del mismo. El concepto carece de pertinencia revolucionaria porque empieza por negar aquello que encierra el núcleo duro de la teoría que ha dado cuenta de nuestra frustración permanente como integrantes de la nación latinoamericana: la expansión imperialista del capital financiero y la consecuente dependencia y subdesarrollo que ésta genera. Por otra parte, rescatar el “aporte” de los autores analizados incorporando la noción de “un imperialismo desterritorializado”, como ha llegado a plantear algún “filósofo” argentino, es un error monumental por dos motivos esenciales:
1- Implica desconocer o negar el significado que adquirió el concepto imperialismo a partir del trabajo de Lenin “El imperialismo etapa superior del capitalismo”. En dicho abordaje el imperialismo es la forma en que se manifiesta el capital a partir de su gran concentración (que lo lleva a constituirse como monopolio) en los países desarrollados del sistema, los que van a penetrar en los países atrasados oprimiéndolos para maximizar así sus tasas de ganancia.
2- Y en segundo término implica una soberbia desorientación con respecto a la utilización que hacen Hardt y Negri del concepto imperio, ya que precisamente recurren al mismo porque quieren negar lo que sostenemos en el punto 1, por lo que el concepto imperialismo sería inaplicable.
Como bien afirma Arturo Roig: “La principal categoría con que se pretende caracterizar al “imperio” es con la de “poder difuso”: los intereses dominantes no tendrían un centro único, ni habría un país en particular desde el que se ejercería el poder mundial, ni siquiera los Estados Unidos” (3)

Por lo dicho no es posible confundir imperialismo con “imperio”, ya que en la actualidad han adquirido significados opuestos. Mientras que el primer caso se refiere a un poder concentrado en pocos países, y sobre todo en uno (países opresores, dominantes o imperialistas), el segundo caso se refiere a un poder difuso que no tiene nacionalidad. La utilización por lo tanto del concepto compuesto “imperialismo desterritorializado” se inscribe en el territorio del absurdo, porque cada uno de los términos que lo componen niega al otro: el capital financiero es imperialista o está desterritorializado.


Redefinición práctica del concepto “Imperio” a la luz de la recuperación del núcleo de la teoría del imperialismo

No podemos dejar de considerar en los últimos años, sin embargo, la utilización del concepto imperio con más de un sentido reconocible según el contexto teórico en el que sea inscripto. Los liberales, sobretodo si son progresistas de “izquierda”, pero también no pocos conservadores, pueden recurrir al mismo adoptando la definición de Hardt y Negri sin dudar, ya que todos están convencidos de la presencia de un poder difuso en la posmodernidad. Sin embargo, resulta extraño encontrarlo en los discursos actuales de revolucionarios como Hugo Chávez o Evo Morales. Pero cualquiera que analice dichos discursos con un mínimo de rigor intelectual, buscando a su vez la correspondencia con sus prácticas políticas, comprobará que no están recurriendo a la definición blanda del concepto tal como acostumbra la posmodernidad, sino a una interpretación dura, propia de la modernidad. Cuando Chávez o Evo mencionan al “imperio” expresan algo muy distinto a la dispersión del poder en la “aldea global”. Más bien se están refiriendo a lo contrario, es decir, al lugar donde reside la manifestación más concentrada del poder: Estados Unidos. Poder que además de ser económico puede recurrir, si resulta imprescindible, a su manifestación más violenta, expresada a través de la agresión militar a otros países como consecuencia del control monopólico que ejerce sobre las armas de destrucción masiva.

En una entrevista (que analizamos hace algunos años) a un ex agente del poder económico estadounidense, comprobamos a través de sus propias palabras la presencia de distintas instancias a las que puede recurrir el imperialismo cuando actúa en aquellos países que intenta someter:
“John Perkins, miembro de la comunidad financiera internacional, publicó en 2004 un libro autobiográfico (Confesiones de un sicario económico) en el que relata como ayudó a Washington a apoderarse de la economía de países del tercer mundo. Amy Goodman, conductora del programa “Democracia Ahora” de la Radio Nacional de Estados Unidos, entrevistó al personaje en cuestión, logrando confesiones que constituyen verdaderas perlitas del accionar imperial de la “democracia yanqui” a partir de la finalización de la Segunda Guerra Mundial. De la extensa entrevista se infiere sin dificultades que el manual del imperialismo incluye tres tácticas básicas llevadas adelante por el estado para favorecer la realización de los intereses de la clase que representa:
1- conquista pacífica de países de la periferia a través de los “sicarios económicos”(manipuladores económicos, tramposos y estafadores),
2- si hay resistencias a la acción del sicario vienen los chacales (agitadores, desestabilizadores políticos y asesinos),
3- y si todo esto falla, se recurre a las Fuerzas Armadas de EE.UU.” (4)

En cualquier caso, lo que hemos querido explicitar en este análisis teórico, es que la definición posmoderna de “imperio” dada por Hardt y Negri no resulta pertinente para la lucha revolucionaria de los pueblos de nuestra América Latina. Hemos sostenido con frecuencia en varios trabajos que el imperialismo actual ha incorporado algunas nuevas modalidades, por lo que ciertas hipótesis de la teoría leninista deben ser actualizadas. Sin embargo, es imprescindible preservar su núcleo duro, que constituye la negación del “Imperio” en su acepción posmoderna. Dicho núcleo incluye dos tesis fundamentales:
1- Existe un poder, sobretodo económico (los monopolios u oligopolios capitalistas) localizado en unos pocos países convertidos en países opresores o dominantes, que explota y domina a otros países (la mayoría) con el objetivo de maximizar su tasa de ganancia como consecuencia de los factores favorables que allí encuentra.
2- De esta primera tesis si infiere que: la posibilidad de que esa mayoría de países oprimidos o dominados se liberen completa y definitivamente pasa por una práctica política revolucionaria que apunte, por lo tanto, a modificar las relaciones de producción en una dirección socialista.


A modo de consideración final

La subestimación o desconocimiento de los límites reales que presentan las visiones de mundo capitalistas (en la etapa imperialista más globalizada del capital) para el desarrollo de capitalismos nacionales en el actual concierto internacional, implica un enorme error teórico y práctico que se paga con la derrota política. Es cierto que los países de un capitalismo subdesarrollado que luchan por su liberación tienen aún tareas democrático-burguesas por resolver, y de allí surge la aconsejable táctica para los socialistas de orientación nacional (que en nuestra tierra es lo mismo que decir latinoamericanista) de apoyar a cada movimiento de liberación que le dispute el poder, aunque sea precariamente, a las anacrónicas clases dominantes nativas y extranjeras (oligarquías y burguesías imperialistas) Pero esas tareas se deben combinar a la vez, con la necesidad de avanzar en una dirección que estratégicamente apunte al cambio revolucionario de las relaciones de producción. Porque sólo el avance sinuoso, no lineal ni exento de contradicciones, pero impostergable hacia el socialismo latinoamericano, nos permitirá consolidar progresivamente los logros que se van conquistando con tanto esfuerzo; lo contrario significaría perpetuar las condiciones objetivas y estructurales que han servido históricamente para reactivar la reacción de grupos desestabilizadores comprometidos con el pasando.

Defender como estrategia, en la actual etapa del sistema, la posibilidad de un capitalismo latinoamericano autónomo y desarrollado, implica una visión tan idealista (por desconocimiento o negación de condiciones objetivas muy distintas a las existentes en los años 40 o cincuenta) como combatir a los movimientos populares actuales por falta de pureza socialista, como gustan hacerlo las sectas de izquierdistas despistados que abundan en nuestra Patria Grande. El socialismo se construye analizando con rigor las condiciones objetivas de nuestra práctica, y desarrollando a partir de ellas las tácticas y estrategias que nos permitan ser revolucionariamente operativos. Por lo tanto, como se puede constatar en algunos planteos, el voluntarismo es un error político que juega a dos puntas: por un lado está la desviación ultraizquierdista de muchos marxistas a los que el mismo Lenin catalogó en su momento como expresión de una enfermedad infantil; por otro está la defensa irrestricta en la actualidad del pensamiento nacional-burgués como posibilidad estratégica para cambiar las reglas de la globalización del capital. Desde nuestra perspectiva resulta impostergable rescatar desde la madurez política el núcleo duro de la teoría del imperialismo y actuar políticamente en consecuencia.

La Plata, diciembre de 2009





1- Kohan Néstor: “El Imperio de Hardt y Negri”: más allá de modas, “ondas y furores”, Red de bibliotecas virtuales de América Latina y el Caribe de la red CLACSO.

2- Franzoia Alberto: “La teoría de los doxósofos”, publicado digitalmente en octubre de 2004 “Investigaciones Rodolfo Walsh”: http://www.rodolfowalsh.org/spip.php?article184

3- Roig Arturo: “Necesidad de una segunda independencia”, pagina 62, en “Marx Ahora”, Revista Internacional, La Habana (Cuba), N°15, año 2003.


4- Franzoia Alberto: “Tres tácticas del imperialismo”, publicado en diciembre de 2005 en Reconquista Popular http://lists.econ.utah.edu/pipermail/reconquista-popular/

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