10 julio 2009

Mercado y Alimentos/Comentario/Claudio Barbará

Los maravillosos productos de la vida moderna
Por Claudio Barbará

Ilustración: Carlos Gorrianera

(para La Tecl@ Eñe)

Este comentario se basa en información que suministran algunos ciudadanos indignados sobre dos de los tantos productos de venta masiva, promocionados con gran despliegue publicitario, donde se anuncian con estridencia sus increíbles beneficios para la vida humana. En este caso les hago llegar información con datos que circulan sobre todo en Internet sobre la puesta en duda sobre las bondades de estos productos que el mercado pone en las góndolas. En este caso se nombran dos artículos de mucha difusión y consumo masivo, estos son: ACTIMEL y RED BULL. Es probable que ustedes hayan tenido la oportunidad de enterarse ya, puesto que por Internet circula mucha información que no está disponible de otra manera para un publico masivo.
Me tomé el trabajo de resumir algunos datos relevantes y contundentes, pues se trata precisamente de cómo el discurso atraviesa las prácticas sociales; y el Psicoanálisis, al menos el Psicoanálisis Lacaniano, tiene sin duda algunas cosas que decir sobre las bondades supuestas del mundo moderno, de la mano de los también, muchas veces, supuestos avances de la ciencia aplicada a la vida cotidiana. Cuando decimos que el discurso capitalista nos somete a un goce fragmentario, y nos propone esos pequeños objetos (que Lacan llamó objeto "a", plus de goce), en los que el sujeto queda alienado, se trata de una alienación que es mortal.

Primero la información que circula por la red.
ACTIMEL provee al organismo una bacteria llamada L.CASEI. Esta sustancia es generada normalmente por el 98% de los organismos, pero cuando se le suministra externamente por un tiempo prolongado, el cuerpo deja de elaborarla y paulatinamente 'olvida' que debe hacerlo y cómo hacerlo, sobre todo en personas menores de 14 años. ACTIMEL, en realidad, surgió como un medicamento para esas pocas personas que no lo elaboraban, pero ese universo era tan pequeño que el medicamento resultó no rentable; para hacerlo rentable se vendió su patente a empresas alimenticias. La Secretaría de Salud obligó a ACTIMEL (La Serenísima) a indicar en su publicidad que el producto no debe consumirse por un tiempo prolongado; y cumplieron, pero en una forma tan sutil que ningún consumidor lo percibe. Si una madre decide completar la dieta con ACTIMEL, no percibe ningún aviso sobre su inconveniencia y no ve que puede estar haciendo un daño importante a futuro a causa de las manipulaciones publicitarias para impulsar los negocios."
RED BULL fue creado para estimular el cerebro en personas sometidas a un gran esfuerzo físico y en 'coma de estrés y nunca para ser consumido como una bebida inocente o refrescante. Aumenta la resistencia física, agiliza la capacidad de concentración y la velocidad de reacción, brinda más energía y mejora el estado de ánimo. Todo eso se puede encontrar en una latita de RED BULL. La bebida energética del milenio. Red Bull ha logrado llegar a casi 100 países de todo el mundo. La marca del TORO ROJO, tiene como público a jóvenes y deportistas, dos segmentos atractivos que han sido cautivados por el estímulo que causa la bebida. Al parecer en Francia y Dinamarca lo han prohibido por ser un cóctel de muerte, debido a sus componentes de vitaminas mezcladas GLUCURONOLACTONE, químico altamente peligroso, el cual fue desarrollado por el Departamento de Defensa de los Estados Unidos durante los años 60 para estimular la moral de las tropas acantonadas en VIETNAM, el cual actuaba como una droga alucinógena que calmaba el estrés de la guerra."

El comentario:
En efecto, estos productos lanzados al mercado, impulsan la idea de que son un "agregado", un "suplemento", con los cuales nuestras vidas se volverían más agradables, más vitales. "Sustancias" que hacen que la vida nos resulte más placentera. En otras palabras, estos objetos de consumo, harían más soportales las exigencias de la vida moderna. Son la solución a la falta de energía anímica y física, quitan los malestares del stress, los males de un cuerpo que no siempre acompaña las necesidades del momento, nos brindan un estado de bienestar del que careceríamos sin ellos. Son los signos de la época: ¡trague la pildorita y siga adelante!, como dice otro slogan. Los sujetos presionados por eso que creen que es la vida cotidiana que llevan, no dudan, tragan la píldora y siguen adelante. Aunque este "seguir adelante" sea un derrotero mortífero.
El discurso capitalista es un discurso que engaña: la falacia es no advertir de las consecuencias y del origen del dilema. Y en este punto algunos sociólogos mencionan el carácter perverso del poder (discurso del amo) en el capitalismo. Podríamos preguntarnos sobre las causas de los males que estos productos suponen corregir. ¿Cuál es la causa de que el sujeto en la modernidad se vea falto de energía, de ánimo, afectado por eso que llaman stress? ¿A qué se deben esos trastornos del cuerpo, de un cuerpo tomado por el desorden del goce? ¿Cuál es el motivo de ese sentimiento opresivo de malestar? Y podríamos proseguir enumerando preguntas del mismo tenor; no obstante, lo que se constata es que el mercado sobre la causa hace silencio, y sobre sus consecuencias también; puesto que el ideal de la época sólo acentúa un presente efímero: el presente del goce también efímero de cada quien con su objeto.
Es innegable además que este tipo de mercancía tiene el carácter del consumo compulsivo; en otras palabras, tienen ese componente adictivo que es propio de los objetos que procuran un plus-de-goce. Y son, además, dañinos para el organismo a largo plazo. No se trata de efectos no deseados, son por el contrario propiedades que invisten al objeto en la modernidad. Todos somos adictos en el universo capitalista; dicho de otra manera, todos estamos sometidos a ese empuje a un goce en exceso del objeto. Se lo promociona, se lo recubre de las garantías que otorga ser un objeto con certificado de “calidad comprobada”, se lo pone al alcance del segmento más vulnerable y proclive a la demanda insaciable. Se promueve de esta manera una sociedad adicta, alienada en un goce mortal, refractaria, autista y autómata.
Nos reencontramos aquí con el sueño de la ciencia moderna: el hombre máquina. El autómata: el sujeto reducido a un organismo regido por las leyes de la física y de la química. Ajeno a los efectos subjetivos; proclive a los desequilibrios, que se restablecen con "equlibrantes" artificiales; dícese de psicofármacos de consumo masivo e indiscriminado. El autómata está en los ideales de la ciencia desde hace algunos siglos, y la literatura en su momento lo denunció con la creación artística (recuérdese a Frankenstein). El autómata del Siglo XIX se transformó en el hombre cibernético del Siglo XX, con la aspiración a la IA (Inteligencia Artificial), los robots que piensan y sueñan, y no sólo hacen cálculos y realizan actividades programadas.
Está el ideal del autómata en el discurso de la modernidad, el hombre prótesis de una ingeniería genética y biocibernética; el hombre del futuro, clonado y rediseñado a partir del desciframiento del código genético. Es el hombre que no necesita "curarse" sino "adaptarse".
En esto participa la ideología del hombre como individuo: el sujeto reducido a las causas y los efectos del arco reflejo original. El sujeto forcluido de la ciencia. Es el sujeto reducido al semblante del consumidor concienzudo que apetece de las bondades supuestas de estos productos y otros que, suplementos que se tragan, transforman el sentido de su estar en el mundo. Es el empuje a la adicción, de un discurso obsceno que persevera en esta dirección, pues conviene al "business".
Por el contrario, en el discurso analítico, el individuo es alojado para devolverle su dimensión de sujeto; esto es, para operar en la dirección contraria al del discurso capitalista, siendo agente de la operación de separación, de desalienación. Sujeto que el Psicoanálisis aloja en su discurso, que se enuncia en el decir, que se garantiza de su existencia en la experiencia de la angustia.

Junio de 2009