19 mayo 2008

Entrevista/ Tomás Abraham


Entrevista a Tomás Abraham
Resquicios en el muro de la autoridad

En esta entrevista el filósofo y escritor Tomás Abraham analiza el concepto de cultura vigente en la Argentina de hoy, su relación con las prácticas discursivas del poder y la industria cultural. A su vez reflexiona sobre el tratamiento de la información por parte de los mass-media, y el auge de Internet. El conflicto entre el Gobierno y el Campo, es otro de los puntos comentados por Abraham.

Por Conrado Yasenza

-¿Qué significa ser culto hoy en la Argentina; es decir, que implica el concepto de cultura, y si en este incipiente comienzo de siglo ha variado del postulado enciclopedista y universalista del siglo pasado?

- Ser culto es ser un diletante, alguien que se complace en las obras clásicas del arte y del pensamiento y está alerta a lo último que se produce en las vanguardias. Es el snobismo del curioso. Esta inquietud en nuestro país está ausente. Murió. Ya no corresponde a nuestra educación. Los motivos son varios. Cambiaron los canales y los mensajes. En la década del sesenta había revistas que combinaban el queso brie con los cuentos de Cortázar o una entrevista a Lévi Strauss con la muerte de Augusto Vandor. Permanecen el Bafici, la Noche de los Museos y la Feria del Libro, convocatorias socioculturales anuales que no se sostienen en el interés cotidiano fuera del gran momento social.
Ha quedado de la cultura algo de su viejo prestigio social que permite a algunos versados sentirse superiores al común.

-¿Sigue hoy vigente cierto positivismo humanista que vinculaba el concepto de cultura a la idea de valor superior de la humanidad, idea ligada a la evolución en el desarrollo de una conciencia social de comunidad organizada?

- No creo, esa idea es anacrónica, sin embargo... volver a quienes tal vez se desconocen, este retorno a un lugar que desconocemos – parece paradójico - , a las fuentes de la cultura abusadas por la historia, me refiero a Buda, Jesús, Sócrates, Jeremías, tal como lo propone Karen Amstrong, o releer a los clásicos de la literatura universal como lo sugiere Harold Bloom, para encontrar en ellos nuevas fuentes de valores, eternidades sepultadas, ésta es una idea interesante, quizás no para salvar a la humanidad en peligro, sino para enriquecer la conversación global. Creo que puede ser un buen contrapunto de quienes están más interesados en el futuro tecnocientífico y sus maravillas por venir a la manera del filósofo alemán Peter Sloterdijk que anuncia el fin del humanismo, es decir de la gramática como sostén del saber.

- ¿Cómo las prácticas discursivas del poder político atraviesan el entramado cultural de nuestra sociedad, y cómo repercuten las políticas económicas, es decir, cómo se organiza una cultura desde las premisas de una economía de mercado cuya directriz es la industria cultural?

- El poder político surge de la sociedad y la resignifica al mismo tiempo. Si el personal gubernamental hace alarde de la ignorancia, de la arbitrariedad, de la difamación, del nepotismo y del latrocinio, su impronta educativa actúa a modo de ejemplo respecto de la comunidad de un modo aún más terminante que la escuela, la familia y los medios masivos de comunicación. La calidad educativa y ética de los referentes políticos es muy importante. La conjunción entre industria y cultura no es ni buena ni mala, salvo que por lo general sirve para crear comisiones de burócratas al servicio de sus conveniencias políticas.

- ¿Qué relación existe en la actualidad entre periodismo, conocimiento y cultura?

- El periodismo, es decir la información masiva de las actualidades es crucial para la formación cultural. Hoy en día el saber no se restringe a los círculos de especialistas, ni a la autoridad a las cámaras legislativas. El ágora electrónico y gráfico, permite que la experiencia cultural sea múltiple y participativa y obliga a los expertos a explicarse sobre temas comunes. Los opinólogos molestan porque inquietan a los cenáculos que cubren su mediocridad con lenguajes crípticos y diplomas de posgrado.



- ¿Y cómo observa el fenómeno de Internet y su relación con la difusión de ideas culturales? ¿Tiene alguna posición tomada frente al auge de blogs y revistas digitales?

- Internet es enciclopedia. Es velocidad en la información. Posibilidad de asociar referencias. Le sirve al estudioso, nos pone en contacto con mundos que antes nos eran inaccesibles. Los blogs son fenómenos de escritura, al menos los que me interesan, el mío se llama PAN RAYADO, los hay de todo tipo, algunos para descargar insultos, otros para crear redes de información y reflexión. No es sólo un fenómeno irreversible sino cambiante y enriquecedor.

- ¿ Cuál es la lógica de los mass-medias en cuanto al tratamiento de la información?

- Los medios masivos de comunicación cumplen una función estratégica, es decir que interactuan de un modo dinámico con el poder político y con el económico. Hoy estos medios son parte de corporaciones cuyos capitales están invertidos en varios rubros.
Pero en una sociedad abierta, es decir en la que hay varios oferentes y posibilidades de expresión amplia, al lado de los grandes medios, los hay pequeños y medianos, a la vez que una zona infinita desplegada en la web internética. Esta abre la posibilidad de elaborar una "contraopinión" por parte del ciudadano, una autoeducación gracias a la posibilidad de confrontar información de todo el mundo sobre cualquier tema y diseñar una agenda personal de prioridades y deducir sus propias conclusiones. Esta tarea puede ser individual o grupal.
Por supuesto que la incidencia en lo que se llama opinión pública no es igual según el canal que se emplee. Pero "tener poder" para realizar deseos, influir sobre los otros o modificar el mundo, no es lo más importante. Creo que es más vital expresarse, tener algo que decir y no dejarse anestesiar con la resignación programada.

- ¿Cual es su opinión sobre el conflicto Campo-Gobierno?

- El conflicto del campo ha provocado una crisis política en el kirchnerismo. No sabe cómo resolverla. Pero supone que lo puede ayudar a desviar una situación de dificultades sino de agotamiento del modelo económico con un nuevo enemigo expiatorio.
Los errores del gobierno unieron al campo. Cree ahora que un desgaste puede volverlos a separar. Pero no se sabe a favor de quién juega el tiempo. Lo que sí parece es que es en deterioro de las fuerzas productivas del país.
En momentos de coyuntura favorable, no logra el oficialismo un consenso acerca del crecimiento y de los costos a distribuir entre los diferentes sectores sociales. No podemos imaginar que ocurriría en caso de una caída de los precios internacionales de las materias primas.
Hay quienes están a favor del gobierno porque dicen que los del campo son reaccionarios. Muchos claro que lo son, pero en política, salvo en las tiranías, se gobierna de acuerdo a una visión de país diverso que suma intereses y no los confronta hasta un resultado nulo que paraliza y destruye riqueza. La diversidad ideológica es un rasgo de nuestro país e ignorarlo es cometer errores que han hecho correr sangre no hace mucho tiempo. De los 70 deberían extraerse otras lecciones que las hasta ahora declamadas.
La crisis del campo parece la más fácil de resolver, no así otras como la de la energía, la falta de inversiones, el aislamiento internacional, la falta de oferta suficiente de bienes, la inflación creciente, la falta de credibilidad en los organismos del estado, la inoperancia del congreso, el nepotismo descarado, la conformación de un principado con un franco deterioro institucional, la pésima política con los medios, primero para regalarles negocios a cambio de imagen y avisos, luego para demonizarlos, y lo peor, el estado de la educación.
El campo, en donde hay menos problemas, sirve para postergar los otros problemas y ocultar la falta de ideas para seguir adelante

- Finalmente, ¿Cuál es la función del intelectual en el Siglo XXI?

- Decir lo que piensa, y trabajar con humildad en buscar un resquicio en el muro de la autoridad, y en esa grieta, crear su palabra.

Por Conrado Yasenza
Abril 2008

La Columna Grande/La Retenciones de Troya - Por Alfredo Grande


LAS RETENCIONES DE TROYA
Escribe Alfredo Grande (especial para La Tecla Ñ)


“El poder no es solamente la capacidad de triunfar en la batalla sino es la capacidad de elegir los contrincantes” (aforismo implicado)

En el mundo del boxeo, lo más importante para fabricar un campeón es elegirle los adversarios. De vez en cuando hay un per saltum (por ejemplo el inolvidable Rocky) pero la rutina de armar una meditada escalera donde los escalones son los boxeadores que van a ir al matadero para cimentar el nacimiento de una nueva estrella. Alguna vez en la vida, algunas peleas son momentos claves de la historia. Cuando Muhamad Alí derrota a George Foreman, el rechazo a la guerra de Vietnam que le costara perder el título de campeón al que alguna vez fuera conocido como Cassius Clay, quedó ampliamente legitimado. Las grandes historias relatan a los boxeadores-gladiadores que patean el tablero de las maffias de las apuestas, para terminar ganando una pelea que debían perder.
¿Hay una pelea que está arreglada previamente entre los contrincantes autoelegidos: Gobierno y Campo? Estos contrincantes son lo manifiesto, pero no son lo fundante. El ministro que instrumenta las retenciones móviles es dado de baja sin que le agradezcan los servicios prestados, sin saber demasiado si no los había prestado o si el estilo actual es no agradecer. Entonces lo que es apenas una medida instrumental de aumento de las retenciones, se convierte en una épica de la cuestión nacional. Un escenario de exasperación y “ascensión de los extremos”, aqueos y troyanos buscan a un Homero que cante sus proezas. Incluso designar el corte de rutas como “piquete de la abundancia”, es de una irónica generosidad. No por la abundancia, que tanto a los dueños de la tierra les sobra, sino porque el significante “piquete” tiene una génesis político social de la cual estas aventuras ruteras carecen. Quizá como se dijera de Napoleón, la única grandeza de este gobierno sea el ser derrotado por un enemigo que él mismo inventó. El Campo es una monstruosidad política, donde todo está atado con alambre y con un lucro obsceno. Los pequeños productores aparecen como la cara decente de la protesta, supongo porque lo “pequeño” genera ternura y cierta simpatía. Lo que empieza a resultar francamente paradojal (y por lo tanto productor de parálisis, perplejidad, bronca, sensación de vacío, etc.) es satanizar al contrincante (el campo) y simultáneamente, reconocer que fue el campo el sector mas beneficiado con la política de no sustitución de importaciones, es decir, la política que privilegió desde el 2003 el modelo agroexportador. Que incluyó la deforestación-contaminación de los suelos. Minería a cielo abierto y ganancias de los grupos monopólicos a cielo bien cerrado. Con el agravante de exportar agua a precios de regalo, en zonas desérticas del país. Por lo tanto no está en discusión el modelo de país, lo que podría haberse hecho por ejemplo con la decisión del tren bala. Menem pontificó: ramal que para, ramal que cierra. Ahora es: ramal que no es bala, ramal que sigue cerrado. Lo único que se discute es cuanto te retengo, mucho, poquito, siempre algo, nunca nada, pero jamás cuanto te llevas, mucho, muchísimo, demasiado. Si es cierto que puede hablarse de una “gaucho cracia” al decir de Horacio González, no es menos cierto que hay diferentes formas de “cracias”, o sea de aparición de castas mientras se niega la lucha de clases. La guerra de troya también fue de cracias: la aquea y la de la ciudad sitiada. Creo que la polémica sobre el monto de las retenciones, ocupa el mismo lugar teórico y político que el caballo que diseñara el astuto Ulises. O sea: ya que no podemos conquistar de frente, vamos a psicopatear un poco. Es el pasaje del Frente para la Victoria al jubileo de la jefatura del Partido Justicialista. Todo tiene que ver con todo, el problema es como dimensionar cada cuestión. Conquistar una ciudad, o la voluntad popular, exige descubrir-inventar-alucinar un enemigo. No importa si el enemigo de hoy haya sido aliado-cómplice-beneficiario privilegiado –socio minoritario, etc. No importa que sea la defensa a palos y gases del Casino Flotante, Catedral del capitalismo lumpenizado. Como el enemigo real sigue protegido, es necesario caricaturizar como enemigo al que fuera aliado. Lo dijo D'Elia: “los que cortan rutas son los principales beneficiados con la política de 4 años de gobierno” Escribir ahora sobre la oligarquía, cuando fue resucitada y recreada con la dolarización de la economía mediante la nueva convertibilidad, revela mas astucia que la del propio Ulises, y eso que no era poca. Frente a la destrucción planificada de los suelos por la soja, la utilización de cultivos para el bio-diesel, en el país que fuera granero del mundo y llegó a autoabastecerse de petróleo, inmolarse por el aumento de porcentaje de las retenciones suena tan peligroso como la decisión de los troyanos de abrir las puertas y derribar muros para que el enorme caballo entrara a la orgullosa ciudad. Cuando los troyanos se dieron cuenta que en realidad habían dado alojamiento permanente a una máquina de guerra, ya estaban sentenciados. Y la mayoría ejecutados. Me parece que la única opción teórica y política que nos permite llegar al nivel fundante del conflicto, es vedar el acceso a todos los caballos, yeguas, ponis de troya con los cuales la cultura represora intenta demoler la resistencia de los verdaderos luchadores. Es más importante, por ejemplo, volver a la Junta de Granos, y a todos los sistemas del control que el Estado necesita, que paralizar rutas y mentes en discutir el derrame de las retenciones. ¡Cuanta nostalgia de los 90 tiene el Gobierno, y no solo el de la provincia de Buenos Aires!
Si hubiera una moraleja, no podría ser otra que: “ante la presencia de cualquier caballo de troya, destrúyalo”.

El Damero/ Poderío Político - Ezequiel Martínez Estrada


PODERIO POLITICO.
EZEQUIEL MARTINEZ ESTRADA.

En Buenos Aires los viejos y complejos problemas de la nacionalidad se transmutan en problemas teóricos, fáciles y de gran estilo. Conviértese en leve lo grave; lo desesperante, en asunto de tratar despacio. Porque los problemas nacionales pasan a ser vistos condicionados por la urbe. Una cosa son los problemas in vivo del campo y otros los problemas in vivo de la ciudad. Cuando se le trae a la capital, el problema ha sido lisa y llanamente escamoteado, como la tortuga pasa a ser paloma desde el instante de entrar en la galera del prestidigitador.
Cada problema tiene para nosotros dos aspectos: uno nacional y otro urbano, uno que se resuelve y otro que se estudia. De antigua data prevaleció el criterio del edil sobre el del administrador, y cualquier yerro tuvo la ciudad para darle razón. En fin, no hubo mal que a Buenos Aires no le viniera bien.
Cuando la Emancipación, el Cabildo asumió el Gobierno. Se creó un gobierno municipal para todo el Virreinato. La Primera Junta ejerció ese gobierno con igual carácter. Se iba ensayando una independencia relativa, porque ningún buen patriota hubiera consentido que el Cabildo delegase sus facultades específicas en una junta autárquica. Lo consintió porque se sobrentendía que el Cabildo era España. La Municipalidad se arrogó las facultades del Virrey y desde entonces las fue ejerciendo. La línea de evolución ha sido: Cabildo- Junta- Gobernación-Ejecutivo Nacional ( con la Intendencia como apéndice).
El Cabildo proclamó la Primera Junta en la inteligencia de que el orden inaugurado conservara la estructura municipal de su origen. También el Segundo Triunvirato fue creación de la ciudad, después de la revolución del 8 de octubre de 1812. Y ya dijo Groussac bastante del cariz metropolitano de la presidencia de Rivadavia.
La autoridad que así se iba gestando, conservó la facultad de poner y sacar gobernador y dar el frente o la espalda al interior, conforme le conviniera. Hasta convertirse a Buenos Aires en Capital Federal de la República, convivían en él el gobernador de la provincia y el presidente, considerado en ocasiones como huésped no siempre grato, a quien se posponía en el rango de honor en algunas ceremonias. Desde 1810 se plantea esta cuestión: España-Buenos Aires por un lado y América- Interior por otro. Cuando Sarmiento encontró por urgencias de la polémica la fórmula: civilización- ciudad contra interior- barbarie, tocaba el mismo problema de la nacionalidad. Con palabra más expresiva el paisano llamaba godo al español y al porteño.
El interior tuvo que ponerse a ganar la Emancipación contra Buenos Aires tanto como contra España. Carlos Tejedor libró la última batalla y la perdió; es decir, la perdimos todos. La Ley del 20 de septiembre de 1880 dio el tiro de gracia a la metrópoli, a la provincia y al país. Se trataba de un problema dificilísimo que se resolvió por el procedimiento gordiano. La análoga ley de 1826 decidió la caída de Rivadavia y suscitó las guerras civiles. Dos veces tuvo Sarmiento que vetar leyes que erigían a Rosario en capital federal. El abogaba por Argirópolis- isla Martín García-, capital simultánea de Argentina, Uruguay y Paraguay.
Al discutirse los proyectos de 1869, el senador por Córdoba don Martín Piñero expresó: “Mientras el gobierno nacional esté en un gran centro de población no ha de ser el gobierno de la República Argentina, por más virtudes que tengan los hombres; ha de ser el gobierno de la localidad en que esté, y nada más”. Carlos Tejedor, diputado, excluía en 1867 a córdoba y Rosario por las mismas razones que a Buenos aires, prefería “cualquier lugar que se eligiera en medio del desierto”.
La ley de 1880 cortó el nudo. Desde entonces Buenos Aires dejó de ser capital de la provincia y quedó siendo capital de sí misma. Cualquiera que sea el grado de verosimilitud de estos reproches, hace cuarenta años podía comprenderse mejor que hoy lo que significaba una decisión de tal naturaleza. Ya nos hemos acostumbrado a la creencia de que con el fallo de un viejo pleito la situación de hecho cambió. Muy pocos entenderán el sentido de estas palabras de don M.D.Pizarro, publicadas en la Revista de Derecho, Historia y Letras, en 1898: “¿Por qué no se levantan en el interior las voces de sus hombres eminentes? ¿Por qué sólo se oyen las voces metropolitanas que desde la capital de la República se levantan como zumbidos y murmullos de enjambres de colosal colmena? Porque ahí está concentrada toda la vida política de la república, y el interior es una tumba que sólo guarda los despojos de un muerto... El interior es la necrópolis de las autonomías del régimen federativo que hoy sólo pertenece a la historia política de la República”.

Del libro” La cabeza de Goliat” de Ezequiel Martínez Estrada.

Crítica Cultural/La Pregunta de Platón - Claudio Barbará

La pregunta de Platón
Gráfica: Luis Felipe Noé

Platón se hacía cierta pregunta: ¿cómo es posible un estado/ciudad que no mate a su mejor hombre? Le surge este interrogante cuando piensa en Sócrates, el mejor hombre, su maestro, el que había sido condenado por la asamblea a tomar la cicuta. A Sócrates, cuya relación con la Polis Ateniense no estaba regida ni por la «etiketa» de su casta, ni por los ideales de la época. Sócrates el «atópico»; del cual no se puede decir muy bien dónde ubicarlo en la red o trama social, política o cultural de la Atenas clásica.
De todas maneras ya no estamos en la Grecia Clásica, sino en lo que se puede definir como su consecuencia: la Era del dominio de la Ciencia, olvidados ya aquellos dioses del Olimpo y muerto el Dios judeo-cristiano. En el medio la historia de Occidente. Pero la ciencia de hoy tampoco es la ciencia que sostiene su fe en un milagroso poder que modificaría, para el bien del hombre, las condiciones de su medio. Es una ciencia, precisamente ajena a esos pormenores, aunque haya ilusos que toman por ciencia lo que es sólo la maquinaria de cierta tecnología al servicio de los bienes. La Ciencia, es aquella que se hace preguntas sensatas, lo que no quiere decir que las puedas responder. Ciencia que está en manos de sujetos llamados científicos, de esos que cada tanto la historia nos da uno que verdaderamente sabe de qué se trata el asunto. En fin, en conjunto no se puede decir que se trate de unos necios, lo que no evita, sin embargo, que digan necedades.
Pero la tecnología al servicio del mercado es otra cosa, está al servicio de otro modelo. Así desembocamos en el mercado, garante para algunos de los equilibrios ecológicos del mundo humano. Demonio que se engulle las ilusiones aún no soñadas de las grandes masas de desplazados del sistema. Muerto dios, ¿quién puede decir Dios sabrá por qué ocurren las cosas que ocurren? La cosa está un poco más diluida. La suerte, la fortuna, está en manos de esos utensilios con los que se divertían las duquesas en el siglo XVI y XVII. Una especie de tómbola, de artificio geométrico, que ahora cobra, con los avances notorios de los sistemas computacionales, el ambiguo nombre de Mercado. Tenemos mercado de valores, mercado de divisas, mercado del libro, mercado cultural, mercado negro, y así podemos seguir. Hay un discurso que establece en términos de mercaderes y de mercancía, lo que en otras épocas, ya perdidas para nosotros, otros hombres soportaban contrayendo el aliento.
Platón no era de esos que se permitían decir necedades. Sabía muy bien cuánto valía hacerse buenas preguntas, puesto que las buenas preguntas, esas que perturban el sueño de los héroes, no se consignan en el mercado de valores. No es lo corriente en nuestros días. Sócrates aun más, entonces podía espolear a sus contemporáneos con cosas tales como: ¿qué es la virtud? ¿cuál es el fin de la vida? ¿qué es el saber? ¿para qué sirve ser sabio? Pero ya no estamos en los orígenes, sino más bien en su devenir. Del origen como tal no somos dueños. Lo que no evita que, por más modernos que nos sintamos, no podamos evitar seguir eludiendo las preguntas que valen la pena. Pero tenemos aun algunos otros que nos hacen pensar. Aunque pensar sea lo más dificultoso que un hombre se pueda proponer. Aquello de animales racionales no puede ser más explícito para nosotros, hombres modernos, aunque haya cegado a la humanidad durante siglos y aun lo siga haciendo en algunos reductos. ¿Qué se puede esperar de un animal que razona? No está nada mal para los animales, incluso podría connotarse como un avance; pero de los hombres se espera un poco más: que piensen. Razonar se lleva muy bien con esa idea de «la cultura», incluso se lo pondera y hasta se lo sacraliza. Pensar es otra cosa. Pensar, siempre se piensa contra la cultura, no con la cultura. Pensar es espolear eso, como sospechaba Sócrates. Pensar tampoco da dividendos en el Mercado, aunque existe, por Dios, un mercado del pensamiento.
Así y todo, cada tanto, la humanidad se da a sí misma algunos que saben pensar. Sigmund Freud es uno. Freud, precisamente no se andaba con necedades. Por eso fue capaz de escribir textos como «El malestar en la cultura» o «El porvenir de una ilusión». Textos que, por estar forjados en esa materia cuyas aristas hacen que se nos queden atragantados, se les da la espalda, se los intenta olvidar y se hace como si nunca hubiesen sido escritos. No hay que asombrarse, se trata de un hecho de estructura: lo intolerable es reprimido, descubre Freud, y retorna como síntoma.
Jaques Lacan es otro. Otro que tampoco dilapidaba el tiempo en necedades, advertido como estaba, que lo que amenaza en primer lugar al hombre no es sino la estupidez. «Una gran civilización, dice Lacan, es en primer lugar una civilización que tiene un muladar. Mientras no se parta de cosas de este tipo, no se dirá nada serio». Como las palabras que se vuelven intolerables, también la producción del estiércol humano se ha vuelto un problema del que todo el mundo habla. A eso se reduce la gran civilización que se ha convertido al capitalismo global. Se parlotea en todas partes sobre lo que no anda, sobre lo que no funciona; pero no se empieza por nada serio. Lacan nos recuerda que, «lo que llamamos el movimiento cultural tiene una función de mezcla y de homogeneización; lo tritura todo hasta que se vuelve completamente reducido, infame, comunicante con todo».
Entonces, ¿cómo es posible una cultura en la cual no se condena a muerte a sus mejores? Aplicarse a pensar aguijoneados por interrogantes que no son en absoluto necios nos pone sobre la pista de esta gran cultura, pretendida global, que no sabe hacer con sus desechos.

Claudio Barbará
Abril 2008
Claudio.barbara@gmail.com

Crítica Cultural/ Adolfo Vásquez Rocca



CRÍTICA CULTURAL: DEL FENÓMENO BLOG AL MODELO 'AMIGABLE' DE LA SOCIEDAD LITERARIA.




Por Adolfo Vásquez Rocca
Doctor en Filosofía y Teoría del Arte
Pontificia Universidad Católica de Valparaíso – Universidad Complutense de Madrid.



Un Blog, una Revista virtual, como forma de experimentación, como bitácora, como crónica, como diario, croquis y registro de los disturbios en el Parque Humano. El fenómeno blog ha acabado con el monopolio de los grandes medios qué deciden cada día qué es noticia y qué no lo es y cómo hay que divulgarla o disimularla. Unos pocos periodistas y directores de grupos mediáticos como The New York Times y CNN ya no determinan la agenda internacional. Otro tanto acontece en los Estados Nación; Argentina, Chile, México y España no son una excepción.

Cada vez más los blogs están en condiciones de cuestionar y evidenciar la manipulación –los elementos distractivos– que generan distorsiones en la conformación de la opinión pública, dando cuenta del tráfico de la desinformación a nivel tanto ideológico, como bajo la forma de encuestas que pretenden validar la opinión de los grupos de interés que las confeccionan, entendiendo que, en los tiempos del marketing, la estadística a venido a ser nuestra Ciencia Social por excelencia, desperdigando datos preparados en los propios laboratorios comunicacionales de las Fundaciones que a su vez controlan los medios.

Estas prácticas obedecen a las mutaciones que los fenómenos de masas y de comunicación político-ideológica han tenido lugar desde comienzos del siglo recién pasado. Para anudar un vínculo telecomunicativo entre los habitantes de la moderna sociedad de masas ha sido necesario recurrir a prótesis difusivas. Por el establecimiento mediático de la cultura de masas en el Primer Mundo en 1918 con la radio, y tras 1945 con la televisión, y luego extendido a todo el Globo por medio de las revoluciones de redes actuales, la coexistencia de las personas en las sociedades del presente se ha vuelto a establecer sobre nuevas bases. Y no hay que hacer un gran esfuerzo para ver que estas bases son decididamente post-literarias, post-epistolográficas y, consecuentemente, post-humanísticas. Si alguien considera que el sufijo ‘post-’ es demasiado dramático, siempre podemos reemplazarlo por el adverbio ‘marginalmente’, como lo ha sugerido Peter Sloterdijk[1], quedando nuestra tesis formulada así: las síntesis políticas y culturales de las modernas sociedades de masas pueden ser producidas hoy sólo marginalmente a través de medios literarios, epistolares, humanísticos. De modo alguno esto quiere decir que la literatura haya llegado a su fin, sino en todo caso que se ha diferenciado como una subcultura sui generis, y que ya han pasado los días de su sobrevaloración como portadora de los genios nacionales.

“La síntesis nacional ya no pasa predominantemente –ni siquiera en apariencia– por libros o cartas. Los nuevos medios de la telecomunicación político-cultural, que tomaron la delantera en el intervalo, son los que acorralaron al esquema de la amistad escrituraria y lo llevaron a sus modestas dimensiones actuales. La era del humanismo moderno como modelo escolar y educativo ya ha pasado porque se ha vuelto insostenible la ilusión de que masivas estructuras políticas y económicas pueden ser ya organizadas siguiendo el modelo amigable de la sociedad literaria ”[2].

El concepto de “opinión pública”

El concepto de “opinión pública” nos remite a una distinción fundamental, aquella existente entre multitudes y públicos. Una vez que la psicología de masas ha quedado establecida debe elaborarse una psicología de los públicos, y si se quiere, de las audiencias, concebida esta última como una colectividad puramente espiritual, como una diseminación de individuos físicamente separados cuya cohesión es completamente mental.[3] El público, en este sentido era desconocido en la Antigüedad y en la Edad Media, y la precondición para su surgimiento fue la invención de la imprenta en el siglo XV. Este público de lectores, sin embargo, era limitado y sólo comenzó un proceso de generalización y fragmentación en el siglo XVIII, proceso que se profundizaría y consolidaría con el advenimiento del periodismo político durante la Revolución Francesa. No obstante, en ese momento, el público revolucionario era principalmente parisino; fue necesario esperar hasta el siglo XX, al desarrollo de medios veloces de transporte y comunicación, para ver el surgimiento de verdaderos públicos nacionales e, incluso, internacionales. En el análisis epistémico de los fenómenos comunicacionales resulta fundamental la distinción aquí introducida entre multitudes y públicos, y como se ha agregado, entre públicos y audiencias.




Tics y sistemas de vigilancia.


Muchos de los usuarios de Internet, por su campo de especialización, pueden saber más sobre un tema en particular que los periodistas autores que los han redactado y publicar en un blog sus opiniones y valoraciones. Los medios de comunicación están así bajo vigilancia, de modo tal que ejercer el periodismo constituye hoy un desafío ante la posibilidad más que eventual de ser refutado públicamente con el consiguiente desprestigio profesional y los costos que esto significa para su credibilidad y su aura de comunicador.

Internet ha producido una explosión de datos disponibles[4] al público a todos los niveles, poniendo información en manos de millones de ciudadanos, periodistas, políticos, académicos, expertos, que tienen los conocimientos como para comprender esa información. Los miembros de un Gobierno ya no pueden controlar la forma de medir el éxito o el fracaso de su política. Por ejemplo, en los Estados Unidos a través de Internet puede saberse el gasto público en educación, obtener información sobre impuestos, cuidados sanitarios, etc. etc. Conforme el público sea más consciente de la utilidad y accesibilidad de estos datos la demanda crecerá exigiendo mayor acceso y más datos. Y empezará a presionar al gobierno para que publique más información sobre procesos internos gubernamentales en Internet. Será un punto importante en el avance de la perentoria necesidad de transparencia, aquella que como ciudadanos demandamos de nuestros gobiernos, aquí y ahora, en el cono sur de América, casos como el del MOP en Chile, sumados a los innumerables casos de corrupción en la política Argentina son sólo ejemplos emblemáticos de un foco de corrupción que no puede ya ser escondido bajo la alfombra de la desinformación ciudadana.

La pregunta que cabe aquí es ¿Cuánto tardarán las enormes masas de ciudadanos y especialistas usuarios de Internet en aplicar la misma inmensa capacidad de comprobar la veracidad de datos a su gobierno de la misma forma que hacen actualmente los blogers con los grandes medios de comunicación?

Cuando esto ocurra la Ley sobre la Libertad de Información tendrá verdadera fuerza[5].

Seguramente la mayoría de los políticos actuales comprendan lo que es un blog. Podrán hacer uno, pero ignoran lo que supone como movimiento, renovación y filosofía de comunicación. Si un político hace un blog, lo hace por cuestiones de “imagen", hace un blog como sonríe ante las cámaras. Eso, junto a los tics de estos señores, parafraseando a Nicanor Parra, nos preocupa.


La sonrisa del Papa nos preocupa[6]

nadie tiene derecho a sonreír
en un mundo podrido como éste
salvo que tenga pacto con el Diablo
S.S. debiera llorar a mares
y mesarse los pelos que le quedan
ante las cámaras de televisión
en vez de sonreír a diestra y siniestra
como si en Chile no ocurriera nada
¡Sospechoso señoras y señores!
S.S. debiera condenar
al Dictador en vez de hacer la vista gorda
S.S. debiera preguntar
x sus ovejas desaparecidas
S.S. debiera pensar un poquito
fue para eso que los Cardenales
lo coronaron Rey de los Judíos
no para andar de farra con el lobo
que se ría de la Santa Madre si le parece
pero que no se burle de nosotros
que puede ser una cuestión todavía mucho más grave.


La habitabilidad de los mundos venideros hipercomplejos.


El Humanismo como palabra y proyecto tiene siempre un opuesto, la Barbarie. Es fácil de entender que precisamente aquellas épocas que han hecho sus principales experiencias a partir de un potencial de barbarie liberado excesivamente en las relaciones interhumanas, sean asimismo aquellas en las que el llamado al Humanismo suele sonar más alto y perentorio. Quien hoy se pregunta por el futuro del humanitarismo y de los medios de humanización, quiere saber en el fondo si quedan esperanzas de dominar las tendencias actuales que apuntan a la caída en el salvajismo [Verwilderung] del hombre.

La habitabilidad de los mundos venideros hipercomplejos no está pues demostrada y lo que aparece en nuestro horizonte de horas extraordinarias, en la era del individualismo burgués, es la creación de distancias entre los sujetos.

“A fuerza de investigación y toma de conciencia, el ser humano se ha convertido en el idiota del cosmos; se ha condenado él mismo al exilio y se ha expatriado en lo sin-sentido, en lo que no le concierne, en lo que le ahuyenta de sí, perdiendo su inmemorial cobijo en las burbujas de ilusión entretejidas por él mismo. Con ayuda de su inteligencia incansablemente indagadora, el animal abierto derribó el tejado de su vieja casa desde dentro”[7]. Tomar parte de la Modernidad significa poner en riesgo sistemas de inmunidad desarrollados evolutivamente. Los ciudadanos de la época moderna hubieron de acomodarse a una situación en la que, con la ilusión de la posición central de su patria en el universo, desapareció también la imagen consoladora de que la tierra estaba envuelta por bóvedas esféricas a modo de cálidos abrigos celestes. Desde entonces los seres humanos de la época tuvieron que aprender a arreglárselas para existir sin las viejas protecciones, sin los sistemas de inmunidad desarrollados psicológica y evolutivamente, expuestos a la helada cósmica. Helada y descentramiento de los cuales ya en el siglo XVI se acusan los primeros vértigos.

Frente a un momento de cavilaciones en torno al estatuto de lo humano, a una zozobra ontológico-moral planteada en términos de política de la especie, a la falta de transparencia de la información mediática y al ya argumentado potencial de los blogs es que he iniciado este Blog -que habrá de funcionar como bitácora de los acontecimientos y disturbios tenidos lugar en el Parque Humano, como cuaderno de apuntes y notas, como una contabilidad ética de las promesas escatológicas y desfalcos fiscales, como un borrador de impresiones, a veces con tesis de largo aliento, otras a quemarropa, impelidos por las exigencias de alguna flagrante injusticia, todo lo cual espero confluya en una Revista de Sociología y Periodismo Antropológico Político –bajo un título como “Zoología Política”– o alguno que se le parezca, donde espero – junto con la colaboración de algunos de Uds. –de la comunidad que conforma la Tecla Eñe, que la crítica y la participación ronden y cerquen la pregunta ya no sólo por el fundamento de la domesticación, la forja y la educación humana, sino también y de modo principal, por la deriva de los proyectos políticos latinoamericanos, las crisis ambientales, entendiendo estas crisis en términos de ecología espiritual. Como políticas de climatización donde la helada del afuera hoy recorre y congela nuestros sueños de reorganizar la convivencia y afianzar la fragilidad de nuestros vínculos. Donde nuestras posibilidades de reinventarnos sean más amplias y diversas que las unidimensionales formas de la sociedad liberal industrial, donde este modelo no sea el único posible, aunque legítimamente, para muchos, pueda constituir el único deseable.

En la zoología política existen metáforas y endemismos raros y curiosos, hoy en una fase terminal y larvaria a la vez -como proyecto de sociedad-, una hora crepuscular de hombres sin perfiles, en una sociedad sin ideologías, de un modelo civilizatorio único, globalizado, universal, que hace innecesaria la política, en la medida en que ya no hay alternativas posibles a ese modo de vida, existe en ciertos invernaderos un ser, una especie en peligro de extinción, un animal político, que en ocasiones puede ser peligroso para la ciudadanía no avisada, pero sobre el cual recaen aún nuestras esperanzas. Sobre él hemos querido esbozar aquí unas noticias iniciales para una investigación más amplia y un espacio de discusión más participativo. Se trata de ese extraño ser, creado a imagen y semejanza de Dios, que hoy nos convoca y en cierto sentido nos interpela, ‘el hombre’, un embutido de ángel y de bestia.


Dr. Adolfo Vásquez Rocca
[1] SLOTERDIJK, Peter, "Reglas para el parque humano, una respuesta a la Carta sobre el humanismo", Die Zeit, semanario, 10 de septiembre. Traducción: Fernando La Valle, 1999.
[2] Ibid.
[3] VÁSQUEZ ROCCA, "Sloterdijk y Canetti; El detonante iconográfico y operístico de la política de masas", en NÓMADAS Revista Crítica de Ciencias Sociales y Jurídicas. Universidad Complutense de Madrid, Nº 15 Enero-Junio 2007, pp. 201-214
http://www.ucm.es/info/nomadas/15/avrocca_detonanteiconografico.pdf
[4] El padre de la Web Tim Berners-Lee explica en el último número (octubre 2004) de la revista Technology Review del MIT sus efuerzos en sacar adelante la web semántica, redenominada Internet 2.0. Este proyecto aplaudido por los expertos ha estado presidido en los últimos años por un ambiente de creciente escepticismo. La idea, presentada por Berners en 1994, e impulsada con el lenguaje XML desde el W3C en el MIT ha alcanzado, 10 años más tarde, los estándares que permiten a los ordenadores intercambiar web con información semántica. En su opinión el éxito de la web semántica se logrará al alcanzar una masa crítica suficiente que permita al usuario identificar sus enormes ventajas. Será un paso decisivo para hacer los ordenadores más "inteligentes". El esfuerzo de la web semántica estriba en que hay mucha información en la web (financiera, metereológica, corporativa, etc.) en bases de datos, hojas de cálculo que se puede leer pero no podemos trabajar con ellas. Aunque esta información existe, las computadoras no saben cómo interrelacionarla entre sí. Tampoco se pueden diseñar programas para utilizarla más eficientemente.
Tim Berners asegura que cuando exista una web semántica con una masa crítica relevante y con datos interesantes semánticos globales, entonces se podrá combinar la información conocida con otra información que no se conoce, y mejorar sustancialmente las prestaciones de nuestros ordenadores, y por ende, nuestra calidad de vida.
[5] TAPSCOTT, Mark, periodista y Director del Center for Media and Public Policy de The Heritage Foundation, en Artículo se ha publicado en Townhall.com
[6] PARRA, Nicanor, de Poemas para combatir la calvicie. Antología. (Santiago, 6ªed., Fondo de Cultura Económica, 1998)
[7] VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo, “Peter Sloterdijk: Esferas, helada cósmica y políticas de climatización” En Opinatio, Barcelona, 2006, http://usuarios.iponet.es/ddt/esferas.htm

Ensayo/ Alfredo Grande



ESCOTOMAS MILITANTES
(apuntes para una cultura de la protesta)

escribe Alfredo Grande.

“no disculpe las molestias. No están trabajando para usted”
aforismo implicado

“el estereotipo es esta imposibilidad nauseabunda de morir”
(Barthes, Rolando. El placer del texto)

Introducción sostenida en no bemol.

En los dorados tiempos de las cosas simples, no había enfermedades, sino enfermos. En la actualidad, no hay enfermos, sino relación costo-beneficio. Tampoco puede decirse que el remedio no sea peor que la enfermedad, porque en la actualidad, primero se fabrica un remedio, luego se inventa la enfermedad. En lo que llamo la hegemonía de la cultura represora, los deseos están prohibidos y escasean y los mandatos son obligatorios y se multiplican. La cultura de los deberes reemplazará a la cultura de los derechos. Un estereotipo adjudicado a John Fitzgerald Kennedy decía: “no pienses que puede hacer Estados Unidos por ti, piensa que puedes hacer tú por los estados Unidos”. En realidad, donde escribí Estados Unidos creo que él dijo América. Pero eso es debido, siguiendo al cantautor Leo Masliah, que los norteamericanos desconocen la existencia de otros estados unidos que no sean ellos mismos. Los deberes se cumplen, los derechos se ejercen. Si es primero el deber o el derecho no es una cuestión tan anodina como si es primero el huevo o la gallina. En la historia de la humanidad se han realizado muchos deberes, algunos incluso en el propio hogar. Apenas se han ejercido algunos y acotados derechos. Además, derechos y deberes están atravesados por la lucha de clases y el principio general de equivalencia. El derecho a la apropiación de plusvalía de una clase exige el deber del trabajo flexibilizado a la otra. La brutal diferencia entre utilidades empresarias y costo salarial del trabajo, perfora el principio de la equivalencia. 50 personas tienen mas dinero que el producto bruto de varios países en vías de desarrollo. El mundo ha dejado de ser injusto para ser un no-mundo, un enorme campo de basura no reciclable, que ya no tiene ningún otro destino que aumentar en cantidad y degradar en calidad. Esto lo anticipó Bradbury en un cuento y lo desarrolla Zygmunt Bauman en “Vidas Desperdiciadas”. En este principio de siglo, motivos para quejarse no solamente abundan, sino que además dañan. Hasta es irresistible un elogio de la queja, porque solamente los cómplices podrían abjurar de ella. La queja es prima hermana del reproche y tía del rencor. El reproche, en una versión “linux” de Isidoro Berenstein y Janine Puget, es algo así como el estadio residual del enamoramiento. Lo mismo que antes acercaba, ahora rechaza. Por eso en el marco de los vínculos que la cultura represora decanta, no hay peor astilla que la del mismo palo. En otras palabras: hasta la astilla se queja del palo del cual proviene. El rencor es una formación reactiva por sentimientos amorosos no correspondidos. En realidad, correspondidos de una forma no deseada. El triángulo de las bermudas de toda creatividad, tiene como vértices la queja, el reproche y el rencor. Tres tristes hienas que sostienen aquello que supuestamente deberían combatir. Este triángulo sostiene la militancia caníbal, forma autofágica del combate y de la lucha. La queja, el reproche y el rencor sacan energías del quejoso, el reprochón y el rencoroso. Así paga el diablo y la pulsión de muerte. Nadie puede alimentarse comiendo sus propios excrementos. De los tres vértices, el de la queja ingresó por derecho ajeno en la cosa pública. Un estereotipo cultural de los ochenta rezaba (sic) la siguiente fórmula: “no se queje si no se queja”. La paradoja es la jactancia de los dictadores. Si no hay queja, el quejoso no tiene derecho a serlo. Solamente expresando su queja de forma fehaciente y pública, o sea suicida, puede aspirar a la dicha de ser escuchado primero y silenciado después. La queja cierta es apenas el murmullo residual de la bronca. La rumiación de la humillación, la pérdida, la tristeza. La queja ingresa en la patología como queja melancólica, un zucundum sin olas ni mar. Pero aunque amplia en sus manifestaciones, permanente en sus expresiones, vivenciada en la normopatía de la vida cotidiana, la queja no ha sido objeto de interés especial. Por supuesto: me estoy quejando. Pero como no hay mejor huída que correr hacia delante, por el momento señalo que es necesario hablar de la soga en la casa del ahorcado. Y pensar porque los escotomas de los militantes permiten muchas veces deslumbrar, pero pocas veces alumbrar los senderos de la resistencia al represor, y muchas veces alumbran los caminos de la resistencia al deseo.

Crítica de la razón quejosa.

La queja es una forma de expresión del rechazo. Puede desplegarse en un espacio individual, siendo en su extremo límite el ya mencionado zucundum melancólico. También vincular, familiar y en alguna ocasiones, grupal. No hay forma de medir el quantum de queja medianamente soportable. Es decir: la queja termina siendo mas molesta que la situación que la originó. Especialmente, cuando ingresa en un estereotipo. El famoso: “a vos no hay nada que te venga bien” coloca al quejoso en el molesto lugar de idiota sin pesebre. No importa de que se queja, lo que no puede es dejar de quejarse. Lo que habilita a pensar que la queja puede ser un valor permanente, casi diría una concepción de la vida. En este caso, el quejoso deviene un hermanito de leche de otro estereotipo, el contra. Es cierto que la queja implica una cierta descarga de la pulsión de muerte. Pero como no tiene ningún efecto de transformación de la realidad, mas bien ratifica la realidad que es la fuente de sus quejas, sufre el efecto rebote que Freud denominara “vuelta contra si mismo” sin que se observe la transformación en lo contrario. La queja rebota sobre el quejoso, y le exige quejarse mas aún, y por lo tanto se configura la situación denominada círculo vicioso. Lo circular es discutible, pero lo vicioso es importante porque la queja termina siendo adictiva. Como la descarga rebota, y además siempre hay nuevas fuentes de recarga (algo así como zonas quejógenas) el malestar del sujeto desborda y puede incluso organizarse en forma colectiva. Esto es absolutamente excepcional, pero es uno de los componentes fundamentales de las jornadas del 19 y 20 de diciembre de 2001, del incendio de las estaciones de Haedo y Constitución, y en general de este tipo de incidentes. La queja que no ha dejado de aumentar en cantidad, tiene una mutación de contenido. Aparece la bronca, sin marcha. La bronca es medio hermana de la furia, y según el modelo de la película de Michel Douglas, está habilitada a durar al menos un día. El crescendo queja, bronca, furia es otro de los hechos malditos del país burocratizado. Bien podríamos decir que la furia es la bronca que no pudo marchar alimentada por las quejas que rebotaron todo el tiempo. Pero donde hubo fuego, no quedan solamente cenizas, sino restos del material que hizo combustión. Mucho fuego, pocas nueces. Furia y bronca desaparecen mas temprano que tarde, y nuevamente la queja retoma su habitualidad decadente. La razón quejosa es un modus vivendi, podríamos denominarla un transtorno egosintónico de la personalidad. Egosintónico, es decir, naturalizado. Porque la cultura represora necesita la queja, en su dimensión metapsicológica. Desde el punto de vista económico, disminuye la carga absoluta de los aparatos mentales, corporales y vinculares. Desde el punto de vista dinámico, la queja introduce una polaridad débil que rasga, rasguña, la ilusión de hegemonía. Desde el punto de vista tópico, la queja territorializa micro espacios, casi diría nano espacios, y su efecto en la cultura represora es nimio. Podemos quejarnos de todo, aunque sepamos que no sirve para nada. La Biblia de la razón quejosa es el Libro de Quejas. Instituido burocratizado que permite dejar para las generaciones futuras las mejores quejas que podamos inventar. Hacer de las quejas libro, no deja de ser una marca mas de la inventiva inagotable de la cultura represora. Es ley además que ese libro tenga existencia real, concreta, material. En su ingreso a la literatura, la queja tiene su momento de gloria. Literatura que al decir de Barthes, “permite escuchar a la lengua por fuera del poder”. El Libro de Quejas es algo así como un Manifiesto de la insistencia contra las injusticias de la cultura represora, aunque no implica resistencia al fundante que la organiza. Insistencia sin resistencia define la razón quejosa, por eso puede ser molesta, pero tan necesaria como las cloacas en las grandes ciudades. La consagración de la queja como Libro nada dice de la capacidad de escucha. Es apenas un registro que nace moribundo (la letra del quejoso es habitualmente trémula) y que dura hasta que la próxima queja lo entierra en una tumba de renglones. Por lo tanto el Libro de Quejas ingresa por derecho propio al terreno de la arqueología y la antropología comparada. Es un muro de los lamentos en versión minimalista. Una especie de colección de recetas de cocina de platos espantosos. Una mayor sofisticación del Libro, es la Oficina de Reclamos. El significante “reclamo” tiene un status superior que el significante “queja”. El Reclamo inaugura una dimensión vincular, aunque precarizada y efímera. Un cubano que no era disidente, pero si muy gracioso, me dijo una vez que “el socialismo consiste en que yo hago como que trabajo, y el gobierno hace como que me paga”. La recepción del reclamo es más ritualizada que el registro de una queja. Hay un semejante, aunque se empeñe en desmentirlo, que nos escucha, empatiza con nosotros y facilita el llenado de los formularios. Puede generar inquietud si advertimos que el empleado-semejante de marras comienza a abrir inadvertidamente un cajón. Como tenemos incorporado que “no hay nada mas definitivo que un arreglo transitorio”, la transitoria escala en el cajón, puede ser el definitivo reposo del reclamo. El “cajoneo” es la escena temida del que reclama, lo que habilita nuevamente a la razón quejosa porque aparecerá más que justificada la queja por la inutilidad del reclamo. Si la queja se organiza en forma grupal, el pasaje de un grupo de quejosos a quejarse del grupo es habitualmente muy rápido. La razón última de la queja es mantenerse como tal, en una especie de principio de constancia. Como no tiene descarga directa, y la recarga es constante, la constancia como tal no es fácil de sostener. La queja pasa a quejido, y la razón quejosa cruje. Los crujidos de la cultura represora tienen el inestimable reaseguro de la cultura de la anestesia y la analgesia permanente. “El dolor para, Usted no”. Mientras el cuerpo aguante, el quejido es la última ilusión de la queja de ser escuchada. Crónica de una frustración anunciada, que solamente se sostiene en la nauseabunda repetición de la queja.

Concepción restringida de la protesta.

La amplificación de la queja en una tópica político social sostiene un salto cualitativo de la queja que denominamos protesta. En este caso, se abre el corralito del individualismo pequeño burgués y no burgués. Hay una dimensión institucional que se organiza en grandes grupos y en colectivos sociales. Si el narcisismo es el complemento libidinal del egoísmo, la protesta es el complemento social de la queja. No es un día de furia, sino que son muchos días y muchas noches. La protesta permite que la pulsión de muerte se descarga por fuera de la propia subjetividad mortificada. Esta descarga, que solo puede ser en resonancia con otros, adquiere cualidad erótica. La erogeneidad de los cuerpos es recuperada, y de la rumiación repetidora, se pasa a la masticación y metabolismo creativo. Hay un pasaje del zucundum sin olas ni mar al incontenible oleaje de las consignas cantadas en la espontaneidad de los coros callejeros. La protesta gana la calle y escapa de los cerramientos vinculares de la familia, los bares, los clubes, los partidos, las iglesias. La protesta es una forma de procesar el duelo sin melancolía. No acepta ninguna pérdida como inevitable, y totalmente reacia a las diferentes modalidades de pensamiento único. La protesta es una forma de pensamiento acción que necesariamente integra lo diverso, en el respeto a la diferencia y en el rechazo a lo incompatible. La solidaridad es nada menos que una multiplicidad de actos solidarios. La protesta es una convicción que desborda al convencido. Pide, como diría Antonio Porchia, que “lo convenzan sin razones porque las razones no convencen mas”. Las razones de la cultura represora que haciendo mella en la queja, se estrellan frente a las trincheras de la protesta. Si bien la queja se amplifica en la protesta, ésta no tiene como antecedente necesario a la queja. El salto cualitativo no tiene antecedentes fácilmente demostrables. Si bien es cierto que tantas veces va el cántaro a la fuente, solo le sirve para destruirse. En la protesta hay una construcción diferente. Si la queja rumia sobre las ruinas de lo instituido, la protesta profetiza sobre los capullos del instituyente. Lo nuevo de la mujer y el hombre asoman en su dimensión ilusorio, aunque no alucinatoria. La protesta tiene indicadores de realidad material de los cuales la queja carece. No hay protesta solitaria ni melancólica. La marea humana permite la experiencia fundante de la omnipotencia de lo colectivo. Masas espontáneas en oposición a las masas artificiales que la cultura represora burocratizó hasta la propia caricatura siniestra pasando de la democracia representativa a la democracia restitutiva. Vino nuevo en odres nuevos, la protesta provoca resonancias del pasado en los antiguos militantes, y resonancias del futuro en los jóvenes combatientes. Pero toda gestión, incluso la colectiva (y parafraseo a Roberto Castel) tiene sus riesgos. Si bien el alejamiento del horizonte garantiza la marcha, no asegura que no terminemos en una interminable calesita donde predomina la rotación a la traslación. Podemos dar vueltas en el mismo lugar, marchando rápida o lentamente a ninguna parte. Esto sería una de las explicaciones posibles del por que la protesta tiene una vida promedio inferior a la necesaria para que otro mundo sea posible. El último ejemplo es la protesta por la desaparición de Julio Jorge Lopez. En no demasiados meses, terminó desapareciendo la protesta, sin que hubiera aparecido Lopez. Ni que hablar de los cacerolazos, que se fueron disipando cuando el último cucharón batió sobre la última cacerola. Una de las impunidades más notables que supimos conseguir fue la del sistema financiero. En la actualidad, la demencia alucinatoria de deseo, que algunos llaman créditos (consumo,hipotecarios,prendarios,automáticos,clikeados,etc) ha recuperado y superado los niveles de la infame década del noventa. Una de las características de la protesta que a mi criterio la extinguen, es que casi siempre es reactiva. La dimensión colectiva y de cierta organicidad la discriminan positivamente de la queja. Pero lo reactivo es siempre exagerado, desmesurado, pero en su propio origen tiene su límite. Más allá de mi simpatía por todas las protestas todas, la protesta como tal no supera las limitaciones del nivel convencional encubridor.[1] Al finalizar una charla que di en un sindicato, observé que había en las paredes afiches con la consigna: “defendamos la escuela pública”. Una pared de protesta. Imposible no estar de acuerdo. Sin embargo, sugerí al auditorio que debería incluirse otra consigna, del tenor de: “ataquemos la escuela privada”. Porque todos sabemos que no hay mejor defensa que un buen ataque. Sin embargo, me embarga comprobar que la mayoría de las protestas son defensivas. La consigna de las fábricas recuperadas: “si tocan a una, tocan a todas” tiene a mi criterio la misma falla básica. Primero las tocan, después las defendemos. Es como si la protesta se constituyera en un veto colectivo y popular. Pero vetar lo malo no es lo mismo que proponer lo bueno. El ejemplo trágico es el veto de todos los vetos: “que se vayan todos” Lo canté hasta la afonía, aun sabiendo que al recuperar la voz la pregunta: “¿para que vengan quienes?” no tenía respuesta. Al menos, respuestas tan vigorosas. Por eso he denominado concepción restringida a esta forma de la protesta. Lo encubridor tiene las indudables ventajes del movimiento primero, y las indudables desventajas del movimiento después. Revolvemos mucho el río, pero siempre ganan los pescadores. El tránsito de masas espontáneas a masas artificiales no es inmediato, pero es un devenir altamente probable cuando el factor desencadenante aglutina sin complejizar. Los ideales de las masas espontáneas quedan capturados por la idealización en las masas artificiales. La cultura represora de la imagen (imagoides) pretende ser el reemplazo histórico del proceso de pensamiento. En su máxima capacidad de síntesis, pingüino 0 bulldog 1. La sangre derramada no fue negociada, sino algo peor. Caricaturizada. La protesta sufre su propio repliegue, aunque mas no sea como responsable ya no del ataque a las instituciones democráticas, sino del caos de tránsito. Tiene mas prestigio en la actualidad la pinguinera de Punta Tombo que la protesta piquetera. Todo se desvanece en el aire del capitalismo serio. Incluso podemos observar una regresión política y afectiva al reinado de la queja, por ejemplo frente al surrealismo del índice inflacionario. Pero es difícil que las masas vuelvan a la calle para defender la integridad del INDEC. La protesta vaciada no es lo mismo que la no protesta. La queja como horizonte de lo posible no cuestiona, sino que apenas es un rezongo que prolonga. Hay cosas que son importantes por haberlas hecho, aunque no se hagan. “No es bueno dudar, pero es bueno haber dudado” le contesta el gran rabino de Amsterdan a un acérrimo enemigo de Spinoza. Es bueno haber protestado, y es bueno seguir protestando. Pero lo reactivo de su origen, termina siendo lo restringido de su destino.

Concepción amplificada de la protesta.

La queja se despliega repliega en el espacio individual, vincular y/o familiar. La protesta en su modalidad restringida rompe el corralito y se despliega en el espacio público. Las calles son su escenario preferido. Pero al tener una fuerte impronta reactiva y espontánea tiene dos destinos posibles: la atenuación hasta su definitiva extinción o ser capturada por los instituidos burocratizados. Deviene entonces movimientismo y tiene rotación pero no traslación. La protesta es la primera negación de la queja. Pero otra negación, ahora dialéctica, es necesaria. La concepción amplificada exige no solo la “numerosidad social” al decir de Fernando Ulloa, sino una teoría de la acción, una praxis subversiva del orden represor y una precisa discriminación sobre la naturaleza cultural del enemigo. Cuando Hebe de Bonafini declaró que “el enemigo no estaba en la Casa Rosada” podía estar en lo cierto. Sin embargo, la protesta amplificada tiene que saber donde está. No estoy hablando de posiciones territoriales, porque entonces sería cuestión de invadir todos los countries y barrios privados, iglesias y cuarteles. Por el momento, si bien no es simple, no es imposible invadir los guetos culturales de la derecha conservadora. Recuperar lo capturado por los aparatos ideológicos, afectivos y estéticos del Estado Represor. Para la protesta amplificada, es mas importante lo revolucionario que la revolución. El reconocimiento que un colectivo de héroes combate, quizá sin saberlo, en forma cotidiana el ordenamiento vertical de la cultura represora. La casi inexistente perfomance electoral de la izquierda, no debiera quedar solamente para la burla de los reaccionarios de siempre. Protestar es construir nuevos dispositivos y no abandonar la tediosa pero necesaria tarea de institucionalizar los instituyentes que emergen como resultados no contingentes de cada lucha. El par instituyente-instituido es un tránsito a construir y mantener. El rechazo a veces visceral por los estereotipos, logra que las mejores intenciones terminen en el infierno de la dilución. El horror a la burocracia no debiera hacer olvidar que el 90% de transpiración de la obra creativa exige tolerar el armado de un esqueleto de normativas, y que el grupo sujeto también debe tener su propia racionalidad no represora. El 10% de inspiración encontrará entonces un entramado vincular, administrativo y político donde germinar. La potencia de la protesta amplificada es tan intensa, que la derecha ha resuelto expropiarla. Con un claro proyecto reaccionario y clasista, ha logrado mutar el significante “compañero” por el de “vecino”. El pueblo ya sabe de lo que se trata, pero no le importa. La batalla cultural, como la tristeza, no tiene fin. El colapso de la Unión Soviética se debió a muchos de sus defectos y a muchas de sus virtudes. La protesta no podía amplificarse en el socialismo, que, restringido a Cuba, no terminaría en desaparecer de la faz de la tierra. La Pepsi en China era una realidad contundente. Dos mas dos son cuatro. Nada para discutir. El imperio impuso su propia versión de la amplificación, que denominó globalización. En otras palabras, y vuelvo a una cita de Bauman: “antes los problemas locales se resolvían globalmente; ahora los problemas globales hay que resolverlos localmente” Los Estados Nacionales mostraron claramente que se ocuparían sin disimulo de lo único que realmente les importaba: el aumento de las ganancias de todos los propietarios de todos los medios de producción imaginables. La negación maníaca de la queja, la protesta restringida y amplificada se denominó convertibilidad. Delirio sistematizado que compartió una parte no menor del pueblo devenido gente. Convertibilidad no solamente económico-financiera, sino político-ideológica. Pertenecer al primer mundo por un decreto de necedad y obsecuencia fulminó durante una década el imaginario revolucionario. Lo que se denomina kirchnerismo es un aggiornamiento necesario para la etapa actual, que se inicia con una brutal devaluación denominada pesificación asimétrica. Y continúa con el “pingüinazo”, incluso con la utilización de efectos especiales, tipo nevada en la ciudad de Buenos Aires y algunas zonas del conurbano, más algunas ciudades del interior. La protesta en su concepción amplificada deberá reconquistar los esquivos territorios de la subjetividad arrasada por el tsunami liberal. Por eso la publicidad, el lisérgico de los pueblos, es la gran pedagoga que perpetúa el modelo consumista más allá de gobiernos, actitudes y estilos. Como endeudarse tiene sus privilegios, entre los que se cuenta la vivencia alucinatoria de la propiedad privada, la otrora elitista tarjeta de crédito tiene varias versiones de indudable impacto popular; “que grande esta tarjeta” repite el actor dando grotescos ejemplos de uso, abuso y dependencia del plástico. En la actualidad, la violencia no tiene captura revolucionaria y tiene como descarga preferida el trabajo, la familia y la sexualidad. Mas aún: la vida cotidiana ha sido capturada casi integralmente por los modismos y manierismos del fetichismo del consumismo, cuyo ideal es el consumo de lo inútil y lo perjudicial. En última instancia: consumir consumo. Estas son las condiciones menos propicias para que la protesta en su concepción amplificada pueda desplegarse. Tal vez el mito de Sísifo pueda ayudarnos a pensar la magnitud de la tarea, con la lamentable diferencia que la piedra se caerá antes de llegar a la cima. Ni siquiera tendremos esos segundos en que el desgraciado podía ver la amplitud del horizonte. Lo que pienso como peligro real es quejarse de la imposibilidad de afrontar una protesta amplificada. Sería un inesperado triunfo de la cultura represora, melancolizando al luchador, al militante, al combatiente. Un Sísifo deprimido que ya no intentara subir a la cumbre. Una de las modalidades de este devenir, es el excesivo celo en la permanente auto crítica por los errores de la década del 70. Entendamos que los compañeros fueron masacrados no por sus vicios, sino por sus virtudes. La fundante: querer cambiar el mundo. En esta superavitaria realidad, el mundo globalizado también ha clonado la subjetividad, en un decantado identificatorio que podríamos denominar residuos revolucionarios, que otros llaman progresismo. El primer presidente post dictadura dijo que no habíamos tomado la Bastilla. Lo que no aclaró es si él tenía algún tipo de interés en hacerlo y guillotinar a los equivalentes actuales de Luis XVI. Parece que no, porque resulta poco creíble a un Robespierre alegre porque la casa esté en orden. Freud señaló en su inolvidable polémica con Jung que “uno comienza cediendo en las palabras y luego termina cediendo en las cosas.”[2] A mi criterio el peligro actual es ceder en las cosas y entonces perder las palabras. Yo no quiero perder la palabra revolución, aunque la cosa no aparezca, al menos para mi generación. Podemos y creo que debemos inventar muchas palabras, para no quedar encerrados en las jaulas conceptuales del enemigo. Y mucho menos salir de ellas con las alas quebradas.

Escotomas militantes.

La discriminación conceptual entre queja, protesta concepción restringida y protesta concepción amplificada me parece necesaria, pero no suficiente. ¿Cómo saber con alguna garantía de verdad en cual de los espacios estamos instalados? Hace un mes fui a dar una charla a una agrupación estudiantil de la Facultad de Humanidades de la Universidad de La Plata. El tema que propuse fue: Subjetividad y lucha de clases. Me sorprendió que para un auditorio de jóvenes, ese tema era poco entendible. Subjetividad lo asociaban a individuo, y lucha de clases a lo social. Para la mayoría, por no decir para todos, no había puente entre ambas cuestiones. Estaban instalados en una izquierda sin sujeto.[3] En el año 2000, cuando se inaugura la Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo, uno de sus fundadores y por tres años Director Académico, Vicente Zito Lema me pide que coordine un seminario sobre “Psicoanálisis, marxismo y capitalismo”. En la primer clase, aclaró que me lo había solicitado para “reinstalar la problemática del sujeto en el campo de la izquierda” Hablar de sujeto es hablar de modos de producción de subjetividad. Yo pienso que la queja y la protesta en la concepción restringida son modos superyoicos. Es decir, están al servicio del mandato de no cambiar nada, o de cambiar poco para que nada cambie. Este mandato conlleva un castigo terrible a quien se atreviera a desobedecerlo. La protesta en la concepción amplificada es un modo yoico de producción de subjetividad. El deseo es el fundamento de una praxis alegre y placentera. Los escotomas son puntos ciegos de la percepción. Visual, histórica, política, libidinal, estética. En tanto la revolución era una certeza, un por venir científicamente asegurado, la militancia debía asegurar ese mandato. Si el pueblo nunca se equivoca, o el general siempre tiene razón, la militancia debía asegurar ese mandato. Podía quejarse de las bajadas de línea, incluso en forma restringida, muy restringida, protestar. Pero las organizaciones verticalistas en el campo de la izquierda castigaban duramente los desvíos reformistas o contrarios a La Conducción. El militante termina siendo un sujeto del mandato y del sacrificio. No puede constituirse como sujeto del deseo y del placer. Si lo había sido, entre el fascismo de afuera y el sectarismo de adentro, lo había olvidado. De esta forma la vida no vale nada, como canta Pablo Milanés. Recuperar la convicción revolucionaria, sentir y pensar que la protesta puede tener resonancias por dentro y por fuera, que más allá de nuestros límites, podemos levantar nuestra limitaciones, solo es posible si el análisis colectivo de nuestra implicación como integrantes de una izquierda con sujeto puede ser realizado. Colectivos autogestionarios y auto analíticos que sin quejarse jamás, protestando reactivamente pocas veces, y protestando con todos los pobres de la tierra ahora y siempre, levantarán uno a uno todos los escotomas para entonces poder ver que otros mundos son posibles. Y que la única forma de realismo es pedir y siempre luchar por lo imposible.

Mayo 2008
[1] De León Rozitchner aprendí la diferencia entre el nivel fundante (situaciones límites) y el nivel convencional.(mediatización que la cultura hace del nivel fundante) Intenté amplificar este concepto incorporando un nivel convencional encubridor y un nivel convencional descubridor.
[2] La polémica fue por el contenido sexual de la libido. Jung quería que esa palabra designara una fuerza vital, no sexualizada. Freud quería mantener el fundamento sexual de la energía pulsional. Cuando Jung dejo de ser una amenaza para la hegemonía de Don Sigmund, éste incluyó el concepto de eros, y por lo tanto un nuevo dualismo pulsional, en su concepción amplificada de la sexualidad.
[3] Asocio con un trabajo de Blas de Santos: “El espacio institucional: ¿una intervención sin sujeto?”. Lo presentó en el Encuentro del mismo nombre en noviembre de 1991. Tenía como lema “La dimensión institucional de las prácticas sociales” . Pretendió ser una concepción amplificada, tuvo una praxis restringida y yo me quejé durante años de lo que consideré una lamentable frustración política y científica. Pero mucho de lo que pude desarrollar luego lo aprendí en esos meses, gracias a Gregorio Baremblitt y Juan Carlos Volnovich, entre otros.

Economía/ El hundimiento del centro del mundo - Jorge Beinstein


El hundimiento del centro del mundo
Estados Unidos entre la recesión y el colapso
Mayo 2008


Por Jorge Beinstein
jorgebeinstein@yahoo.com


La recesión se ha instalado en los Estados Unidos, los subsidios alimentarios que cubrían a unas 26 millones y medio de personas en 2006 subieron en 2007 a 28 millones, nivel nunca alcanzado desde los años 1960. Recientemente la OCDE ha revisado a la baja sus previsiones de crecimiento para la economía estadounidense asignándole una expansión igual a cero para el primer semestre del año actual, por su parte el FMI acaba de hacer un pronóstico aún más grave incluyendo períodos de crecimiento negativo. Estos organismos venían bombardeando a los medios de comunicación (que a su vez bombardeaban al planeta) con pronósticos optimistas basados en la supuesta fortaleza de la economía norteamericana; sostenían que no habría recesión y que lo peor podría ser un crecimiento bajo rápidamente desbordado por una nueva expansión... si ahora admiten la recesión es porque algo mucho peor está en el horizonte.
Bajo la apariencia de varias crisis convergentes se despliega ante nuestros ojos el final de lo que deberíamos mirar como el primer capítulo de la declinación del Imperio norteamericano (aproximadamente 2001-2007) y el comienzo de un proceso turbulento disparado por el salto cualitativo de tendencias negativas que se fueron desarrollando a lo largo de períodos de distinta duración.
De todos modos las malas noticias financieras, energéticas y militares no parecen aplacar los delirios mesiánicos de Washington sino todo lo contrario, es como si Bush y sus halcones no fueran a dejar la Casa Blanca dentro de unos pocos meses. Siguen amenazando a gobiernos que no se someten a sus caprichos, insinúan nuevas guerras y afirman querer prolongar indefinidamente las ocupaciones de Irak y Afganistán, incluso un ataque devastador contra Iran todavía es posible. De tanto en tanto emerge una nueva ola de rumores bélicos apuntando hacia Iran por lo general originados en declaraciones o trascendidos de altos funcionarios del gobierno, un ataque contra ese país tendría consecuencias inmediatas catastróficas para la economía mundial, el precio del petróleo se dispararía hacia las nubes, el sistema financiero global pasaría a una situación caótica y la recesión imperial se convertiría en ultra recesión encabezada por un dólar en caída libre. Tal vez algunos estrategas del Pentágono y del círculo de halcones mas radicalizados estén imaginando un gran fuego mundial purificador del que emergería victoriosa la nación elegida por Dios: los Estados Unidos de América. Se trata de una locura pero forma parte de la configuración psicológica de una porción importante de la élite dominante atravesada por una corriente letal que combina virtualismo, omnipotencia, desesperación y furia ante una realidad cada día menos dócil.
En los grandes centros de decisión económica actualmente domina la incertidumbre que se va convirtiendo en pánico; el fantasma del colapso comienza a asomar su rostro. Mientras tanto la autoridades económicas norteamericanas inyectan masivamente liquidez en el mercado, otorgan subsidios fiscales e improvisan costosos salvatajes a las instituciones financieras en bancarrota intentando suavizar la recesión sabiendo que de ese modo aceleran la inflación y la caída del dólar: su margen de maniobras es muy pequeño, la mezcla de inflación y recesión hace completamente ineficaces sus instrumentos de intervención.
La palabra "colapso" fue apareciendo con creciente intensidad desde fines del año pasado en entrevistas y artículos periodísticos muchas veces combinadas con otras expresiones no menos terribles, en algunos casos adoptando su aspecto más popular (derrumbe, muerte, caída catastrófica) y en otros su forma rigurosa, es decir como sucesión irreversible de graves deterioros sistémicos, como decadencia general. Paul Craig Roberts (que fue en el pasado miembro del staff directivo del Departamento del Tesoro de los Estados Unidos y editor de Wall Street Journal) publicó el 20 de marzo un texto titulado “El colapso de la potencia americana” donde describe los rasgos decisivos de la declinación integral de los Estados Unidos (1), el 27 de marzo “The Economist” titulaba “Esperando el arnagedon” a un articulo referido a la marea irresistible de bancarrotas empresarias norteamericanas. El 14 de marzo “The Intelligencer” titulaba “Expertos internacionales pronostican el colapso de la economía norteamericana” donde recogía las opiniones entre otros de Bernard Connelly del Banco AIG y de Martin Wolf, columnista del Financial Times.
El 3 de abril Peter Morici en una nota aparecida en “Counterpunch” señalaba que “es imposible negar que la economía (estadounidense) ha entrado en una recesión cuya profundidad y duración son impredecibles” (2). A modo de conclusión el 14 de abril Financial Times publicaba un articulo de Richard Haass, presidente del Consejo de Relaciones Exteriores de los Estados Unidos donde señalaba que “la era unipolar, periodo sin precedentes de dominio estadounidense, ha terminado. Duro unas dos décadas, algo más de un instante en términos históricos” (3).

Una prolongada degradación

Para entender lo que está ocurriendo así como sus posibles desarrollos futuros es necesario tomar en cuenta fenómenos que han modelado el comportamiento de la sociedad norteamericana durante las últimas tres décadas generando un proceso más amplio de decadencia social.
En primer lugar el deterioro de la cultura productiva gradualmente desplazada por una combinación de consumismo y prácticas financieras. La precarización laboral incentivada a partir de la presidencia de Reagan buscaba disminuir la presión salarial mejorando así la rentabilidad capitalista y la competitividad internacional de la industria, pero a largo plazo degradó la cohesión laboral, el interés de los asalariados hacia las estructuras de producción. Ello derivó en una creciente ineficacia de los procesos innovativos que pasaron a ser cada vez más difíciles y caros comparados con los de los principales competidores globales (europeos, japoneses, etc.). Uno de sus resultados fue el déficit crónico y ascendente del comercio exterior (2 mil millones de dólares en 1971, 28 mil millones en 1981, 77 mil millones en 1991, 430 mil millones en 2001, 815 mil millones en 2007).
Mientras tanto se fue expandiendo la masa de negocios financieros absorbiendo capitales que no encontraban espacios favorables en el tejido industrial y otras actividades productivas. Las empresas y el Estado demandaban esos fondos, las primeras para desarrollarse, concentrase, competir en un mundo cada vez más duro, y el segundo para solventar sus gastos militares y civiles que cumplían un papel muy importante en el sostenimiento de la demanda interna. Recordemos por ejemplo las erogaciones descomunales motivadas por la llamada "Iniciativa de Defensa Estratégica" (mas conocida como "Guerra de las Galaxias") lanzada por Reagan en 1983 en el momento en que la desocupación superaba el 10% de la Población Económicamente Activa (la cifra más alta desde el fin de la Segunda Guerra Mundial).
Un segundo fenómeno fue la concentración de ingresos, hacia comienzos de los años 1980 el 1 % más rico de la población absorbía entre el 7 % y el 8 % del Ingreso Nacional, veinte años después la cifra se había duplicado y en 2007 rondaba el 20 %: el más alto nivel de concentración desde fines de los años 1920, por su parte el 10 % mas rico paso de absorber un tercio del Ingreso Nacional hacia mediados de los años 1950 a cerca del 50% en la actualidad (4). Contrariamente a lo que enseña la “teoría económica” dicha concentración no derivó en mayores ahorros e inversiones industriales sino en más consumo y más negocios improductivos que con la ayuda del boom de las tecnologías de la información y la comunicación engendraron un universo semi virtual por encima del mundo, casi mágico, donde fantasía y realidad se mezclan caóticamente. Por allí navegaron (y aún navegan) millones de norteamericanos, en especial las clases superiores.
Enlazado a lo anterior irrumpió un proceso, casi imperceptible primero pero luego arrollador de desintegración social uno de cuyos aspectos más notables es el incremento de la criminalidad y de la subcultura de la transgresión abarcando a los mas variados sectores de la población, acompañada por la criminalización de pobres, marginales y minorías étnicas. Actualmente las cárceles norteamericanas son las más pobladas del planeta, hacia 1980 alojaban unos 500 mil presos, en 1990 cerca de 1.150.000 , en 1997 eran 1.700.000 a los que había que agregar 3.900.000 en libertad vigilada (probation, etc.), pero a fines de 2006 los presos sumaban unos 2.260.000 y los ciudadanos en libertad vigilada unos 5 millones; en total más de 7.200.000 norteamericanos se encontraban bajo custodia judicial (5). En abril de 2008 un articulo aparecido en el New York Times señalaba que los Estados Unidos con menos del 5 % de la población mundial alojan al 25 % de todos los presos del planeta, uno de cada cien de sus habitantes adultos se encuentran encarcelados; es la cifra más alta a nivel internacional (6).

Militarización y decadencia estatal

Otro fenómeno a tomar en cuenta es la larga marcha ascendente del Complejo Industrial Militar, área de convergencia entre el Estado, la industria y la ciencia que se fue expandiendo desde mediados de los años 1930 atravesando gobiernos demócratas y republicanos, guerras reales o imaginarias, períodos de calma global o de alta tensión. Algunos autores, entre ellos Chalmers Johnson, consideran que los gastos militares han sido el centro dinámico de la economía norteamericana desde la Segunda Guerra Mundial hasta las guerras eurasiáticas de la administración Bush-Cheney pasando por Corea, Vietnam, la Guerra de las Galaxias y Kosovo. Según Johnson, que define a la estrategia sobre determinante seguida en las últimas siete décadas como "keynesianismo militar", el gasto bélico real del ejercicio fiscal 2008 superaría los 1,1 billones (millones de millones) de dólares, el más alto desde la Segunda Guerra Mundial (7). Estos gastos han ido creciendo a lo largo del tiempo involucrando a miles de empresas y millones de personas, de acuerdo a los cálculos de Rodrigue Tremblay en el año 2006 el Departamento de Defensa de los Estados Unidos empleó a 2.143.000 personas. mientras que los contratistas privados del sistema de defensa empleaban a 3.600.000 trabajadores (en total 5.743.000 puestos de trabajo) a los que hay que agregar unos 25 millones de veteranos de guerra. En suma, en los Estados Unidos unas 30 millones de personas (cifra equivalente al 20 % de la Población Económicamente Activa) reciben de manera directa e indirecta ingresos provenientes del gasto público militar (8).
El efecto multiplicador del sector sobre el conjunto de la economía posibilitó en el pasado la prosperidad de un esquema que Scott MacDonald califica como "the guns and butter economy", es decir una estructura donde el consumo de masas y la industria bélica se expandían al mismo tiempo (9). Pero ese largo ciclo esta llegando a su fin; la magnitud alcanzada por los gastos bélicos los ha convertido en un factor decisivo del déficit fiscal causando inflación y desvalorización internacional del dólar. Además su hipertrofia otorgó un enorme peso político a élites estatales (civiles y militares) y empresarias que se fueron embarcando en un autismo sin contrapesos sociales.
La creciente sofisticación tecnológica paralela al encarecimiento de los sistemas de armas alejó cada vez más a la ciencia militarizada de sus eventuales aplicaciones civiles afectando negativamente la competitividad industrial. Esta separación ascendente entre la ciencia-militar (devoradora de fondos y de talentos) y la industria civil llegó a niveles catastróficos en el período terminal de la ex Union Soviética, ahora la historia parece repetirse.
A todo esto se agrega un acontecimiento aparentemente inesperado, las guerras de Irak y Afganistán y de manera indirecta el fracaso de la ofensiva israelí en el Libano muestran la ineficacia operativa de la súper compleja (y súper cara) maquinaria bélica de última generación puesta en jaque por enemigos que operan de manera descentralizada y con armas sencillas y baratas. Planteando una grave crisis de percepción (una catástrofe psicológica) entre los dirigentes del Complejo Industrial Militar de los Estados Unidos y de la OTAN (en la historia de las civilizaciones no es esta la primera vez que ocurre un fenómeno de este tipo).
Ahora bien, la hipertrofia-crisis de la militarización esta estrechamente asociada (forma parte de) la decadencia del Estado expresada por el repliegue de su capacidad integradora (declinación de la seguridad social, predominio de la cultura elitista en sus centros de decisión, etc.), la degradación de la infraestructura y por un déficit fiscal crónico y en aumento que ha derivado en una deuda pública gigantesca. Si nos remitimos a las últimas cuatro décadas los superávits fiscales constituyen una rareza, desde los años 1970 los déficits fueron creciendo hasta llegar a comienzos de los 1990 a niveles muy altos, sin embargo Clinton se despidió a fines de esa década con algunos superávits que observados desde un enfoque de largo plazo aparecen como hechos efímeros. Pero desde la llegada de George W. Bush el déficit regresó alcanzando cifras sin precedentes: 160 mil millones de dólares en 2002, 380 mil millones en 2003, 320 mil millones en 2005...
Nos encontramos ahora frente a un estado imperial cargado de dudas, cuyo funcionamiento depende ya no solo del sistema financiero nacional sino también (cada vez más) del financiamiento internacional, le hubiera resultado extremadamente difícil a la Casa Blanca lanzarse a su aventura militar asiática sin las compras de sus títulos por parte de China, Japón, Alemania y otras fuentes externas.

La dependencia energética

A lo anterior es necesario agregar la dependencia petrolera, hacia 1960 los Estados Unidos importaban el 16 % de su consumo, actualmente llega al 65 %. Durante mucho tiempo pudieron importar a precios bajos pero ahora la situación ha cambiado, la producción mundial de petróleo se esta acercando a su máximo nivel (dentro de muy poco tiempo comenzará a descender) lo cual combinado con el debilitamiento del dólar esta llevando el precio a niveles nunca antes alcanzados. Y el remplazo parcial de combustible de origen fósil por biocombustibles (en el que también están empeñadas la otras grandes potencias industriales) reduce la disponibilidad relativa global de tierras agrícolas para la producción de alimentos lo que provoca la suba general de los precios de los productos de la agricultura, en consecuencia el efecto inflacionario se amplifica.
Los Estados Unidos emergieron como un gran país industrial porque desde comienzos del siglo XX fueron también la primera potencia petrolera internacional. Al igual que Inglaterra durante el siglo XIX respecto del carbón, gozaron de una ventaja energética que les permitió desarrollar tecnologías apoyadas en dicho privilegio y competir exitosamente con el resto del mundo. Pero a mediados de los años 1950 prestigiosos expertos norteamericanos como el geologo King Hubbert anunciaron el fin próximo de la era de abundancia energética nacional, según lo anticipó Hubbert (en 1956) desde comienzos de los 1970 la producción petrolera estadounidense comenzaría a declinar: así ocurrió.
La incapacidad de los Estados Unidos para reconvertir su sistema energético (tuvo casi cuatro décadas para hacerlo) reduciendo o frenando su dependencia respecto del petróleo puede ser atribuida en primer lugar a la presión de la compañías petroleras que impusieron la opción de la explotación intensiva de recursos externos, periféricos, que fueron sobrestimados. Podría afirmarse en este caso que la dinámica imperialista forjó una trampa energética de la que ahora es victima el propio Imperio. El estado no desarrolló estrategias de largo plazo tendientes al ahorro de energía, lo que probablemente habría desacelerado (no evitado) la crisis energética actual, no solo por la imposición del lobby petrolero sino también porque sus cúpulas políticas (demócratas y republicanas) se fueron sumergiendo en la cultura del corto plazo correspondiente a la era de la hegemonía financiera, subordinándose por completo a los intereses inmediatos de los grupos económicos dominantes.
Pero también deberíamos reflexionar acerca de los límites del sistema tecnológico occidental-moderno que los estadounidenses exacerbaron al extremo. El mismo se ha reproducido en torno de objetos técnicos decisivos de la cultura individualista (por ejemplo el automóvil) que definen el estilo de vida dominante y a procedimientos productivos basados en la explotación intensiva de recursos naturales no renovables o en la destrucción de los ciclos de reproducción de los recursos renovables. Gracias a esa lógica destructiva el capitalismo industrial pudo en Europa desde fines del siglo XVIII independizarse de los ritmos naturales sometiendo brutalmente a la naturaleza y acelerando su expansión. Ello aparecía ante los admiradores del progreso de los siglos XIX y XX como la gran proeza de la civilización burguesa, una visión más amplia nos permite ahora darnos cuenta que se trataba del despliegue de una de sus irracionalidades fundamentales que los Estados Unidos, el capitalismo más exitoso de la historia, llevó al más alto nivel jamás alcanzado.


Desequilibrios, deudas, caída del dólar

La pérdida de dinamismo del sistema productivo fue compensado por la expansión del consumo privado (centrado en las clases altas), los gastos militares y la proliferación de actividades parasitarias lideradas por el sistema financiero. Lo que engendró crecientes desequilibrios fiscales y del comercio exterior y una acumulación incesante de deudas públicas y privadas, internas y externas. La deuda pública norteamericana pasó de 390 mil millones de dólares en 1970, a 930 mil millones en 1980, a 3,2 billones (millones de millones) en 1990, a 5,6 billones en 2000 para saltar a 9,5 billones en abril de 2008; por su parte la deuda total de los estadounidenses (pública más privada) rondaba en la última fecha mencionada los 53 billones de dólares (aproximadamente equivalente a Producto Bruto Mundial) de esa cifra el 20 % (unos 10 billones de dólares) constituyen deuda externa. Solo durante 2007 la deuda total aumento cerca de 4,3 billones de dolares (equivalente al 30 % del Producto Bruto Interno norteamericano) (10). El proceso fue coronado por una sucesión de burbujas especulativas que marcaron, desde los años 1990 a un sistema que consumía más allá de sus posibilidades productivas.
A partir de los años 1970-1980 es posible observar el crecimiento paralelo de tendencias perversas como los déficits comercial, fiscal y energético, los gastos militares, el número de presos y las deudas públicas y privadas. Todas esas curvas ascendentes aparecen atravesadas por algunas tendencias descendentes; por ejemplo la disminución de la tasa de ahorro personal y la caída del valor internacional del dólar (que se se aceleró en la década actual), expresión de la declinación de la supremacía imperial .


La articulación de esos fenómenos nos permite esbozar una totalidad social decadente a la que se incorporan (convergen) una gran diversidad de hechos de distinta magnitud (culturales, tecnológicos, sociales, políticos, militares, etc.).
Esta visión de largo plazo ubica a la era de los halcones presidida por George. W. Bush como una suerte de “salto cualitativo” de un proceso con varias décadas de desarrollo y no como un hecho-excepcional o una desviación-negativa. Nos encontraríamos ante la fase más reciente de la degradación del capitalismo estatista-keynesiano iniciada en los años 1970 puntapié inicial de la crisis general del sistema. La experiencia histórica enseña que esos despegues hacia el infierno casi siempre debutan en medio de euforias triunfalistas donde detrás de cada señal de victoria se oculta una constatación de desastre. La loca carrera militar sobre Eurasia estaba (está aún) en el centro del discurso acerca del supuesto combate victorioso contra un enemigo (terrorista) global imaginario que sumergió en el pantano a las fuerzas armadas imperiales, las expansiones desenfrenadas de la burbuja inmobiliaria y de las deudas eran ocultada por las cifras de aumento del Producto Bruto Interno y la sensación (mediática) de prosperidad.

El centro del mundo

Los Estados Unidos constituyen hoy el centro del mundo (del capitalismo global), su declinación no es solo la de la primera potencia sino la del espacio esencial de la interpenetración productiva, comercial y financiera a escala planetaria que se fue acelerando en las tres últimas décadas hasta conformar una trama muy densa de la que ninguna economía capitalista desarrollada o subdesarrollada puede escapar (salir de esa tupida red significa romper con la lógica, con el funcionamiento concreto del capitalismo integrado por clases dominantes locales altamente transnacionalizadas).
Durante la década actual la expansión económica en Europa, China más otros países subdesarrollados y el modesto (efímero) fin del estancamiento japonés solían ser mostrados como el restablecimiento de capitalismos maduros y el ascenso de jóvenes capitalismos periféricos cuando en realidad se trató de prosperidades estrechamente relacionadas con la expansión consumista-financiera norteamericana. Estados Unidos representa el 25 % del Producto Bruto Mundial y es el primer importador global, en 2007 compró bienes y servicios por 2,3 millones de millones de dólares, es el principal cliente de China, India y Japón, Inglaterra, el primer mercado extra europeo de Alemania. Pero es sobre todo en el plano financiero, área hegemónica del sistema internacional, donde se destaca su primacía. Por ejemplo, la red de los negocios con productos financieros derivados (más de 600 millones de millones de dólares registrados por el Banco de Basilea, es decir unas 12 veces el Producto Bruto Mundial) se articula a partir de la estructura financiera norteamericana, las grandes burbujas especulativas imperiales irradian al resto del mundo de manera directa o generando burbujas paralelas como fue posible comprobar con la experiencia reciente de la especulación inmobiliaria en los Estados Unidos y sus clones directos en España, Inglaterra, Irlanda o Australia e indirectos como la superburbuja bursátil china.
Si observamos el comportamiento económico de las grandes potencias comprobaremos en cada caso como sus esferas de negocios superan siempre los límites de los respectivos mercados nacionales e incluso regionales cuya dimensión real resulta insuficiente desde el punto de vista del volumen y la articulación internacional de sus actividades. La Unión Europea está sólidamente atada a los Estados Unidos a nivel comercial e industrial y principalmente financiero, Japón agrega a lo anterior su histórica dependencia de las compras norteamericanas, por su parte China desarrolló su economía en el último cuarto de siglo sobre la base de sus exportaciones industriales a los Estados Unidos y a países, como Japón, Corea del Sur y otros, fuertemente dependientes del Imperio. En fin, el renacimiento ruso gira en torno de sus exportaciones energéticas (principalmente dirigidas hacia Europa), su élite económica se fue estructurando desde el fin de la URSS multiplicando sus operaciones a escala transnacional en especial sus vínculos financieros con Europa occidental y los Estados Unidos. No se trata de simples lazos directos con el Imperio sino de la reproducción ampliada acelerada de una compleja red global de negocios, mercados interdependendientes, asociaciones financieras, innovaciones tecnológicas, etc., que integra al conjunto de burguesías dominantes del planeta. El mundo financiero hipertrofiado es su espacio de circulación natural y su motor geográfico son los Estados Unidos cuya decadencia no puede ser disociada del fenómeno más amplio de la llamada globalización, es decir la financierización de la economía mundial.
Podríamos visualizar al Imperio como sujeto central del proceso, su gran beneficiario y manipulador, y al mismo tiempo como su objeto, producto de una corriente que lo llevo hasta el más alto nivel de riqueza y degradación. Gracias a la globalización los Estados Unidos pudieron sobre-consumir pagando al resto del mundo con sus dólares devaluados imponiendoles su atesoramiento (bajo la forma de reservas) y sus títulos públicos que financiaron sus déficits fiscales. Aunque también gracias al parasitismo norteamericano, europeos, chinos, japoneses, etc., pudieron colocar en el mercado imperial una porción significativa de sus exportaciones de mercancías y de excedentes de capitales. En ese sentido el parasitismo financiero, producto de la crisis de sobreproducción crónica, es a la vez norteamericano y universal, la otra cara del consumismo imperial es la reproducción de capitalismos centrales y periféricos que necesitan desbordar sus mercados locales para hacer crecer sus beneficios. Ello es evidente en los casos de Europa occidental y Japón pero también lo es en el de China que exporta gracias a sus bajos salarios (comprimiendo su mercado interno).
Lo que se está hundiendo ahora no es la nave principal de la flota (si así fuera, numerosas embarcaciones podrían salvarse); solo hay una nave y es su sector decisivo el que está haciendo agua.

Horizontes turbulentos e ilusiones conservadoras

Debemos ubicar en su contexto histórico a las actuales intervenciones de los estados de los países centrales destinadas a contrarrestar la crisis. En los últimos meses han proliferado ilusiones conservadoras referidas al posible desacople de varias economías industriales y subdesarrolladas respecto de la recesión imperial pero lo hechos van derrumbando esas esperanzas. Junto a ellas apareció la fantasía del renacimiento del intervencionismo keynesiano: según dicha hipótesis el neoliberalismo (entendido como simple desestatización de la economía) sería un fenómeno reversible y nuevamente como hace un siglo el Estado salvaría al capitalismo. En realidad en las últimas cuatro décadas se ha producido en los países centrales un doble fenómeno: por una parte la degradación general de los estados que manteniendo su tamaño con relación a cada economía nacional quedaron sometidos a los grupos financieros, perdieron legitimidad social. Y por otra fueron progresivamente desbordados por el sistema económico mundial no solo por su trama financiera sino también por operaciones industriales y comerciales que burlaban los controles (cada vez mas flojos) de las instituciones nacionales y regionales.
En los Estados Unidos dicho proceso avanzó más que en ningún otro país desarrollado, nunca fue abandonado el histórico keynesianismo militar por el contrario el Complejo Militar-Industrial se hipertrofió articulándose con un conjunto de negocios mafiosos, financieros, energéticos, etc., que se convirtió en el centro dominante del sistema de poder apropiándose groseramente del aparato estatal hasta convertirlo en una estructura decadente.
En los países centrales el estado intervencionista (de raíz keynesiana) no necesita regresar porque nunca se ha ido, a lo largo de las últimas décadas, obediente a las necesidades de las áreas más avanzadas del capitalismo, fue modificando sus estrategias, apuntalando la concentración de ingresos y los desarrollos parasitarios, cambiando su ideología, su discurso (ayer integrador, social, productivista-industrial, hoy elitista, neoliberal y virtualista-financiero).
Es en el mundo subdesarrollado donde el estatismo retrocedió hasta ser triturado en numerosos casos por la ola depredadora imperialista, la desestatización fue su forma concreta de sometimiento a la dinámica del capitalismo global. Allí el regreso al estado interventor-desarrollista de otras épocas es un viaje en el tiempo físicamente imposible, las burguesías dominantes locales, sus negocios decisivos, están completamente transnacionalizados o bien bajo la tutela directa de firmas transnacionales.
Ahora en plena crisis quedan al descubierto los dos problemas sin solución a la vista del Estado desarrollado (imperialista): su degeneración estructural y su insuficiencia, su impotencia ante un mundo capitalista demasiado grande y complejo. Es lo que señala Richard Haas en el articulo arriba citado aunque sin decir que no se trata de una reconversión positiva sobredeterminante del capitalismo internacional lo que acorrala al estado norteamericano y a los otros estados centrales sino más bien de un fenómeno mundial negativo que de manera rigurosa deberíamos definir como decadencia global (económica-institucional-política-militar-tecnológica). Es por ello que el paralelo ahora de moda en ciertos círculos de expertos entre la implosión soviética y la probable futura implosión de los Estados Unidos es totalmente insuficiente porque existe entre otras cosas una diferencia de magnitud decisiva, el hiper-gigantismo del Imperio hace que su hundimiento tenga un poder de arrastre sin precedentes en la historia humana. Pero también porque los Estados Unidos no constituyen “un mundo aparte” (marginado) sino el centro de la cultura universal (el capitalismo), la etapa más reciente de una larga historia mundial en torno de Occidente.
La inmensidad del desastre en curso, la extrema radicalidad de las rupturas que puede llegar a engendrar, muy superiores a las que causó la crisis iniciada hacia 1914 (que dio nacimiento a un largo ciclo de tentativas de superación del capitalismo y también al fascismo, intento de recomposición barbara del sistema burgués) genera reacciones espontáneas negadoras de la realidad en las élites dominantes, los espacios sociales conservadores y más allá de ellos, pero la realidad de la crisis se va imponiendo. Todo el edificio de ideas, de certezas de diferente signo, construido a lo largo de más de dos siglos de capitalismo industrial está empezando a agrietarse.
-------------------------------------------
(1), Paul Craig Roberts, “The collapse of American power”, Online Journal, 20-03-2008.
(2), Peter Morice, “Bush Administration Dithers While Rome Burns. The Deepening recesion”, Counterpunch, April 3, 2008.
(3), Richard Haass, “What follows American dominion?”, Financial Times, April 16, 2008.
(4), Center on Budget and Policy Priorities.
(5), U.S. Department of Justice - Bureau of Justice Statistics.
(6), Adam Liptak, “American Exception. Inmate Count in U.S. Dwarfs Other Nations”, The New York Times, April 23, 2008
(7), Chalmers Johnson, "Going bankrupt: The US's greatest threat", Asia Times, 24 Jan 2008.
(8), Rodrigue Tremblay, "The Five Pillars of the U.S. Military-Industrial Complex", September 25, 2006, http://www.thenewamericanempire.com/tremblay=1038.htm.
(9), Scott B. MacDonald, "End of the guns and butter economy", Asia Times, October 31, 2007.(10), Grandfader Economic Report (http://mwhodges.home.att.net/nat-debt).