17 enero 2007

La Columna Grande


SENTIMIENTOS CRITICOS
escribe ALFREDO GRANDE
(especial para La Tecla Eñe)

Si no podemos hablar de política, sino de guerra
No hablemos de paz, sino de tregua.

Aforismo Implicado

La cultura represora ha sentenciado, con la contundencia habitual donde el espanto se hace cotidianeidad, que “ojos que no ven, corazón que no siente”. No ver, mirar para el lado equivocado (estrabismos ideológico políticos) o mirar varias cosas al mismo tiempo (zapping frentistas_partidarios). Pero el objetivo es no sentir, y cual burritos de diferentes tenientes, ser los que llevan carga y no lo sienten. Si el delirio del pensamiento único ha quedado en retirada, aunque como los sombreros de la abuela siempre puede regresar a estar de moda, percibo que sigue imponiéndose el mandato del sentimiento único. Las imágenes de Luis Gerez llegando en la ambulancia para ser recibido por su compañera y Paco Fernandez de Rosa, se han colocado en esa banda del espectro afectivo. Imposible no identificarse con el sufrimiento repetido, la insoportable pesadez de todas las impunidades posibles, el lacerante retorno del terror con y sin nombre. La indefensión y desvalimiento del compañero Gerez nos hizo volver al pasado porque también nos llevó para el futuro. Porque los ojos veían, aunque con el auxilio de la caja boba, el corazón volvía a sentir. El “efecto Lopez”, es decir, anestesia y analgesia por ausencia de percepción, no era posible porque allí estaba la “televisión pública” para decirnos, una y otra vez, que la única realidad es la mediática. La angustia de todos, mi angustia frente al compañero lacerado, aumentaba con cada repetición, con la reverberación del encuentro, con el relato entre monocorde y panegírico del locutor de turno. Si los 90 quedará como la década del pensamiento único, pienso que los tiempos actuales empiezan a marcar una tendencia a la construcción de sentimientos únicos. Algo así como lo sentimentalmente correcto. El comienzo de esta tendencia debe ser adjudicada a Juan Carlos Blumberg. Otro aporte de nuestro Clausewitz de consorcio para los tiempos de la memoria completa y las jubilaciones de privilegio mas completas todavía. Ante el asesinato de su hijo, Blumberg logró convocar a 150.000 sentimientos únicos, la mayoría dando cuenta de tal condición portando una vela. Que incluía el obligatorio disimulo ante el sebo goteando en los dedos. El “dolor de padre” fue el sentimiento excluyente. Ninguna duda cabía que al ingeniero solamente lo motivaba el dolor por el asesinato de su hijo. Y entonces estar en la plaza del Congreso era, simplemente, un sentimiento que no podía parar. Al día siguiente de la primer conovatoria de Blumberg, se publicó una pequeña nota mía en Página 12 y el periodista Oscar Raul Cardozo me hizo una nota en su programa matutino de Radio Nacional.[1] Sin poder hacer ninguna cita textual, recuerdo que a pesar del sentimiento único que dominaba esa escena, mencioné que otros sentimientos me habían invadido. Entre otros, la bronca e indignación ante cualquier maniobra de la derecha. Sin poder fundamentar demasiado en este trabajo, diré que la derecha organiza su pensamiento en cuatro formas diferentes, de menor a mayor distorsión de la realidad: 1)racionalización (le mataron a un hijo) 2) intelectualización (alguien tiene que hacer algo) 3) cosmovisión delirante (el problema de la seguridad) 4) delirio (disminuir la edad de imputabilidad). Blumberg, el único, logró que estas cuatro formas se unieran, de tal modo que hasta el centro izquierda comprendió y accedió a las demandas del “padre de la plaza”.[2] La causa del ingeniero por muchos meses convocó un solo sentimiento. El dolor por la muerte de un hijo. Inapelable. Y encubridor. Por eso creo que en ultima instancia el secuestro y liberación de Luis Gerez debería dar paso a multiplicidad de sentimientos, sensanciones, emociones, desgarros, desfallecimientos, enojos, alegrías, entusiasmos, escepticismos…Y que el empeño de ver todo color de rosa, y de ningún otro color, es funcional a todos los sistemas de dominación y mistificación que una cultura de la liberación debería atacar. Podríamos decretar un “minuto del odio”[3] contra Patti, y nada avanzaríamos en la demolición de la cultura fascista que se ha construído. ¿Juzgamos a todos los que detrás del slogan delirante de Isabel Conducción también legitimaron los crímenes de la triple A? Y el peronismo de estado, cualitativamente diferente de la militancia peronista de base, ha hecho culto del sentimiento único. Por eso me parece necesario que ante toda circunstancia, ante cualquier hecho de la vida político y social, nos demos permiso para el registro de variadas y contradictorias sensaciones. Que también los sentimientos tengan potencialidad crítica. Porque si bien es cierto que el corazón tiene razones que la razón no entiende, no conviene abusar de este desconocimiento. Porque el riesgo es que mientras avanzamos en superar el corsé mental del pensamiento único, permitamos la inoculación de sentimientos únicos. No hay una sola forma de pensar ni una sola forma de sentir. Todo nos mueve a todo. Y es tan bueno asociar libremente, incluso por fuera del diván del psicoanalista, como sentir libremente. El evangelio nos dice que la verdad nos hará libres. Y en los sentimientos encontramos también la verdad. Una racionalidad sentida, de la mano de una racionalidad sabida, como enseñara León Rozitchner. La alegría exagerada de varios funcionarios por la aparición de Luis Gerez me pareció mucho mas cercana a una negación maníaca de la desaparición de Julio Jorge Lopez. Porque, y hago nuevamente referencia a G. Orwell, parece una muestra del “doble pensar” , elogiar la fortaleza de un discurso para que (alguien) aparezca, y no aceptar la debilidad de ese discurso ya que (otro) sigue desaparecido. Un ejemplo no muy lejano de este culto del sentimiento único fue con el derrumbe de las Torres Gemelas. Todos tenían que sentir profundo rechazo y dolor por la pérdida de vidas humanas. La alegría era tabú, y no fueron pocos los que salieron a desmarcarse de la posición supuestamente asumida por Hebe de Bonafini. Horacio Verbistky en su columna “La alegría de la muerte” (algún domingo del 2002 en Página 12) fue quizá el mayor exponente. En esos tiempos, tan distintos a los de ahora, yo escribí “Los Enemigos del Pueblo” que todavía circula en Internet[4]. Las Madres no se hicieron eco de los “sentimientos únicos” y fue inútil todo intento de explicar que “la alegría” no tenía relación con las personas fallecidas en el atentado terrorista. Por eso reitero que ante la desaparición – aparición del militante y compañero Luis Gerez , es necesario tener la capacidad de sentir en todas las dimensiones posibles. Es una de las tantas razones por la que la lucha de tantos compañeros haya tenido y siga teniendo sentido. Especialmente para los que pensamos que estamos construyendo otros mundos posibles en un momento histórico del pasaje de la guerra a la tregua.


[1] Si algún lector solicita la referencia concreta del día de la publicación y de la nota, no tendré mas remedio que buscarlo. Pero fue el “día después”.
[2] Un artículo con este titulo fue publicado en el portal Terra.com
[3] Uno de los recursos totalitarios del Gran Hermano, como relata George Orwell en la imprescindible “1984”
[4] También en “Psicoanálisis Implicado 2: la marca social en la clínica actual”. Topía Editorial 2002.

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