08 noviembre 2007

Editorial


Apuntes, sólo apuntes, y esperanzados
Ilustración: Aimée Zito Lema
En Diciembre terminan cuatro años de gestión del Presidente Néstor Kirchner y el futuro nos espera para profundizar el cambio representado por Cristina Fernández de Kirchner. Él electo con el veintidós por ciento de los votos en el 2003, logró cierta recuperación económica, aunque la minería y el petróleo nacional sigan en manos extranjeras, e impulsó la política de derechos humanos como política de Estado, sin por ello lograr que Julio Jorge López aparezca con vida. Los indicadores económicos nos mostraron que las políticas de recuperación del trabajo dieron como resultado una baja del desempleo y la pobreza, aunque la brecha entre ricos y pobres en el país sigue siendo escandalosa. También existieron durante esta gestión el caso Skanska y las valijas del venezolano Antonini Wilson, hechos que por ahora no han sido resueltos judicialmente, a pesar de reformas importantes en la Corte Suprema de Justicia. Ella, Cristina, como la llamaban los medios masivos de comunicación antes de ser electa Presidenta, fue designada para pelear el cargo en las elecciones sin interna partidaria. Resultó clara vencedora con el cuarenta y cuatro por ciento de los votos, a pesar de las denuncias de irregularidades en los comicios – robo de boletas y falta de fiscales. Cristina, ella, la Presidenta electa de los argentinos, puso en marcha el operativo “leve diferenciación”, concediendo antes y después de las elecciones entrevistas a determinados periodistas. Acorde con el ambiguo y vacuo slogan de campaña, “Profundización del cambio”, Cristina planteó un todavía informe “Pacto Social” entre los diversos sectores de la economía del país que todavía no sabemos bien cómo será implementado. Y se comprometió con la profundización que tendrá que ver con bajar aún más los índices de pobreza y desempleo. Profetizó un panorama de fuerte inversión del cuál desconocemos todavía su desarrollo. Pero para tranquilizarnos se nos informó que la industria automotriz creció considerablemente, que incrementó sus exportaciones al mundo, que producimos cajas de cambio ( sí, literal, cualquier segunda lectura simbólica sería mal intencionada), y que junto a la firma de automóviles Tata se realizará en el país una 4x4 que se venderá en el mundo. ¿Será como la famosa inversión China?.
Ahora bien, todavía no se nos explicó con claridad, y esto tiene que ver con la ausencia absoluta de debates programáticos, cómo será puesto en marcha el slogan motorizador de campaña, profundizar el cambio. Y si, como se dijo durante los días posteriores al rotundo triunfo, Cristina encarnará una continuación de la gestión de gobierno de Néstor, dónde residirá entonces dicho cambio, y en consecuencia, en qué consistirá la profundización de la permanencia. Que fantástica reedición de los contrastes filosóficos entre Heráclito y Parménides. Un dato alentador es la aceptación del papelón del Indec, reconocimiento que generó el rumor de un posible cambio en el modelo de medición de los índices de precios
Pero en la vida, y en la política como en la vida, hay que saber esperar, tener paciencia. Cristina no ha empezado aún a gobernar; queda tiempo para pulir ideas de cambio, profundización y políticas de gobierno. Dicen los que manejan datos económicos que los precios internacionales nos seguirán siendo favorables y que la Argentina seguirá creciendo, creo, al 8 por ciento anual, lo cual redundará en un aumento del superávit fiscal por retenciones y, consecuentemente, proyectará luz sobre la asignatura aún pendiente de la redistribución de la renta pública. También dicen que el pueblo nunca se equivoca – aunque existan pruebas elocuentes que parecen demostrar lo contrario, como por ejemplo, la reelección en 1999 del famoso riojano de patillas y melena cambiantes; todos, o casi todos, sabemos en qué terminó su último período de gobierno: hambre, pobreza extrema, desempleo sideral, impunidad e injusticia, y la inefable instauración del modelo tener para ser, del consumo como meta primordial de la existencia.
También se equivocó el pueblo cuando eligió la ensalada ideológica que se llamó la Alianza, y que nos deparó un De la Rúa inoperante y productor de un caos económico y social que concluyó con los trágicos días de Diciembre del 2001; días de gesta popular, de rebelión que fueron ahogados con una brutal represión que derivó en asesinatos todavía impunes. Y luego siete presidentes en cinco días, y la historia ya conocida por todos.
Pero démosle crédito al refrán que reza que no nos equivocamos nunca, que elegimos bien a pesar de que las fronteras ideológicas hoy no sean claras, o por lo menos no se nos presenten definidas, sí mezcladas y avaladas por un sistema de medios masivos que contribuyen al aturdimiento y la confusión. Y aceptemos este cambalache ideológico donde izquierdas y derechas pugnan con denodado ahínco por erigirse en los representantes políticamente correctos del centro en la Argentina. Un centro Pro o de Coalición Cívica.
Y pensemos, con fervor patriótico, dejando de lado la abulia política generalizada, que otro país es posible... más allá de los slogans.
Allá vamos.

Conrado Yasenza

Noviembre del 2007

La Columna Grande / Fraude para la Victoria


FRAUDE PARA LA VICTORIA


escribe Alfredo Grande
(para La Tecl@ Eñe)

“hay pequeñas mentiras, grandes mentiras y el Indec”
(aforismo implicado)


El fin justifica los medios. Paris bien vale una misa. El que quiere celeste, que le cueste. No hay dos sin tres. Todas formas más o menos encubiertas de cristalizar el pasaje de lo contingente a lo necesario. De la ilusión de alternativas, a la alucinación de la no alternativa. Los grados de libertad dentro de la cultura democrática denominada “que se queden todos”, se han reducido a valores de menos de un dígito. Las variantes del Partido Conservador han triunfado, con la dudosa tranquilidad que sus opciones fascistas-falangistas han sido pulverizadas. La apatía, abulia, autismo del humor ciudadano es un dato quizá peor que el tránsito lento electoral. Se ha vuelto a escuchar, por parte de un fiscal al atribulado ciudadano, el lejanísimo y execrable: “vos ya votaste”. O la sugerencia perversa de votar en blanco (apenas un voto para la corona) ante la ausencia de las boletas que correspondían al club de los amores. Un presidente que debiera ser de todos los argentinos, incluso de los gorilas, se ufana de haber ganado por paliza. ¿Llegarán otras formas más contundentes, al estilo de la que quisieron propinarle al Barba Gutiérrez? En un país que no cierra heridas porque sólo se ocupa de las más bestiales, sigue sangrando por otras menos profundas pero igualmente letales. Se denomina hemorragia en napa, y no necesita ningún tajo profundo. Es el propio organismo que ya no tiene la capacidad de coagular su sangre, y ésta es derramada por arterias también abiertas. Que los Rodríguez Bah hagan pucheritos, porque el imperio puntano no despega de su territorio de origen, no debiera despreocuparnos del contenido de verdad de la queja de la doble A. Cuando la presidenta electa ganó la elección a senadora nacional, se vulneró la ley electoral. En estas elecciones se repitió. La mayoría gana dos senadores y la minoría, del mismo partido, el otro senador. Este auge de la ley de lemas encubierta con la jocosa denominación de colectoras, es un fraude cultural, político y electoral. Porque la cultura de la democracia burguesa, aunque no sea alternancia, menos implica el poder unitario, en un país que se pretende federal. Que la única interna que haya validado la candidatura de la presidenta electa haya sido la familiar, no ayuda a recuperar la cultura del trabajo, tantas veces cacareada. Por que el trabajo también es la construcción de partidos políticos que den cuenta del trasvasamiento generacional, del desarrollo del pensamiento crítico y colectivo, y de la búsqueda de los dispositivos de participación directa en las decisiones. Ni superpoderes ni la epidemia de decretos de necesidad sin urgencia, ayudan a esos desafíos, mínimo legado de las jornadas del 2001 y de la masacre de Avellaneda, aún impune. Porque esta etapa de la democracia K está regada con la sangre de los militantes caídos en combate, que es posible que no hayan muerto contentos, porque, a diferencia del sargento Cabral, sabían que no habían batido al enemigo. Penosa evaluación la que sólo toma en cuenta el aspecto cuantitativo. La democracia de los porcentajes, donde lo importante es el rendimiento dinero-votos, y apenas que espacio y tiempo para pensar la coherencia y consistencia de las propuestas políticas. Débil alegría porque Pino sacó más votos que López Murphy. La misma que decir que es buen mozo porque es más lindo que Boris Karloff. El suicidio electoral de las izquierdas, no se soluciona con liderazgos asentados en trayectoria, talento y carisma, si no pueden superarse las tendencias al macarteo permanente. El fraude para la victoria no lo enfrentaremos con la defraudación para la derrota. Que en realidad es autodefraudarnos por una tendencia al fracaso. Si la batalla que nos queda es la cultural, no dejemos pasar en la frivolidad de los números, peligrosas tendencias que cristalizan en otra variante de la cultura represora. La peor de todas, porque ahora es, democráticamente, convalidada.

Octubre 2007


Entrevista/ Víctor Redondo

Entrevista a Víctor Redondo

Toda literatura es política

Víctor Redondo, poeta y presidente de la SEA (Sociedad de Escritoras y Escritores de Argentina) reflexiona en esta entrevista sobre literatura y política. Su pensamiento no admite vaguedades: “Toda literatura es política. Mala prensa tendrá la que tiene algún compromiso político revolucionario, la otra tiene una excelente prensa.”. También nos ofrece su visión sobre los ya inolvidables días de Diciembre del 2001.

Por Conrado Yasenza.

Foto: Archivo de La Tecl@ Eñe

1- Se ha preguntado y escrito mucho sobre los acontecimientos del 19 y 20 de diciembre del 2001, pero poco, muy poco se ha buscado la voz de los escritores. Es por eso que me interesaría saber cómo vivió usted ese momento histórico y si elaboró alguna reflexión o sentimiento en torno a lo vivido.

–Fueron de los días más bellos de mi vida. Estuve en la calle desde la madrugada del 19 hasta la noche del 20. Rebeliones populares no se producen todos los días, y poder protagonizarla y compartirla es un privilegio casi insuperable. En dos días el pueblo sublevado cambió la política argentina para siempre. Esa marea humana que a las once de la noche del 18 salió a la calle y se dirigió a los centros del poder, luego de que el presidente de la Nación decretara el Estado de Sitio a raíz de cientos de estallidos en Buenos Aires y en el resto del país, sabía bien lo que no quería pero no tan bien lo que sí quería. No se pudo ir más allá, pero quedó la semilla. Todos los gobiernos posteriores trataron y tratan de que el Argentinazo se borre de la memoria del pueblo. Pero no podrán. Las asambleas populares que allí nacieron volverán a crearse con más conciencia de su poder. El próximo gobierno será de asambleas de trabajadores, mientras tanto seguiremos soportando a estos ladrones del capitalismo prebendario, subsidiado, explotador y vendepatria. Hasta que tengamos la fuerza para decir “basta” definitivamente y empezar el próximo capítulo de la historia de la humanidad, el socialismo, el gobierno directo de los trabajadores.

2- ¿Cree Usted que existe una suerte de banalización de la vida en general: quiero decir, se banalizan los discursos cotidianos, los políticos, los televisivos (los discursos de los medios masivos en general); hasta se banaliza el deseo, la vida y la muerte?

–No. La vida no es banal. Menos es banal el hecho de que los poderes traten de banalizar el hambre, los salarios miserables, el dolor, la falta de futuro dentro del capitalismo. Los medios masivos de comunicación –el arma fabulosa de que dispone el capital– están programados para que los explotados no tomen conciencia de su condición de tales. Pero esa coerción, por más poderosa que sea, tiene un límite. Trato de contribuir a ponerle límite cuanto antes.

3 - ¿Le parece que la literatura que esboza algún grado de compromiso político tiene mala prensa en la actualidad?

–Toda literatura es política. Mala prensa tendrá la que tiene algún compromiso político revolucionario, la otra tiene una excelente prensa.

4- ¿Y qué entiende Usted por “compromiso político”?

–Yo soy un militante marxista-leninista y trotskista, más precisamente del Partido Obrero, que escribe poemas y novelas. Creo haberle respondido.

5- ¿Cree Usted en la idea de que la creación literaria se vincula con la exploración de los márgenes de la vida y la existencia?

–¿De quién es esa idea? No, no lo creo. De hecho me parece un disparate. Se vincula con la vida. Punto. Con eso es más que suficiente.

6- ¿Qué relación existe en la actualidad entre periodismo, literatura y cultura?

–La misma de siempre: toda y ninguna.

7- ¿Y cómo observa el fenómeno de Internet y su relación con la literatura?


–La red me parece algo fabuloso. Su relación con la literatura, aleatoria. Quizá, en ese ambiente restringido –el de la red–, ayude en algo a una mayor difusión e intercambio, y eso es bueno.

8- ¿Sobre qué estructuras ideológicas e incluso filosóficas se articula hoy la construcción de una literatura argentina? ¿Existe algún paradigma de este tipo?

–Disculpe, pero no tengo la menor idea.

9- ¿Cuál es la relación que existe entre literatura y mercado (la mercadotecnia)? ¿Existen historias y públicos definitivamente determinados por esta relación?

–El capitalismo pudre todo lo que toca.

10- ¿Cómo observa el panorama de la creación y difusión poética en la Argentina?

–Extraordinario, a pesar de las limitaciones. Y cuando la educación sea lo que debe ser, será más extraordinario aún.

11- ¿Tiene alguna opinión sobre los hechos de represión y desaparición ocurridos en la Argentina actual?

–El aparato represivo está intacto. Julio López lo demuestra. El capitalismo sin represión no se sustentaría mucho tiempo.

12- Para finalizar, ¿cuál es a su entender la función de la literatura?

–Lo que hago desde que tengo uso de razón es tratar de responder esta pregunta. Me parece que es porque tiene cientos de respuestas, todas verdaderas, que no me decido por ninguna y a la vez por todas.

Zona de Clivaje/Sociedad - Enrique Carpintero




Modelos socioculturales del poder II

La actualidad de las formas de trabajo y sus efectos en la subjetividad

El sistema capitalista productor de mercancías creó una práctica donde el trabajo se halla separado del contexto social ya que obedece a una abstracta racionalidad funcional de “la economía del mercado. En la actualidad se han producido cambios que han llevado a importantes transformaciones en la subjetividad. Así, el desempleo se constituyó en un gran disciplinador social mediante el cual el poder produjo una subjetividad del sometimiento basada en la utopía de la felicidad privada. Su resultado es el individualismo que se sostiene en la ruptura de la relaciones sociales.
Por Enrique Carpintero*
(para La Tecl@ Eñe)
Ilustración: Adolfo Vásquez Rocca

Las formas del trabajo en cada época histórica dan cuenta del disciplinamiento que el poder intenta establecer sobre el conjunto de la población para obtener sus ganancias.
En la actual etapa del capitalismo mundializado el modelo de empresa es Walt-Mart. Esta empresa global de ventas a bajo costo empleaba en el 2004 a un millón y medio de trabajadores en todo el mundo. Sus ingresos de 258.000 millones de dólares representaban el 2% del producto bruto de EEUU. Los economistas de Wall Street mencionan a Walt-Mart como el ejemplo de una empresa puntera cuya productividad deriva de una permanente renovación gerencial y de trabajadores. Para ello ha privado de poder a los sindicatos que están prohibidos y ha tratado a la masa de trabajadores como si fueran empleados provisionales que pueden ser despedidos en cualquier momento.
Este modelo de empresa que se intenta imponer en el mundo, basado en la llamada “flexibilización” laboral, y necesario para que funcione el neoliberalismo capitalista, lo encontramos en diferentes ramas de la producción. Su resultado es, como dice Richard Sennet “la corrosión del carácter” que lleva a consecuencias personales en la constitución de la subjetividad y de las identidades individuales y colectivas.

El poder inscripto en nuestra subjetividad ha llevado a que nos estemos acostumbrando a un orden social cada día más injusto y amenazante para los de abajo: la precariedad laboral, instituida como destino inevitable del mundo del trabajo ya que ella es la condición necesaria para la estabilidad de la economía capitalista y el remedio milagroso para la rentabilidad empresaria. La educación y la cultura se han reducido a ámbitos de transacciones comerciales. La solidaridad es utilizada para operaciones políticas a través de los medios de comunicación y como materia para rendir grandes beneficios comerciales. Es decir el mundo y la vida convertidos en mercancías.

El sistema capitalista productor de mercancías creó una práctica particular llamada trabajo separada del contexto social ya que obedece a una abstracta racionalidad funcional de “la economía del mercado”, más allá de las necesidades del conjunto de la población. En esta esfera separada de la vida, el tiempo deja de ser tiempo vivido pues se transforma en una simple materia prima que necesita ser optimizada: tiempo es dinero nos recuerda el capitalismo. Cada segundo es calculado, cada ida al cuarto de baño se convierte en un problema, cada conversación es un delito. Donde se trabaja, sólo puede haber gasto de energía para producir mercancías. La vida se realiza en otro lugar.
En la esfera del trabajo no es importante lo que se hace, sino que se haga algo, pues el trabajo es justamente el soporte de la valorización del capital. El trabajo es la forma de actividad de este fin en sí mismo. Sólo por eso, y no por razones objetivas, todos los productos son producidos como mercancías.
Y es precisamente por eso que el contenido de la producción es tan indiferente a la utilización de los productos y a las necesidades sociales. Si se construyen casas para los que tienen dinero, si se siembran los campos de soja, si se cultivan verduras transgénicas es para producir más dinero. No importa que las personas se enfermen, que las ¾ partes de la población mundial viva debajo del nivel de pobreza, que la naturaleza se contamine, eso no interesa. Lo que interesa es que la mercancía pueda ser transformada en dinero y el dinero en nuevo trabajo. Que la mercancía exija un uso concreto, y que éste sea destructivo, no le interesa a la racionalidad de la economía de mercado.
En el capitalismo de cualquier característica, ya sea mundializado o nacional, las mercancías se producen por la ganancia. Los trabajadores no son contratados para que ganen un poco de dinero y se sientan bien. Ellos son costos de producción y sus servicios se compran con dinero. La venta de la mercancías (o servicios) que realizan deben generar capital para que los empresarios obtengan ganancia y sigan dando trabajo. Quien no tenga dinero no puede comprar ni satisfacer sus necesidades por más elementales que fueran. Todos tenemos necesidades, pero en el capitalismo no se produce para satisfacer a quién tiene necesidades sino para obtener ganancias. Adam Smith distinguía entre necesidades (demanda absoluta) y capacidad de compra (demanda efectiva). Es decir, un niño hijo de padres muy pobres puede decirse que tiene una demanda absoluta de un vaso de leche. Pero su demanda no es una demanda efectiva porque, al no poder pagar ese vaso de leche, los empresarios nunca pondrán ese vaso de leche en el mercado para poder satisfacerla. En estas condiciones el que no tiene dinero está condenado a la exclusión.



Para Freud el término cultura remite al momento en que el ser humano se organiza en comunidad, poniendo la naturaleza al servicio de la satisfacción de sus necesidades y sometiéndola a sus demandas. Uno de los rasgos importantes de la cultura es que regla los vínculos entre los seres humanos. De no existir tales vínculos quedarán sometidos a la arbitrariedad del individuo: el de mayor fuerza impondrá sus intereses. Es así como la cultura favorece la “fuerza de la razón” por encima de la “razón de la fuerza”. En este sentido la cultura crea un espacio donde se desarrollan los intercambios libidinales. Este espacio ofrece la posibilidad de que los sujetos se encuentren en comunidades de intereses, en las cuales se establecen lazos afectivos que permiten dar cuenta de los conflictos que se producen. Allí el desarrollo de las posibilidades creativas genera la capacidad de sublimación de las pulsiones sexuales y desplazar la violencia destructiva y autodestructiva. Es así como este espacio se convierte en soporte de los efectos de la pulsión de muerte. Por ello denominamos a este espacio como “espacio-soporte”. Cuando una cultura no puede crear este espacio-soporte genera una comunidad destructiva, una comunidad donde la afirmación de uno implica la destrucción del otro.
El psicoanálisis ha planteado el malestar en la cultura como efecto de la condición pulsional del ser humano. Es necesario destacar como el poder, en diferentes periodos históricos, ha utilizado este malestar para someter a la mayoría de la población. Precisamente, es en el texto El malestar en la cultura donde Freud describe la importancia que tiene el trabajo para generar este espacio-soporte. Allí dice: “... Ninguna otra técnica de conducción de la vida liga al individuo tan firmemente a la realidad como la insistencia en el trabajo, que al menos lo inserta en forma segura en un fragmento de la realidad, a saber, la comunidad humana. La posibilidad de desplazar sobre el trabajo profesional y sobre los vínculos humanos que con él se enlazan una considerable medida de componentes libidinosos, narcisistas, agresivos y hasta eróticos le confieren un valor que no le va a la zaga a su carácter indispensable para afianzar y justificar la vida en sociedad”. Es decir, Freud establece claramente la importancia del trabajo para el desarrollo del sujeto, aunque señala las limitaciones que imponía la explotación del capitalismo durante el siglo XIX y principios del XX al no poder ser elegido libremente. Por ello sostenía que uno de los problemas que tiene la cultura es que las personas rechazan el trabajo.
Desde otra perspectiva Marx definía esta situación como “trabajo alienado”: Producir para otro y no para sí mismo, dejarle a un tercero para que consuma o comercialice el producto de propio trabajo. De allí lo que planteaba Marx: «¿En qué consiste entonces la enajenación del trabajo? Primeramente en que el trabajo es externo al trabajador, es decir, no pertenece a su ser; en que en su trabajo, el trabajador no se afirma, sino que se niega; no se siente feliz, sino desgraciado; no desarrolla una libre energía física y espiritual, sino que mortifica su cuerpo y arruina su espíritu. Por eso el trabajador sólo se siente en sí fuera del trabajo, y en el trabajo fuera de sí. Está en lo suyo cuando no trabaja y cuando trabaja no está en lo suyo. Su trabajo no es, así, voluntario, sino forzado, trabajo forzado. Por eso no es la satisfacción de una necesidad, sino solamente un medio para satisfacer las necesidades fuera del trabajo... El trabajo externo, el trabajo en que el hombre se enajena, es un trabajo de autosacrificio, de ascetismo.»

En la actualidad se han producido cambios que han llevado a importantes transformaciones en la subjetividad. El desempleo que padece una parte importante de la población se constituyó en un gran disciplinador social. La precariedad (trabajo en negro, mal remunerado, con contratos limitados, etc.) lleva a la desprotección social: no hay garantías de estabilidad, se despide sin indemnización, no existe cobertura social y previsional y los salarios son debajo del convenio. La precariedad implica entre otras cosas una movilidad constante. Lo único permanente es el cambio: de patrón, de residencia, de compañeros, de referencia sindical, etc. Y este es un verdadero obstáculo a la hora de intentar organizarse, de resistir la explotación, de luchar por los derechos, porque impone la competencia entre los trabajadores y dificulta la solidaridad. En definitiva no permite las identidad colectiva de clase social. Esta incertidumbre e inestabilidad que impone la precarización tiene consecuencias más allá de las relaciones laborales. Se expresa en la imposibilidad de pensar proyectos más allá de lo inmediato, en que la intensidad de los ritmos y la extensión de los horarios afectan la salud y limita la vida de relaciones sociales y familiares. Esta situación permite comprender los procesos que llevan a la vulnerabilidad social. El que no tiene trabajo difícilmente lo pueda encontrar y el que lo tiene sabe que lo va a perder. En este sentido el desempleo y la precarización laboral no es algo coyuntural sino se ha inscripto en la dinámica del actual desarrollo capitalista con diferentes características en cada región del planeta. Por ello, como plantea Robert Castel, lo que aparece es una “desafiliación”, en la cual no encontramos una ausencia completa de vínculos, sino la ausencia de inscripción del sujeto en estructuras de sentido. Lo que falta no es tanto la comunicación con los otros como la existencia de proyectos a través de los cuales las interacciones adquieran sentido. De esta manera aparecen varios tipos de trabajadores desde el punto de vista social y económico: los integrados, los vulnerables y los desafiliados. Por ello vamos a encontrar algunas características necesarias de señalar: 1°) El pasaje del trabajador de la era industrial a un nuevo tipo de trabajador: este ha perdido la identidad que le daba el barrio, el gremio y un modo de vida. El individualismo es lo predominante. Hoy no hay que solamente saber trabajar, hay que saber venderse para trabajar. 2°) La sensación de que ha desaparecido el colectivo social como instrumento de reivindicación y de lucha: lo que aparece es una negación de lo social en la subjetividad, generando dificultades para dar cuenta de la existencia de lo social como espacio para transformar la sociedad. Lo social se encuentra velado para una propuesta política donde el trabajador pueda ser el actor social. Por lo cual surge una privación de la utilización de los recursos simbólicos para superar los conflictos que se le presentan. Esta situación lleva a que, cuando una persona se queda sin trabajo esto no es visto como efecto de una situación política, económica y social sino que se interioriza con un sentimiento de culpa por el cual se siente responsable. Hoy, el sometimiento del poder se ha inscripto en la subjetividad hasta limites insospechados que son necesarios develar. 3°) La fragmentación de lo social: esto ha llevado a que lo colectivo sea ocupado por el totalitarismo del mercado y el individualismo cuyo resultado es la búsqueda de la utopía en la felicidad privada.

En la actualidad el imperio del capital financiero necesita para su reproducción mundializada de estados nacionales que se subordinen y de un sujeto solo y aislado de su clase social. Esta lógica política, social, económica y cultural genera una contradicción y lucha entre el capital y el trabajo que no tiene precedentes en la historia. Su resultado ha sido que la lucha de clases no sólo no se ha extinguido, sino adquiere una complejidad donde los dominados también son controlados desde su subjetividad. Esta dominación tiene diferentes formas en la organización de la familia, la sexualidad, el cuerpo, la importancia del espacio privado en detrimento del espacio público, el peso de los medios de comunicación, los desarrollos tecnológicos, etc. Como plantea Pierre Bourdieu: “En efecto, el discurso neoliberal no es un discurso como los demás. A la manera del discurso psiquiátrico en el manicomio, según Erving Goffman, es un ´discurso fuerte´, fuerte y difícil de combatir, porque cuenta a su favor con todas las fuerzas de un mundo de relaciones de fuerza que contribuye a que sea tal cual es, especialmente orientando las opciones económicas de los que dominan las relaciones económicas y añadiendo así su fuerza propia, típicamente simbólica, a esas relaciones de fuerza. En nombre de ese programa científico de conocimiento, convertido en programa político de acción, se realizó un inmenso trabajo político tendiente a crear las condiciones de realización de la ´teoría´…que se propone cuestionar todas las estructuras colectivas capaces de obstaculizar la lógica del mercado puro: nación, cuyo margen de maniobra no deja de disminuir; grupos de trabajo, con, por ejemplo, la individualización de los salarios y las carreras en función de las competencias individuales y la atomización de los trabajadores que de ahí resulta; colectivos de defensa de los derechos de los trabajadores, sindicatos, asociaciones, cooperativas; familia incluso, que, mediante la constitución de mercados por categorías de edad, pierde una parte de su control sobre el consumo.”


La banalización de la injusticia social. Este el título de un texto del psicoanalista francés Christophe Dejours (La banalización de la injusticia social, editorial Topía, 2006.) quien utiliza el concepto de “banalización del mal” de Hannah Arendt para explicar la indiferencia de importantes sectores de la población a la injusticia social. A diferencia del discurso dominante sostiene que el trabajo no disminuye, sino que aumenta. Pero cambia de ubicación geográfica mediante la división internacional del trabajo y de los riesgos (subcontratación, changas, trabajo no remunerado, trabajo ilegal, etc.). Aquellos que tienen trabajos precarizados y los desocupados viven procesos de sufrimiento que atacan las bases mismas de su identidad generando enfermedades psíquicas y orgánicas. La persistencia de esta situación lleva a la aparición del miedo, ante la amenaza de la exclusión social, cuya consecuencia es disociar la percepción del sufrimiento y el sentimiento de indignación que implica reconocer la injusticia. Desde esta indiferencia y tolerancia a la sociedad neoliberal frente a la infelicidad y el sufrimiento de una parte de la población Dejours señala tres características de la “normopatía”: 1°) indiferencia ante el mundo distante; 2°) suspensión de la facultad de pensar y su substitución por recursos del discurso económico dominante y 3°) abolición de la facultad de juzgar y de la voluntad de actuar colectivamente contra la injusticia, ya que se producen reacciones ante determinados hechos pero no una acción que busque otra forma de organización social. En estas estrategias defensivas las mociones psicológicas son secundarias y están movilizadas por sujetos que tratan de luchar contra su propio sufrimiento: el del miedo que experimentan por efecto de la amenaza de precarización y exclusión social. Esta situación no es nueva en la historia de la humanidad. “Lo nuevo es que un sistema que produce sufrimiento, injusticia y desigualdades cada vez más graves pueda lograr que se admita eso que produce y que se tenga por bueno y justo. Lo nuevo es la banalización de las conductas injustas que constituyen su trama.” Desde esta perspectiva Dejours plantea la necesidad de tolerar el sufrimiento ya que para actuar con racionalidad “hay que estar en condiciones de soportar la pasión y de sentir compasión. Pasión y compasión están en el origen mismo de la facultad de pensar, o como diría Hannah Arendt, de la ´vida del espíritu´”.

El poder nos promete la utopía de la felicidad privada. Para sostener esta situación los envoltorios ilusorios postmodernos proponen que nada puede ser cambiado. Lo posible es reformar algo para que todo siga igual. Todos debemos comportarnos “reflexivamente” ante las consecuencias de un sistema social y político con un obrar destructivo. No se pretende alcanzar una nueva forma de sociedad más allá del mercado y del Estado. En el fondo su objetivo es simplemente intentar componer la supresión de las obligaciones sociales por medio de limosnas privadas o estatales y una autoactividad moral desprovista de un sentido critico. Lo contrario no implica plantear la utopía del paraíso en la tierra ni la construcción de un nuevo ser humano, sino la superación de las exigencias capitalistas hechas al ser humano. Es decir, el fin de las catástrofes sociales producidas por el capitalismo. Ni más ni menos.
El poder produce una subjetividad del sometimiento basada en la utopía de la felicidad privada donde todo puede ser comprado en cómodas cuotas mensuales. Su resultado es el individualismo que se sostiene en la ruptura de la relaciones sociales. Este camino marcado por el individualismo y la fragmentación social tiene como consecuencia que una gran cantidad de personas se apoyen en el alcohol, las drogas ilícitas y el consumo de psicofármacos. También el aumento de las adicciones, las enfermedades psicofísicas y las patologías graves. Es decir los efectos de lo que denominamos un exceso de realidad que produce monstruos. Para enfrentarlo debemos realizar un proceso de subjetivación que se encuentre con una experiencia que produzca realidad. Es decir una experiencia que produzca comunidad. Un experiencia que produzca un nosotros como un acto autodefensivo. Una experiencia en las empresas, los barrios, las universidades que se constituyan en formas organizativas para oponernos al sometimiento que propone el poder. Es decir, una experiencia que produzca las necesarias identificaciones sociales de clase, de genero y generación. Para ello creo que es posible y necesario realizar una alianza entre la lucidez para transformar el mundo y la alegría. Dar cuenta del drama de la realidad nos permite la lucidez necesaria para pensarla, resistirla y transformarla. En esta resistencia y la lucha por transformarla esta la alegría, en el sentido que plantea Spinoza como potencia de ser. Es decir, a pesar de la infinitas razones de hallar a la vida miserable y absurda la resistencia a esta realidad nos permite desarrollar nuestra potencia de ser para encontrar las posibilidad de transformarla en el plano individual y colectivo. Este es el desafío.

Buenos Aires, octubre de 2007

Enrique Carpintero, psicoanalista, director de la revista Topía. Su último libro publicado es La alegría de lo necesario. Las pasiones y el poder en Spinoza y Freud, segunda edición corregida y aumentada, editorial Topía, Buenos Aires 2007.

Zona de Clivaje/Ensayo - Los sueños y la sangre - Vicente Zito Lema

Filosofía de la pobreza
Los sueños y la sangre


Por Vicente Zito Lema
(para La Tecl@ Eñe)
Ilustraciones: Aimée Zito Lema


La pobreza es un crimen. La sangre de la pobreza corre por las calles igual que los caballos en las arenas del sueño, pero la sangre de la pobreza no se ve. Y si se ve, no se toca. (Hay que evitar los contagios y el veneno, que da vuelta los ojos y llena de espuma la boca...)
Los caballos en el desierto son un sueño, podemos saltar sobre sus grupas y embestir contra los cielos, y hasta acaricias con nuestra mano libre los senos helados de la luna que gime...
La sangre de la pobreza por las calles es una realidad; frágil, poca cosa es una realidad, no merece más que un punto y aparte.
(¡Se anuncia una gran tormenta marina por el este, es rojiza y brutal, podrán volar los techos y paredes, también los autos y hasta los trenes que recorren los espejos de la noche...! ¡Vaya con Dios...!)
La pobreza es un crimen. El crimen de la pobreza también se llama soledad. Hay soledad en la pobreza, porque los cuerpos se quedan sin alma, y ya sabemos que los cuerpos huérfanos del alma navegan por los ríos de la muerte sin conocer el amor, y apenas sirven como ofrenda para los grandes peces, que después de alimentarse con la carne brillan, como sólo brillan los niños y las estrellas en la bóveda celeste...

La pobreza es un crimen sin belleza. Apenas existe en el espanto. O mejor dicho, en el corazón del espanto, allí donde late lo siniestro, que es el momento más preciso y jamás olvidado de la especie: cuando un hombre triunfante, lanzando su aullido hacia Dios, devoraba sin paciencia el cuerpo aún caliente de otro hombre vencido...
La imagen del bien tampoco acude solícita frente al crimen de la pobreza. El bien en nuestro tiempo se lava las manos con agua de rosas; poco se recuerdan las promesas de la infancia..., cuando nuestras lágrimas caían sobre la frente del más débil...
El bien –y lo justo que le da sentido y la belleza que lo simboliza–, se repliegan, vuelven a las cavernas de la oscuridad y el horror, donde matar es vivir, o a la caverna de la luz de las ideas, lejos por igual del hombre real y desamparado que sufre el crimen de la pobreza en su cuerpo mortificado por la historia.
El crimen de la pobreza es un crimen de inocencia: sus víctimas no se resisten (o lo hacen –en apariencia– desde la misma y cruel lógica del crimen de la pobreza), no lucen ángeles en la nuca que los protejan, carecen de voz (en el universo del nuevo lenguaje de la ciencia), y poco conocen la beligerancia del silencio; tampoco hay huellas de gracia, beatitud o alegría en la humillación de los cuerpos, por más que Dionisio comparta la noche de bodas, cada tanto...
En el otro costado, iluminado hasta el hartazgo, se distingue el discurso del victimario...
Es un saber sin fin en sí ni en lo otro, lo humano (lo demasiado humano...). Sólo se escucha para legitimar el poder, como estatuto de la perversión y paranoia de la razón. Es una metáfora del desprecio, instalada como amparo de un renovado espacio, sobre la cama aún caliente de los condenados a muerte, en un mundo sin memoria...
Hablamos de la filosofía de la utilidad, en un tiempo soez: el amor escasea, igual que mañana el agua, hay que dejar a la diosa Thanatos besando a su antojo las bocas que más leve respiran...
Las viejas verdades existen en el mundo, también la bruma en la orilla del mar...
En la orilla de la vida se acurruca la pobreza, ni siquiera la bruma extiende sus alas para cubrirla...
Habrá que recordar: el que a hierro hiere, a hierro muere...
La mano que nunca conoció ni las sobras del amor, tiene la punta de su cuchillo en nuestra garganta...
¿Cómo se escuchan las músicas del desprecio y la desesperanza?
¿Cómo se pronuncia la palabra piedad...?

Post Scriptum:
Recuerdo de una tarde, cuando llegó la poesía.
A Paco


Allí estábamos, en la tarde más que azul, ociosa y sin perfidia, esperando que llegara la poesía...
La poesía viajó desde las cárceles hasta la Biblioteca Nacional, donde rara vez acude con su cuerpo la poesía. (La poesía sabe que sus espacios legítimos son los cielos con sus brillos, o en la noche los infiernos, que en la tierra de todos los días tiene su lugar reconocido en un calabozo, o en la sala blanca de un hospicio, con sus ventanas tapiadas para guarecer los pájaros y las tormentas, y que a veces duerme en la cama rechinante de alguna pensión de provincias, donde sólo se sienten los gritos del viento junto a las frituras de pescado...).
La poesía logró dejar los uniformes, las armas y las esposas en un patio de afuera, donde sobran los autos y faltan los árboles, en los bordes donde el poder se refriega las manos, que siempre están húmedas y de pronto sintieron frío...
La poesía llevaba su ropa de gente común, lo mejor planchada, el cuerpo de la poesía esa tarde de verano olía a jabón, a mucho jabón, porque el tufo del encierro se obstina en prenderse de los cuerpos...
Llegaron las mujeres, los hombres y los niños que nunca entraron en la Biblioteca Nacional y vieron con asombro los rostros de la poesía, que antes habían conocido como rostros familiares del sufrimiento, del hastío o de la ira...
Escucharon la belleza de los labios que eran hoy de la poesía, y pensaron que de esos labios sólo recordaban amenazas, súplicas, o feroces maldiciones... Pero esa tarde, no. Esa tarde las palabras sonaban como la lluvia, y como la lluvia que limpia los árboles, limpiaban esa tarde del alma las tristezas...
Más tarde la poesía recibió los premios: libros de poesía para los nuevos poetas, como quien dice amor en el amor, viento en el viento... Y después hubo festejos, palabras guardadas durante años y palabras que relucían de tan nuevas...
En el final se nombró al poeta, que durante años en una cárcel había cuidado la poesía, como guardó de los tiranos la libertad, como guardó de la muerte la vida, cuando precisamente una tarde, en la ciudad de Mendoza, una partida del poder canalla le robó la vida...
Aquí se cierra el recuerdo...
¿Dónde dormirá esta noche la poesía...?

Nota: Se trata del recuerdo de una tarde de primavera, cuando en la Biblioteca Nacional se entregaron los premios del primer concurso de poesía “Paco Urondo” para los presos en las cárceles de la Provincia de Buenos Aires.

El Damero/Experiencias de una exposición sobre Oliverio Girondo- Por Horacio González




Experiencias de una exposición sobre Oliverio Girondo
Dimensión estética de las tecnologías humanas

Por Horacio González
(para La Tecl@ Eñe)

Hace unos meses la Biblioteca Nacional organizó una exposición sobre Oliverio Girondo. Lógicamente, he sido lector de Oliverio, pero ahora debía participar en las charlas respecto a cómo debería ser una exposición de la obra de un escritor, problema que se presenta cuando hay que exponer obras –en general, libros abiertos, textos, cartas… ¿Qué ve ahí el espectador? En primer lugar, una publicación, la realidad expresiva de un objeto trabajado por el tiempo. Un libro de una editorial extinguida o un diario antiguo. Hay un encanto en la vejez de esas reliquias, y las comprendemos como un mundo que ha desaparecido con su autor, parte de su cuerpo o de los entornos donde ocurría su vida.
Pero está el tema de los textos que también atraen la curiosidad del espectador. ¿Los lee? De alguna manera, exponer un texto en su estado puro, vulnera la clásica posición del espectador de museos, salas de exposición o galerías de arte. El sentido dominante es el de la apreciación visual, que no suele trascender al plano más subjetivo de la lectura. Allí chocan el espectador y el lector, dos funciones que a veces se superponen, pero casi siempre entran en una tensión excluyente. ¿Cómo exponer a Girondo, entonces?
Ante estos conocidos dilemas, el artista Fernando Rubio, convocado por la Biblioteca Nacional, hizo una puesta en escena en el edificio mismo de la Biblioteca, considerándolo una superficie de inscripción de los textos de Oliverio. La puesta consistía en la tradicional exposición de obras pero toda la superficie edilicia de la biblioteca, incluídos los baños, las rampas de entrada o el espejo de los ascensores, fue considerada un soporte del texto. Personalmente, descreo de la idea de “soporte” en su uso relativizador de libro –como si estuviera en un pié de igualdad, en la historia de la cultura, todos sus tránsitos tecnológicos considerados de una manera lineal-, pero en su uso artístico, y por lo tanto crítico, esa era una opción adecuada.
Los textos aparecían en lugares inesperados, fuera del libro o del diario. Cada lector se ve así desafiado en la elección de su contexto de lectura, con la libertad final de volver a su refugio clásico, el texto fusionado con su sostén privilegiado, sea papel –la historia más extendida de le lectura-, o las construcciones técnicas del ingenio del hombre. Sean paredes o pantallas. Es evidente que la poesía de Girondo, en sus mágicos dislocamientos, en sus suaves entrechoques que dan una idea tan delicada de la materia mundana, como la sacan permanentemente de lugar. Así como se pintan grafos convertidos en formas plásticas (Xul Solar), la escritura tipográfica puede intentar salir de su límite representativo.



Una exposición sobre Girondo podía explorar estos aspectos basados en la recuperación del propio significante de la poesía girondiana: es decir, poetizar el propio drama de las palabras, cuando albergan o pierden sus significaciones, cuando se convierten también en objetos que con solo ser nombrados, escapan de su función natural y se convierten en relaciones físicas o materiales, en variaciones rítmicas o sentimientos olfativos.
Comento brevemente este caso, a pedido de mi amigo Conrado, porque se corresponde con la tarea de quienes, en algún momento de sus vidas, deben trabajar en actos culturales destinados a proveer, cíclicamente, la memoria de los escritos argentinos, que van y vienen en la consideración de la actual, se hunden y resurgen en cada tiempo social como el vaivén de la propia escritura.
Hace poco supe de la exposición de Guimarâes Rosa en el Museo de Bellas Artes de Rio de Janeiro. Allí también, los textos de Grande sertâo veredas se exponían sobre distintos materiales y oponiendo dificultades a la lectura, obligando a operaciones insólitas de la mirada. Muy adecuado, también, a la índole de la obra del gran autor brasileño. Concluyo con una suposición: si tanto se habla de “nuevos soportes”, el arte de una exposición puede tomar las obras con una nueva invitación a que se las lea y las mire al mismo tiempo, como objetos intelectuales dramatizados. Será el arte dialogando con las tecnologías, a lo que mejor se prestan todas las obras –la de Oliverio, la de Guimarâes-, que innovaron la escritura considerándola una dimensión estética de las tecnologías humanas de la comprensión del significado.


Horacio González

El Damero/Antonioni; El cine de la incomunicación - Por Adolfo Vásquez Rocca

ANTONIONI; EL CINE DE LA INCOMUNICACIÓN
RÉQUIEM POR LA MODERNIDAD





Michelángelo Antonioni, el pintor del cine, nos ha dejado cerrando una generación histórica del cine italiano. Su muerte aconteció a los 94 años de edad el pasado 30 de Julio, coincidiendo con la del director sueco Ingmar Bergman. Antonioni, seguramente, está iniciando sus periplos de inmortalidad, como diría Wim Wenders, “Más allá de las nubes”.


Por Adolfo Vásquez Rocca

Pontificia Universidad Católica de Valparaíso - Universidad Complutense de Madrid


Quien no haya visto nunca una película suya puede revisar los últimos minutos de “El eclipse” (1962) y entender el legado de un director que desarrolló una mirada única y supo evolucionar desde el documental y el neorrealismo hasta el cine digital y el fragmentario registro de las historias sin historia de la posmodernidad. En la última secuencia de “El eclipse” se escucha a Prokófiev. No hay diálogos. La cámara recorre las calles de Roma desiertas en lentas panorámicas: los árboles mecidos por el viento, riegos de agua en el asfalto, el rostro fragmentado de personajes a la deriva. Antonioni muestra un mundo en suspenso, sus historias están llenas de tiempos muertos. Todas sus aventuras se disuelven en la nada.

En la actualidad el cine de Antonioni es objeto de un renovado culto y ejerce una considerable influencia en muchos filmes de arte contemporáneos, particularmente en el modo de filmar los silencios y tiempos muertos, propios de un mundo desencantado y sin coartada dramática. El cine de Antonioni es una inmóvil introspección del malestar de nuestra cultura, de la angustia que corroe el alma. En su estilo minimalista retrata la soledad y la incomunicación, el enigma de un mundo desolado. Antonioni, el pintor del cine, retrató entornos puramente artificiales –declaradamente antinaturalistas–, fantasmagóricos, donde sus personajes deambulaban como huidizas figuras de la ausencia.

Si Fellini fue el cineasta del bullicio, de la Italia popular y extrovertida, Antonioni optó por retratar la introversión y la angustia de la burguesía. Su hora favorita era el crepúsculo, y quizá la culpa de tanta melancolía la tenía la niebla de Ferrara, en las llanuras del Po, donde nació en 1912. Una niebla que difumina los contornos y embalsama el tiempo. Su padre, un rico terrateniente, le proporcionó una educación exquisita. Estudió Economía, Literatura, Teatro, Música y Arte antes de ingresar en el Centro Experimental de Cinematografía, semillero de resistencia contra el fascismo. Antonioni colabora como asistente y guionista de Rossellini, de quien recibe una influencia determinante en su futura orientación estilística. Esto no resulta extraño dado que tras haber forjado una épica de la resistencia del pueblo italiano a la dominación nazi en Roma, ciudad abierta y analizar en “Paisá” el marco moral en el cual habría de elevarse la nueva sociedad peninsular, Rossellini emprendió con “Alemania año cero” (1947), el trazado del sendero sobre el cual el cine contemporáneo daría sus primeros pasos. Precisamente, la propuesta entera de Antonioni parece provenir del cuarto de hora final de “Alemania año cero”, con el largo y silencioso vagabundeo del Edmund por las cales de un Berlín en ruinas que culmina con su suicidio, caída desdramatizada desde lo alto de un edificio sin paredes. Los largometrajes que Antonioni realiza a partir de “Crónica de un amor” (1951) funciona a menudo sobre el dispositivo de un personaje que sólo es mostrado a partir de su comportamiento y cuyos estados interiores se transmiten por medio de las conexiones subjetivas que el paisaje establece con él.


La influencia de Rossellini también se trasluce en Antonioni en la elección de estratos sociales que retrata. Tal como aquel había desplazado su foco de atención hacia las clases burguesas en “Europa '51” y “Viaje en Italia”.

Antonioni dejaría de lado los sectores rurales de sus primeros filmes para acometer, en la ficción, la indagación de las formas de vida de los sectores de la alta burguesía, de los seres humanos económicamente satisfechos.

Por lo pronto, el retorno a una temática centrada en el mundo proletario se produce en 1957 con “El grito”, aunque aquí ya la mirada del cineasta es muy distinta a la de los días del neorrealismo. Si bien permanece la aproximación contemplativa de la realidad, esta ha sido modificada en tanto se erige desde la conciencia alienada de una maquinada sociedad industrial, en la que las elevadas torres de departamentos ocultan el cielo y toda posible escapatoria. En este contexto geográfico es donde Antonioni sitúa la acción de sus siguientes filmes, los que, a continuación del éxito de “La aventura” en el Festival de Cannes de 1960, le valen el calificativo de “cineasta de la incomunicación”.

“La aventura” prolonga la reflexión de Antonioni acerca de la sociedad desarrollada. Los protagonistas son burgueses deshonestos entre sí y consigo mismos. El descubrimiento del vacío profundo que corroe sus existencias. El filme, dominado por tiempos muertos, irritó a una vasta parte del público y la crítica, pero la correspondencia moral de los elementos empleados y la potencia de las imágenes –los actores vestidos de oscuro paseando como fantasmas solitarios en la isla de piedra blanca– consagraron al director.

Elegante y empecinado en experimentar las posibilidades lingüísticas del cine como trasunto de revoluciones sociopolíticas, desde su aparente distanciamiento moral. Con un cuidado casi enfermizo por el encuadre, por la fotografía, pero sobre todo por los diálogos, realizó un tríptico de amplios vuelos históricos sobre la burguesía italiana/europea del desarrollismo vandálico de los sesenta: La aventura (1960), La noche (1961) y El eclipse (1962), más tarde recuperadas por Fassbinder en clave expresionista y tono de melodrama.

El cine de Antonioni no construye argumentos al estilo clásico, sino más bien por acumulación de escenas, que discurren igual intensidad y generan una atmósfera de alta densidad. De ahí que sus películas parezcan largas digresiones de acción sin relación aparente en la línea argumental, esto es, sin aparente tensión dramática. En Antonioni aparece el mundo sin coartada dramática[1].

La “trilogía de la incomunicación” se completó más tarde con “La noche” (1961) y “El eclipse” (1962), dos películas de factura similar en la que las mujeres y la confusión de los sentimientos ocupan un lugar preponderante. La noche, que tiene en el rol principal a Marcello Mastroianni como un escritor que despierta la admiración de los potentados pero que se siente completamente falto de inspiración y estímulos, es asimismo una lúcida visión de las implicaciones de ser artista en un marco social regido por el lucro capitalista. El entorno arquitectónico de la industrializada Milán desempeña en este filme un papel de extrema complejidad, ya que remite al espectador a la noción de que detrás de la superficialidad de la forma sólo existe el abismo del vacío.

El estilo antinaturalista que Antonioni había estado esbozando en estas cintas pudo aparecer de modo nítido en “El desierto rojo” (1964), su primer filme en color, protagonizado por la que entonces era su esposa y estrella inevitable de sus películas, Mónica Vitti. “El desierto rojo” significó una revolución estilística, creando un lenguaje y un estilo hasta hoy emulado, a través del uso arbitrario de los colores, en especial del rojo, que tiñe calzadas y murallas como objetivación de la angustia de Giuliana en medio de un paisaje industrial, de un universo de bidones, chimeneas y humos envenenados que emanan de las fábricas. Aquí Antonioni inaugura las preocupaciones ambientalistas o al menos las emplaza en el gran cine. El antinaturalismo de Antonioni busca distanciarse de la organización "espontánea" de lo natural para retratar la artificialidad de las relaciones[2].

Antonioni advierte que ciertos movimientos de la cámara se ajustan mejor a ciertos colores: una panorámica es eficaz con un rojo brillante, pero no se consigue el mismo resultado con un verde áspero. Creía que había cierta relación entre el movimiento de la cámara y el color, así se lo comentó[3] en una ocasión a Godard.

Antonioni, asimismo, concedía gran importancia a los silencios y a la banda sonora con ruidos naturales y efectos sonoros, en algo muy próximo a la música concreta[4], dejando la música -en el sentido tradicional- en un lugar secundario.

Sintiendo que ya había cumplido una etapa y cansado probablemente de ser asociado al cliché de la “incomunicación”, convertido en trivialidad y ganando espacios en revistas de consejos para mujeres aburridas, es que Antonioni emigra hacia Inglaterra. En ese país se despojó de las preocupaciones en torno a las desavenencia crónica de la pareja y se dedicó a desarrollar algunos tópicos que habían germinado en su obra reciente: la confrontación entre la cultura clásica y el modernismo, el choque entre lo antiguo y lo nuevo, los límites de la ficción en la era de la incautación de lo real y del fin de las historias.

Para dar cuerpo a estas ideas, convirtió a un fotógrafo de alta moda en el protagonista de “Blow-up” (1966), su película más afamada y la que le permitió ganar el Festival de Cannes. Las marcadas elípsis de la narración y la ambigua importancia de hechos que quedan fuera de cuadro desconcertaron a los espectadores atraídos por el escándalo que habían causado un par de escenas de desnudos. “Blow-up” es un filme abstracto, con una intriga policial apenas distinguible, que advierte a cada instante al espectador de las limitaciones del espectáculo cinematográfico y que extiende la reflexión de “La noche” en lo que atañe al comercio del arte (la escena del concierto rock en que David Hemmings recoge un pedazo de guitarra arrojado por los músicos a sus fans para tirarlo a la basura cuando deja el recinto).

La línea asumida en Blow-up se prolongó en las dos siguientes cintas de habla inglesa de Antonioni, “Zabriskie Point” (1970) y “El pasajero” (1975), aunque con un notorio resurgimiento de las inquietudes sociales del director.

En “Zabriskie Point”, filmada con apoyo de la Metro en California y Arizona, Antonioni introduce su cámara en las discusiones universitarias en torno al posible advenimiento de la revolución en Estados Unidos y toma partido sin tapujos por las posiciones progresistas.

Tras un largo paréntesis -su último largometraje personal databa de 1982 “Identificación de una mujer”, Antonioni ya anciano consigue llevar a cabo un medio-metraje titulado “El filo peligroso de las cosas” (2001), adaptado de un relato propio y escrito para la pantalla por su habitual colaborador, el guionista Tonino Guerra. Se trata proyecto “Eros” (2001) una trilogía junto a Steven Soderbergh y Wong Kar Wai. Aquí Antonioni no consigue las densidades con las que construyó su territorio cinematográfico, pero sirvió para sellar la leyenda. Este vino a ser su último trabajo -no había filmado nada desde que en 1995 presentase “Más allá de las nubes”, en colaboración con Wim Wenders. El carácter de homenaje a la figura de Antonioni de “Eros” queda patente desde la propia presentación de cada una de las piezas que componen el largometraje, precedidas de una delicada pieza musical de Caetano Veloso inequívocamente titulada "Michelangelo Antonioni".

Antonioni, el pintor del cine, nos ha dejado, cerrando una generación histórica del cinema italiano. Su muerte[5] aconteció a los 94 años de edad el pasado 30 de Julio -coincidiendo con la del director sueco Ingmar Bergman (otra leyenda del cine europeo). Antonioni, seguramente, está iniciando sus periplos de inmortalidad, allá, como diría Wim Wenders, “Más allá de las nubes”.



Dr. Adolfo Vásquez Rocca


Doctor en Filosofía por la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso; Postgrado Universidad Complutense de Madrid, Departamento de Filosofía IV, Teoría del Conocimiento y Pensamiento Contemporáneo. Áreas de Especialización: Antropología y Estética. Profesor de Postgrado del Instituto de Filosofía de la PUCV, del Magíster en Etnopsicología, Escuela de Psicología PUCV, Profesor de Antropología y de Estética en el Departamento de Artes y Humanidades de la UNAB. Profesor asociado al Grupo Theoria, Proyecto europeo de Investigaciones de Postgrado. Director de la Revista Observaciones Filosóficas http://www.observacionesfilosoficas.net/. Secretario de Ejecutivo de PHILOSOPHICA, Revista del Instituto de Filosofía de la PUCV http://www.philosophica.ucv.cl/editorial.htm, Editor Asociado de Psikeba —Revista de Psicoanálisis y Estudios Culturales, Buenos Aires— http://www.psikeba.com.ar/, miembro del Consejo Editorial de Escaner Cultural —Revista de arte contemporáneo y nuevas tendencias— http://www.escaner.cl/ y Director del Consejo Consultivo Internacional de Konvergencias, Revista de Filosofía y Culturas en Diálogo.

Bibliografía

Michelangelo Antonioni : un poeta de la visión, Tassone, Aldo, Lozano Coello, Ángel, 1ª ed., 1ª imp., 2005, Fluir Ediciones, S.L.U., Ourense

Michaelangelo Antonioni, Seymour Chatman, Paul Duncan, 1ª, 2003, Editorial Taschen, Colonia

Michelangelo Antonioni, Font Blanch, Doménech, 1ª ed., 1ª imp, 2003, Ediciones Cátedra, S.A, Madrid
Michelangelo Antonioni, Tinazzi, Giorgio, Infante Escudero, Natalia, tr., 1ª ed., 1ª imp., 2005, Bilbao, Ediciones Mensajero, S.A. Unipersonal
[1] VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo, "Baudrillard; de la metástasis de la imagen a la incautación de lo real", En EIKASIA. Revista de Filosofía, Oviedo. España. ISSN 1885-5679, año II, Nº 11 (julio 2007) pp. 53-59. http://www.revistadefilosofia.com/11-02.pdf
[2] Da Amor vacui. Il cinema di Michelangelo Antonioni, Chieti, Métis, 1990, p. 232
[3] TASSONE & LOZANO, Aldo & Coello, Ángel Antonioni, Michelangelo un poeta de la visión, 1ª ed., 2005, Fluir Ediciones, S.L.U., Ourense
[4] VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo, "Música concreta y Filosofía contemporánea; Registros polifónicos” Reedición ampliada.
En Cuenta y Razón del Pensamiento Actual Revista de la Fundación de Estudios Sociológicos (FUNDES) Madrid.
http://www.cuentayrazon.org/revista/pdf/144/Num144_006.pdf
[5] Reportaje de la RAI sobre la muerte y filmografía de Michelangelo Antonioni: http://www.youtube.com/watch?v=feVKGQl4CYk&mode=related&search=

Entrevistas/Gustavo Nielsen



Entrevista a Gustavo Nielsen
“La función de la literatura de hoy es simplemente entretener”

Por Conrado Yasenza

La entrevista al escritor Gustavo Nielsen recorre el sendero iniciado en números anteriores, cuyo interrogante inicial es indagar sobre las vivencias que los escritores experimentaron durante los trágicos días de Diciembre del 2001. También la entrevista aborda temas como literatura, mercado, política e Internet. Es que como dirá Nielsen “la creación literaria se vincula con TODO”.
Fotos: Gentileza de Gustavo Nielsen

- Se ha preguntado y escrito mucho sobre los acontecimientos del 19 y 20 de diciembre del 2001, pero poco, muy poco se ha buscado la voz de los escritores. Es por eso que me interesaría saber cómo vivió usted ese momento histórico y si elaboró alguna reflexión o sentimiento en torno a lo vivido.

- Creí vivir ese momento desgraciado de un modo económico, como todos los argentinos de clase media que teníamos los ahorros en los bancos. Después conocí a una diseñadora gráfica jovencita a la que le habían metido una bala en la cabeza durante una manifestación, y ahí comprendí que lo mío era una pavada. Odio al hijo de puta de De la Rúa y a todos los que lo acompañaron en su mandato (incluida la Alianza). Me defraudaron absolutamente.

- Cree Usted que existe una suerte de banalización de la vida en general: quiero decir, se banalizan los discursos cotidianos, los políticos, los televisivos ( los discursos de los medios masivos en general); hasta se banaliza el deseo, la vida y la muerte?

- Es evidente que la televisión tiende a banalizar la vida.

- Le parece que la literatura que esboza algún grado de compromiso político tiene mala prensa en la actualidad?

- Sí. Pero también creo que un alto grado de compromiso político desfigura ciertos contenidos. Pasa en la educación (durante los años 70 en la Facultad de Arquitectura casi no se podía estudiar por los niveles excesivos de política que había; hoy está pasando algo parecido otra vez). También sucede en la literatura: es mejor el Haroldo Conti de los maravillosos cuentos de “Con otra gente” o “La balada del álamo carolina”, que el de “Mascaró”. El cazador americano me resulta un plomazo.

- Cree Usted en la idea de que la creación literaria se vincula con la exploración de los márgenes de la vida y la existencia?

- La creación literaria se vincula con TODO.

- ¿En qué medida la realidad se hace presente, se filtra, a la hora de escribir una novela?

- Cuando escribo un cuento o una novela soy una esponja: todo lo que escucho, la letra de la canción más estúpida, el titular de un diario, una conversación en un colectivo, cada cosa me nutre.
Cuando no estoy escribiendo casi no alcanzo a percibir nada.


- Cómo observa el fenómeno de Internet y su relación con la literatura?

- El mundo de los blogs es un buen semillero para escritores jóvenes, un gran espacio de difusión para los consagrados y un lugar copado para emitir opiniones sobre lo que escriben los demás. Todo lo que sirva para que la gente escriba mejor gastando menos papel será bienvenido en el futuro.

- ¿Sobre qué estructuras ideológicas e incluso filosóficas se articula hoy la construcción de una literatura argentina.? Existe algún paradigma de este tipo?

- No hay estructuras ideológicas, ni filosofía alguna. La nueva literatura del planeta Tierra –lo que incluye a la Argentina- está digitada desde los premios literarios organizados (no confundir con crimen organizado; o bueno, podría ser) y las agencias literarias, respondiendo únicamente al “se vende”, “no se vende”. Yo estoy entre los que no venden, ni se venden. O sea: en franca desaparición.

- Tiene alguna opinión sobre los hechos de represión y desaparición ocurridos en la Argentina actual?

- Escribí una novela sobre el tema: “Auschwitz”. Pueden buscar y leer gratis el primer capítulo en algún lugar de http://www.mandarinasdulces.blogspot.com/

- Para finalizar, ¿Cuál es a su entender la función de la literaura?

- Me encantaría poder decir más cosas, pero siento que la función de la literatura de hoy es simplemente entretener. Poco a poco nos iremos pareciendo a la televisión.

El Damero/Amor Pirata - Rubén Fernández Lisso



Amor Pirata
Internet y los canillitas de hiperespacio

Por Rubén Fernández Lisso

Una discusión recorre el planeta hasta el cansancio: Los peligros que acarrea intercambiar archivos de música por Internet para los autores, para las discográficas, para la mismísima música.

Todos los días, o casi todos, los medios masivos de comunicación tratan de convencer a la humanidad de que si se baja música de Internet los músicos morirán de hambre, las siete plagas arrasarán las empresas discográficas y los que bajan música harán que sus interpretes favoritos queden calvos, impotentes y destruidos por una metástasis cancerígena que no podrán curar por no tener dinero. Claro que lo más probable es que los poderes judiciales que defienden a las discográficas en su disputa contra la gente logren poner tras las rejas a “los traficantes de información”.

Mientras tanto, uno no puede menos que preguntarse ¿qué les pasó a los músicos desde que existe Internet? ¿Les va peor que antes? ¿Se empobrecieron?. ¿Bajar su música es como chuparles la sangre con una pajita? ¿Las editoras de discos están quebrando o desapareciendo por culpa de la demoníaca red?. ¿Se acabaron las ganancias para la industria cinematográfica?.

Si me apuran, diría que sucede todo lo contrario: Tanto las discográficas como los músicos consagrados ganan mucho más dinero que antes, venden muchos más discos y los negocios del mundo del entretenimiento musical son cada vez más y más redituables. Ni hablar da las ganancias que producen el cine y los videos. Y uno piensa: ¿¡qué es lo que lloran estos tipos!?

Me encantó lo que decía una nota publicada en rebelión: “Ver al derecho de autor como una propiedad es olvidar que se trata de una materia “de interés público”, interrelacionada con los derechos sociales y culturales, donde entran en juego el aliento a la creatividad, el desarrollo cultural endógeno, la protección de la diversidad cultural y la producción de nuevos bienes inmateriales que nos permitan disfrutar del avance de la inteligencia en el campo de las ciencias, las artes y las letras”. (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=57455)

¿Y los músicos que venden pocos discos, o ninguno, son más pobres porque uno se baje su música de Internet? ¿se acrecienta su pobreza? ¿les quito el pan de la boca? Claro que igualmente estoy un poco preocupado, porque si es verdad lo que dicen los medios masivos de desinformación, estoy seguro que el pobre de Tim Burton no habrá podido pagar sus impuestos porque yo me bajé El gran pez de Internet... pobre Tim, qué desgraciado lo hago con mis perniciosos actos.

Y si no se notó hasta ahora, se los digo: Amo bajar música y películas de Internet. Amo esa magia de picar un nombre y olvidarlo hasta que en la carpeta incoming aparecen canciones y pelis. Arte que llega, penetra los oídos, traspasa células, atraviesa la materia. Y no me produce ningún complejo, nada de culpa. Si los músicos son pobres, no van a ser más pobres porque yo me baje su música ¿O los Soneros de Tesechoacán tienen ahora menos recursos porque yo disfruto cuando quiero el siquisiri?

Pero en última instancia, si mis acciones llevaran a la quiebra a una multi discográfica, ay, qué gran pena tendrán sus dueños, porque lo que es a mí, no me mueve un pelo ¿O es que las multis de la industria del entretenimiento se preocupan por la gente si no puede acceder a los bienes culturales? ¿Pero si ellos tuvieran razón? ¿Oh, dios, entonces en qué clase de monstruo me he convertido?

Pero mientras el mundo del poder discute y trata de encarcelar a la gente que intercambia archivos, el resto nos la disfrutamos de lo lindo con todo lo que baja. Yo, por ejemplo, descubrí varias cosas que me conmovieron: Orishas, Lila Downs, El Cuarteto de Nos, una banda uruguaya más que simpática. y tanto más: Gabo Ferro, banda Agua Caliente de Tijuana, Salif Keita.

Nunca mis oídos hubiesen sabido de Joe Strummer y sus mescaleros si no fuese por la web. Y es un lujo. Joe añejo, tranquilo, intenso. Cuando me enteré de la muerte de Joe, pensé: Qué suerte que hizo éstos discos antes de morirse! Gracias Joe!. Para fanas de Clash, rareza entrañable.

Pero hay más cosas que me patalearon la cabezota como Devendra Banhart, Jack Johnson, o el conmocionante dúo de piano y batería The Dresden Dolls, o Flavio y la Mandinga, la banda solista de Ciancarulo o como sea que se escriba, que también me encanta. En la web la cosa es así como infinita. Y más pienso y más cosas se me ocurren: Colombiafrica, Vinicio Capossela, Ozomatli, José González, Antibalas, y en este mismísimo momento estoy cagado de gusto escuchando una banda de Nigeria: Oliver de Coque, en http://www.duduradio.com/

También llegaron a mí pelis que me encantaron. Una obra maestra del cine como Delicatessen, o La novia del cadáver, del ya mencionado y estimadísimo Tim Burton, o Carretera perdida de David Lynch. Otra cosa grosa que me llegó vía web es el Payador Perseguido de Don Atahualpa Yupanqui y su infinita poesía: “Aunque mucho he padecido, no me engrilla la prudencia, es una falsa esperencia vivir temblándole a todo, cada cual tiene su modo, la rebelión es mi esencia” (o dice cencia, no sé). Don Ata es gigante: Guitarra en mano canta la vida. Debería ser uno de los contenidos en los programas de educación. Otro verso del Ata que debería cotizar en la bolsa: “dios por acá, no pasó”.

Y hablando de infinitudes, salió nuevo disco de Manu Chao. La radiolina es otro continente en el universo Manu: Si lo venís siguiendo en shows o en la web, conocés lo que hay en este disco. Pero, aunque no me sorprendió, ni de pedo me decepcionó: Es como el amigo entrañable que volvemos a encontrar después de un tiempo y no tenemos ninguna pretensión, solamente estar con el amigo, y saber cómo anda. Manu sigue intenso, más oscuro... Si Próxima Estación Esperanza era un día de sol de primavera, La radiolina es una tarde nublada, ventosa, apremiante, del otoño. Otro disco amigo. Me gusta mucho. Hay tema gratis en radio chango: http://www.radiochango.com/ que es una página de la puta madre y de mi más alto aprecio.


Me gusta mucho lo que dice Manu sobre el intercambio de archivos: “Todo esto es una realidad, Internet es una realidad y no se puede ir en su contra. Es como en la era de los dinosaurios, habrá que adaptarse si se quiere sobrevivir. El que se sabe defender en un escenario va a sobrevivir, no se puede luchar contra esto. Si yo fuera un chaval de 17 años y tuviera 20 euros en el bolsillo y la posibilidad de comprarme un disco o bajármelo, me lo bajaría e invitaría a mi novia al cine con la plata. El capitalismo es así y la gente siempre va a elegir lo más barato. Cuando yo era joven, en el barrio también era así, hacíamos lo mismo, uno se compraba un disco y todos los demás se lo copiaban. Personalmente, no me molesta que la gente se baje mis discos”.

Y para terminar, lo tengo que decir: Amo el emule, el ares, el kazaa, que son algo así como los canillitas, o como el camarero amigo, pero no traen ni diarios ni café, son servidores de músicas, de pelis, de archivos de texto. Y miren si los amaré, que ahora mismo dejo de escribir esta nota para ponerme a ver Sicko, el nuevo documental de Michael Moore, que acaba de llegar desde el mágico hiperespacio hasta mi carpeta de archivos compartidos.

Eso sí, sepan disculparme, lo que pasa es que me tengo que apurar antes de que los dueños del circo obliguen a sus perros guardianes a tirar mi puerta abajo. Y eso que en mi bolibolín no hay petróleo, ni agua potable, solamente una computadora con banda ancha que me ha convertido en un peligroso delincuente.

Rubén Fernández Lisso


Octubre 2007

Zona Literaria/Cuento- Juan José Hernández



Dos cuentos breves de Juan José Hernández

Estos dos cuentos breves de Juan José Hernández no fueron recogidos en libros y se publicaron en forma exclusiva y aún inéditos en La Tecl@ Eñe. Escritos en su ciudad natal, Tucumán, a comienzos de la década del cincuenta, en ambos están latentes algunos temas fundamentales de su posterior obra narrativa: el mundo de la infancia, en el primero de ellos; en el otro, la recreación, con humor punzante, de un aspecto de la vida social provinciana.: el alacraneo.
Fotografía del archivo personal de Juan José Hernández


CIGARRILLO A ESCONDIDAS

Quizá llegó con el último bostezo de la siesta, o con el perfume de los naranjos florecidos en la vereda, pero allí estaba el Enano fumando en su pipa de barro cocido. Sonreía y echaba ligeras espirales de humo por sus orejas puntiagudas.
El chico se había sentado en la mecedora del patio para ordenar su colección de figuritas Maravillas del Mundo.
Siesta: prohibido hacer ruidos: los mayores duermen.
Debía pues resignarse a juegos silenciosos, como clasificar figuritas, o insectos disecados, llaves antiguas, anillos y amuletos de hueso, o mirar con una lupa el mapa secreto que lo conduciría al cementerio de lo elefantes.
El Enano no se parecía a los del libro de lecturas. Mas bien tenía la cara de su amigo Pablo, que vivía enfrente de su casa y lo acompañaba, a menudo, en sus excursiones a una acequia que corría detrás de un terraplén del ferrocarril. Allí, en una piragua, ambos habían remontado hacía poco un afluente del Amazonas, repleto de caimanes.
El chico vio al Enano que fumaba, y se asustó. Dijo en voz baja, como si rezara: Los enanos viven en el bosque. Hacen sus casas bajo la sombrilla de los grandes hongos. A veces recorren los senderos del bosque montados en ratas amaestradas. Roban carreteles vacíos y lápices de colores. Cuando cumplí cuatro años, comieron el soldado de chocolate que mi tía me había traído de regalo. Los enanos no tienen madre. Aparecen después de una tormenta de verano; duermen de día y por la noche, si hay luna llena, bailan tomados de las manos.¿Por qué el enano fuma sin parar?. El tabaco hace mal, mucho mal. Esta mañana casi vomité cuando Pablo me convidó una pitada. Estábamos solos. Había un paquete de cigarrillos sobre la mesa de luz del dormitorio. Pablo, puede venir alguien y sorprendernos. Se burló porque yo tenía miedo. Los chicos que fuman no crecen. Así dicen. No crecen más. Qué importa, trabajaremos en un parque de diversiones o en un circo. El Enano que fuma por la siesta, como nosotros, Pablo.
Estaba a punto de llorar, pero despertó cuando la gata saltó sobre la mesa y desparramó las figuritas en el piso de baldosas. El Enano despareció.
Por un momento, en el aire calcinado de la siesta, quedó flotando un ancho anillo mágico de humo.


BALCON A LA CALLE
Ilustración: José Genao: Merengue

-Decime, ¿no es aquélla la menor de las Aparicio?
-No, mamá: es la del medio. La menor se casó y vive en Buenos Aires.
-La casaron, querrás decir.
-Pero mamá…
-Es la verdad. La casaron de apuro. Y encima por la iglesia y vestida de blanco. Qué papelón. ¿Así que la del medio?
-Creo que se llama Delia.
-Claro, como su madre, que de joven era una preciosura. Nada que ver con esa especie de lauchita…Allá va la profesora de piano. Francamente, hay que tener coraje. ¿Qué lleva en la capelina.? ¿Margaritas? Si la memoria no me falla, ha de andar por los cincuenta largos.
-No los aparenta.
-Por favor, A la legua se le nota el pelo teñido. Como te de decía, la madre, ¡qué mujer preciosa!. Una sirena. Mi primo Luisito le arrastraba el ala, pero al hablar con ella se desilusionó. Era tartamuda. ¡Qué ganas de comer un helado! Decile a la Rosa que baje a comprarme uno en la granja.
-Hoy es su día franco, mamá.
-Me había olvidado. Ahora ésas tienen unos humos…En mi época sólo salían para la novena. ¿Te he dicho que pienso echarla antes de fin de mes?
-Hacés mal. No te será fácil conseguir otra.
-No me importa. La Rosa es una derrochona. ¡Seis cucharadas de azúcar para endulzar un simple jarro de mate cocido...!. Mirá, mirá quien va por enfrente. ¿No te parece raro?
-No veo qué hay de raro. Es viernes, y Lolita tiene clase en la Alianza.
-Qué raro.
-¿Por qué raro?
-No te hagás la tonta. El sinvergüenza del marido la engaña con su propia sobrina, y ella tan oronda y sonriente.
-Quizá la pobre no sabe nada, mamá.
-¿Cómo que no sabe? ¿Y el anónimo?

Juan José Hernández

Zona Literaria/Relato - César Hazaki

Los monzones
Por César Hazaki
Ilustración: Chagall y María Cecilia Foulon
En los años sesenta los vientos monzones eran parte de la épica de la guerra de liberación y por el socialismo en todo el sudeste asiático. Con esos vientos rigurosos y sistemáticos venían lluvias copiosas que impedían el avance de los yanquis, los que con sus máquinas de guerra de última generación perdían capacidades ante la infantería voluntariosa de los Vietcong, la que les daba a los invasores para que tengan y lleven. Los gringos (todavía el ejército norteamericano no estaba poblado de latinos –o sea de inmigrantes suplicando la radicación- sino que negros y rubios eran los tonos de piel predominante) se estancaban y no podían movilizarse, por eso se recluían en las ciudades. El general Giap se las ingeniaba para ir a buscarlos y darles, sorpresa tras sorpresa, soberanas palizas. Mucho antes habían sido los Tigres de Momprasen que, con sus naves piratas, sorteaban esos bravos vientos en las novelas de Salgari. Sandokan era un ejemplo a seguir, la piratería contra los poderosos también. Eso siempre fueron los monzones para mí: viento y lluvia, imposibilidad de marcha, incomunicación y alimañas de todo tipo que bajaban por los desbordados cauces de agua. Mosquitos y malaria. Fiebres. Un mundo hostil pero que debía mucho valer la pena dado que mujeres y hombres defendían sus terruños a sangre y fuego. Invasores que no querían por nada del mundo que los piel amarilla fuesen dueños del delta del Meckong. Los monzones eran los reyes de la selva tupida, cerrada e infranqueable. Mi afiebrada mente de niño soñaba con aventuras en esos lugares implacables donde los temibles y prolongados vientos gobernaban el ritmo de la vida y de la muerte. Quizás por eso deslizamiento en las letras me hice fanático de Monzón y su devastadora zurda, que como un samurai vietnamita construía su victoria pensando en que el rival le quería sacar el pan de la boca a sus hijos. También la insistencia en salir a navegar por el delta del Paraná con el viento Pampero al acecho era parte de esta historia. Por lo demás una vida de ciudad, en el barrio de Colegiales, sin muchos más aderezos a decir verdad.
Esto empezó a cambiar hace diez años y sigue firme, sistemático, con las lluvias primaverales, más precisamente cuando Santa Rosa indica el cambio de estación en el mes de agosto. Todo empezó con una revolución tecnológica que digitalizó las líneas telefónicas y permitió que toda la comunicación avanzara a pasos agigantados. Se habían terminado los inconvenientes telefónicos, recuerdo que era tanta la euforia que había en el barrio que entre el diarero, el almacenero, las tres psicoanalistas de niños de la cuadra, el pintor de renombre, el cura de la iglesia y yo por sugerencia del gerente de la sucursal del banco hicimos una vaca y compramos doscientos dólares en acciones de Telecom. A los tres meses habíamos ganado un veinte por ciento de lo invertido. Mucho mas que felices las vendimos –no éramos inversores a largo plazo- e hicimos un pantagruélico asado en la parroquia, que fue bárbaro hasta que el cura medio borracho quiso apretarse a la más jovencita de las psicoanalistas de niños. La mina ducha en andar por los movimientos sociales lo dejó venir y, cuando el clérigo la arrinconó al costado de la parrilla, le metió un rodillazo en los testículos que lo dejó boqueando. El tipo sintió el tremendo golpe y se inclinó hacia delante circunstancia que aprovechó la bella psicoanalista para colocarle un cachetazo sonoro en cada una de las orejas que le reventó un tímpano al acosador.
El diariero, con un largo pasado de monaguillo, quiso interceder a favor del párroco pero ahí salté yo para defender a la morocha de ojos verdes y se armó la gran pelotera. Nadie sabía bien por qué pegaba y contra quien pero fue una batalla de todos contra todos. Podemos decir que las ganancias en la bolsa, con la avanzada tecnológica de Telecom, hicieron cambiar la lánguida vida comunitaria.

Con el tiempo restañamos heridas y sólo nos apartamos del cura –ya para ese entonces se había apretado a media feligresía y varias de sus ovejas estaban embarazadas por el fanatismo sexual del pastor- es que volvió la confianza básica que las ganancias de las acciones y nuestros excesos en la bebida habían hecho perder.
Lejos estábamos de imaginar que estaban empezando los problemas con las lluvias y las comunicaciones para algunos de nosotros. Lo recuerdo porque hicimos un festejo barrial del día de la primavera. Se trató de un desfile de murgas y escuelas que fue cortado por un chaparrón impresionante. El pintor famoso, corría al lado mío para guarecerse, una vez que me dejó atrás, me gritó: -Este viento parece un monzón.
Retumbaban estas palabras en mi memoria cuando llegué a mi casa todo mojado. No imaginé que empezaba el vía crucis telefónico que desde aquél entonces se nos plantea a algunos vecinos. Mientras me quitaba la ropa empapada y trataba de secarme me di cuenta que el teléfono estaba mudo, muerto y silenciado no le di mucha importancia dado que el avance tecnológico que la empresa había exhibido en la puerta de mi casa –cableado nuevo, cajas digitalizadas en la cuadra- impedirían que la cosa tuviera entidad severa. Si con Telecom yo hasta había ganado plata no tendría de qué preocuparme.
Por aquél entonces mi computadora recibía Internet por la línea telefónica. Cuando comprendí que no tenía ni teléfono, ni Internet una sombra de inquietud corrió fría por mi cuerpo.
Quizás no estuvo bien darle unos mamporros al cura pensé después, todavía incomunicado, mientras tomaba mate y veía caer enormes gotas de lluvia en el patio. También me di cuenta que era un tremendo error no tener un celular. Demás está decir que no vino la línea telefónica, ni persona alguna a arreglarla. Ese septiembre llovió un mes seguido y el barrio se llenó de agua, eso me hizo recordar a Sandokan.
Desde entonces puedo decir que mi vida se ha modificado notablemente. Los cambios climáticos que traen lluvias largas e impredecibles se han me han hecho carne en lo que ha comunicaciones se refiere. Por ejemplo mis amantes los días de lluvia no me llaman más –que cosa curiosa es cuando más recuerdan mi nombre- es que saben que mi teléfono no funciona y por eso van en busca de otros consuelos. Mis amigos, por lo mismo, no me invitan a jugar al póker dado que saben que estoy incomunicado. Tampoco puedo pedir la rica comida de la Castellana, sin el teléfono es imposible hacerlo. Como se imaginaran a mi masajista tántrica, Marcela, tampoco se la puede contactar. Ergo durante los monzones vuelvo a cocinar al finalizar el día de trabajo y contemplo volver a masturbarme pese a mis promesas adolescentes a dios de no realizarlo.
Para colmo una particular fobia me impidió durante años tener televisión por cable, así que la noche de lluvia transcurre sin que el teléfono suene, sin saber si mis amigos juegan al póker y sabiendo seguro que las chicas han ido a buscar refugio amoroso a otro lado.
He olvidado ya las alegrías que la ganancia de las acciones me produjo, también que Telecom era mi compañía amiga que yo había elegido para tener los mejores servicios telefónicos. He comprendido que mi vida de relación depende, como un guerrillero vietnamita, de las lluvias y de los períodos de seca.
Lentamente he ido especializándome, intercambiando información con la experiencia de otros vecinos, en lograr la mejor manera de no desconectarme cuando llueve.
Tengo Internet por cable al módico precio de cien pesos por mes, esto ya evita que se corte si no anda el teléfono. Tengo el contestador de llamadas Telecom por tres pesos más IVA mensuales. Tengo un celular que anda siempre por ochenta mangos mensuales y en el mismo paquete me hicieron una oferta por la televisión por cable –no me podía negar- con el Venus y premiun a noventa pesos. Por noveno año consecutivo no tengo línea telefónica en la época de lluvia, por eso uso mi celular para llamarme a mi casa, levanto los mensajes y por intenet conectado como estoy resuelvo otras cosas, claro que no todas son pálidas: mi cuenta telefónica disminuye considerablemente y la luz, por ahora, no se corta. Tampoco el agua. Una molestia que no puedo soslayar es que tengo que trabajar hasta los domingos de mañana –cuando el laburo anda mal hago un turno de noche en el maxi kiosco de Alvarez Thomas- para pagar los gastos de los diversos productos que garantizan mi relación con el mundo, pero no me quejo yo siempre he sido un empedernido optimista y a lo hecho pecho. Así como mi madre no aceptaba la lluvia como una limitación para la concurrencia a clase –para lo cual nos preparaba con galocha o botas de acuerdo al agua caída, capa y muy excepcionalmente con paraguas- me he preparado para dar batalla contra la incomunicación.Mientras tomo mate y miro por la ventana que da al patio, cuando el monzón arrecia y las gotas que caen parecen meteoritos, pienso que los yanquis no ganaron en Vietnam de puro remolones y falta de entusiasmo ante el paisaje frondoso y mojado.